Ya sé que dije que haría mi propio análisis del affaire Trump, pero debo reconocer que me está constando más de lo que imaginaba. Entre tanta paja me estoy encontrando con análisis muy válidos, lo que dificulta ser original y si uno no puede ser original, casi mejor dejarlo, pero también demuestra que no todo es tan malo y que no es necesario buscar demasiado, eso sí, hay que hacerlo fuera de los lugares más habituales. Por lo tanto me centraré en dar unas cuantas notas y dejaré que los que ya han escrito se expresen por mí. Lo sé, es como si os pusiera deberes, lo siento. Os dejo una lista de enlaces a los que habría que añadir el de mi último comentario, después de leerlos, voy yo:
Michael Moore anticipó la victoria de Trump Sobre los inmigrantes Sobre las consecuencias en Europa De dónde viene todo Debo decir algo, aunque no se me crea: en los días previos a las elecciones norteamericanas se apoderó de mí la convicción más absoluta en la victoria de Trump. Ya, ya sé, eso haberlo dicho antes. Tenéis razón, debiera haberlo dicho antes, y no tengo explicación acerca de por qué no lo hice, la verdad, simplemente lo dejé pasar. Podéis creerme o no, pero ahora que tengo vuestra atención hablemos sobre las razones de la victoria del candidato republicano, para ello el enlace a la previsión de Moore (él sí que lo dijo antes) será útil. ¿Pero cómo hemos llegado a esto? Como es lógico ahora todo el mundo se pregunta el porqué, indagan y acusan a los charlat… digo comentaristas televisivos y a los responsables de las casas de apuest… digo de encuestas. Con respecto a los de las encuestas, creo que la razón de sus errores se puede resumir maravillosamente en una frase que leí en uno de tantos comentarios al respecto, lamento no recordar a su autor/a, decía poco más o menos que la razón de la equivocación radicaba en que las empresas demoscópicas estaban obsesionadas en pedir opiniones en lugar de en escucharlas. Con respecto a los comentaristas, se puede decir algo similar: están obsesionados por dar opiniones en lugar de escucharlas. En realidad, aunque con matices, ambas posiciones vienen a ser la misma, algo muy propia de la sociedad actual y del mundo mass media de hoy o —casi— de ayer. Sí, se confundieron deseos con realidad, se tendió a la caricaturización extrema y eso ayudó a la ya tradicional táctica electoral republicana. Me explicaré brevemente[1], existe una estrategia electoral ideada por los teóricos republicanos (y usada en los últimos años en España por el PP con notable éxito) que consiste en la famosa “enfangación” de la política y, por ende, de la sociedad. Conscientes de que por mera afinidad ideológica les resulta más difícil ganar unas elecciones, la táctica consiste, dicho groseramente, en convencer a la gente de que el fin del mundo está cerca y de que, por supuesto, es responsabilidad del rival político. En esta estrategia no es que quepan, sino que son parte fundamental las mentiras, las manipulaciones, los insultos… Lo importante es generar un permanente estado de cabreo en la sociedad. El objetivo es sencillo: por una parte logra disciplinar y movilizar a los votantes propios, que no filtran los mensajes de los suyos y los creen a pie juntillas, repitiéndolos y amplificándolos; por otra parte se logra desmovilizar a una parte del electorado rival, la menos comprometida, o sea, el centro, haciendo que calen mensajes tales como todos son iguales, qué más da, es lo que hay y otros similares, ¿os suenan? El resultado es una amplia abstención y una victoria electoral por incomparecencia del rival. Esta estrategia es la que utilizó Trump, obviamente, pero contó con la inesperada ayuda de todos los medios de comunicación, que la reforzaron con su presión y contribuyeron a afianzar el mensaje de que Trump era un outsider al sistema y, por tanto, el único que podía arreglarlo, volveremos sobre eso más adelante, pero por ahora lo importante, como siempre digo, es la imagen, el discurso que cala en la sociedad, y ese caló. Incluso aquí. Todo ello contribuyó a afianzar las convicciones de los que iban a votar a Trump, a hacerlos sentirse tan atacados como el propio Trump y, además, a desmovilizar a posibles partidarios de Clinton, que quizá sintieron que no era necesario que ellos se movilizasen. Si a esto le unimos el poco encanto de la demócrata prácticamente en todos los sentidos (era y es una genuina representante del sistema) y la existencia de una base más que real para que una parte importante de ciudadanos americanos se sintiesen atacados por el sistema que atacaba también a su candidato, tenemos la fuerza del tipo del felpudo en la cabeza. Pongámosle también una pizca del desquiciante, arcaico y antidemocrático sistema electoral americano y tenemos casi todos los ingredientes. Hablemos ahora de las mujeres, bueno, mejor nos ceñimos únicamente a las elecciones americanas. Creo que fue Susan Sarandon la que dijo que ella no votaba con su vagina. Si alguien necesita más explicaciones, será mejor que deje de leer esto y saque el Marca. También dijo que ella, reconocida feminista, quería una mujer en la Casa Blanca, pero que quería la mujer adecuada (nueva oportunidad para el Marca). Durante toda la campaña se ha producido una vergonzante y esperpéntica cosificación de la mujer al hilo, precisamente, de una supuesta defensa de sus derechos. Es cierto que Trump ha humillado a las mujeres, pero también lo es que una mujer es más que su simple sexo (dejemos el género para los objetos inanimados) y que si bien puede sentirse ofendida por los comentarios del candidato, también puede sentir como más acuciante la degradación de su entorno, o la falta de empleo o de futuro para ella y los suyos, por ejemplo. Añadamos a esto que los EE.UU. son un país en el que las violaciones en las universidades eran hasta hace poco (y temo que sigan siéndolo en realidad) poco menos que un trámite como la matrícula y que los usos sociales imponen al hombre la petición de mano con rodilla en tierra y diamante, el pago en las citas… Es decir, que no parece un país en el que la igualdad haya calado socialmente de manera real, con lo que la tolerancia hacia la discriminación sexual, incluso entre las mujeres, parece muy alta, lo que favorece argumentos como el de la esposa del candidato republicano, pues al fin y al cabo ella nunca ha sufrido acoso, luego no debe de ser un problema tan importante. Muchas mujeres pueden pensar lo mismo, aunque sí lo hayan sufrido, por la interiorización de determinados modelos sociales patriarcales. Solo se salvarían —en términos generales siempre, con los riesgos que hablar así conlleva—, como parece haber sido el caso según las estadísticas de voto, aquellas mujeres que carecieran de la protección psicológica de los usos sociales y se sintiesen por tanto más directamente atacadas o doblemente atacadas por pertenecer a la vez a varios colectivos vilipendiados por Trump. Me refiero a mujeres que no pertenezcan a la clase media y/o que sean además inmigrantes, o negras o de cualquier otro grupo insultado. Lo dicho con respecto a las mujeres sirve poco más o menos para homosexuales, inmigrantes… Con el añadido, para los inmigrantes, del fenómeno de la conversión, especialmente patente en la segunda generación. Pero un momento, ¿no estamos exagerando? Al fin y al cabo, Clinton ganó en votos. Sí, y no es la primera vez que un candidato se hace presidente con menos votos, pero si los americanos no han querido cambiar su sistema electoral, que se hagan cargo de la factura. Antisistema Bien, vamos a cosas más interesantes. Se ha descubierto tras las elecciones, o redescubierto, que Trump es un antisistema, un populista… Pero, ¿lo es realmente? Vayamos por partes (el último de los comentarios enlazados será muy útil aquí). Decir que Trump es un antisistema es poco menos que risible. No lo es. Si acaso es un hijo un tanto díscolo del sistema, el vástago rebelde que muerde a sus padres y los escandaliza, pero que no es más que el fruto de la educación que ellos le dieron, es el futuro del neoliberalismo o, si se quiere y en cierto modo, su tipo ideal. Es un Jesús Gil, un Berlusconi, sí, ¿pero un antisistema? Muy al contrario, es un miembro honorario del sistema, uno de sus mejores exponentes, tal y como lo es Gerardo Díaz Ferrán, el expresidente de la CEOE, del sistema económico y empresarial español. Lo que le ocurre al pobre de Trump es que tiene un ego un poco más desmedido (lo que en realidad ya es decir mucho) que el resto de sus acólitos, pero es un neoliberal de manual, aplica los principios del neoliberalismo a rajatabla, por eso habla de proteccionismo, porque sus negocios, los de él, son básicamente inmobiliarios, a él las fronteras le dan igual, no produce nada, solo especula y si tiene que prometer aranceles para ganar lo hace, eso sí, solo para las mercancías, ¿limitará la circulación de capitales? Apuesto a que no, y estoy convencido de que su mundo ideal incluye presionar a la baja los derechos laborales y sociales de los trabajadores americanos una vez que las fábricas vuelvan a EE.UU., aun así todos tendrían que estarle agradecido pues les habría llevado empleo de nuevo, y por si fuera poco se compensaría en parte con una bajada de impuestos porque al fin y al cabo, ¿quién los necesita? No sé, pero a mí esto me suena a “devaluación interna” y la “devaluación interna” a la política neoliberal tradicional. ¿Y los aranceles? Un recurso electoralista y temporal como mucho, una baza negociadora, pero ya veremos, solo estoy especulando. ¿Es Donald Trump populista? Aquí me veo obligado a dar la razón a los que lo acusan de serlo, lo es al menos desde cierta concepción del término, la concepción tradicional, vaga y popular, la que afirma que un populista es poco menos que un demagogo, el que promete lo que sea para ganar, algo así como alguien que prometiera no subir los impuestos, no rebajar los derechos laborales, que tenía las claves para salir de la crisis inmediatamente, que no iba a haber rescate, que no iba a hacer y no hará recortes, que destapó la trama Gürtel, el que afirma con todo el descaro del mundo que una cosa es lo que se dice en campaña y otra lo que se hace y a la mierda cualquier tipo de compromiso con los imbéciles esos de los electores y la democracia (que vale, que ya sabemos que es verdad, pero cuando esas verdades se dicen a la cara con tal desparpajo, como si no pasase nada, y encima nadie le hace caso, es para llorar)… ¿sabéis ya por dónde voy? Pues eso, que Trump es un populista de derechas, menos mal que en España estamos a salvo de eso. Y lo estamos porque aquí (Spain is different) tenemos nuestro propio populismo, el de coletas, digo el de izquierda, que ya han llegado, como era de esperar, los grandes líderes intelectuales a señalárnoslo, Rivera y Díaz, la pareja del año. Un momento, ¿acaso estáis pensando que lo hacen a propósito porque quieren enfangar, o enmierdar, todo lo que tenga que ver con una formación política legal y legítima ya sea equiparándola con terroristas, dictaduras o cualquier otro bicho rastrero? Qué mal pensados sois. Tened cuidado, porque si seguís pensando así, podríais cometer el mismo error que los americanos y sus (y nos) medios de comunicación cometieron con Trump y llegar a través de la caricatura suma a la victoria del Anticristo. Para ir terminando Sin paños calientes: la victoria de Trump no es más que una profecía autocumplida, es el resultado necesario del sistema neoliberal, de la globalización neoliberal, de las contradicciones del capitalismo (que marxista suena esto, ¿verdad? ¡Que me quemen en la hoguera!). No voy a profundizar mucho en esto a pesar de ser el punto más importante, hay muchos comentarios por ahí que ya lo explican, empezando por el artículo que os incluí en mi anterior comentario, buscadlos, leedlos, ejerced vuestra ciudadanía. ¿Cumplirá Trump con sus promesas? Pues parece que ya ha empezado a recular, al menos algo. A este respecto el segundo de los artículos a los que os remito hoy, el de los inmigrantes, sirve de ejemplo perfecto. El sistema, que recordemos que no es ajeno a Trump y viceversa, ha comenzado ya a adularlo, a tratar de asimilarlo, a fagocitarlo. Es la estrategia habitual. Trump es más impredecible que otros, es cierto, pero se le puede tratar, la clave es apelar a su ego, y eso harán los poderes económicos y el partido republicano (sí, los separo, qué malvados sois). Mientras dejen a Trump una salida pública más o menos airosa habrá entendimiento, de lo contrario el próximo presidente puede ponerse radical cual niño malcriado. ¿Los aranceles y la obligación de fabricar en EE.UU. de nuevo? Los acuerdos internacionales no son tan fáciles de romper, aunque si alguien puede hacerlo es él, pues parece poseer lo único que en realidad hace falta: voluntad. Veremos apretones de manos al respecto muy pronto, entradas en razón, reinstauraciones de cordura por doquier y mucho volcarse con la comunidad que habíamos olvidado, ¡anda, pero si está ahí! Qué cosas. Pero tendrá truco, nada que dañe demasiado seria ni permanentemente los beneficios multimillonarios del gran capital, si no, tendremos un conflicto muy interesante y potencialmente muy destructor. ¿Será Trump la oportunidad para acabar de una vez con el neoliberalismo como lo conocemos y sustituirlo por un sistema de producción más moderno y humano? Posee algunos elementos necesarios para ello, como la crisis y el control político (los republicanos controlan Congreso y Senado), pero carece de los apoyos necesarios, a priori, entre la población y ese poder político (los propios republicanos), además de la oposición, a priori, de buena parte del mundo económico, tal y como era de esperar. Por lo tanto, para hacer eso debería incrementar el apoyo popular convirtiéndose en una especie de “dictador” carismático que pudiese forzar el apoyo político de sus rivales de partido; forzar el apoyo popular mediante el apoyo político lo veo más complicado. No, no creo que Trump sea el líder capaz de hacer avanzar el sistema económico mundial y permitir que entre en el siglo XXI, más bien creo que puede resultar un catalizador para ello, un elemento que lo impulse; que este cambio provenga directamente de la sociedad civil por la vía de los hechos consumados o de alguna otra entidad política, aun está por ver. Por otro lado, parece que la U.E. está espabilando con el tema de la seguridad común, aunque aún tendremos que ver en qué acaba todo esto, pero la sucesión de brexit y Trump puede ser una combinación (esperemos que sí) lo suficientemente estimulante como para que Europa avance de una vez, y no solo en seguridad y defensa, sino especialmente en materia económica, donde parece que por fin se avecinan cambios, crucemos los dedos para que sea así y, además, sean los adecuados y no una reedición de la misma miope política con, por ejemplo, simples bajadas de impuestos. Como he dicho, la victoria de Trump puede ser un catalizador poderoso, es desde luego un nuevo toque de atención a nuestras conciencias, al sistema que hemos construido y dejado que nos construyesen, la cuestión está en saber cuántos toques de atención necesitamos para comenzar a avanzar de manera acorde con los tiempos, con una sociedad y un mundo innegablemente líquidos ya. Como dijo Gabilondo en uno de sus últimos comentarios al hilo de los paralelismos que se están realizando entre la situación actual y la de los años 30 (algunos de los cuales yo comparto), no es irremediable una salida catastrófica, en aquella época unos apostaron como solución por el nazismo y las diversas formas de fascismos, y otros por el New Deal, ¿a qué queremos parecernos? ¿Queremos volver a aquellas recetas fascistoides y seguir con los mismos enfoques que nos han traído hasta aquí, o queremos asumir que el mundo ha cambiado, que debemos dejarlo avanzar y atrevernos a implementar algo nuevo y acorde con los tiempos actuales? Un último apunte: se dice que uno de los problemas actuales es que la izquierda no ha sabido poner encima de la mesa un plan alternativo, discrepo. Cualquiera que esté mínimamente al tanto de los debates que se dan en la red, de las nuevas opciones políticas, sabe que no es así, que hay planes alternativos, muchos, quizá demasiados, es cierto, pero que todos ellos tienen los suficientes puntos en común como para ser considerados ya hoy una alternativa todo lo sólida que puede ser teniendo en cuenta que el mundo es cambiante, que ya no será nunca más el mundo estable (que por otro lado nunca fue realmente) de antes, que por tanto tampoco las soluciones y enfoques pueden serlo y que por suerte o por desgracia no nos queda más remedio que dar un cierto margen al método de prueba y error hasta afinar las respuestas (soy consciente de lo que esto supone tratándose de lo que se trata, ¿pero acaso la opción actual es mejor, acaso no produce tanto o más sufrimiento? ¿Y acaso las políticas del New Deal o cualesquiera otras que se hayan implantado jamás no han pasado por lo mismo?). Lo imprescindible es desterrar el miedo y actuar con conciencia social. El problema no es que no haya alternativa, el problema es tratar de buscarla en un pozo seco. P.S.: uno más de propina. [1] El que quiera saber verdaderamente de qué hablo, puede leer La confrontación política de José María Maravall, aunque aviso, es un libro bastante técnico.
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El hogar de los valientes ha hablado y ha hecho honor a su himno, eso no se puede negar. Ahora vendrán los análisis y el derroche de verborrea, y la inmensa mayoría de todo ello será inútil y hasta absurdo, se centrará en detalles nimios, en elementos sueltos y aspectos parciales sin llegar a entender la verdadera esencia de lo que ha ocurrido, porque el sistema, el establishment, o la casta, por usar solo tres acepciones, no entiende el mundo actual, y temo que así seguirá. Espero tener tiempo para hacer mi propio análisis y hacerlo reposadamente, pero entretanto os dejo uno con cuya tesis coincido plenamente.
Los votantes de Trump Un saludo a todos. |
...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
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