Como lo prometido es deuda, aquí llega el primer post de esta nueva etapa, para la que tengo algunas, llamémoslas, intenciones. Entre otras, me gustaría ser algo más profesional y menos visceral, más reposado, más didáctico y por tanto más útil. Quizá menos ácido. Ya veremos. Pero vayamos al grano. De momento quiero inaugurar esta nueva etapa con un comentario sobre algo que lleva meses rondándome la cabeza, un tema que, aunque ahora se encuentra desplazado de la agenda pública, en breve será de nuevo el centro de las discusiones en este país. TCHAN, TCHAN, TCHAN, TATACHAN...: ¡FRANCO! Sí, ya lo sé. Otra vez. Al menos lo he introducido con una fanfarria (bueno, vosotros ya os la imagináis, que no voy a hacer yo todo el trabajo). Todo surgió al hilo de una entrevista que Jordi Évole le hizo a Carlos Herrera —los asiduos a Salvados la recordarán— a comienzos de este año. En ella, al hablar del tema de la exhumación del dictador, Herrera vino a decir algo así como que Franco no molestaba a nadie ahí donde está y que ya son ganas de atacar la convivencia con historias del pasado. La argumentación no es nueva y no sorprenderá a nadie mínimamente al tanto del asunto. Tampoco pretendo ser exhaustivo ni con las palabras del señor Herrera ni con los argumentos utilizados por él y otros como él, ya sean de derechas o de los que se dicen liberales o de izquierdas (que también los hay, y muy prominentes) que han expresado ideas similares. Tan solo pretendo centrar el tema, que va más allá del mero hecho de sacar a un señor de su tumba y entronca con el debate inconcluso de cómo afrontar nuestra historia reciente, y más concretamente —aunque no solo— el franquismo, incluyendo aquí la Guerra Civil de 1936. Pero tranquilos, no voy a martillearos la cabeza con la típica lección sobre la historia, la democracia y sus símbolos y valores; cualquiera que haya llegado hasta aquí y haya vivido en este país los últimos años (y, además, esté mínimamente interesado en el tema) conoce o puede conocer y entender fácilmente todos esos argumentos. No tiene sentido repetir lo ya sabido, entre otras cosas porque el no compartir estos argumentos no obedece a ignorancia, sino a voluntad, a una pasión sesgada y, a mi entender, mal enfocada, y eso es lo que me gustaría cambiar. Para ello, me dispongo a utilizar una técnica muy básica de las ciencias sociales a fin de ejemplificar las contradicciones y errores de aquellos, llamémoslos, negacionistas de la reparación1: el análisis comparado; pero no con una metodología académica tradicional, recopilando y contrastando elementos y aspectos equiparables y las correspondientes respuestas, posiciones y soluciones dadas: ni tengo tiempo ni tendría mucho sentido en este caso; al fin y al cabo, ¿de qué serviría algo así? No creo que pueda aportar más de lo que cada uno de vosotros lleve consigo, vuestras vivencias, vuestras opiniones, vuestras creencias. Lo que pretendo en realidad es poner una excusa, un ejemplo, y por ello lo que os pido es algo si cabe más desagradable que una simple argumentación: que hagáis vosotros el trabajo, que penséis en lo que os sugiero y llenéis vosotros el espacio en blanco de los ejemplos concretos. No os costará, seguro. Y quizá, solo quizá, la próxima vez que oigáis hablar de este tema vuestro enfoque cambie2 o, al menos, tenga en cuenta este punto de vista, solo eso ya sería mucho. Para ello contrastaré el franquismo con el otro episodio de nuestra historia reciente de violencia extrema organizada: el terrorismo de ETA. Esta comparación resultará particularmente útil, dado que los que mantienen esa posición negacionista a la que nos referimos con respecto al franquismo suelen sostener opiniones completamente opuestas respecto de las mismas cuestiones concretas según se refieran a ETA3 o al franquismo, lo que denota un claro sesgo ideológico que contradice las afirmaciones moralistas en las que suelen envolver sus admoniciones. Más allá de que sean los dos episodios, como ya hemos indicado, de violencia extrema organizada más recientes de nuestra historia, la comparación es también pertinente por el hecho de que ambos comparten otras características, tales —sin propósito de exhaustividad— como la ilegalidad, tanto el franquismo como el terrorismo etarra se instituyen contra la legalidad vigente4; la voluntad de subyugar la democracia, con diferente resultado en ambos casos; la sustentación ideológica de los crímenes, entendiendo el independentismo violento de ETA como una ideología en sí mismo y añadiendo, en el caso del terrorismo, otras cuestiones identitarias no menores; o el carácter eminentemente nacional de ambos, aun con las correspondientes conexiones y referentes internacionales (curiosamente, más desde aquí hacia fuera que al revés). El pie nos lo dará la reflexión acerca de las víctimas, que al fin y al cabo constituye el todo de ambas cuestiones, aquello en lo que su subsumen todos los demás aspectos y cuestiones de ambos problemas, lo único que a la postre importa. Básicamente existen dos posturas con respecto a este aspecto del problema: reconocimiento y reparación, u olvido y perdón (abnegado y por el bien del país, por supuesto). Plantear la cuestión en estos términos debería ser más que suficiente, no habría por qué decir nada más al respecto, pero aun así vamos a desarrollar un poco más el concepto. Memoria histórica Resulta evidente la cruzada que determinadas fuerzas políticas y medios de comunicación han emprendido contra la ley de memoria histórica, la única iniciativa puesta en marcha en España desde 1975 de manera general e institucionalizada para atender a las víctimas del franquismo. Acusan a esta norma de reabrir viejas heridas e incluso de crear una casta de interesados en vivir de subvenciones públicas. Dejando las cuestiones morales a un lado, y sin entrar a valorar la calidad de la ley, propongo confrontar esta postura con la que esas mismas personas mantienen con respecto a las víctimas del franquismo. ¿Cuántas iniciativas públicas y privadas se han llevado a cabo para tratar de reconocer, reparar y homenajear a las víctimas del franquismo? ¿Estaban estas personas presentes en ellas, las apoyaban o les parecía que podían reabrir las heridas del terrorismo? Estos que he dado en llamar negacionistas de la reparación (del franquismo), no suelen tener empacho en reconocer la ilegalidad del régimen franquista, al que abiertamente suelen tildar de dictadura frente a preguntas directas (aunque es cierto que les cuesta bastante hacerlo); por lo tanto, ¿por qué las víctimas del franquismo no merecen la misma reparación y homenaje que las del terrorismo? Al fin y al cabo, como hemos explicado más arriba, existen identidades sustanciales entre ambos fenómenos que los hacen muy próximos y, en realidad, no es otra cosa lo que se pide: sacar de las cunetas a los represaliados, reconocer a los asesinados por ETA. ¿Acaso no son todos represaliados? Y, en cualquier caso, ¿no merecen todos la misma justicia? A vueltas con el relato Lo que subyace a todo esto, de lo que se trata en el fondo, es de la verdad social, eso de lo que ya he hablado en otras ocasiones y que últimamente ha dado en llamarse “el relato”, aquello que se impone entre todos como narración principal, mayoritaria o mainstream, lo que contaremos a nuestros hijos cuando nos pregunten, el punto de vista en el que nos situaremos, en definitiva: el enfoque que sobre este asunto se imponga mayoritariamente en la sociedad, porque el enfoque, la perspectiva, determina la realidad que vemos, la que creemos —y por lo tanto la única que en la práctica existe—, la forma que tendremos de afrontar nuevos problemas similares en el futuro y las personas que somos y seremos, lo que no es menos importante. Al defender que es mejor dejar a Franco donde está porque sacarlo de ahí removería sentimientos superados, y que es mejor no cambiar los nombres de calles y plazas, las personas que así opinan mantienen la misma postura que aquellos que pretenden que los asesinatos de ETA fueron algo pasajero que es mejor olvidar por el bien de la convivencia en el País Vasco, que asesinos y víctimas son iguales, que hubo muertos en ambos bandos —sin que importen las razones o circunstancias de los crímenes— y que es mejor mirar hacia delante, etcétera (no es necesario hacer hincapié en quién mantiene estos argumentos en el caso vasco), negando a las víctimas del franquismo la justicia que sí reclaman para las de la banda terrorista. Todos estos argumentos intercambiables tienen una cosa en común, siempre están contra la libertad y la verdad, por mucho que aquellos que los enarbolan declamen lo contrario. Estamos cansados de oír aquello de que las sociedades que no conocen su pasado están condenadas a repetirlo, ¿qué futuro nos esperaría entonces si olvidáramos los crímenes de ETA? No es descabellado pensar que dentro de unos años unos cuantos chavales enardecidos pudieran declararse herederos de la banda terrorista y reiniciar los atentados de un grupo de luchadores por la libertad derrotados pero no vencidos a los que el Estado opresor y antidemocrático no les dejó otra salida. Imagino que nadie desea esto y para ello se trabaja, para que no se imponga esa visión en la sociedad, sino la de la inutilidad y la inhumanidad de los crímenes, la del respeto por los derechos humanos sin adjetivos ni condiciones de ningún tipo. Sin embargo, algunos creen que se debe aplicar esa política de olvido para con las víctimas de una guerra y un régimen muchísimo más sangrientos que los de ETA. Me pregunto qué ocurriría si Josu Ternera o Iñaki de Juana Chaos, por citar dos famosos terroristas que se me vienen ahora a la mente, tuviesen un mausoleo expresamente construido para ellos en el País Vasco cuando mueran. Supongo que esas personas en las que todos estamos pensando pondrían el grito en el cielo. Ya pasó... Hay quien dirá que la diferencia esencial entre un caso y otro es el tiempo transcurrido, que el franquismo es el pasado, mientras que el terrorismo está todavía muy reciente. Pero si ese es el problema, ¿la solución es esperar unos años? ¿Cuándo hayan pasado cuarenta años ETA quedará blanqueada? ¿Se reaccionará diciendo no me saque usted ese tema o ya están los pesados de la derecha con las batallitas del abuelo? ¿Alguien se imagina la reacción pública que habría en ese caso? ¿Entonces por qué se toleran y defienden las mismas posturas en el caso del franquismo? La pregunta surge en seguida: ¿cómo reaccionarían estas personas si fuesen sus familiares los enterrados en cunetas olvidadas? ¿Lo dejarían pasar si se tratase de sus abuelos, bisabuelos, tíos...? ¿Cómo pueden simplemente defender que lo dejen estar? Se afirma alegremente —Herrera lo hizo en la entrevista con Évole— que la izquierda pretende remover las heridas y no dejar que cicatricen y que es guerracivilista por hablar de este asunto. Es fácil sostener algo así cuando se han tenido cuarenta años para encargarse de los muertos de uno, y en este sentido no sirve que algunos de ellos digan que tienen un pariente represaliado o desaparecido, poniéndose a sí mismos como ejemplos-mártires: si ellos han decidido tomar ese camino, es su decisión personal, pero eso no les da derecho a imponer su visión de manera autoritaria al resto, ello no puede implicar humillar a los que no comparten su misma opinión y pretenden reparación; también entre las víctimas de ETA las hay dispuestas a perdonar, dispuestas a olvidar, y no dispuestas en absoluto a lo uno ni a lo otro, y también en este aspecto las simpatías cambian y se defiende ‘a los que no ceden, por mucho tiempo que pase’ frente a los que no desean recordar, pero ¿acaso unas son menos víctimas que otras? Tampoco sirve aquello del pacto de la transición, del acuerdo que permitió superar la dictadura y que España entrase en su etapa más gloriosa... La mitificación no es buena, y menos la que no permite avanzar. Todo ese discurso de mitificación de la transición se desacredita a sí mismo día a día. No quiero entrar otra vez en esto, ya he dedicado comentarios al respecto, pero sí es necesario incidir en que la falta de verdad solo trae más problemas, negarse a ver los errores de la transición es incluso más peligroso que hacer lo propio con sus aciertos. Si aquel pacto era tan magnífico, ¿por qué el problema de las víctimas del franquismo y la memoria histórica es tan recurrente? ¿Por qué surge una y otra vez? ¿Por qué divide tanto a la sociedad? No es bueno barrer la suciedad bajo la alfombra, al final siempre resurge, y lo hace más putrefacta. Las heridas hay que dejarlas al aire. El pacto de la transición, sencillamente, no sirve. Y no solo porque haya un grupo de extremos izquierdosos empeñados en envenenar la convivencia, sino porque hay una injusticia flagrante que clama a la moral más básica. Volviendo al tema No pretendo criticar ni presuponer nada con respecto al problema en Euskadi, únicamente lo uso como ejemplo para indicar que el problema de fondo es la falta de cultura democrática de la sociedad española. El Gran Wyoming lo explicó maravillosamente en una entrevista cuando dijo que España se había convertido en demócrata de la noche a la mañana. Se acostó franquista en 1975 y se levantó demócrata en 1978. O al menos esa es una de las ficciones sobre la que se asienta nuestra democracia. Alemania e Italia sufrieron la derrota del nazismo y el fascismo, y las correspondientes consecuencias. En España se sufrieron las consecuencias (aunque no todos por igual), ya fuera material o ideológicamente —en cualquier caso siempre subjetivamente—, pero no la derrota, y todos los que se acostaron franquistas en 1975 siguieron siéndolo en 1979 y destilando este veneno en sus hijos. Y hasta hoy. La Democracia, con mayúscula, solo se construye sobre un compromiso inequívoco y radical con sus valores, y no mediante un mero acuerdo transaccional y condicional, esa es la raíz del problema: en España todavía no ha llegado la democracia a muchas mentes. Y no se podrán cerrar las heridas hasta que no se asuman unos mínimos políticos (ya que no sociales o económicos), pues sin esa base común no es posible una verdadera Democracia y no se acabará nunca la dicotomía entre los que se cubren de pulseritas con banderas y los que reniegan de ellas, pues cada cual, en su ámbito, seguirá inculcando el temor hacia el otro y la desconfianza más absoluta en sus hijos y contribuyendo a la reproducción de discursos que excluyen a los otros y tienden a caricaturizarlo (“el facha” o “el rojo”), impidiendo que este país esté verdaderamente completo; por utilizar una imagen, que este país se encuentre mínimamente cómodo con su propia bandera, sin que esta deje de ser para buena parte de él el símbolo de la otra parte, de su ideología y de sus crímenes y la injusticia que de ellos permanece tantos años después. La vergüenza siempre permanecerá. Y esto no tiene nada que ver con que se sea de derechas o de izquierdas, algo que es totalmente respetable aunque no se comparta, pero solo si se mantiene el acuerdo mínimamente esencial sobre los principios democráticos que a día de hoy se manosean indecentemente por parte de los que solo admiten su verdad y tratan de reimponerla, por muy inconsistente y contradictoria —hasta hipócrita— que sea. Aun con todo, habrá quien mantenga que todo esto no tiene importancia, que han pasado muchos años, que España es un país desarrollado con una democracia asentada y que qué más dará... A todos ellos, les dejo un artículo: ¿Qué factores están detrás de la irrupción electoral de Vox? Sin entrar a valorar la metodología, el trabajo es como mínimo indiciario y preocupante, y se encuadra en otros similares a nivel europeo. En él tenéis todos los enlaces necesarios, incluido uno a los detalles metodológicos, aunque es muy técnico5. En cualquier caso, recomiendo encarecidamente a todos los que hayan llegado hasta aquí su lectura, de entre todas las explicaciones y estudios sobre el voto a VOX, este puede ser el más revelador y plantea una causalidad y un punto de vista en cuanto a las influencias cruzadas y la manera en que pueden reforzarse. El comentario anterior sobre la repetición del pasado, con el escenario del resurgir del terrorismo, podría trasladarse aquí, todo depende de lo que cada uno de nosotros esté dispuesto a apoyar, al fin y al cabo, cada uno de nosotros es la sociedad, no solo los demás. P.S.: Este comentario lleva algunos días en la nevera, y entretanto, resulta que el TS ha dictaminado paralizar la exhumación del dictador hasta la sentencia firme, con lo que el tema vuelve a estar de actualidad, contradiciendo la afirmación del principio, que a pesar de todo he decidido mantener.
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Hoy, que no me puedo entretener demasiado, os dejo unos cuantos artículos sobre aspectos parciales de la sociedad y la economía actuales. La intención es que juntos ayuden a ver el bosque a través de (algunos) de los árboles. Que os los proponga aquí no significa que esté de acuerdo con todo lo que en ellos se dice, faltaría más, pero sí que me parecen interesantes, especialmente por su punto de vista, principalmente los dedicados a la UE y Francia. Espero que os gusten, un cordial saludo. Sobre libertad de expresión y comportamiento democrático (manténgase cerca ante cualquier debate socio-político, especialmente si es televisado): Yo no condeno, Elisa Beni Sobre cómo estamos realmente hoy en día, imprescindible antes de cualquier otra consideración, aunque sea solo una parte muy pequeña: Así son los nuevos pobres de España, Kiko LLaneras Dos sobre el PSOE, una crisis que, más allá del sainete humorístico, tiene una importancia capital para la democracia y el futuro de nuestro país: El (escaso) atractivo electoral de Susana Díaz, LLuís Orriols El PSOE, el enemigo y la hija de puta, Carlos Hernández Sobre qué hacer para evitar otro año sin gobierno; y es que las cosas no son tan sencillas como parecen: La reforma del procedimiento de investidura en España, Pablo Simón Y ya, para acabar (si has llegado hasta aquí y, además, has leído los artículos, mi más sincera enhorabuena), los dos artículos prometidos sobre la UE y Francia: ¿De nuevo la trampa del voto útil?, Serge Halimi La lógica detrás de una Europa a varias velocidades, Ariane Aumaitre Sin sutilezas: el mono es Pedro Sánchez. ¿Y por qué? Por atreverse por fin a abrir las ventanas, debe de ser que se ha despertado de una vez, o se le han hinchado los… que viene a ser lo mismo, porque a ver quién duerme con un caso de inflamación aguda testicular, es que es imposible juntar las piernas, oiga, y encima ya sabe usted dónde van a parar todos los golpes. Que sí, que los calendarios son sospechosos, pero es lo que tiene dejar las cosas para el final, además, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, al fin y al cabo, ¿de quién fue la idea del triple no? Fueron los que ahora le atacan los que se la impusieron allá por diciembre, supongo que creyéndose astutos y suponiendo que, sin salida, Pedro se entregaría a la abstención, que era lo que buscaban. Plan genial: se cargaban a Sánchez, recuperaban el control del partido y todo seguía como hasta entonces, que era lo que querían, procurando dejar a PODEMOS en la insignificancia. Pero resulta que Pedrito les ha salido correoso, tiene un buen maestro, ¿recuerdan ustedes todo lo que se decía de Rajoy en 2008? Pues eso.
La cuestión es que quizá por fin entre algo de aire fresco en las rancias estancias socialistas, y quizá por fin los que hablan de reflexión cuando quieren decir abstención, se encuentren realmente con la reflexión; creo que nada les asusta más, porque a lo Dorian Grey tendrán que mirar su retrato y contemplar cómo ha envejecido estos últimos años. Ya se lo digo yo: mal, muy mal. Pero no se alarmen, no es cosa española, y como el mal de muchos es consuelo de tontos, pues miren afuera, observen a los demás partidos socialistas de Europa, ¿pueden verlos? Sí, es verdad, a mí también me cuesta. Por algo será. Europa, y Occidente en general, está girando a la derecha, eso es evidente, y por tanto se encamina hacia el desastre, eso también lo es. Los grandes logros de nuestra civilización se han logrado siempre siendo progresistas, avanzando, cambiando y sobreponiéndose, no siendo conservadores. Venga, olviden lo anterior, son tonterías, simples tonterías. Probemos a poner nombre al asunto, así a bote pronto (en serio, que alguien me explique qué significa esta expresión, es que no la entiendo) se me ocurren tres: Giddens, Blair y Schröder. Pero tampoco seamos muy duros, ellos solo le pusieron sello oficial a algo que ya venía moviéndose desde antes, esa caída en el miedo, esa entrega al neoliberalismo. Sí, ellos lo oficializaron y permitieron que todos los que disimulaban se sintiesen orgullosos y “academizados”, que no hay nada que mole más, me los imagino diciendo ante cualquier crítica doctrinal: ¿a que te doy con mi tercera vía? Yo sigo en mis trece: las reformas del alemán, a las que tanto se remiten, ese gran ejemplo de sacrificio, previsión y gran inteligencia van a acabar por hundir a Alemania, ya verán, lo malo es que todos estamos atados a ella; pero no nos desviemos del tema, si es que teníamos alguno entre manos. La situación en Europa es caótica, los socialistas se hunden y la izquierda está increíblemente fragmentada, únicamente la derecha parece firme, pero le están surgiendo sarpullidos extremos; el caso es que, al igual que los niños que son demasiado tiernos, que no están aun formados y que no pueden explicarse, la sociedad está enfadada, pero no sabe por qué ni cómo expresarlo, así que buscan la seguridad que han creído perder mirando a los que la prometen, sin darse cuenta de que ese es, precisamente, el origen del problema. ¿Será Pedro Sánchez el líder que pueda poner orden en la socialdemocracia europea enseñándola el camino? ¿Haciéndole recuperar la esencia de lo que es y rescatándola de las garras del neoliberalismo? ¿O únicamente pretende mantenerse en el cargo por mero interés personal? Sea como fuere, si no es él porque fracase o no sea ese su objetivo, la socialdemocracia tradicional española acabará como la griega o la italiana y, si no, al tiempo, y tendrán que ser otros los que planten cara. De momento Sánchez ha abierto las ventanas, ya veremos si se las cierran. Y nosotros, ¿qué? Y llegamos al apartado determinante: ¿qué haremos los ciudadanos? Creo que ya hablé aquí de los sesgos cognitivos y, en especial, del sesgo de confirmación, lo traigo a colación porque creo que va a ser muy importante de cara al 26J, a fin de cuentas a nadie nos gusta equivocarnos, pero más que eso, lo que nos jode de verdad es tener que reconocer que lo hemos hecho. ¿No? ¿En serio? ¿Tú lo reconoces sin problemas? Será que yo soy un bicho raro. Sea como fuere, nos encontramos con dos categorías psicológicas contrapuestas —aunque por supuesto no únicas—: los que se aferrarán, víctimas del sesgo de confirmación, a lo ya hecho y los que se sentirán violentamente traicionados. ¿Dónde se coloca cada cual? Los primeros es de esperar que se encuentren en los grupos más ideologizados, es decir, los extremos del espectro ideológico: PP y PODEMOS-IU, mientras que los segundos se situarán más en el lado del PSOE, algo también de CIUDADANOS, es cierto, pero principalmente del PSOE, y es que el que juega se la juega, y el valor es admirable, pero solo con valor no se vence: el pacto supondrá pérdida de votos al PSOE por la izquierda, especialmente si PODEMOS-IU consiguen que cale el mensaje subliminal de que ellos son el voto útil de la (y la verdadera) izquierda. Por parte de CIUDADANOS es posible que alguien se sienta traicionado por el pacto con el PSOE, pero para eso ha de ser más de derechas que de centro-derecha, es decir, tender más hacia el PP, y en este caso, salvo que hubiese votado a CIUDADANOS el 20D como castigo a la corrupción, no habría llegado a votar a los naranjas. Creo que a CIUDADANOS, si algo le va a hacer daño, es precisamente su posición sobre la corrupción, verdaderamente decepcionante, junto con su querencia ciega por el PP, pues visto que Rivera no pretende forzar ninguna verdadera renovación en el PP, con la amenaza roja que se nos viene encima y para votar a una copia, pues mejor el original, ¿no? Abstención Pero dejémonos de sesgos, hablemos de la abstención, que abre puertas muy interesantes para el análisis. La abstención puede ser el elemento determinante en las elecciones, y de ahí precisamente el interés de determinados medios por generar hartazgo en la población en lugar de fomentar el espíritu democrático[1], ¿por qué? Veamos: tradicionalmente la abstención ha beneficiado en nuestro país a la derecha, que mantiene una movilización más constante en cualquier circunstancia, pero no por ser la derecha, cuidado, considerar esto es un grave error, sino porque está más ideologizada. ¿Parece paradójico? Cuando estudiaba en la facultad hablábamos frecuentemente del concepto de clase social, muchos argumentaban, en línea con el pensamiento mayoritario actual, que las clases sociales están superadas, que los viejos conceptos de clase trabajadora frente a clase alta ya no tienen validez[2], la respuesta de cierto profesor en una ocasión fue que le preguntáramos al señor Botín, o a cualquiera que llevara un Rolex de 3 000 euros, si se consideraba igual que el personal de servicio de su casa. Efectivamente, durante años hemos escuchado que la sociedad democrática liberal había acabado con las clases sociales, que no teníamos que preocuparnos más por ello y todos éramos prácticamente iguales, sin embargo lo cierto es que los estudios sociales y sobre movilidad social de los que he tenido noticia lo desmienten, y que las tradicionales clases altas, y también media altas, han mantenido muy claro su concepto de clase, su identidad de grupo social distinto y, especialmente, de grupo con intereses distintos al del resto —clase media o baja— de la sociedad; esta es la razón que explica que el PP haya mantenido tradicionalmente un voto más regular: su electorado se siente, en cuanto clase, amenazado por el resto debido principalmente a cuestiones fiscales o económicas (ese estado del bienestar parásito), pero también sociales mucho más genéricas —y también difusas socialmente—, pero que contribuyen al esprit de corps, como el matrimonio homosexual, las corridas de toros, la Ley de Memoria Histórica… Mientras, el voto de la izquierda ha tendido a fluctuar más, sobre todo en función de esperanzas defraudadas[3]. Sin embargo, ahora tenemos una izquierda tan ideologizada como la derecha o, mejor dicho, cuyo nivel de movilización en el sentido electoral parece aproximarse al de la derecha, de ahí que muchos afirmen que la abstención también los beneficiará, puesto que reducirá el número de sufragios al centro (CIUDADANOS y PSOE) por abstención, a parte de las fugas a los extremos, y tenderá a mantener el de los extremos (PP y PODEMOS-IU), elevando así el resultado relativo de estos últimos; el pacto entre Sánchez y Rivera puede ayudar en esto: habrá gente que no estará dispuesta a cambiar a PODEMOS-IU o PP, pero tampoco a volver a apoyar a CIUDADANOS o PSOE, por lo que se refugiará en su casa, una respuesta por otro lado cómoda y de sobra conocida para muchos en eso que se llama centro. Seamos cuidadosos Polarización, sesgos y abstención. Ya hemos tratado por encima los aspectos principales a tener en cuenta en las nuevas elecciones pero, ¿qué pasará? Difícil de decir es, siempre en movimiento está el futuro, que diría mi amigo verde. Lo más curioso, y excitante, es que he visto análisis para todos los gustos, no parece existir como en otras ocasiones una corriente más o menos mayoritaria en este sentido, sino que al mencionar los diferentes aspectos que influyen en el panorama electoral se habla de que benefician a unos partidos o a otros, según quién lo diga, y es que hay argumentos para todos los gustos. Por ello es tan importante lo que voy a explicar a continuación. Mientras revisaba este comentario ha sido publicada por La Razón una encuesta que afirma que Unidos Podemos[4] sacaría nada menos que 900 000 votos al PSOE. Esto parecería confirmar lo que antes he escrito, ¿cuál es el problema? Que la encuesta proviene de La Razón, periódico con una línea ideológica (la línea editorial la dejaron atrás hace mucho) muy clara, la cuestión pertinente es ¿qué interesa al partido al que apoya este medio? Sin entrar en las polémicas sobre los medios, no vaya a ser que también a mí me acusen de fascista por afirmar lo obvio[5], dada la encrucijada en la que estamos, y la amenaza que pende, o que creen determinados intereses financieros que pende sobre ellos, debemos ser extremadamente cuidadosos con las fuentes de la información, especialmente si esta proviene de la policía (qué triste, a la par que extremadamente grave, tener que escribir esto). En resumen En vista del análisis realizado, parece que el resultado más probable de las elecciones sería una leve disminución de escaños de PSOE (mantener los 90 escaños, en la situación actual, sería un logro para Sánchez) y CIUDADANOS con decremento de sufragios —especialmente del PSOE— de moderado a severo[6]; incremento de votos de Podemos Unidos con respecto al resultado anterior por separado de PODEMOS e IU más o menos en la misma proporción que la caída del PSOE y una leve oscilación, también de votos, del PP arriba o abajo tendiendo al mantenimiento y en cualquier caso correlacionada, aunque débilmente, con lo que le ocurra a CIUDADANOS, todo ello con incremento de la abstención, aunque creo que no mayor a los cinco puntos[7]. Nuevamente habrá que esperar a las modulaciones del sistema electoral para ver en qué se traducen esos sufragios y qué aritmética se configura, pero en cualquier caso yo ya me la he jugado, si es que me gusta meterme en unos charcos... Sin embargo, debo advertir: aun queda mucho para las elecciones, una inmensidad en política y más aun en la situación actual, y aunque creo que estamos en un contexto de estabilidad algo mayor que la de diciembre, todavía puede cambiar mucho todo, por ejemplo el efecto de la alianza Unidos Podemos puede deshincharse de aquí al 26J. Ya veremos, la responsabilidad no deja de ser nuestra. ¿No queríamos Democracia? Pues aquí viene la segunda taza. P.S.: ya que últimamente está tan de moda, una propina interesante: Esto no es un artículo sobre Venezuela [1] Esta sensación de hartazgo se fundamenta en buena medida en la lógica mercantilista tan extendida en nuestra sociedad de ciudadano-cliente, en la que cada vez más solo importa el segundo término de la expresión, en lugar de la simple de ciudadano democrático. [2] Incluso en una ocasión me encontré, ya en mi vida laboral, a un sindicalista, ¡un sindicalista!, que argumentaba en estos términos. [3] Es bastante común en la historia de la lucha social pretender conseguir todo y hacerlo a los 15 minutos, esta es una fuente de frustración constante entre las fuerzas progresistas que acaba casi inevitablemente resultando en enfrentamientos internos, algo que también sucede hoy en día y que es uno de los puntos más débiles del bloque de PODEMOS. [4] Yo había apostado por Podemos Unidos, pero reconozco que es mejor su versión. [5] Que sí, que las formas no fueron las correctas, pero ¿acaso dijo algo que no fuese evidente ya en el mundo? Y en el resto (¿chiste demasiado obvio? Vale, hoy no estoy muy ingenioso). [6] Sí, así es, me acabo de inventar una clasificación que tendría cuatro niveles: leve, moderado, severo y grave. ¿A qué corresponde cada una o cómo se cuantifican? Bueno, de momento dejémoslo en una apreciación subjetiva pues cualquier estimación numérica no podría ser definitiva, sino que variaría en función de las circunstancias de cada convocatoria electoral, además, como ya he dicho en alguna ocasión, lo verdaderamente importante es la idea o percepción que acabe imponiéndose mayoritariamente en la sociedad. [7] Siempre a expensas de que no se produzca ningún terremoto político hasta las elecciones Continuamos con el último comentario, en esta ocasión centrándonos en los partidos políticos. Partidos políticos Con respecto a la posición de los partidos, cualquiera que se preocupe un poco de informarse puede ver por dónde van los tiros: más o menos por dónde cabía esperar, especialmente después del acuerdo IU-PODEMOS. El terror rojo, el bolchevismo… Es curioso que aquellos que se quejan cada vez que alguien habla pertinentemente del pasado y dicen mirar al futuro utilicen constantemente estos adjetivos tan actuales, parece que el subconsciente les traiciona, pero qué le vamos a hacer, la política tiene estas contradicciones. Esto obviamente viene muy bien al PP, dado que polariza la campaña entre su seguridad y moderación y la revolución bolivariano-cubano-marxista-leninista de esos rojos radicales comeniños, violamonjas, lesbianos viciosos y adoradores de Satán (que no me lo estoy inventando ¿eh?, hay documentos que lo demuestran y en algún lado estarán). Aunque deberían tener en cuenta que, especialmente en las zonas urbanas, y ahora que los ponebombas ya controlan algunas instituciones, esto puede volverse en su contra, pues estos ataques tan furibundos y desproporcionados, con esos conceptos que utilizan, se mueven demasiado cerca de —y corren el riesgo de convertirse en— simples caricaturas, retornando cual boomerang contra aquellos que los lanzaron; es cierto que pueden tener cierto impacto en personas más mayores a quienes esas palabras les evoquen recuerdos peristálticos, pero amenazan con alejar irremediablemente y aun más —si es que eso es posible— a los jóvenes[1]. Nótese que PP, CIUDADANOS y PSOE, han recurrido últimamente a descalificativos del tipo indicado en mayor o menor grado, lo que especialmente en el último caso es un error táctico importante, ¿de verdad tiene sentido que un partido supuestamente socialdemócrata, al que últimamente solo le queda reivindicar su historia incluso con saña (me temo que el recurso a las viejas glorias socialistas y las apelaciones a Suárez y la Transición solo sirven para poner música viejuna a la desesperación) pero que desde hace unos años pone en práctica políticas muy cercanas al neoliberalismo acuse de izquierdosos a sus rivales? Lanzar estas acusaciones, de corte tan ideológico, desde un partido con tan profundo descrédito en ese mismo ámbito ideológico por el que pelea como el que tiene el PSOE únicamente puede beneficiar a sus rivales; entre esto y el pacto con los de Rivera casi parece que a Pedro Sánchez le molesta el ala izquierda de su propio partido: los socialistas caminan con paso decidido por la senda de la crisis de la socialdemocracia europea, sin mirar atrás, centrados como están en jugar con su aparato, aferrándose a sus cada vez más acosados taifas y flagelándose por lo bajo a los cuatro vientos porque los votantes los están abandonando[2]. Por los mismos motivos expuestos, la polarización también beneficia a PODEMOS-IU, le aporta una visibilidad y un protagonismo superiores a los que en realidad le corresponderían como tercera fuerza, permitiéndole ningunear al partido socialista, y más importante: tiende a producir en torno suyo el mismo efecto que busca el PP por su lado: la atracción del voto útil ideológico frente a la amenaza del extremo contrario, así, estas dos fuerzas pujarán por que la campaña se convierta en un partido de tenis (o de pádel, que mola más) entre ambas, marginando a las otras dos como sus respectivas muletas para lo que venga después, apenas unas comparsas que clamarán por ser escuchadas y buscarán la iniciativa mediática y en la agenda como puedan, ¿lo conseguirán? ¿Quién dijo que el bipartidismo había muerto? Lo más sorprendente de todo es que CIUDADANOS y PSOE parecen no haberse dado cuenta o estar encantados con este papel, pues al menos por el momento sus reacciones solo lo refuerzan, por ejemplo ahora Rivera se marcha a Venezuela vaya usted a saber a qué (aunque sea evidente) y Sánchez, por poner otro ejemplo, ha reconocido casi abiertamente dicho nuevo papel que le han asignado, pues aunque ha esbozado bien el camino que debería seguir su partido al declarar que el PSOE es un proyecto autónomo, si tiene que afirmar algo semejante en público es que ya ha perdido —como mínimo— la iniciativa, y la iniciativa lo es (casi)todo en política. Además, sigue sin cogerle la medida a Iglesias y los suyos, que continúan ganándole por la mano: la oferta para el Senado no era cosa para descartar tan a la ligera, haciéndolo como lo ha hecho se ha movido un poco más a la derecha dejando todavía más desprotegida su izquierda, debería haberla valorado, habérselo pensado, haberse sentado con la coalición, incluso haber aceptado la propuesta, haberse arropado con ella hasta hacerla suya poniendo sus senadores al servicio del bien de España(=expulsar al PP) y, después, haberla hecho fracasar en las negociaciones para asignar los nombres concretos echándole la culpa a Iglesias con la acusación de que lo pretendían todo, de que no querían colaborar sino imponerse, de que son antidemocráticos y no aceptan los puntos de vista ajenos…[3] En fin, toda la retahíla habitual en estos casos y la que se les ocurriese, pero claro, eso siendo pérfido, astuto, o simplemente listo, escoja usted. Por el lado de PODEMOS-IU la oferta era redonda, si los socialistas aceptaban, miel sobre hojuelas, el mérito en el ámbito de la izquierda para ellos, o bien podrían haber hecho fracasar la propuesta en las negociaciones de forma similar a lo arriba expuesto para el PSOE si les hubiese convenido, y si estos la rechazaban, bueno, los argumentos son claros. Estas son el tipo de trampas que los de Iglesias tienden continuamente a los de Sánchez, y ellos siguen mirándose a… bueno, a donde quiera que se miren. Pedro, hijo, espabila de una vez, que te estás jugando los cuartos con expertos en comunicación política, aunque a veces se pasen de almíbar en su afán por provocar la emoción y la esperanza (el vídeo de Iglesias-Garzón pasará a los anales de los vídeos electorales, aunque más aun sus versiones en programas de humor), pero bueno, al fin y al cabo hablan de ellos, ¿no es así? La vieja izquierda Un pequeño inciso sobre los partidos tradicionales de izquierda. Qué duda cabe de que la irrupción de PODEMOS ha modificado el panorama de este sector ideológico en nuestro país, ya adelanté en su momento que el nuevo partido se haría sitio empujando a uno de los dos de toda la vida, que si no podía con el PSOE se comería a IU, o viceversa. ¿Es esta coalición el aperitivo de semejante banquete? En mi opinión, sí, y lo único que podría salvar a IU es, paradójicamente, el fracaso: si Unidos Podemos triunfa, si alcanza el gobierno o no lo hace porque el PSOE apoye activa o pasivamente a la derecha pero sus resultados son objetivamente buenos, el destino de IU estará sellado. Podrá haber divorcios más o menos traumáticos, abandonos, portazos sonados y sonoros, pero los escindidos no tendrán futuro por separado. ¿Y qué le ocurre al PSOE? Sobre este partido ya he hablado largo y tendido en los últimos comentarios, así que no voy a repetir lo dicho, solo quiero remarcar dos aspectos esenciales: en primer lugar que lo que ocurra tras las elecciones volverá a depender de ellos, que aun han de tomar una decisión clara sobre quiénes son y quién quieren ser, en la actual situación mundial no pueden posponerlo más, ¿qué ambas opciones son malas? Pues que hubiesen reaccionado antes, cuando aun estaban a tiempo. Y en segundo lugar quiero resaltar algo que creo que no ha sido mencionado con claridad, quizá por miedo, para que no se note, como si así pudiese cambiarse, pero que es evidente: el PSOE vive de los réditos rurales, en los núcleos urbanos, más dinámicos, más progresistas, donde se genera el debate y nacen las tendencias, ya ha sido superado. No sé si se comprende la gravedad de esto, especialmente para un partido progresista, el PP puede vivir desde el campo algún tiempo, el PSOE no. ¿Y qué hay de CIUDADANOS? Más allá de que Albert Rivera cada vez se gusta más a sí mismo (si es que esto era posible), y que CIUDADANOS es él, y él es CIUDADANOS, y aquí sobran las palomas (bueno, quizá Garicano), poca cosa. Su respuesta a la coalición ha sido bastante poco imaginativa, han intentado hacer bandera con el tema de los gastos de campaña, pero es algo que se agota fácilmente, de lo que no podrán sacar mucho rédito y que ha sido superado por la boda roja (todo mi reconocimiento a los guionistas de El Intermedio). Últimamente lo intentan con Venezuela, ¡qué carajo! Sí, han oído ustedes bien, la precampaña de Rivera se juega en Venezuela, ¿sabrán del siguiente advenimiento del mal cuya exclusiva nosotros aun ignoramos? ¡Inda, ilumínanos! ¿Pretenderán simplemente incrementar el perfil de ultracentrista, perdón, de moderado, y hombre de Estado de Rivera? ¿O simplemente no se les ocurre otra cosa para resaltar por encima de esos molestos pecadillos internos? Lo cierto es que intentarán corregir algunos errores de su campaña anterior (como lo de la violencia de género/familiar), pero no creo que puedan salirse mucho de su discurso, al fin y al cabo venden la misma seguridad/previsibilidad que el PP y ahí, como es evidente, no hay mucho margen para la innovación, salvo por que traten de poner en valor su intención, su ánimo colaborativo —no el acuerdo en sí, que ahora mismo es más un lastre— en ese pacto con el PSOE que es de tan difícil venta entre su electorado de centro-derecha. Por el momento ya están evidenciando las contradicciones esenciales en las que se van a mover y que supongo que serán explotadas por sus adversarios y visibilizadas así para toda la población: por un lado Rivera proclama cual Scarlett O’Hara que si de ellos depende, habrá gobierno, y por otro que jamás permitirá que el bolchevismo gobierne, qué sutil, ¿verdad, Pedro? [1] Ya he comentado en alguna ocasión la fractura generacional sobre la que se precipitan PP y PSOE, algo que debería preocuparles, y mucho, y que se superpone sobre la fractura urbana/rural a la que también se enfrentan, síntoma clarísimo de pérdida de vigor, de iniciativa, de futuro en suma. [2] El PSOE acumula síntomas de descomposición que comienzan a ser muy graves, entre ellos la propia confusión sobre lo que les ocurre. ¿Será un partido agotado al que solo le queda ir desapareciendo poco a poco? Me temo que esto es tema para otro comentario. [3] Con respecto a la constante acusación-cantinela, que casi parece ya un llanto infantil, de que PODEMOS en realidad quiere acabar con ellos o superarlos, alguien debería de decir a Sánchez y los suyos que es mejor dejar de lloriquear por lo que resulta evidente y lógico (¿es que acaso ellos no quieren ganar? ¿Y es que eso no supone superar al PP? ¿No han hecho ellos lo mismo durante años con IU?) y ponerse trabajar de verdad. La que has liao pollito, la que has liao, le decía la niña al inocente animalillo, qué culpa tendría él, cría al fin y al cabo, y qué culpa tendría la niña, más cría si cabe por mucho que pretendiese parecer mayor. La culpa será de los adultos irresponsables que juntaron un pollito, una niña y pintura, ¡a quién se le ocurre! ¿Qué es lo que esperaban? Pues algo así deben de estar pensando algunos en este país nuestro a la vista de sus maniobras, repetidas y repetitivas, es cierto, que demuestran que el concepto de democracia es prácticamente imposible de asimilar para según qué mentes. Bien, votamos, y salió lo que salió. O votó España, y salió lo que salió. La distinción no es poca cosa pues el sujeto importa, y mucho. Sí, la voluntad nacional. La voluntad popular. La voluntad general. Conviene pararnos a pensar un momento en ese concepto fundamental. ¿Votamos cada uno de nosotros y se agregaron los resultados o votó un país y expresó un mandato? ¿Existe la voluntad general? ¿Existe el pueblo o solo una suma de individuos? No, tranquilos, no voy a entrar a debatir a Rousseau, sinceramente no creo estar a la altura, pero a la vista de lo que está ocurriendo en España creo que merece la pena que cada uno se plantee íntimamente su posición al respecto, es esencial para entender la democracia actual. ¿Ganó las elecciones el PP? Innegablemente. ¿Votó España por el cambio y por expulsar al PP del gobierno? Sin ninguna duda. ¿Cómo entendemos la voluntad general? Esta es la clave y estoy seguro de que ya sabéis a qué viene esto. Cuando cada uno va a votar entran en juego multitud de consideraciones incluidas, por supuesto, los posibles resultados que estimamos que habrá en las elecciones, algo que puede hacernos incluso cambiar nuestra preferencia, una formulación burda (y contraria al espíritu mismo del sistema democrático) sería el archiconocido voto útil. Pero ¿es esto todo? Por supuesto que no, como ya he dicho hay muchos más elementos y el peso exacto de cada uno en la elección final de cada votante depende de una receta que no ha sido desentrañada aun por el simple hecho de que es exclusiva de cada persona. Así que ¿el resultado electoral es la manifestación de la voluntad de ese ente indefinido existente solo cada cuatro años para algunos políticos, o es una simple suma aritmética de las opiniones individuales de una serie de seres humanos dispersos por un territorio definido? Pues ni lo uno ni lo otro exactamente, sino un poco de todo, el resultado es, y siempre es así, un arcano, un enigma, y el problema con los arcanos es que no sirven de nada si no son desentrañados, si no son traducidos a la lengua vernácula. Unos son más fáciles que otros pero todos tienen y tendrán siempre un punto de misterio, un porcentaje de precipicio oscuro que también es indescifrable, por ejemplo: en las elecciones de 2011, ¿toda la gente que votó al PP deseaba una mayoría absoluta del PP? Sinceramente, lo dudo mucho, pero el arcano emitido resultó en esa ocasión meridianamente claro. La clave de la cuestión es que no corresponde a los autores la tarea de descifrar el enigma, sino a sus receptores, y lo que ellos entiendan, lo que ellos acuerden, se convertirá en ley y traducción absoluta, pudiendo llegar incluso a modificar, en ocasiones radicalmente, la voluntad individual de los autores. El autor desautorizado. O no. Porque la verdad es que no podemos saberlo.
Es extraño esto de los sistemas representativos. Entendido desde el punto de vista de la comunicación, tenemos un mensaje cacofónico que ha de ser descifrado por sus receptores que, una vez conseguido esto, informan a los autores del mensaje de lo que querían decir cuando lo emitieron. Y esto es ley. Así, la práctica representativa tiene algo de expolio, de sustracción, de… sometimiento por la fuerza, los antiguos se consolaban suponiendo que ese sometimiento lo era a la voluntad de todos, incluido la de uno mismo, y por tanto a la de nadie —al menos la de nadie físico, la de ningún dictador—, o al menos al bien común, pero ese es otro debate. Siempre habrá disidentes, por supuesto, que para eso se supone que esto es democracia, pero en el statu quo actual, salvo que estén armados con títeres, serán seguramente ignorados, o sus quejas caerán en saco roto, que viene a ser lo mismo. Por ello la posibilidad de unas nuevas elecciones me resulta personalmente tan estimulante, nunca había ocurrido en este país una retroalimentación tan potente —porque a los cuatro años no se contesta a los intérpretes del arcano, sino que se emite uno nuevo—, sin embargo en esta ocasión, si finalmente se convocan otras elecciones, el pueblo podrá decirles a esos descifradores de enigmas profesionales o no si está de acuerdo con las traducciones de su mensaje que ellos han esbozado, y ahora sí podremos sentir que el pueblo habla más como pueblo, no será todo, por supuesto, seguirá habiendo otros muchos elementos estrictamente individuales, pero ya sea cambiando o reiterando el mensaje, se llevará a cabo un extraordinario ejercicio de madurez política que este país va necesitando mucho, desde hace mucho. Habremos de estar listos, desde luego, los interpretadores son listos y juegan a encandilar, a engañar, a manipular, es decir, a pre-interpretar y, por lo tanto, a pre-emitir el mensaje por nosotros, modulando nuestras inclinaciones naturales a su favor; debemos por lo tanto esforzarnos en discernir entre poses y verdades, entre interpretaciones y realidades, para saber quién se muestra como es y quién continua fingiendo, es decir, pre-interpretando, para esto nada mejor que atender a los márgenes de la información, que es por donde se suelen colar los vestigios de realidad. Esto nos lleva a la otra cara de esta moneda, la de la ciudadanía, imprescindible concepto indisoluble del de voluntad general, es decir, la responsabilidad: ¿estaremos a la altura? Todo esto es teoría, claro, puras especulaciones, o filosofía barata si lo preferís (al fin y al cabo no queda otra hoy en día), hay muchas otras consideraciones, otro día seré más práctico, lo prometo. ¿Lo sabrías tú? ¿Y yo? Para los que no lo hayáis reconocido, la anterior cita proviene de la película Gladiator, del año 2000, protagonizada por Russell Crowe y dirigida por Ridley Scott. ¿Y a qué vienen? Pues vienen a una de esas extrañas conjunciones que a veces parecen aportar sentido a un mundo aparentemente incomprensible, al menos a mí me lo parece, pero yo no estoy muy cuerdo. En mi última publicación colgué una simple viñeta sin más explicaciones, al fin y al cabo la ironía es harto sensible, y muere si se le dan demasiadas vueltas. Hoy me despierto con la noticia de que Alemania (y España, cómo no) presionan junto con otros países a la Comisión Europea para aumentar los límites contaminantes de los vehículos diesel que además, afirman los alemanes, han de ser protegidos, qué sabrán todos esos expertos que llevan tanto tiempo advirtiendo de que el motor de combustión, y especialmente el diesel, está conceptualmente obsoleto y que ha llegado a su límite tecnológico, es decir, que no se puede mejorar más mientras siga funcionando con combustibles fósiles; qué sabrán ellos, si el diesel nació en 1893 y los conceptos son eternos, ¿verdad Adam?[1] Por otro lado Madrid se transforma en el Olimpo neoliberal y Odín (sí, Odín, no Freyja), palmea al uso local —esto es ¡España! Pues otra sangrrría— mientras una de sus valquirias proclama a su nuevo campeón, el hombre del millón de empleos —y una paella—. Parece la venganza teutónica, el Valhalla haciendo reforma en el Olimpo: ni dórico ni corintio, mejor tipo loft, despejadito y amplio, y se acabaron las togas y comer reclinados, ahora lo que se lleva es prender rugientes hogueras industriales, quemar carbón y ser rubio. ¿Zeus? Ni está ni se le espera, tanto rayo y tanto fornicio aumentan los hijos y agotan las cuentas, la exuberancia pasa factura, hay que pagar, nosotros te diremos el precio. Pero Zeus no era solo Zeus, sino también Júpiter, menos espectacular pero más efectivo, y por eso al mismo tiempo, en tierras de nibelungos, un italiano mercenario, por tanto fiel a Júpiter, dice que la cosa está muy malita y le mete un poco el dedo en el ojo a la alemana, tímida venganza, pero venganza al fin y al cabo. Hay que saber cuándo se es derrotado. Sabias palabras, aunque más sabia es la réplica ¿Lo sabrías tú? ¿Y yo? Quién podría responder que sí. No desde luego el grupo de lúgubres cuervos (qué fue del elegante búho de Palas Atenea o del imponente águila de su padre) que se encierra a palmearse la espalda públicamente, porque ahora hasta las celebraciones electorales para el pueblo son a puerta cerrada, salvo para avisar del riesgo de que Apolo vuelva a salir con su carro, el sol es demasiado caro, si quiere volar, que pague el peaje (de respaldo). Para ellos, para quienes el que los mortales abandonen sus pagos es un triunfo histórico porque lo indica una tasa —y las matemáticas mandan en Asgard—, la realidad es otra cosa. Pero tozuda, será de por aquí. Y se rebela por la espalda si no le hacen caso de frente, incluso en Fráncfort. ¿Y qué hacen quienes no saben que son derrotados? Pues seguir adelante, como los nórdicos salvajes, tribales y desesperados que se lanzaron contra las tropas de Máximo Décimo Meridio, hasta que no haya nada más, se agarran a los guarismos que ellos mismos pintan en sus pizarras mágicas (tanto polvo de tiza…), a Odín, y se olvidan de pulmones y poblaciones, de pobres y… no, solo de pobres, y profundizan en la ironía, esa bendita ironía, esa trágica ironía europea que resulta que proviene de Grecia ( εíρωνείa, eironeia), de eiron, el pícaro o simulador, que finge ignorar aquello que conoce. Y si el problema son los límites, pues los aumentamos; si los trabajadores nos ponen en apuros, pues los expulsamos; si una comunidad apela al espíritu, no levantamos la vista del papel, que al fin y al cabo la letra sí podemos tocarla (en serio, eso creen) y es prístina —que debe ser algo esencial, por como suena. Lo que nuestros mayores unieron, que no lo separe el hombre—, pero eso sí, a puerta cerrada, no vaya a contaminarsenos el Olimpo, perdón, el Valhalla, con el polvo de fuera. A quién se le ocurre, Pablo, no se anuncia un asalto, y menos al Olimpo, que ahora somos civilizados, hay que comprarlo en el mercado libre, eso sí, a precio de saldo. Llámalo OPA hostil. ¿Lo sabrías tú? ¿Y yo? [1] Quiero aclarar que utilizo esta referencia a Adam Smith solo como símbolo, estoy convencido de que si resucitara y viese en lo que se han convertido sus teorías en la práctica, se volvería a morir del susto. Dice el refrán que de aquellos lodos, estos barros, o algo así. Hoy el barro es el llamamiento dramático y teatral de Merkel y Hollande a una respuesta europea a la crisis de los refugiados. Sí, estamos de acuerdo, así debería de ser y no seré yo quien critique la respuesta inicial de la canciller, al contrario y a pesar de su cambio de después, pero ¿y si nos preguntamos por los lodos? Pues resulta entonces cuando menos sorprendente que los mismos que se han dedicado a destruir Europa, a acabar con sus principios inspiradores a conveniencia vengan ahora a pedir justo lo contrario cuando les interesa. Qué le voy a hacer, el tema de la autoridad moral me encanta. Y es que ha sido Alemania, ha sido Merkel, quien por cuestiones puramente ideológicas y egoístas se ha negado una y otra vez a una respuesta verdaderamente europea a la crisis económica, y fue Hollande quien por las mismas razones prometió y calló después. Entiéndaseme, cuando hablo de respuesta verdaderamente europea me refiero a decisiones valientes, a implicarse de verdad (y asumir la parte de responsabilidad que toca, que Alemania y sus bancos y empresas también tienen bastante, por cierto), y no a dar dinero a cambio de poder y empresas públicas griegas —es decir, comprar—, que en resumidas cuentas ha sido lo que ha ocurrido, me refiero a mutualización de deuda, a respeto, a permitir al BCE actuar para el empleo y no únicamente para mantener una inflación ridícula que no es el problema, a una unión bancaria de verdad y no a una que permita dejar los problemas de los bancos alemanes bajo la alfombra, a ser sensible al sufrimiento y aceptar que las políticas de austeridad solo sirven para empeorar las cosas, y lo que es más importante, lo que es el quid de la cuestión: asumiendo que todo ello implicase cierto daño para uno mismo, porque eso es la solidaridad de verdad, escoger el bien de todos, aunque eso suponga sacrificios propios que uno en principio no tendría por qué asumir, pero hacerlo igualmente por el bien común, tal y como se haría en una familia, aunque sea solo por aquello de que hoy por ti y mañana por mí. Quede bien claro que no estoy defendiendo la irresponsabilidad, pero los verdaderos responsables de la crisis pueden pagar sin castigar a los pueblos de manera inútil, tal y como se ha hecho, tal y como se sigue haciendo. Los principios de la Unión Europea son muy bonitos y verdaderamente inspiradores, pero Monet y Schuman no eran tontos, y conociendo la historia europea pensaron que sería mejor fiarlo todo a algo más que meros principios de oropel, e inventaron la expresión «solidaridades de hecho»[1], tan verdaderamente magistral como solo pueden serlo las cosas increíblemente simples. El plan era ir creando acuerdos prácticos, concretos, uniones específicas que fuesen creando una red de relaciones, de intereses cada vez más tupida que necesariamente, por su propia inercia y los beneficios que produjese para sus actores llevase a una profundización cada vez mayor de una manera natural, y así fue hasta hace unos años: CECA, EURATOM, Tratado de Roma… Pero ese impulso se detuvo cuando triunfó el paradigma neoliberal y los nuevos directores del pensamiento empezaron a considerar la CEE como un simple lugar para hacer negocios, olvidándose de que los negocios no flotan en el vacío, sino que se producen en sociedades humanas, se acentuó el carácter puramente económico (recuerdo las barbaridades que llamaron a aquellos que alertaron sobre la «Europa de los mercaderes» hace ya tanto) olvidándose del resto, se olvidó el progreso lógico y —mucho más importante y hacia donde apuntaban Monet y Schuman— necesario, porque al fin y al cabo, mientras fluyese el dinero… Y se acabó implantando una moneda para todos que, por flotar en el vacío, ha resultado no ser exactamente de nadie. Y después, que digo después, tan inmediatamente que es a la vez, viene esta señora a decir que hay que ser europeos porque, y esta es la razón que la domina, estoy seguro y siento ser tan caustico, Alemania tiene un problema, y lo tiene porque la mayoría de esos pobres seres quieren ir allí, y porque ella tuvo un arranque de humanidad o de orgullo, vaya usted a saber, y se ha metido en un jardín. No cuestiono el acto inicial, ojalá la suya hubiese sido la reacción general (no me hagan hablar de España, por favor), cuestiono los motivos, y me pregunto ¿cómo puede ahora pretender a Europa cuando ella misma ha hecho todo lo posible por destruirla? ¿Acaso piensa que Europa es algo que está ahí para cuando ella lo necesita? Se me dirá que mezclo temas y que Alemania ha hecho mucho, pero en realidad no mezclo nada, pues no se pueden desligar unas cosas de otras, eso es lo que significa la palabra unión, no se puede pretender que sea para unas cosas y no para otras según los intereses de cada uno, no se puede abogar por una política exterior y defensa común y más fuerte y no hacer nada de verdad para que esta prospere, no impulsarla y acordarse de ella solo cuando interesa, esto es lo que comprendían los padres de Europa, y lo que todos los demás han olvidado. Y es cierto que Alemania ha hecho cosas para solucionar la crisis, ha puesto dinero, como el pariente rico que cree que todo se soluciona con billetes, pero igual que él se ha permitido el lujo de humillar al pariente pobre, de sermonearle y decirle lo que debía hacer (por cierto equivocadamente) y siempre, siempre, con la vista puesta en sus propios intereses, que son lo único que en el fondo les preocupa a estos parientes; y ya he dicho que no es que no tengamos culpa los de aquí y no tengamos que pagar, pero también la tienen ellos y cuando se ayuda a alguien no se debe hacer con soberbia, yo al menos entiendo la ayuda y la solidaridad de otra manera. Una de las sentencias más repetidas en todas las asignaturas de la facultad, y han pasado muchos años, era, junto a «la crisis del Estado del Bienestar», el «déficit democrático de la Unión Europea», una mentira y una verdad que se contraponen, que son dos caras de la misma moneda si uno lo piensa a fondo. Para lo que nos interesa ahora, ese déficit existe y temo que seguirá existiendo porque carecemos de líderes, solo tenemos políticos, gente apegada a sus recursos y los de sus partidos, sin ideas ni proyectos, incapaces de ver más allá, de mirar el futuro con inteligencia y coraje y entender lo que es evidente, que la única solución es Europa, pero una Europa de verdad, una Europa de los ciudadanos, que somos todos, y no solo de los mercaderes, que son unos pocos, una sociedad plena y múltiple. Mientras Europa siga siendo ese ente abstracto al que solo recurrimos cuando nos interesa, mientras sea esa Santa Bárbara al revés, no habrá solución a la crisis, sino salida renqueante y crisis futuras, y no habrá paz para los que acuden a nuestras fronteras en su busca, sino mezquindad, decepción y, al cabo, rencor por el que algún día tendremos que responder. Sinceramente, antes de que el sueño se transforme en pesadilla yo prefiero despertar, y mañana será otro día. Lo siento mucho, hoy vuelvo a estar negativo. Os dejo a continuación un breve articulo extraído de la página oficial de la Unión Europea que os servirá para situar el contexto del inicio de la U.E. a aquellos que os encontréis más perdidos, incluye también el texto íntegro de la declaración Schuman, las negritas y las notas al pie son mías. Declaración de Robert Schuman, 9 de mayo de 1950 Robert Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, pronunció la Declaración que lleva su nombre el 9 de mayo de 1950. En ella proponía la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero cuyos miembros pondrían en común la producción de carbón y de acero. La CECA (formada en su origen por Francia, Alemania Occidental, Italia, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo) fue la primera de una serie de instituciones supranacionales que se convertirían en lo que es hoy la Unión Europea. Contexto histórico En 1950, cinco años después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, las naciones europeas todavía estaban luchando para superar sus estragos. Los gobiernos europeos, decididos a evitar otra terrible contienda, llegaron a la conclusión de que, poniendo en común la producción de carbón y acero, la guerra entre Francia y Alemania, rivales históricos, resultaría —en los términos de la declaración— "no sólo impensable, sino materialmente imposible". Se pensó, acertadamente, que la fusión de los intereses económicos contribuiría a aumentar el nivel de vida y constituiría el primer paso hacia una Europa más unida. La adhesión a la CECA estaba abierta a otros países. Citas clave
Texto íntegro La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan[2]. La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas. Francia, defensora desde hace más de veinte años de una Europa unida, ha tenido siempre como objetivo esencial servir a la paz. Europa no se construyó y hubo la guerra. Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania. Con este fin, el Gobierno francés propone actuar de inmediato sobre un punto limitado, pero decisivo. El Gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común, en una organización abierta a los demás países de Europa. La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea[3], y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas. La solidaridad de producción que así se cree pondrá de manifiesto que cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo resulta impensable, sino materialmente imposible. La creación de esa potente unidad de producción, abierta a todos los países que deseen participar en ella, proporcionará a todos los países a los que agrupe los elementos fundamentales de la producción industrial en las mismas condiciones y sentará los cimientos reales de su unificación económica. Dicha producción se ofrecerá a todo el mundo sin distinción ni exclusión, para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz. Europa podrá, con mayores medios, proseguir la realización de una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano. De este modo, se llevará a cabo la fusión de intereses indispensables para la creación de una comunidad económica y se introducirá el fermento de una comunidad más amplia y más profunda entre países que durante tanto tiempo se han enfrentado en divisiones sangrientas. Mediante la puesta en común de las producciones básicas y la creación de una Alta Autoridad de nuevo cuño, cuyas decisiones obligarán a Francia, Alemania y los países que se adhieran, esta propuesta sentará las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz. Para proseguir la realización de tales objetivos, el Gobierno francés está dispuesto a iniciar negociaciones según las siguientes bases. La misión encomendada a la Alta Autoridad común consistirá en garantizar, en el plazo más breve posible, la modernización de la producción y la mejora de su calidad; el suministro, en condiciones idénticas, del carbón y del acero en el mercado francés y en el mercado alemán, así como en los de los países adherentes; el desarrollo de la exportación común hacia los demás países; la equiparación y mejora de las condiciones de vida de los trabajadores de esas industrias. Para alcanzar estos objetivos a partir de las dispares condiciones en que se encuentran actualmente las producciones de los países adherentes, deberán aplicarse con carácter transitorio determinadas disposiciones que establezcan la aplicación de un plan de producción y de inversiones, la creación de mecanismos de estabilidad de los precios y la creación de un fondo de reconversión que facilite la racionalización de la producción. La circulación del carbón y del acero entre los países adherentes quedará liberada inmediatamente de cualquier derecho de aduanas y no podrá verse afectada por tarifas de transporte diferenciales. Progresivamente se irán estableciendo las condiciones que garanticen espontáneamente una distribución más racional de la producción y el nivel de productividad más elevado. La organización proyectada, al contrario que un cártel internacional tendente a la distribución y a la explotación de los mercados mediante prácticas restrictivas y el mantenimiento de grandes beneficios, garantizará la fusión de los mercados y la expansión de la producción. Los principios y compromisos esenciales anteriormente expuestos serán objeto de un tratado firmado entre los Estados. Las negociaciones indispensables para precisar las normas de aplicación se llevarán a cabo con ayuda de un árbitro designado de común acuerdo, cuya misión consistirá en velar por que los acuerdos se ajusten a los principios y, en caso de desacuerdo insalvable, decidirá la solución que deba adoptarse. La Alta Autoridad común, encargada del funcionamiento de todo el sistema, estará compuesta por personalidades independientes designadas sobre bases paritarias por los Gobiernos, quienes elegirán de común acuerdo un presidente. Las decisiones de la Alta Autoridad serán ejecutivas en Francia, en Alemania y en los demás países adherentes. Se adoptarán las disposiciones adecuadas para garantizar las vías de recurso necesarias contra las decisiones de la Alta Autoridad. Un representante de las Naciones Unidas ante dicha autoridad se encargará de hacer, dos veces al año, un informe público a la ONU sobre el funcionamiento del nuevo organismo, en particular por lo que se refiere a la salvaguardia de sus fines pacíficos. La creación de la Alta Autoridad no prejuzga en absoluto el régimen de propiedad de las empresas. En el ejercicio de su misión, la Alta Autoridad común tendrá en cuenta las facultades otorgadas a la autoridad internacional del Ruhr y las obligaciones de todo tipo impuestas a Alemania, mientras éstas subsistan. ¿Hay algo más que añadir después de esto? Me pregunto cuántos de los líderes europeos actuales habrán leído este documento, y cuántos de ellos lo habrán entendido. [1] En la declaración Schuman, que os he dejado al final, el término aparece en singular, pero lo mantengo aquí en plural porque así me lo enseñaron (quizá por error) y porque creo que es más ilustrativo de esta forma. [2] ¿Se están llevando a cabo esfuerzos parejos, esfuerzos capaces de revertir los múltiples peligros que amenazan a Europa o solo se da una patada adelante y a regañadientes cuando no queda otro remedio? [3] Esta es la cuestión clave, el asunto que desde finales del s. XIX preocupó a multitud de pensadores políticos, la posible creación de una federación europea a semejanza de unos Estados Unidos de Europa. ¿Y por qué una federación? Porque solo las federaciones sobreviven, las confederaciones, de las que la historia europea ya está surtida, siempre acaban fracasando porque carecen de esas solidaridades de hecho que las mantengan unidas, de ese cemento que hace que romper sea destructivo para las partes. España nació como una confederación hispánica de reinos y acabó avanzando hacia una federación y una unión después, pero todavía resuenan los ecos de la confederación, amenazando el edificio común. Europa hoy es claramente más una confederación que una federación y, aunque está en una zona gris entre ambas, el camino hacia la federación se ha detenido (pobre Spinelli), y todos sabemos lo que sucede en el mundo actual cuando te quedas parado (excepto Rajoy, claro). Supongo que algunos de vosotros habréis echado en falta algún comentario sobre el asunto catalán, no creáis que lo he obviado, no penséis que la pereza me lo ha impedido, en realidad no lo he escrito por saturación: son tantas las ideas que se me vienen a la cabeza, los matices a tener en cuenta y los aspectos a tratar que me resulta muy complicado clarificar y poner en orden todo ello. Sin embargo no voy a esconderme. Os dejo aquí un comentario sobre el asunto que escribí hace un año. Forma parte de esos borradores que nunca llegué a publicar, sin embargo hoy me parece suficientemente significativo, y lo hago tal y como lo dejé en su momento, sin ninguna corrección añadida salvo las aclaraciones en forma de nota al pié; os pido que tengáis esto en cuenta cuando lo leáis, así como la fecha y el contexto en que fue escrito: el 23 de septiembre de 2014. ESPAÑA HOY (23/09/2014) He resistido todo lo que he podido, pero una vez más me puede esa inquietud interna y no puedo resistirme a tratar el tema de Cataluña, sé que a muchos de vosotros os parecerá algo infumable, obviad el post en ese caso, pero yo no puedo evitarlo. Recuerdo una anécdota que me ocurrió en los albores de mi adolescencia que en mi opinión es ilustrativa de la situación actual de España, eran las primeras fiestas de mi pueblo en las que yo quería salir, las esperamos mis amigos y yo con una tierna ilusión haciendo planes sobre lo que íbamos a hacer y a dónde íbamos a ir, en mi casa no creí que hubiese duda alguna de que iba a hacerlo porque ya me había iniciado en ese juego, pero cuando llegó el temido momento de tratar la hora a la que regresaría a casa de aquel paraíso de diversión y descubrimiento que me atraía tanto como me asustaba, apenas mencioné temeroso el tema mi padre tronó desde las alturas: «¡tú, como mucho, a la 1!» visible e inexplicablemente irritado. Hasta entonces siempre había sido templado y negociador, tranquilo y «pactista», si se me entiende, por eso creí entonces, y sigo creyendo, que no me merecía aquel exabrupto. Mi reacción me sorprendió hasta a mí mismo, pues grité, protesté, lloré de la pura rabia y me marché rojo de ira; por supuesto creo recordar que aquella noche no salí, me gané un castigo por mi actitud, y tampoco volví a sacar el tema en lo que duraron las fiestas, y regresé obedientemente a la 1 de la mañana el resto de días, siempre cuando la diversión estaba en pleno auge y completamente solo, pero tampoco volví a dirigirle la palabra a mi padre en ese tiempo y todavía hoy no se me ha olvidado el asunto. No me molestó tanto la hora (un poco corta, como siempre, para la vara de medir de todo chaval, que son sus amigos), sino ese autoritarismo exacerbado, esa chulería incluso, ese aquí mando yo que había detrás, no me fuese a desmandar. Creo que todas las personas, al menos las de mi generación, podrían contar una anécdota similar, y creo que todos coincidiríamos en que lo realmente ofensivo, lo irritante, lo que impide que nos olvidemos de ella es esa negación absoluta de nuestra individualidad, de nuestra inteligencia, de nuestro ser, ese sometimiento a la fuerza, ese desprecio absoluto a la persona. Habrá quien diga que encontronazos de este tipo son algo inevitable en los adolescentes, puede que sí, pero lo que es claramente evitable es dejar un poso de intransigencia. Hoy en día, ante la grave situación del país, algunos hablan de regeneración democrática, pero los conceptos suelen ser engañosos en sus significados y los que lo hacen visten esa idea con los ropajes de una serie de normas negociadas y aprobadas entre las mismas siglas, los mismos colores, los mismos padres que llevan treinta años dictando otras normas y que, sinceramente, carecen de toda autoridad moral para ello después de tanta manifiesta incapacidad, corrupción, intentos descarados de pucherazos…, aun cuando fueran verdaderas y reales jamás podrán quitarse la apariencia de simple capa de pintura sobre la pintura vieja, destinada a resquebrajarse y desprenderse más pronto que tarde. Sin embargo la población española ha crecido, la generación que estaba en su apogeo en el 78 es hoy anciana y otra nueva está en su cénit; esos partidos (podemos estar de acuerdo o no con el apelativo de «casta» pero no podemos negar su fuerza representativa) no han reconocido el crecimiento de la sociedad y no han sabido acompañarlo, creo que ya pasaron los tiempos de la regeneración democrática y fueron antes de la crisis, cuando realmente hubiese sido útil, e incluso los de un sistema federal sin más, y también los de la república a secas (aunque por su enorme carga simbólica esta es la reforma que quizá más capacidad posea). Pasaron incluso los tiempos de una reforma constitucional. En mi opinión, si queremos solucionar los problemas del país de forma satisfactoria, duradera y democrática, de forma «adulta» ya no queda más remedio que redactar una nueva constitución. La constitución del 78 fue probablemente la mejor que se podía aprobar en su momento, pero era, y estoy seguro de que lo sabían los actores más inquisitivos del momento, una constitución con fecha de caducidad (como por otro lado son todas a pesar de que los radicales del «consenso del 78» no lo quieran admitir), un arreglo temporal en cualquier caso, porque si salía mal no iba a durar mucho, y si salía bien era evidente que una generación crecida en Democracia querría arreglar los errores que a propósito se incluyeron en ella, profundizar en esa Democracia tarde o temprano y sobretodo afrontar de una vez por todas el problema regionalista/nacionalista que se soslayó en su momento con ese sistema tan nuestro de la patada hacia adelante. Hoy es, como era de esperar, este último problema el que demanda una solución definitiva, sea cual sea y por muy paradójica que pueda resultar. Me explico, y comienzo con otra anécdota, esta vez menos personal: hace unos meses, en el magnífico programa de Jordi Évole, se enfrentaron en un careo Artur Mas y Felipe González, el supuesto diálogo fue en realidad una sucesión de monólogos, pero de entre tantas consignas vacías me quedo con una afirmación de Artur Mas que me devolvió la fe en mis propias capacidades: afirmó que el independentismo en Cataluña se había exacerbado a raíz de la sentencia del constitucional contra el Estatuto, cosa repetida hasta la saciedad, pero también, y esto solo me lo había escuchado a mí mismo hasta entonces, a partir de la segunda legislatura de Aznar, cuando pasó «de hablar catalán en la intimidad» a ignorar, despreciar y hasta insultar a los nacionalistas, a los gobiernos catalanes y hasta a todos los catalanes y demás nacionalismos, y eso que comparado con lo que hay hoy en día por ahí el señor Aznar fue de los comedidos. ¿Alguien puede pretender que el desprecio a toda una sociedad no tenga consecuencias? Fue a partir de entonces cuando se exacerbaron las tensiones nacionalistas en España (de aquello también fue hijo el plan Ibarretxe), que Zapatero consiguió después apaciguar, aunque provocando el segundo problema, el de la sentencia del Estatuto, que por provenir del otro lado y llover sobre mojado fue aun peor, pues creó la sensación de que los catalanistas no conseguirían nada ni con unos ni, a pesar de las promesas, con otros, algo que a la larga y a día de hoy los incapacita para cualquier tipo de acuerdo a ojos de la contraparte nacionalista catalana, más aun después de que el señor Rajoy volviese a las andadas de Aznar (no entro a juzgar, al menos por ahora, la pertinencia o justicia de las reivindicaciones catalanas, solo pretendo explicar lo que a mi parecer sucede en Cataluña y en el resto de España). Ni que decir tiene que todo lo expuesto hasta ahora se exacerba con la crisis económica y los recortes, que hacen que la gente busque más que nunca una salida, un futuro, una (y este es el concepto clave) ilusión. ¿Y el señor Rajoy? ¿Acaso puede hacer otra cosa distinta a lo que está haciendo? No, desde luego, sin dejar de ser él mismo en el más amplio sentido político, ideológico y hasta metafísico. El mejor interlocutor para tratar con un nacionalismo no es precisamente otro nacionalismo, justo cuando además ambos son los enfrentados; el Presidente del Gobierno está determinado por lo que es, ofrecer una salida distinta a Cataluña supondría ofrecer una salida distinta a España: no sabe, no puede. El PSOE lo intenta, pero llega tarde, muy tarde, tuvo su oportunidad tras las generales de 2011 y la perdió y, al menos en mi opinión, sus intentos no han comenzado demasiado bien, por otro lado las nuevas fórmulas son una incógnita aun, aunque tienen la ventaja de ofrecer algo nuevo y ahí siempre hay resquicio para la ilusión, algo extraordinariamente tentador, pero que de momento se mueven en un tactismo excesivamente evidente como para no generar cierta desconfianza, aunque su mera existencia ya puede ser beneficiosa si contribuye a espolear a los actores políticos tradicionales y a movilizar a la ciudadanía; en cualquier caso todo esto no es una cuestión simplemente española, es europea, casi occidental, pero eso es tema para otro post. Por tanto España entera, incluidas (no se me ofendan, por favor) Cataluña y el País Vasco, se encuentran ante el mismo problema en realidad. Los nacionalistas pueden optar por la secesión, mientras que al resto solo le queda la resignación, salvo por esa fuerza política nueva con la capacidad de inventar un nuevo lenguaje que agrupa e identifica la realidad, la suya al menos, y permita aglutinar a la gente en torno a ella y una nueva esperanza, que es al fin y al cabo lo que también ofrece el independentismo (si además la estupidez engendra miedo, y este a su vez refuerza a la estupidez, y ello hace que la «casta» se lance en tromba y miserablemente a reforzarla, mejor que mejor). Llegados a este punto tomo una afirmación que leí en un artículo (nuevamente no recuerdo cuál, lo siento) al hilo de Cataluña en el que se decía que la gente quería votar, quería que se le consultase, quería «contar», y que yo hago extensible a toda España: la gente quiere «pintar» algo en su futuro y no tolerará que se le siga tratando como si fuesen niños. Me veo obligado a uno de mis extensos incisos, lo siento: esto último puede parecer paradójico teniendo en cuenta la tan cacareada desafección política de los últimos tiempos y más aun si lo comparamos con el activismo político de la Transición, pero ¿era realmente así? No dudo del alto nivel de activismo e implicación política durante finales de los 70 del siglo XX, pero a fin de cuentas este se producía con un altísimo nivel de militancia en el sentido psicológico o, para que se entienda mejor, de seguidismo de unas siglas, un líder… Era algo mucho más jerarquizado, sin embargo hoy en día las opiniones están mucho más abiertas, la población ha madurado y es harto complicado que unas solas siglas abarquen todo el espectro de ideas, inquietudes e intereses de una misma persona, la movilidad social es mucho mayor y las clases sociales, que siguen existiendo a pesar de lo que nos digan, son mucho más permeables y con unas zonas grises antes inexistentes aunque solo fuese por conciencia, de ahí esa desafección: las estructuras políticas monolíticas no pueden responder a la diversidad de la sociedad actual incluso a nivel individual y cuando lo intentan, como lo han hecho los partidos mayoritarios tratando de abarcarlo todo, se desnortan, perdiendo sus señas claras de identidad y acabando por identificarse entre sí, lo que produce aun más confusión (frente a ello están las estrategias políticas de crispación y reforzamiento que provocan desmovilización en el contrario y fidelización extrema en los propios pero ¿a qué precio? Porque cuando se asumen esas tácticas se demuestra el desprecio por la Democracia y los ciudadanos y, a la larga, nunca se sale indemne y el sistema se debilita peligrosamente, que se lo pregunten a los pioneros, los republicanos americanos, para ampliar este punto recomiendo por ejemplo el magnífico libro de José María Maravall, La confrontación política). Aquí es donde cobra toda su importancia la capacidad de establecer un nuevo relato social, político y económico adaptado a la realidad, aunque los mimbres sean los de siempre porque a fin de cuentas, y por mucho que nos digan lo contrario, las sociedades se siguen fracturando por los mismos sitios. Volviendo al tema catalán y pasando a un enfoque más constructivo, voy a mojarme y ofrecer lo que creo que debería ser la vía por la que avanzaría una solución posible y satisfactoria, pero antes puntualicemos algunos extremos. En el conflicto catalán los argumentos enfrentan dos elementos de la Democracia: el formal, que es el que maneja el gobierno central, con la idea de legalidad, y el espiritual, que es en el que se apoyan los independentistas con todo lo que la Democracia debería ser, sus aspiraciones[1]. Ambos son igualmente válidos y necesarios para que algo parecido a una Democracia ideal pueda subsistir, pero el elemento formal tiene una desventaja y es que no es y no puede llegar a ser sino un sustento y apoyo material de la parte espiritual, lo verdaderamente característico y definitorio del régimen democrático, lo que lo distingue de cualquier otro, como por otro lado no puede dejar de ser, son sus ideales, por eso tarde o temprano alguien que se llame a sí mismo demócrata (pero de verdad) no puede dejar de atender las reclamaciones de una parte de su cuerpo político, de articularlas y desde luego de permitir su expresión, lo que incluye votar pese a quien pese porque, de una manera u otra se va a hacer (llámese consulta, referéndum o elecciones plebiscitarias. Clase básica de ciencia política: si un sistema no se adapta a su entorno o pierde la capacidad de ello se vuelve inútil y las tensiones que no puede canalizar acaban por destruirlo, siguiéndose la creación de un nuevo sistema que sí pueda «dialogar» con el medio ambiente interno y externo en el que se inserta). Pero los nacionalistas también tienen sus problemas, porque desde el mismo momento en que necesitan hacer un referéndum, ya han perdido. Me explico: ¿alguien duda de que si hubiese una auténtica y verdaderamente comprometida mayoría de catalanes a favor de la independencia esta no se habría producido ya o, al menos, sería absolutamente imparable? Me refiero a un 80 % o 90 % de la población de Cataluña absolutamente concienciada y volcada con la independencia (por cierto, la política del gobierno cada vez acerca más esta realidad, siempre he dicho que no hay mayor nacionalista catalán que un nacionalista español, que siempre tiene La Razón y conoce el ABC de todo; así como no hay mayor nacionalista español que un nacionalista catalán, que siempre está a La Vanguardia y… lo siento no se me ocurre ningún juego de palabras con TV3), en ese caso el ethos del pueblo catalán sería imparable y la disyuntiva en el resto del país sería ceder o reprimir, y si descartamos la represión por aquellas tonterías de la Democracia y los Derechos Humanos solo queda una cosa que hacer. Pero aun hay más, descartada en principio una mayoría tan amplia a favor de la independencia (ojo, no digo de ese llamado derecho a decidir, sino de la independencia), hemos de suponer que un referéndum se movería en mayorías en torno al 60-40, ¿es esa una mayoría suficiente para algo tan importante? Dejaremos la respuesta a un lado por el momento para hacer un ejercicio de ficción: si el resultado fuese aproximadamente un 60 % a favor de la independencia y un 40 % en contra y esta se llevase a término, ¿se arreglaría algo? Simplemente se cambiaría el problema, la mayoría pasaría a ser minoría y viceversa, pero la tensión regionalista, (unionista en este caso) no desaparecería, sino que como toda energía solo se transformaría, manteniendo los mismos problemas con signo contrario. ¿Y si fuese al revés y ese 60 % estuviese en contra de la independencia? ¿Alguien cree sinceramente que los nacionalistas dirían «lo siento, nos hemos equivocado y no volverá a ocurrir»? ¿Alguien cree que recogerían sus bártulos de nacionalista y se irían a su casa a hacer punto de cruz? ¿Alguien tiene el teléfono de un quebequés? Por lo tanto, hemos de concluir que un referéndum no sirve en realidad para mucho, desde luego no para pacificar la sociedad que, entiendo, es al fin y al cabo un paso imprescindible para lograr el que considero que es el fin ultimísimo e ideal de toda Democracia: lograr la felicidad digna de sus habitantes en libertad y con respeto a sus derechos humanos e individuales. ¿Qué se puede hacer? Pues podemos seguir creyendo que los problemas se resuelven mágicamente con la independencia, la República o el estado federal, o abordar una solución total e integral, que en este caso pasa por una nueva constitución con participación previa de la población que es la que debe fijar todos esos criterios previos: ¿República?, ¿estado federal?, ¿sistema político económico?, ¿corridas de toros? (ya puestos a preguntar, por qué no matar, digo solucionar, dos pájaros de una)… Una vez conocido qué quiere la población, se debería elegir un congreso constituyente, para lo que los partidos deberían fijar sus posiciones respectivas con respecto a las cuestiones resueltas (que no opinadas) por el pueblo y, a partir de entonces, seguir el proceso constituyente normal. Todo ello no debería durar, para que el debate fuese lo más reposado posible, menos de por ejemplo cinco años[2]. Solo después, una vez aprobada la nueva constitución, se podría hablar de referéndum sobre independencia, sin esas tonterías sobre preguntar si se puede preguntar; pero antes de convocarlo y para que la gente votase con la mayor cantidad de información posible, se deberían resolver las cuestiones previas, como la mayoría necesaria para que se apruebe, si deberían votar solo los catalanes, todos los españoles o ambos con algún tipo de corrección (por ejemplo que el voto de tres españoles equivaliese al de un catalán), y también las cuestiones posteriores como qué parte de la deuda asumiría el nuevo estado catalán, qué servicios, que bienes, cuántos tanques, su posición en la U.E… Es decir, hacer la negociación de la independencia antes y no después a fin de que la gente sepa a qué atenerse en la medida de lo posible[3]. Creo sinceramente que esta sería la forma ideal de afrontar el problema, pero desde luego también la menos probable, y siempre teniendo en cuenta y como paso previo e indispensable para entablar negociaciones claras, sinceras y de buena voluntad que para llegar a una solución del conflicto nacionalista es imprescindible reconocer antes la paradoja de que no tiene solución: se puede discutir con cualquier nacionalista sobre sus argumentos identitarios, sobre la importancia de la lengua o la tergiversación de la historia, pero aunque se le desarmase intelectualmente hay un argumento que no puede ser contrarrestado de ninguna manera, el «yo me siento catalán», o español, o vasco… porque eso no se sitúa en el mundo de la razón, sino en el sentimental, que posee normas propias y distintas, por lo tanto mientras que no haya una mayoría que verdaderamente lo sea y esté absolutamente comprometida, en mi opinión la única solución es que todos los nacionalismos cedan un poco y encontrar una forma de convivencia; aunque claro, eso supone abandonar la obcecación, lo que casi implicaría dejar de ser nacionalista, así que a lo mejor sí que es necesario un referéndum, aunque solo sirva para añadir más elementos a la discusión. Como habéis visto he dejado a un lado cualquier análisis de los aspectos económicos, no es que crea que no tienen importancia, todo lo contrario, son esenciales, sino que corresponden a una fase anterior del problema, aquí me he centrado en un análisis de la situación actual y de una posible solución integral insinuando solo esa vertiente tan esencial del problema. [1] Esta idea no es más que una elaboración del principio esbozado por Hans Kelsen en el s.XIX, quien teorizó que en la jerarquía normativa, cuya cúspide ocupa la constitución, habría que añadir un escalón más o, si se prefiere, y en una figura mucho más simbólica y ajustada (esto es mío, no suyo), un ojo sobre la pirámide, otra norma no de carácter jurídico, sino más bien moral y que es la que verdaderamente da sentido y solidez a toda la pirámide normativa y por tanto al estado de derecho, algo que algunos identifican con algo llamado legitimidad, es decir, el convencimiento íntimo de que las leyes DEBEN ser obedecidas. Si este convencimiento no existe, puede obligarse a obedecer mediante la fuerza, pero entonces la legitimidad queda arrasada y desde luego ya no hablamos de un sistema democrático. Toda la argumentación del gobierno se basa en un positivismo jurídico tan ciego como absurdo, no parecen darse cuenta, por más evidente que es, de que lo que ocurre en Cataluña es una radical pérdida de legitimidad, hay una gran parte de la población que no se siente vinculada, que no cree que tenga que obedecer ya unas normas que no considera como propias, como justas, como legítimas y que por tanto no tiene por qué obedecer y que en realidad solo espera una señal, un primer paso. [2] Esto sería lo ideal, lo recalco porque soy consciente de lo que puede chocar un plazo solo en apariencia tan amplio para la velocidad a la que estamos acostumbrados hoy en día, quizá servirían dos años, pero no creo que se realizase correctamente con menos de uno. [3] “En la medida de lo posible es la clave, no me refería aquí a realizar toda la negociación, pero si al menos las líneas maestras principales para que los ciudadanos, que es a quien se debe al final la acción política, puedan tomar la decisión más responsable e informada posible. Para ello, habría que actuar como si se estuviese negociando el marco general de una verdadera independencia. La Feria del Libro terminó. Una feria más que cada año me apasiona menos: calor, colas, opciones infinitas y personajes. El Retiro en todo su esplendor. Yo acudía prevenido ante quiromantes, músicos y desmúsicos, voces ignotas bellas o de las otras, titiriteros con o sin títeres, algo de policía, mucho curioso para arroparme entre el calor, turistas propios y extraños y girasoles avariciosos en paños menores, pero no para ballenas grises. Y eso fue lo que vi al otro lado de los barrotes que protegen los mares de asfalto de ese mundo de fantasía verde e imaginación y lo contienen en su debido lugar, no vaya a desbordarse y colisionen sus olas contra la predecible apatía del alquitrán del suelo y el alquitrán del aire. Marchaba yo aquejado de la prisa que me aqueja siempre al navegar el gris reglamentado y caótico, brutal y tan ordenadamente previsible que legisla la vida y la muerte, separado tan solo del destino que podía curarme por un río de acero (de alta gama en su mayor parte), y pensaba ya en lanzarme contra sus corrientes y contra las normas y el sentido común con tal de arribar antes cuando la vi, nadando hacia mí, camuflada en el entorno, gris entre lo gris, desde el pelo a las aletas, con la misma piel niblancaninegra con que siempre me la escupe mi acuario de 40 pulgadas, a pesar de que esto fue en un día festivo. Parecía nadar en derredor pero sin rumbo fijo, como buscando una entrada a mi destino, o como si la hubiese buscado durante años sin encontrarla, o como si habiéndola encontrado no hubiese podido entrar, y hubiese tenido que conformarse con observar desde fuera y trazar círculos —quién sabe en qué puede transformar eso el alma de una persona— hasta que el gris del petróleo refinado por los hombres que son responsables (porque el petróleo sin refinar es venenoso, mata deprisa) le hubiese impregnado, hasta penetrado —pues asomaba a sus ojos—, incluso en un día festivo. Toda gran ballena marca el rumbo a un pequeño tiburón simbionte, lo sé, lo he visto en mi acuario y esta no era una excepción. Nadaba al mismo paso cansado que el enorme mamífero al que debía seguir, hablando por teléfono, sin prestarle demasiada atención, como si ya no importara, como si apenas seis meses fueran suficientes y la ballena ya estuviese amortizada y no mereciese la pena, a estas alturas ¿qué peligros puede haber en este mar señorial? Son solo seis meses y otro espécimen navegará este cieno, quizá brioso y decidido, quizá hasta que se canse de nadar contra este gris espeso y maloliente, quizá sea otro tiburoncillo el que lo siga. Afortunadamente no soy arponero, yo solo quería cruzar el canal, la prisa me agobiaba, o quizá fuesen las siglas que respiraba: CO2, CO, NO2, todas semejantes, todas malignas, todas necesarias. Al menos según las personas que son responsables. Y entonces él levantó la vista del suelo contra el que se arrastraba penosamente y me miró, y supo que lo había reconocido, y yo supe que él lo sabía, pero ni aun así pudo nadar derecho, apenas ensayó un intento, pero el miedo que cruzó sus ojos se lo impidió. Creo que fue el miedo. Y por qué habría de tener miedo de mí, si solo soy uno de tantos miles de peces, pequeño, insignificante, apresurado. Quizá porque yo soy azul, quizá porque ya ve arponeros en todas partes, quizá porque solo así se puede sobrevivir siendo gran ballena gris. Yo únicamente quería llegar a aguas más limpias, más puras, más sanas. A mis aguas. Pero él me miró, y vi ese instante de miedo y ese infinito cansancio, esa piel de corte elegante con corbata a juego a pesar del calor que parecía pesar(le) una tonelada. Seis meses. Quizá debería haberle avisado, haberle advertido ¡quítatela! No es bueno nadar con tanto peso, pero qué puede enseñar un pequeño pez como yo a una vieja ballena como él, grande y solemne como pocas, tercero de los de arriba —seis meses—, camino según parecía del cementerio de ballenas. Seis meses. ¿Podrá vivir cuando deje de ser grande e importante y solo sea ballena? Una ballena más, vieja de repente. ¿Sabrá vivir? Me preocupa la fauna, no puedo evitarlo. ¿Qué lleva a un joven pececillo a luchar hasta convertirse en honorable ballena gris? No preguntaré si compensa, entre las ballenas esa pregunta es la mejor forma de que no lo haga, me quedaré con un más apropiado ¿todo para esto? De aquel encuentro de hace unos días lo que más recuerdo es la tristeza, el cansancio, la desesperanza, la soledad infinita. El gris. Y esos ojos vacíos que tuvieron un acceso de miedo y acabaron pidiéndome socorro a mí antes de continuar yermos y agotados de nuevo. Pero yo tenía mis propios problemas. Logré llegar al aire limpio y mi prisa remitió, paseé, vi, curioseé y después tuve que marcharme de nuevo a la realidad responsable, sin olvidarme de recoger en consigna mis problemas, que acomodé otra vez de la mejor forma posible para que no me duela demasiado la espalda. Aun no he conseguido solucionarlos, pero estamos en ello. Por cierto, ojalá algún día la respuesta sea: SÍ. Acabamos aquí con el esbozo de las principales ideas sobre los partidos presentados a las últimas elecciones que me han nacido después del 24, no son todas, hay muchas más desde luego, estas son solo algunas, cada cual debe encontrar las suyas.
IU Izquierda Unida ha perdido las elecciones. ¿A que aquí no tenemos dudas? No tengo mucho más que añadir a todo lo que se ha dicho —y lo que no— en los medios de comunicación sobre ellos. La cuestión parece estar en si desaparecerán definitivamente. Mi respuesta es que… ¡depende! (léase con acento gallego, que queda mejor). Si Podemos logra su objetivo de desbancar al PSOE de la hegemonía de la socialdemocracia y el centro izquierda en nuestro país, necesitará desesperadamente de otra izquierda (más o menos unida) a su izquierda para que le ayude a centrarle y dejen de llamarle machaconamente izquierda radical en los medios de comunicación. Si Podemos fracasa, y el PSOE sobrevive, se instalará en la izquierda más izquierdosa y fagocitará a IU. Por lo tanto, en mi opinión, el futuro de este partido depende del éxito de su principal rival, quizá Garzón debería pensar más a largo plazo y en vez de enfrentarse a Podemos, tendría que ayudarle y atacar al PSOE, marcando las diferencias con Podemos, claro, pero sin que parezca que es su principal enemigo, así pasarían una temporada mala, es cierto, pero creo que desgastar al partido socialista es al final su mejor opción de supervivencia. UPyD ¿UP y qué? Bromas aparte, ya he comentado en el apartado de Ciudadanos el que creo que ha sido siempre el principal problema de este partido: la falta de proyecto completo. Nació de forma muy personalista, algo que es tan malo que en Podemos se apresuraron a matizar y que Rivera no parece haber comprendido o haber logrado solventar aun —aunque de momento no le afecta, pero tiempo al tiempo—, y muy vinculado a un único asunto: el terrorismo de ETA (por favor recuérdese lo mencionado más arriba sobre la vinculación excesiva a un solo problema), que luego trataron de sustituir por la corrupción. Hace tiempo escribí un comentario sobre este partido, el problema es que se quedó en borrador, pero en él detallaba como al poco de nacer predije su escasa influencia real y su desaparición, lo que fue seguido de las risas de buena parte de mis compañeros de mesa, entusiasmados entonces con la formación, ¿quién se ríe ahora, eh? ¿Quién? Como no soy rencoroso en absoluto, explicaré por qué dije entonces lo que dije: la falta de proyecto es mortal de necesidad en una formación política, Rosa Díez apreció bien el posible nicho de crecimiento para su partido, pero planificó muy mal el resto, pensó que con postularse como decente y de centro valía, pero a la gente le preocupan más cosas tangibles como la sanidad (¿pública o de gestión privada?), la educación (nuevamente, ¿pública o de gestión privada?), la economía… En resumen, saber qué piensa una formación sobre los asuntos que preocupan a la sociedad, sobre sus cleavages o fracturas (también llamadas en ocasiones escisiones), tal y como se denomina en Ciencia Política a los problemas que suelen presentar puntos de vista y/o soluciones más o menos antagónicas y, por tanto, pueden decidir el voto en uno u otro sentido. Inciso: la ideología como concepto, como instrumento, no una en concreto, trata de agrupar todos estos puntos de vista y sus correspondientes soluciones en un constructo, un todo, más o menos coherente, lo que facilita las decisiones tanto en estos como en los nuevos asuntos que puedan surgir al proporcionar una guía, una especie de mapa o manual de interpretación del mundo, esta es su gran ventaja y esta es la razón por la que es insustituible, por mucho que algunos, y no me refiero a Podemos, se empeñen en denostarla y darla por superada. Fin de la cita, digo del inciso. UPyD no tenía ideología, no tenía manual, por tanto no tenía proyecto ni programa. Vale, vale, no gritéis tan fuerte, me explico: tenía programa electoral, principios y todas esas cosas programáticas que los partidos suelen tener, pero en ningún momento logró que calaran en la sociedad, que se instalaran y fusionaran con ellos, que fueran un elemento de su personalidad que los definiese porque en realidad ellos tampoco se definían así; antes y hoy todos los partidos, salvo Ciudadanos, poseen eso claramente, UPyD estaba en un limbo ideológico que no resulta muy atractivo en política, la verdad. Nuevo inciso: hoy en día nos dicen que no cuentan tanto las ideas como las personas, que las ideologías están superadas…, pero todos los candidatos suelen estar bien identificados al respecto, solo es una cuestión de matices dentro del rango ideológico de cada uno lo que inclina la balanza por un candidato u otro, es decir, alguien de centro izquierda puede llegar a votar a un candidato de centro derecha siempre que lo perciba lo suficientemente próximo y si las circunstancias (decepción, corrupción…) le empujan a ello, pero difícilmente votará a uno de extrema derecha (salvo acontecimientos excepcionales); todos tenemos un cierto grado de tolerancia ideológica, pero no es infinito y está en relación con el entorno. Fin del inciso II. En resumen, UPyD se ha caracterizado solo por dos posicionamientos: el terrorismo y la corrupción. El primero ha dejado de estar en los primeros puestos de la agenda política, y el segundo ha llegado a tal nivel que ha desbordado a la formación, superándola en cuanto a indignación y capacidad de ofrecer soluciones y convirtiéndose en bandera de las nuevas formaciones, que han recogido mejor el enfado y carecen del apolillamiento, o la excesiva corrección o seriedad que aquejaba en cierta forma al partido de Rosa Díez. Todo ello ha llevado al partido a la irrelevancia frente a lo que en cierto modo parecía una versión más joven, más completa y con más empuje. Su gran error fue no haberse posicionado claramente con respecto al llamado cleavage universal, el único que está presente en todas las sociedades existentes: el económico, haber mantenido una excesiva ambigüedad en lo que tradicionalmente se llama el eje izquierda-derecha. Por cierto, por si no lo habéis notado, yo también doy por desaparecido a este partido. Siguiendo con las tonterías de ayer, aquí os dejo dos más, y quedan otros dos.
PSOE El Partido Socialista ha ganado las elecciones. El Partido Socialista ha perdido las elecciones. Ambas afirmaciones son… bah, ya sabéis. Aunque lo cierto es que salvo algún caso puntual, como Madrid, yo no estaría muy contento de puertas adentro si fuera Pedro Sánchez, aun 700 000 votos menos… Pero bueno, el que no se consuela es porque no quiere y la vida es para disfrutar, así que ¡hala, a gobernar como si no hubiese un mañana! Donde les dejen claro, porque ahora toca pensarse cuán de izquierdas están dispuestos a ser. Es como ver un gran déjà vu, ¿os acordáis de los tiempos de Julio Anguita? Al final a IU no le fue muy bien, veremos en qué acaba, aunque Iglesias no parece Anguita, desde luego. Pero volvamos al PSOE, que a pesar de todo da la sensación de que despega. Qué curiosa es la política, ¿verdad? Creo que ya comenté en otro post que lo más importante es la versión que acaba imponiéndose en la sociedad y no tanto lo que de verdad haya ocurrido (y ahora no estoy hablando de la génesis de la crisis); en aquella ocasión fue en referencia a las elecciones en Andalucía y yo no estaba muy de acuerdo con esa sensación de triunfo de los socialistas, en esta ocasión sí lo estoy. Más o menos. Sin triunfalismos, pero la sensación (falsa, recordemos lo de los 700 000 votos menos) creo que podría tornarse verdadera en las generales, basta con que la gente se lo crea, ya veremos, pero aun veo a Pedro Sánchez y al PSOE muy vacíos de contenido como para mostrar la solidez necesaria o al menos deseable, y tienen un tema por el sur que aun puede hacerles mucho daño, no tanto por el asunto en sí, sino por la forma anticuada en que lo tratan, no sé si me entienden. He de confesar que lo del PSOE no lo termino de ver claro, la verdad, lo pondremos en observación. PODEMOS PODEMOS está en el punto perfecto, el momento ideal, pero claro, ese lugar también es el filo de la navaja, el borde del precipicio… es decir, donde cualquier decisión puede conducir al éxito o al fracaso, es el punto de inflexión. Su decisión con las candidaturas municipales fue en mi opinión acertada desde el punto de vista táctico como puede verse ahora: por un lado les ha evitado los problemas que han tenido en Ciudadanos, por otro les ha permitido acceder al voto de otras formaciones, agrupaciones y movimientos sociales más minoritarios a priori, pero que también suman y sobretodo penetrar en sus bases —y a través de ellas en ámbitos de la sociedad ideológicamente afines que aun se les pudiesen haber resistido—, permitiendo crear una masa crítica de pensamiento común que arrastrar en un futuro hacia un posible voto útil en las generales (pobre Equo, me da en la nariz que tiene los sufragios contados). Además, siempre a nivel municipal, les aporta la distancia necesaria para parasitar los aciertos de estas candidaturas, especialmente en la ciudad de Madrid, y la ilusión generada y distanciarse de los errores (¿echarán a Manuela Carmena a los leones si la cosa se complica? No creo que dé tiempo a tanto antes de las generales, pero después, quién sabe), siendo a la vez y paradójicamente los únicos representados de forma virtual porque ¿quién de entre el común de los mortales (no implicado directamente) recuerda algún colectivo más a parte de Podemos que participe en Ganar Madrid? No, en serio. Pero esto también tiene sus problemas, claro, el principal de los cuales son las dificultades que puedan surgir, y surgirán, y que les achaquen en forma de obstruccionismo, ineficacia (aunque para esto último no creo que dé mucho tiempo antes de noviembre) o incluso incumplimiento o, más probable, decepción, su gran punto débil ahora, aunque también para esto las candidaturas de confluencia les protegen en cierta forma; de todas formas no creo que quieran aparecer tirándose los trastos a la cabeza con esos colectivos, claro que si no les quedara otro remedio… A nivel autonómico la situación es parecida, pero lo que quiera que hagan será en su propio nombre: están más expuestos. Deben hacer equilibrios entre expulsar al PP, algo imprescindible para llevar a cabo sus ideas, y mantener sus propias propuestas y su personalidad frente al partido socialdemócrata al que quieren sustituir (ojo, esto también vale al revés), lo que creo que nos dará debates muy interesantes. Tienen la ventaja de su posición moral, nueva frente a la vieja política, que puede devenir en justa firmeza o ser visto como intransigencia y obstruccionismo a la gobernabilidad, ¿les suena? Les remito a mi comentario sobre las elecciones andaluzas, veremos en qué queda. Al final, seremos los ciudadanos los que tendremos que valorarlo todo y administrar justicia electoral a diestro y siniestro hacia finales de este año, hasta entonces la política de comunicación será más esencial que nunca para explicar el porqué de las decisiones de sí o de no, y ahí tendremos que estar atentos a los destellos de los colmillos entre el resto de los dientes expuestos. Muchos son los análisis y comentarios que pueden y podrán leerse en el futuro sobre lo ocurrido en las elecciones del pasado día 24, por eso sería redundante y hasta innecesario que yo vomitase también mis impresiones sobre el particular, ¿no es cierto? Pues allá voy, qué se la va a hacer, aunque no sin antes realizar una pequeña mención al otro gran acontecimiento del fin de semana y dar la enhorabuena a los irlandeses, que han demostrado una vez más que el progreso y la evolución son imparables, por mucho que algunos se anclen al pasado y hasta por muchos pasos atrás a que puedan obligar a punta de «moral», pues la ventaja de la evolución es que sucede día a día, silenciosamente, casi sin que pueda apreciarse, es el calcio de los huesos de una sociedad y da un salto con cada generación, porque eso es en verdad la normalidad que esos enfermos de miedo dicen defender sin llegar a comprender jamás. Y la justicia siempre ha sido y será parte de la evolución humana, de lo contrario no habría futuro, solo involución. Dicho esto, y como hay prisa y confusión, iré directamente al grano, pero aviso, simplemente voy a esbozar retazos de apreciaciones sobre los distintos partidos, porque entre la falta de tiempo y la cercanía de los acontecimientos no me siento capaz ahora mismo para mucho más, ya veremos más adelante, eso sí, como me ha quedado un poco largo, lo iré haciendo por partes, a saber cuántas. PP El Partido Popular ha ganado las elecciones. El Partido Popular ha perdido las elecciones. Ambas afirmaciones son ciertas, todo depende… del punto de vista, claro. Parece ser que el único problema de este partido es que no ha sabido comunicar bien, que les ha faltado… «un poco de piel», en palabras de uno de sus más destacados líderes intelectuales, pero no ha sabido comunicar bien ¿qué? Porque hay que reconocer que cuando no se tiene nada que comunicar, la tarea de hacerlo se complica mucho, y ese ha sido el escenario últimamente, el partido del gobierno de la nación no ha comunicado absolutamente nada porque ha carecido de rumbo, proyecto e ideas, más allá de la política económica que todos conocemos. El problema es que a falta de fondo resaltan más las formas, y estas han sido (llevan siendo desde hace tiempo) lamentables, barnizadas de una prepotencia y un desprecio hacia toda opinión diferente inconcebibles en un régimen calificado de democrático y por personas que se califican de demócratas. Pero existe un problema más de sutil y más grave: en un régimen democrático, y casi en cualquier régimen, no es bueno plantear una vinculación excesiva a un solo objetivo, pues su consecución suele llevar aparejada la desaparición de la fuerza o grupo de poder que se vinculó a él, tanto más es así cuanto más decisivo sea ese objetivo y mayor la identificación entre él y la fuerza que pretenda lograrlo. Hay muchos ejemplos en la historia, el más famoso de los cuales quizá sea el de Winston Churchill, al que tras ganar la II Guerra Mundial el pueblo británico le agradeció los servicios prestados con unas buenas vacaciones: la guerra se había acabado y el electorado británico valoró otros elementos en las siguientes elecciones; Churchill fue bueno para la guerra, pero sin esta, ¿seguía siendo necesario o había otros que podían hacerlo mejor en las nuevas circunstancias? Esto viene a colación por la política de comunicación del PP, porque —sin entrar a valorar la verdadera realidad de la recuperación económica— se ha metido en un callejón sin salida: si cala el mensaje de la recuperación, les irá mal, puesto que se han vinculado mucho a él —no olvidemos que Rajoy ganó las elecciones prometiendo poco más o menos que solo con que él llegase a la Moncloa se acabarían los males del país—, y la gente empezará a pensar en recuperar lo perdido, como de hecho ya está sucediendo en parte, no pareciendo posible que consideren al Churchill español que se vio obligado a recetar los sacrificios necesarios para ganar esta guerra como la persona más apta para gestionar la paz; eso suponiendo que triunfen las tesis de Arriola, digo de de Rajoy. Pero si ese mensaje no cala, la cosa será peor, porque la sociedad se sentirá engañada y pensará que está siendo dirigida por un presidente tan fuera de la realidad que se empeña en negar la crisis que los mortales deben comerse cada día (qué vueltas da la vida). Así las cosas, no hay una solución buena para el PP salvo emitir el indefinido mensaje que últimamente transmiten de que estamos en el camino pero aun quedan cosas por hacer, es decir, tratar de aferrarse a que todavía son necesarios, lo cual es harto difícil —más aun cuando a ellos mismos se les escapa de vez en cuando otra cosa—, y resulta más complicado aun que cale, pues choca con la impaciencia de unos y la desesperación de otros. Y todo ello sin hablar de corrupción. Así las cosas, para el PP pintan bastos. ¿Renovación? ¿Antes de las elecciones? ¿Con qué candidatos? No digo que sea imposible, desde luego, pero es harto difícil y los cambios apresurados no van con Rajoy ni con sus electores, a los que las cosas nuevas no les suelen gustar, hasta que se acostumbran y pasan a defenderlas a muerte. En realidad al PP solo le resta la opción del miedo y la catástrofe, que es contraproducente a gran escala (por no decir moralmente deplorable) y más aun habiendo hoy en día otras opciones políticas nuevas, pero que al menos les permitiría fidelizar el voto de los suyos (aunque ya no creo que desmovilizar el contrario, que entre Ciudadanos, Podemos y PSOE tiene hoy muchas más alternativas) y amortiguar la caída. No obstante, de aquí a noviembre también se producirá el curioso hecho de que la pelota cambiará de tejado, y de depender las otras formaciones de los errores del Partido Popular para crecer, este comenzará a depender de los de ellos para mantenerse, siendo estos fallos y aciertos los que en última instancia puedan moderar o acrecentar el hundimiento del partido de la gaviota (ah, no, que era un charrán). En cualquier caso, si nos interesa, al final siempre podemos quedarnos con el hecho incuestionable de que han ganado las elecciones (desde cierto punto de vista). CIUDADANOS Este es quizá el caso más interesante desde mi punto de vista. No han logrado despegar tanto como se preveía, pero en mi opinión eso no supone exactamente un desacierto de las encuestas, lo que ocurre es que hemos pasado por unas elecciones municipales y autonómicas (premio para el primero que pueda decirme de memoria el nombre de los candidatos de este partido para su municipio y comunidad autónoma), y tampoco han sido ajenos a los problemas que supone constituir una formación a nivel nacional en unos meses y a los disgustos y las sorpresas que eso conlleva: infiltrados, gestoras, destituciones… escándalos en suma, ¿a que ahora no parece tan absurda la decisión de Podemos al respecto? Sin embargo, creo que el partido conservaría hoy ese empuje y ese nivel de éxito, poco más o menos, que le auguraban las encuestas en caso de elección nacional con Rivera como candidato a presidente; y digo hoy porque para noviembre me da la sensación de que las cosas habrán cambiado. Me explico: Ciudadanos se mueve en una indefinición ideológica mayor que ningún otro partido —más incluso que Podemos, que aunque no se define oficialmente tampoco tiene ninguna necesidad de hacerlo porque su posición es un secreto a voces, aunque eso daría para otro comentario sobre estrategias políticas—, pero tengo una noticia para Rivera, el centro de verdad, lo que se dice el centro centro (que diría la inefable Aguirre), es como el mundo de Oz, muy bonito y superchuli, pero solo un sueño; vamos, que no existe Rivera, a la hora de la verdad las simpatías caen un poco más hacia un lado o hacia otro, pretender ocupar ese centro centrísimo podría llevar a situaciones en las que se incluyesen medidas de corte liberal, especialmente fiscales, en el programa político mientras públicamente se defienden medidas sociales más o menos progresistas, pero claro, eso nunca ha sucedido aun, ¿verdad? En este sentido, el partido naranja me recuerda mucho a ese otro… como era… uno con un color muy raro (se ve que los más normales ya debían de estar cogidos), y todos sabemos lo que le ha ocurrido y sabemos también lo que le ocurría antes de Ciudadanos: que no pasaba de un punto más o menos residual. Los de Rivera recogen mucho voto de castigo, pero tarde o temprano tendrán que empezar a tomar decisiones y eso hará que decepcionen a un lado o a otro. No es que sea malo, es parte del proceso de creación y definición por el que pasa todo partido político y toda organización de cualquier tipo (incluso cualquier persona) y el mismo en el que se encuentra la otra gran formación nueva, al fin y al cabo ambas son infantes. ¿Leísteis la noticia de la candidata municipal de Ciudadanos que abandonó en plena campaña electoral porque le dio por leerse el programa del partido por el que se presentaba —algo que siempre es de agradecer— y se dio cuenta de que no era de izquierda moderada? (sic). Pues eso. ¿Y qué deberían hacer las gentes de esta formación? Dependerá, viene muy bien en todo caso eso que solían llamar congreso y que se hacía antes para definirse y sentar las bases claras de la formación, pero claro, eso es vieja política, así que aquí tendrá que hacerlo el comité de pactos. Bueno, es otra forma, un poco a salto de mata para mi gusto, pero no es cosa mía. Entretanto, la sociedad ya parece haber decidido que son de centro derecha, veremos si se quedan ahí o deciden contradecirla, una tarea ímproba y no sé si muy recomendable desde el punto de vista de la estrategia política. En cualquier caso, parece claro que no le convendría demasiado pactar con el PP, al menos electoralmente y a tenor de su discurso hasta ahora, y no creo que lo haga salvo en aquellos lugares con caras nuevas más o menos incólumes (¿Madrid?) que les permitan a ellos mismos salvar la suya, pero apoyar al PSOE… En fin que, como en el PP, también están un poco entre la papeleta y la urna (cómo domino los juegos de palabras, ¿eh?). No obstante los pactos serán solo una indicación, lo que marcará definitivamente el destino de este partido serán, como en el caso de Podemos, las decisiones de gobierno en las que se involucren, aunque en este sentido tienen la ventaja de que entre posar, retorcer un poco el brazo del candidato mayoritario de turno, formar gobierno, volver a posar y… no, ya no creo que lleguen a volver a retorcer porque vendrán las generales y no tendremos más que apenas unas declaraciones de intenciones para juzgar, eso puede salvarles. A corto plazo. Hace tiempo que tengo listas unas notas para escribir una reflexión sobre dos asuntos actuales desde el punto de vista de la geopolítica, no lo había hecho porque incluso hasta aquí alcanza mi actual incapacidad para escribir, pero las noticias en prensa me han animado hoy un poco, así que voy a entregarme a la política ficción, ahí va la primera de ellas.
Según comentan algunos medios, determinadas capitales europeas están preocupadas por la aparente aproximación de Grecia a Rusia; realmente me parece increíble la torpeza de determinadas capitales europeas. Quizá yo estoy muy loco, o quizá soy un genio, o puede que determinadas capitales europeas vivan en una dimensión paralela a la realidad, algo que explicaría muchas cosas, la verdad. El caso es que dicho acercamiento era algo evidente desde el momento en que estalló la crisis en Grecia y sus «socios» tomaron la posición que tomaron, más aun desde la victoria de Syriza que ellos mismos provocaron, y teniendo en cuenta quien ronda por el Kremlin. ¿Qué opciones tenía realmente Tsipras? ¿Cuáles eran sus posibilidades de presión a la UE? ¿Cuál podría ser su plan B en caso de que esa historia de amor-odio que Grecia mantiene con la UE fracase? ¿En serio nadie se ha planteado estas preguntas en ninguna de esas capitales europeas? En fin, que esa súbita amistad entre los hermanos ortodoxos era algo evidente, la cuestión no era si se produciría o no, sino cuánto de retórica tendría. Y la respuesta es muy sencilla: será tanto menos retórica cuánto más exprima la UE a la población y el orgullo nacional griegos y más capacidad financiera tenga Moscú. Sí, ya sé que Rusia no está económicamente para tirar cohetes (misiles sí, los que hagan falta) gracias a las sanciones occidentales, pero eso no le ha impedido proseguir su campaña en Ucrania; quizá habría que preguntarse por qué, hasta dónde puede o quiere llegar Putin, cuánto de su país está dispuesto a sacrificar en el intento y qué grado de control ejerce realmente sobre su población para lograrlo. Son preguntas importantes, porque si salirse con la suya en Ucrania (permitidme que al respecto me remita a mis primeros comentarios sobre esta situación, pues en general creo que no erré y que los objetivos de Putin son los que ya expuse entonces) supondría una gran victoria, ¿qué supondría lograr desgajar de la UE a un miembro tan simbólico como Grecia? Ya sea en el caso más extremo de que Grecia salga de la unión vía expulsión o abandono (sí, parece harto difícil, pero ya advertí que esto era política ficción, ¿o quizá no?), o bien mediante una alianza que permita a Moscú tener una voz o incluso un souvenir troyano dentro de esa unión (perdón, ¿cuál era el caso más extremo?), la victoria geopolítica de Putin en su meta de asegurar el espacio vital eslavo (sí, ya lo sé, los ecos de la expresión son terribles) y su influencia sería verdaderamente admirable, eso hay que reconocerlo. Y existe otro elemento que deberían considerar las cabezas pensantes de esas capitales europeas, un elemento que me encanta aun sin ser americano, y no solo por su pato asado estilo cantonés: China. La eterna China, la obsesionante China, la silenciosa y discreta China y, sobretodo, la financieramente potente y actualmente colaboradora de Rusia, China. ¿No podría buscar Tsipras con este acercamiento a Rusia un apoyo moral de la nación más extensa del mundo y una intercesión de esta ante la segunda potencia económica del globo? Bueno, convendría pensarlo y tener preparado un plan B o C o D para el caso… vamos digo yo. Hay otro elemento que me hace dudar de la capacidad de esas capitales europeas, aunque esta vez me circunscribo más a los medios de comunicación: la aparente sorpresa con que han acogido las reivindicaciones griegas con respecto a la deuda alemana con su país por la ocupación nazi. ¿A quién puede sorprenderle que se plantee este tema? ¿Es que a nadie se le había ocurrido que era solo cuestión de tiempo que surgiese? No puedo creérmelo, si hasta en la más desganada tertulia política de cualquier bar de este país la aparición del asunto nazi es solo cuestión de tiempo —y adrenalina— e independiente del tema discutido, cómo no iba a aparecer con las circunstancias que se están dando en Europa. Y seamos claros, dejando a un lado las cuestiones prácticas o jurídicas del tema, ¿a nadie le parece que la posición griega tiene cierto fundamento moral? ¡Ahhh! La moral. Qué cosa tan curiosa. Tan ininteligible en ocasiones, tan esquiva, tan interpretable y, sin embargo, qué instrumento tan poderoso para quien sepa esgrimirla con, al menos, apariencia de justicia —otro palabro interesante de la misma familia—. Supongamos por un momento que la Unión Europea se hubiese edificado sobre las cenizas de un continente destruido y hubiese sido concebida como un instrumento para evitar que ningún pueblo europeo volviese a verse sometido a semejante crueldad mediante una inextricable vinculación de los mismos al fin, que a cambio de la promesa de paz (y del miedo a los rojos, también sea dicho) se hubiese perdonado lo que apenas unos años antes hubiese sido reclamado inmisericordemente porque quizá alguien (entre ellos puede que algún olvidado economista inglés) hubiese llegado a la conclusión de que la justicia, el perdón y la asertividad fuesen económica y socialmente —lo que quizá viene a ser lo mismo— más eficientes que la venganza, el rencor y la humillación. ¿No sería lógico que en las actuales circunstancias los griegos pensasen que alguien se estaba saltando el pacto, que lo estaba quebrando, que volvían a repetirse viejas actitudes? Sí, ya sé que esto es Historia, que hay que ser muy retorcido y muy rencoroso para plantearse algo así (hay que ver cómo son los griegos), pero como esto es política ficción… ¡Eh! yo solo estaba especulando, a mí que me registren. Sin embargo, esto me sugiere otra cuestión que quizá no han tenido en cuenta esas capitales, a saber: el argumento ideológico en torno al asunto ucraniano viene a ser, por el lado oriental, la defensa contra un supuesto nazismo resurgido, mientras que en Grecia se plantea el asunto de las indemnizaciones tras la ocupación… nazi ¡Qué maravilloso lugar de encuentro para quien sepa verlo e instrumentalizarlo! Menos mal que en el siglo XXI esas cosas están fuera de lugar, se nos dice desde determinadas capitales europeas, al fin y al cabo lo que cuenta hoy en día son los negocios, y mientras haya libre mercado estamos a salvo. Me pregunto qué opinará China sobre esta especie de constructo ideológico-estereotípico que pareciera estar formándose con fuerza en torno a Occidente identificándolo con una mezcolanza de fascismo, autoritarismo e imposición económica, militar y cultural. Y las mismas ansias de dominación de siempre, claro. Quizá buscase crear sus propias instituciones internacionales y económicas junto a otros no occidentales a fin de liberarse de las exigencias más o menos tiránicas de ese Occidente leviatánico (y contemplase entre complacida y divertida cómo se apresuran a cortejarla una vez más esos pequeños demonios tentados por papeles de colores), quizá fuesen surgiendo poco a poco matrimonios de conveniencia entre países y civilizaciones afines para protegerse de la agresión y quizá, solo quizá, hasta que surjan diferencias directas entre ellos prefieran enfrentarse al monstruo causante de todas sus desdichas —algo que siempre da un puntito de orgullo y cierto subidón moral, por qué no—, buscando el escudo, digo apoyo, de cualquier hermano mayor que encuentren y quiera ponerse delante. Ahora que lo pienso, creo que alguien ya escribió un libro de ciencia ficción con un planteamiento parecido hace un tiempo, y creo que algunos de sus desarrollos no me gustaron mucho (le faltaba profundidad a los personajes, la verdad), pero el planteamiento no era malo; qué cosas. En fin, que como todo esto es política ficción nadie se habrá dado cuenta de nada, así que estamos a salvo. Procurad no olvidarlo. No sé si os habréis enterado, pero el pasado domingo resulta que hubo elecciones en Andalucía (sí, a mí también me pilló por sorpresa), y como cada vez que algo de esto sucede, se habla, se habla y se habla, y parece que se impone poco a poco una lectura más o menos mayoritaria de lo ocurrido. Lectura con la que yo, como es habitual, discrepo, así que yo también voy a hablar, quedas advertid@, es tu oportunidad de dejarlo aquí.
Allá tú. La tesis que parece imponerse en los medios se podría resumir en: éxito del PSOE, batacazo del PP. Vayamos por partes. En cuanto al supuesto éxito del PSOE, primero habría que recordar la excusa, digo razón, por la que se convocaron las elecciones: conseguir estabilidad en el gobierno frente a los traidores de IU. ¿Se ha conseguido? Recordemos que el número de escaños del PSOE ha sido el mismo, así que si se ha avanzado en esto no ha sido desde luego por mérito de este partido, sino por la fragmentación del resto de fuerzas y la pérdida del PP. En cualquier caso, no se ha logrado la mayoría absoluta, que es lo único que hubiese permitido hablar con justicia de un éxito rotundo en este aspecto. Respecto al éxito meramente electoral, nadie parece advertir que el PSOE ha perdido más de 119.000 votos, aunque en el reparto haya mantenido los escaños; parece un poco exagerado como para hablar de éxito. Puede que esos votos no supongan un porcentaje muy alto con respecto al total, no lo sé, depende del punto de vista, pero en mi opinión habría que ponerlo en relación con otro dato: la participación ha aumentado. Es cierto que solo lo ha hecho un 4 %, pero en una comunidad a priori tan favorable a los socialistas, el hecho de que aumente la participación, de que acuda más gente a votar, y aun así el PSOE pierda votos con respecto a las anteriores elecciones —que recordemos que ya fueron calificadas de malas para ellos y que se produjeron en lo peor del castigo a este partido—, quizá debería dar que pensar. Es posible que si el esfínter de los dirigentes del partido había adquirido el tamaño de una molécula de grafeno por temor a lo que podía ocurrir por el paro y los ERE, esto les parezca maravilloso, pero sinceramente creo que están exagerando y vendiendo un mensaje de euforia con tintes electoralistas, que parece estar calando sin ninguna base real. Hablemos del PP ahora. El PP ha perdido más de 500.000 votos y 17 escaños. Mal, muy mal Mariano, muy mal. Pero claro, ¿de dónde partían? No me refiero a los resultados anteriores, que ha llovido mucho desde entonces, sino a las expectativas. Sinceramente, con todo lo que está cayendo, con un candidato puesto a dedo y prácticamente desconocido (y un poco soso, por qué no decirlo), no me hubiese sorprendido más batacazo. Pongámoslo en contexto: es cierto el mensaje que se ha transmitido desde Génova, tienen un millón y medio de votos e incluso han aumentado con respecto a las europeas. ¿Qué significa esto? Pues teniendo en cuenta el especial carácter de las elecciones europeas, fundamentalmente de castigo, significa que o bien a la hora de la verdad, cuando puede haber consecuencias prácticas, sigue contando el famoso «más vale malo conocido…», o que el PP efectivamente está remontando. Y hablamos de Andalucía, una comunidad históricamente de izquierdas. Visto así, quizá los resultados no sean tan malos para Mariano, especialmente si tenemos en cuenta que aun quedan dos meses para las municipales y autonómicas y bastante más para las generales. Todo el mundo habla de la singularidad electoral de Andalucía, pero yo dudo de que hoy en día pueda ser tanta, quizá simplemente se dan los mismos procesos que en el resto de España, pero con una resistencia mayor debido a la dinámica tradicional rural de voto, aunque en mi opinión es solo cuestión de tiempo. ¿Y el bipartidismo, qué tal? Muy bien, gracias. O eso dicen también. Teniendo en cuenta lo anterior, ¿es realmente cierto? Bueno, el proceso de desgaste es incuestionable, como también que aparentemente resiste. A pesar de todo, y teniendo en cuenta lo cerrada que aun es hoy en día Andalucía, los resultados de PODEMOS y CIUDADANOS (¿CIUTADANS?, no sé, que cada uno lea lo que quiera) creo que son bastante buenos. Nuevamente creo que hay que tener en cuenta el ligero aumento de participación, que no ha ido a ninguno de los partidos tradicionales: solo las nuevas formaciones atraen sangre nueva, como ya dije en otra ocasión esto augura el fin de la dominancia de PSOE y PP, aunque solo sea mortis causa, si nada cambia. En este sentido, solo un apunte a las reacciones de estas dos fuerzas. La euforia de CIUDADANOS es perfectamente lógica y comprensible, equiparable a la de PODEMOS en las europeas, cuando de no esperar casi nada, llegaron a bastante. Sin embargo, en el caso de PODEMOS la cosa es distinta; en principio el bajo tono es electoralmente nefasto y no parece corresponder con el éxito que supone haber entrado por primera vez en una asamblea nacional, no se deberían mostrar caras tan largas, sino hacer algo más parecido a lo del PSOE, parecería que se habían hecho demasiadas ilusiones, algo tampoco muy recomendable. Por otro lado, sus declaraciones justificando de alguna forma su reacción por la situación de sus, digamos, referentes sociales y electorales (los desahuciados, los golpeados por la crisis), parece honrarles. La cuestión, como siempre con este partido (aunque también con los demás, no lo olvidemos) hasta que empiece a desenvolverse en las instituciones, es si se trata de mera estrategia o es verdaderamente sincera. Lamentablemente no creo que podamos fiarnos en este sentido de lo que pase en Andalucía, pues habiendo elecciones en mayo y noviembre, si todo se limitase a mera estrategia electoralista (que no electoral), yo en su lugar aprovecharía el escaparate para profundizarla, pero eso yo que soy muy cínico. |
...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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