Tras mucho esfuerzo y unos cuantos retrasos, por fin tenéis disponible El cuaderno negro. En principio solo está a la venta en Amazon, pero pronto espero tenerlo también listo en Smashwords para los que necesitáis otros formatos, aunque eso me va a llevar más tiempo al tener que pasarlo a formato e-pub, también estoy explorando otras plataformas de publicación, ya veremos. Por supuesto, si apreciáis cualquier error en la obra, especialmente a la hora de reproducirla en vuestros lectores, os ruego que me lo comuniquéis, trataré de corregirlo y os enviaré una copia de la obra con el defecto subsanado, aunque lo he revisado, la conversión de archivos es compleja y el resultado puede variar de un tipo de lector a otro. Recordaréis que publiqué hace un tiempo un comentario en el que os contaba mis dudas con respecto al precio a elegir por aquello de las regalías, finalmente he optado por regalías del 35 %, aunque incrementando un poco el precio, que ha quedado en 1,65 euros. Espero que El cuaderno negro os guste y espero también que me lo digáis, tengo la correspondiente página de la obra prácticamente acabada, a falta únicamente de algunos detalles, pero ya está disponible con el enlace correspondiente, me gustaría mucho que dejarais en ella vuestra opinión sobre la obra y, para hacerlo más interesante, os propongo algo: escribid en ella qué relato os gusta más y cuál menos y, por supuesto, por qué. A los dos mensajes más interesantes y originales les regalaré una copia de El ángel herido y otra de mi próxima obra. Un abrazo a todos.
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Ahora que está de moda pedir unas disculpas que no significan nada (¿seguiremos dando a aquellos que solo piden?) como si no las hubiesen tomado ya los que las piden igual que lo toman todo, me uno a la moda y pido disculpas por el retraso en El cuaderno negro, no obstante os comunico que hoy he tomado por fin la última decisión, dolorosa, pues ha supuesto la retirada de dos de los relatos que lo componían, pero creo que plenamente acertada, así que ya solo quedan los trabajos de maquetación. Si los problemas que nunca acaban de la molesta vida de verdad me lo permiten, espero poder ponerlo a vuestra disposición en breve.
Un cordial saludo a todos. Os comentaba en otra entrada del blog que el momento de la publicación de El cuaderno negro por fin está próximo y que tenía alguna duda sobre la edición. En realidad las dudas están casi solventadas porque no tengo muchas opciones: publicaré en amazon, y en smashwords para aquellos que no quieran hacer la conversión del formato .mobi de amazon a epub o el que prefieran si es que no tienen un lector kindle, pero para que entendáis mis dudas, que son más existenciales que prácticas, os explicaré cómo funciona la publicación en amazon: después de darse de alta en la página y crear el correspondiente perfil, cosa extremadamente sencilla, hay que subir la obra y la portada de la misma, lo que no es más complicado que adjuntar un par de archivos, por supuesto con las condiciones de tamaño y formato que te especifican, nada del otro mundo. Luego viene el tema del precio, que escoge el autor, y aquí es donde empieza lo divertido, hay tres opciones: gratis, regalías del 35 % o regalías del 70 %.
Yo he descartado desde el primer momento publicar gratis, sé que es un truco que muchos recomiendan para darse a conocer, pero a mí no me interesan los trucos, quiero lectores, aunque sean minoritarios, que tengan un cierto interés, no que se descarguen libros como churros que luego abandonan de la misma manera: nada más comenzar o ni siquiera comenzados, sin darles ninguna oportunidad, ante la más mínima sospecha de indigestión o pesadez, y eso creo que solo se consigue si el lector tiene que poner algo de su parte, si le cuesta; en resumen, quiero lectores que me exijan y que de esa manera me ayuden a mejorar, aunque para eso me da la impresión de que la retroalimentación puede ser importante, bueno, estamos en ello. La opción de las regalías del 35 % tiene miga. En principio parece injusto que solo el 35 % de las ganancias de la venta de un libro sean para el autor y… lo es, profundamente injusto en mi opinión, más aun cuando en amazon no realizan corrección ni trabajo alguno sobre la obra, simplemente convertirla a su formato (eso también da para decir muchas cosas, pero no es el tema ahora) y colgarla en su página, algo que como entenderéis no genera precisamente muchos gastos una vez creado el sistema, y que desde luego tampoco supone el más mínimo compromiso con la obra ni con el autor; por si alguien aun lo dudaba, amazon es solo una máquina de ganar dinero, no una plataforma altruista para nuevos autores, ni forma de extender la cultura ni nada de eso, solo importa una cosa, esas son las reglas, aunque también es verdad que si no se es ingenuo y se aceptan, cabe la posibilidad de cierto éxito (si no se es ingenuo, claro). ¿Y por qué existe esta opción tan injusta que podría hacer perder a amazon popularidad? Porque intentan asegurar un cierto margen de beneficio: las regalías al 35 % son para todos los libros que tengan un precio de venta inferior a 2,60 € (o 2,99 $). Una cosa es que quiera un poco de implicación por parte de mis lectores, un poco de interés genuino, y otra cosa es que pretenda que paguen un precio quizá demasiado caro por una obra de alguien desconocido que no ha merecido la inversión de una editorial tradicional y por eso se ve obligado a publicar por internet (sé que esto no es necesariamente así, pero es el estereotipo que manejan muchos de los que se enfrentan a obras de autores noveles, qué se le va a hacer). Por último, la opción de regalías del 70 % está únicamente disponible para libros con un precio superior a los indicados antes. Existe una variación del precio-frontera de las regalías en función del peso del archivo, pero es de poca influencia práctica. Por su parte, smashwords funciona de una forma similar, aunque por su bastante menor capacidad de difusión no me entretengo en ella. Así que aquí estoy, atrapado entre la justicia y la necesidad. No sé qué decisión tomaré al final, como sabéis El ángel herido está ahora al precio mínimo para obtener regalías del 70 %, un porcentaje que ya entra dentro de lo justo, aunque empezó a 1 €, con regalías del 35 %, y aunque el dinero no es (al menos de momento) lo que me impulsa en todo esto, he de reconocer que resultó un poco frustrante comprobar el escasísimo rédito a pesar de las buenas ventas. ¿Vosotros qué opináis que debería hacer? Lamento deciros que no creo que me dé tiempo a tener El cuaderno listo para el verano, aunque a estas alturas imagino que la noticia no supone ninguna novedad, especialmente por la frecuencia de comentarios en el blog que últimamente tengo. Me hubiese gustado mucho y creo que habría sido una lectura interesante y fácil para estas fechas, pero solo el trabajo de preparar la edición, aunque tuviese los textos listos, me llevaría ya demasiado tiempo, así que pido disculpas a todos los que lo estuvieseis esperando, ojalá cuando por fin llegue no os decepcione, más allá de lo habitual claro.
Que paséis un buen verano. P.D.: aprovecho también para daros las gracias porque el pasado día 15 el blog alcanzó su récord absoluto de visitas hasta el momento, poco a poco esto va subiendo, muchas gracias a todos. Hace más días de los que me gustaría os prometí que colgaría aquí uno de los trabajos que se incluirán en El cuaderno negro. Han pasado más días de los que me hubiese gustado, pero he tenido muchos problemas para hacerlo, quería haber adjuntado el archivo de forma que fuese descargable por vuestra parte, pero a pesar de que es una de las funcionalidades teóricamente disponibles me ha sido imposible, por eso os lo pego más abajo. Es un borrador aun susceptible de alguna modifición y no es el que en un principio tenía pensado, pero este es más corto, espero que así la lectura no se haga demasiado difícil en este formato. Quizá tenga que mudarme de proveedor, tal y como ya me han recomendado, pero para ver eso con calma necesito un tiempo que ahora no tengo, aunque lo estudiaré en cuanto pueda; mientras tanto espero que os guste el relato y aunque no sea así no dudéis en dejar vuestros comentarios, recordad que todo viene bien para mejorar. TRES CIPRESES Relato incluido en El cuaderno negro, de próxima aparición, de Sergio Navas Rufo. Más información en sergionavas.weebly.com Había tres cipreses, siempre hubo tres cipreses. Mi madre se empeñó en plantarlos mucho antes de que yo naciera y, con el tiempo, se hicieron demasiado grandes, demasiado altos para el pequeño patio del chalet que mis padres compraron en cuanto pudieron permitírselo, sobresalían por encima del tejado y podían verse asomando por allí desde la calle. El nuestro fue siempre en la urbanización el chalet de los cipreses. De pequeño me daban miedo, cuando era adolescente los odiaba, como odiaba todo lo demás, y cuando fui adulto los evité cuanto pude, sin embargo ya fuera por miedo, odio o indiferencia lo cierto es que nunca pude abstraerme de sus delgadas siluetas ni de aquellas puntas afiladas al cielo. Eran los únicos árboles de nuestro patio porque nuestro patio era tan pequeño que una vez plantados ya no hubo sitio para nada más. «Si tu padre los hubiese cortado a tiempo...» solía decirme, cuando estábamos a solas, mi ancianísimo abuelo desde la silla a la que lo habían acabado atando las secuelas de una antigua herida de una antigua guerra a la que marchó orgulloso para cambiar el mundo, y de la que saltó a otra que era la misma para acabar volviendo a su pueblo arrastrado, fugitivo y adulto, por la misma tierra de esos cipreses a casarse y tener hijos. Pasé mi infancia y mi juventud viendo ir a trabajar a mi padre y viendo ir a trabajar a mi madre bajo la escuálida sombra que los tres cipreses proyectaban sobre la casa, yendo al colegio primero y al instituto después. Tardes apacibles, domingos con los abuelos, por turnos; verano en el levante, apartamento en primera o segunda línea de playa, sombrilla a la mañana y paseo para digerir la cena, a veces caía algún helado; los estudios bien, gracias, no para tirar cohetes pero bien, suficiente para ir a la universidad, Derecho más concretamente. ¿Mi mujer? Mi novia de toda la vida, la que conocí en un punto indeterminado entre el instituto y la facultad; mis hijos, dos. La parejita, sí. Y chalet adosado en una urbanización de la periferia de algún centro, qué más da cuál. Ahora que recuerdo, una vez estuvimos a punto de ser cuatro en la familia, incluso mi madre llegó a dar a luz, pero mi hermanito murió a los dos meses por cosas de los lactantes, dijeron, pero en lo más profundo de mí sé que habiendo tres cipreses no podíamos ser cuatro. Cuando compramos el chalet justo antes de casarnos, mi madre se ofreció a decorarnos el patio «unos cipreses aquí quedarían estupendamente, ¿eh? Como los de casa», dijo agarrada al brazo de mi padre que asentía, sonreía y callaba. Naturalmente no dejé que los plantase. Al cabo del tiempo, sin embargo, los cipreses volvieron a la carga y encontré sorprendido que a la que entonces era mi mujer no le disgustaba la idea y que mis hijos, de cuatro y dos años, gritaban por las tardes «¡cipreses, cipreses!». «¡No! —respondía yo aterrorizado— ¿no veis que somos cuatro?». Mi mujer no me entendía y mi madre replicaba «nunca venís a vernos».
Un día llegué de la oficina y encontré tres jóvenes cipreses plantados en el patio, todos estaban a su alrededor adorándolos: mi mujer, mis hijos, mis padres y mis suegros, alababan lo bien que quedaban y cuánto iban a crecer; solo mi abuelo permanecía apartado en el rincón en que habían dejado su silla, a la sombra porque no le diese algún mal por culpa de la luz, quiero decir del sol. Ignoro si llegaron a verme o no, tan abstraídos estaban con aquellos árboles y la vida que les esperaba, aunque creo que tampoco entonces lo hicieron, únicamente crucé una mirada con mi abuelo que a su vez me miraba desde su rincón; senil, sí, pero me sonrió con los ojos húmedos mientras me daba la vuelta y me marchaba. Nunca he vuelto y nunca me he arrepentido: desde entonces he visto mares infinitos apagar el sol y lunas espectrales recortarse contra las montañas que sostienen el cielo; he contemplado y padecido la miseria y la desgracia de los hombres, pero también he sido testigo de su grandeza; he burlado a la muerte y he traído la alegría, en una ocasión participé en un asesinato político que por desgracia salió bien y lo corrompió todo (y de pronto tuve que huir de aquel bello país) y en otra salvé a una embarazada de un naufragio y la vi morir empapada mientras sostenía al fruto reciente de su vientre; mendigué para no morir y dilapidé dos fortunas en el juego (una tercera la robé solo para donarla entera a quien no tenía nada); he reído hasta no poder más con conocidos y desconocidos; he llorado por mí y por otros; he amado más de lo que el corazón puede soportar y he pasado hambre y soledad; lo único que a estas alturas me fastidia son esos cipreses, quién iba a pensar que en este país tan lejano del mío también tienen costumbre de plantarlos en los cementerios. —Bueno, y vuestra vida ¿qué tal fue? —pregunté a los que me acompañaban en busca de algo de entretenimiento para la eternidad—. Alternemos nuestras historias. |
...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
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Abril 2020
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