Llevo varios días, y creo que alguna semana se me ha escapado ya, tratando de actualizar este blog con un comentario relativo a las fiestas navideñas y el nuevo año, y no porque fuera lo que tocaba, eso me da igual, sino porque me apetecía hacerlo, y es que llevo ya mucho tiempo sin actualizarlo, el problema es que me temo que he vuelto a enfermar. Creí que esta vez sería distinto, creí que al tener otra novela bastante avanzada me sería más fácil continuar, pero no ha sido así: desde que publiqué El cuaderno negro en amazon estoy completamente bloqueado. Ya me sucedió cuando terminé El ángel herido, una sensación de agotamiento, de hastío, incluso de repugnancia hacia las letras, como un empacho deliberado, como un exceso de todo, especialmente de uno mismo; es tan fuerte que a pesar de lo prometido ni siquiera he adaptado El cuaderno para smashwords, tanto necesitaba la distancia... No es desde luego una sensación agradable, pero sospecho que es necesaria, sé que es necesaria, a menudo las purgas lo son; al menos sé que pasará porque ya me sucedió en otra ocasión y fue así como cursó la enfermedad y porque necesito que sea así. Supongo que es algo relativamente normal en cualquier proceso creativo, aunque también es posible que tenga algo que ver con estas fiestas, que me gustan pese a todo, pero durante las cuales a menudo no me siento cómodo —sin llegar a estar nunca muy seguro del motivo—.
Pero yo quería escribir un mensaje navideño, un mensaje de felicitación que no fuese al uso, sin embargo en estas condiciones no sé muy bien qué pinta un mensaje de felicitación, porque si vamos a felicitar la navidad deberíamos hacerlo en las iglesias, postrados frente a la imagen de un hombre torturado (algo que no me inspira muchas felicitaciones, la verdad) y no al primer paisano que pasara junto a nosotros; y si lo que felicitamos es el año nuevo, lo hacemos mal, pues no es simplemente «feliz año nuevo» lo que habría que decir, sino algo parecido a «que todo te vaya muy bien este próximo año o, al menos, mejor», reconozco que no luce igual, pero creo que se adecua mejor al mensaje de esperanza que subyace. Al final me da la sensación de que lo más auténtico, lo más verdadero de estas fiestas, es el 28 de diciembre, lástima que ya no se celebre... Por cierto, ¿qué tal los reyes? Alguno estará pensando que soy muy negativo, pero no es así porque esta fecha es propicia para las sorpresas, una de las mejores cosas del mundo, y de entre todas ellas las mejores son las que dan las personas que sin motivo aparente deciden acordarse de aquellos otros con los que hacía tiempo que no tenían contacto, gente con la que se perdió o se dejó morir la relación quizá sin saber muy bien por qué o precisamente porque era lo más conveniente en aquel momento, pero gente que en el fondo se desea, sin embargo el miedo, la duda... Algo tan simple como un mensaje en esas circunstancias hace que nos sintamos especiales, que sepamos que somos recordados, que dejamos algún tipo de huella, que de alguna manera somos o fuimos algo más allá de nosotros mismos, algo que perdura, ¡qué más puede desear el alma humana, siempre temerosa de su propia mortalidad! Todo mi reconocimiento y admiración para esas personas. Pero seamos sinceros, eso es solo una parte, inmediatamente después vienen las preguntas, los recelos, el ¿qué es exactamente lo que quiere? ¿Habrá cambiado algo? Y especialmente, ¿qué debo hacer? Esas seguro, pero se me ocurren otras preguntas más como ¿me habrá perdonado? ¿Se habrá equivocado en realidad? ¿Debo hacer como si nada? Y tantas y tantas como personas y relaciones, así es el alma humana. Sí, también están los mensajes y felicitaciones de compromiso y aquellos que no nos conmueven en absoluto (¿y este qué quiere ahora?), pero esos no resultan nada interesantes. En fin, que si las navidades sirven para recibir este tipo de sorpresas, muy bienvenidas sean, quizá debiéramos intentar ser naturales y agradecidos, tratar de hacer caso omiso a ese lado sospechoso y oscuro nuestro, al fin y al cabo las relaciones tienen dos direcciones y no resulta difícil imaginar el esfuerzo que esa persona habrá tenido que hacer para dar el paso de enviarnos un mensaje, el esfuerzo que nosotros no fuimos capaces de hacer, el que seguro que más de uno intentamos realizar. Quizá este año, quizá este 2015, sea el año del ¿y por qué no?, que aun busca una respuesta convincente, el año de la sinceridad, el de los sentimientos sin miedo. Qué sencillo resulta decirlo, ¿verdad? En fin, quedémonos al menos con la esperanza. Feliz año nuevo a todos. |
...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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Abril 2020
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