Como lo prometido es deuda, aquí llega el primer post de esta nueva etapa, para la que tengo algunas, llamémoslas, intenciones. Entre otras, me gustaría ser algo más profesional y menos visceral, más reposado, más didáctico y por tanto más útil. Quizá menos ácido. Ya veremos. Pero vayamos al grano. De momento quiero inaugurar esta nueva etapa con un comentario sobre algo que lleva meses rondándome la cabeza, un tema que, aunque ahora se encuentra desplazado de la agenda pública, en breve será de nuevo el centro de las discusiones en este país. TCHAN, TCHAN, TCHAN, TATACHAN...: ¡FRANCO! Sí, ya lo sé. Otra vez. Al menos lo he introducido con una fanfarria (bueno, vosotros ya os la imagináis, que no voy a hacer yo todo el trabajo). Todo surgió al hilo de una entrevista que Jordi Évole le hizo a Carlos Herrera —los asiduos a Salvados la recordarán— a comienzos de este año. En ella, al hablar del tema de la exhumación del dictador, Herrera vino a decir algo así como que Franco no molestaba a nadie ahí donde está y que ya son ganas de atacar la convivencia con historias del pasado. La argumentación no es nueva y no sorprenderá a nadie mínimamente al tanto del asunto. Tampoco pretendo ser exhaustivo ni con las palabras del señor Herrera ni con los argumentos utilizados por él y otros como él, ya sean de derechas o de los que se dicen liberales o de izquierdas (que también los hay, y muy prominentes) que han expresado ideas similares. Tan solo pretendo centrar el tema, que va más allá del mero hecho de sacar a un señor de su tumba y entronca con el debate inconcluso de cómo afrontar nuestra historia reciente, y más concretamente —aunque no solo— el franquismo, incluyendo aquí la Guerra Civil de 1936. Pero tranquilos, no voy a martillearos la cabeza con la típica lección sobre la historia, la democracia y sus símbolos y valores; cualquiera que haya llegado hasta aquí y haya vivido en este país los últimos años (y, además, esté mínimamente interesado en el tema) conoce o puede conocer y entender fácilmente todos esos argumentos. No tiene sentido repetir lo ya sabido, entre otras cosas porque el no compartir estos argumentos no obedece a ignorancia, sino a voluntad, a una pasión sesgada y, a mi entender, mal enfocada, y eso es lo que me gustaría cambiar. Para ello, me dispongo a utilizar una técnica muy básica de las ciencias sociales a fin de ejemplificar las contradicciones y errores de aquellos, llamémoslos, negacionistas de la reparación1: el análisis comparado; pero no con una metodología académica tradicional, recopilando y contrastando elementos y aspectos equiparables y las correspondientes respuestas, posiciones y soluciones dadas: ni tengo tiempo ni tendría mucho sentido en este caso; al fin y al cabo, ¿de qué serviría algo así? No creo que pueda aportar más de lo que cada uno de vosotros lleve consigo, vuestras vivencias, vuestras opiniones, vuestras creencias. Lo que pretendo en realidad es poner una excusa, un ejemplo, y por ello lo que os pido es algo si cabe más desagradable que una simple argumentación: que hagáis vosotros el trabajo, que penséis en lo que os sugiero y llenéis vosotros el espacio en blanco de los ejemplos concretos. No os costará, seguro. Y quizá, solo quizá, la próxima vez que oigáis hablar de este tema vuestro enfoque cambie2 o, al menos, tenga en cuenta este punto de vista, solo eso ya sería mucho. Para ello contrastaré el franquismo con el otro episodio de nuestra historia reciente de violencia extrema organizada: el terrorismo de ETA. Esta comparación resultará particularmente útil, dado que los que mantienen esa posición negacionista a la que nos referimos con respecto al franquismo suelen sostener opiniones completamente opuestas respecto de las mismas cuestiones concretas según se refieran a ETA3 o al franquismo, lo que denota un claro sesgo ideológico que contradice las afirmaciones moralistas en las que suelen envolver sus admoniciones. Más allá de que sean los dos episodios, como ya hemos indicado, de violencia extrema organizada más recientes de nuestra historia, la comparación es también pertinente por el hecho de que ambos comparten otras características, tales —sin propósito de exhaustividad— como la ilegalidad, tanto el franquismo como el terrorismo etarra se instituyen contra la legalidad vigente4; la voluntad de subyugar la democracia, con diferente resultado en ambos casos; la sustentación ideológica de los crímenes, entendiendo el independentismo violento de ETA como una ideología en sí mismo y añadiendo, en el caso del terrorismo, otras cuestiones identitarias no menores; o el carácter eminentemente nacional de ambos, aun con las correspondientes conexiones y referentes internacionales (curiosamente, más desde aquí hacia fuera que al revés). El pie nos lo dará la reflexión acerca de las víctimas, que al fin y al cabo constituye el todo de ambas cuestiones, aquello en lo que su subsumen todos los demás aspectos y cuestiones de ambos problemas, lo único que a la postre importa. Básicamente existen dos posturas con respecto a este aspecto del problema: reconocimiento y reparación, u olvido y perdón (abnegado y por el bien del país, por supuesto). Plantear la cuestión en estos términos debería ser más que suficiente, no habría por qué decir nada más al respecto, pero aun así vamos a desarrollar un poco más el concepto. Memoria histórica Resulta evidente la cruzada que determinadas fuerzas políticas y medios de comunicación han emprendido contra la ley de memoria histórica, la única iniciativa puesta en marcha en España desde 1975 de manera general e institucionalizada para atender a las víctimas del franquismo. Acusan a esta norma de reabrir viejas heridas e incluso de crear una casta de interesados en vivir de subvenciones públicas. Dejando las cuestiones morales a un lado, y sin entrar a valorar la calidad de la ley, propongo confrontar esta postura con la que esas mismas personas mantienen con respecto a las víctimas del franquismo. ¿Cuántas iniciativas públicas y privadas se han llevado a cabo para tratar de reconocer, reparar y homenajear a las víctimas del franquismo? ¿Estaban estas personas presentes en ellas, las apoyaban o les parecía que podían reabrir las heridas del terrorismo? Estos que he dado en llamar negacionistas de la reparación (del franquismo), no suelen tener empacho en reconocer la ilegalidad del régimen franquista, al que abiertamente suelen tildar de dictadura frente a preguntas directas (aunque es cierto que les cuesta bastante hacerlo); por lo tanto, ¿por qué las víctimas del franquismo no merecen la misma reparación y homenaje que las del terrorismo? Al fin y al cabo, como hemos explicado más arriba, existen identidades sustanciales entre ambos fenómenos que los hacen muy próximos y, en realidad, no es otra cosa lo que se pide: sacar de las cunetas a los represaliados, reconocer a los asesinados por ETA. ¿Acaso no son todos represaliados? Y, en cualquier caso, ¿no merecen todos la misma justicia? A vueltas con el relato Lo que subyace a todo esto, de lo que se trata en el fondo, es de la verdad social, eso de lo que ya he hablado en otras ocasiones y que últimamente ha dado en llamarse “el relato”, aquello que se impone entre todos como narración principal, mayoritaria o mainstream, lo que contaremos a nuestros hijos cuando nos pregunten, el punto de vista en el que nos situaremos, en definitiva: el enfoque que sobre este asunto se imponga mayoritariamente en la sociedad, porque el enfoque, la perspectiva, determina la realidad que vemos, la que creemos —y por lo tanto la única que en la práctica existe—, la forma que tendremos de afrontar nuevos problemas similares en el futuro y las personas que somos y seremos, lo que no es menos importante. Al defender que es mejor dejar a Franco donde está porque sacarlo de ahí removería sentimientos superados, y que es mejor no cambiar los nombres de calles y plazas, las personas que así opinan mantienen la misma postura que aquellos que pretenden que los asesinatos de ETA fueron algo pasajero que es mejor olvidar por el bien de la convivencia en el País Vasco, que asesinos y víctimas son iguales, que hubo muertos en ambos bandos —sin que importen las razones o circunstancias de los crímenes— y que es mejor mirar hacia delante, etcétera (no es necesario hacer hincapié en quién mantiene estos argumentos en el caso vasco), negando a las víctimas del franquismo la justicia que sí reclaman para las de la banda terrorista. Todos estos argumentos intercambiables tienen una cosa en común, siempre están contra la libertad y la verdad, por mucho que aquellos que los enarbolan declamen lo contrario. Estamos cansados de oír aquello de que las sociedades que no conocen su pasado están condenadas a repetirlo, ¿qué futuro nos esperaría entonces si olvidáramos los crímenes de ETA? No es descabellado pensar que dentro de unos años unos cuantos chavales enardecidos pudieran declararse herederos de la banda terrorista y reiniciar los atentados de un grupo de luchadores por la libertad derrotados pero no vencidos a los que el Estado opresor y antidemocrático no les dejó otra salida. Imagino que nadie desea esto y para ello se trabaja, para que no se imponga esa visión en la sociedad, sino la de la inutilidad y la inhumanidad de los crímenes, la del respeto por los derechos humanos sin adjetivos ni condiciones de ningún tipo. Sin embargo, algunos creen que se debe aplicar esa política de olvido para con las víctimas de una guerra y un régimen muchísimo más sangrientos que los de ETA. Me pregunto qué ocurriría si Josu Ternera o Iñaki de Juana Chaos, por citar dos famosos terroristas que se me vienen ahora a la mente, tuviesen un mausoleo expresamente construido para ellos en el País Vasco cuando mueran. Supongo que esas personas en las que todos estamos pensando pondrían el grito en el cielo. Ya pasó... Hay quien dirá que la diferencia esencial entre un caso y otro es el tiempo transcurrido, que el franquismo es el pasado, mientras que el terrorismo está todavía muy reciente. Pero si ese es el problema, ¿la solución es esperar unos años? ¿Cuándo hayan pasado cuarenta años ETA quedará blanqueada? ¿Se reaccionará diciendo no me saque usted ese tema o ya están los pesados de la derecha con las batallitas del abuelo? ¿Alguien se imagina la reacción pública que habría en ese caso? ¿Entonces por qué se toleran y defienden las mismas posturas en el caso del franquismo? La pregunta surge en seguida: ¿cómo reaccionarían estas personas si fuesen sus familiares los enterrados en cunetas olvidadas? ¿Lo dejarían pasar si se tratase de sus abuelos, bisabuelos, tíos...? ¿Cómo pueden simplemente defender que lo dejen estar? Se afirma alegremente —Herrera lo hizo en la entrevista con Évole— que la izquierda pretende remover las heridas y no dejar que cicatricen y que es guerracivilista por hablar de este asunto. Es fácil sostener algo así cuando se han tenido cuarenta años para encargarse de los muertos de uno, y en este sentido no sirve que algunos de ellos digan que tienen un pariente represaliado o desaparecido, poniéndose a sí mismos como ejemplos-mártires: si ellos han decidido tomar ese camino, es su decisión personal, pero eso no les da derecho a imponer su visión de manera autoritaria al resto, ello no puede implicar humillar a los que no comparten su misma opinión y pretenden reparación; también entre las víctimas de ETA las hay dispuestas a perdonar, dispuestas a olvidar, y no dispuestas en absoluto a lo uno ni a lo otro, y también en este aspecto las simpatías cambian y se defiende ‘a los que no ceden, por mucho tiempo que pase’ frente a los que no desean recordar, pero ¿acaso unas son menos víctimas que otras? Tampoco sirve aquello del pacto de la transición, del acuerdo que permitió superar la dictadura y que España entrase en su etapa más gloriosa... La mitificación no es buena, y menos la que no permite avanzar. Todo ese discurso de mitificación de la transición se desacredita a sí mismo día a día. No quiero entrar otra vez en esto, ya he dedicado comentarios al respecto, pero sí es necesario incidir en que la falta de verdad solo trae más problemas, negarse a ver los errores de la transición es incluso más peligroso que hacer lo propio con sus aciertos. Si aquel pacto era tan magnífico, ¿por qué el problema de las víctimas del franquismo y la memoria histórica es tan recurrente? ¿Por qué surge una y otra vez? ¿Por qué divide tanto a la sociedad? No es bueno barrer la suciedad bajo la alfombra, al final siempre resurge, y lo hace más putrefacta. Las heridas hay que dejarlas al aire. El pacto de la transición, sencillamente, no sirve. Y no solo porque haya un grupo de extremos izquierdosos empeñados en envenenar la convivencia, sino porque hay una injusticia flagrante que clama a la moral más básica. Volviendo al tema No pretendo criticar ni presuponer nada con respecto al problema en Euskadi, únicamente lo uso como ejemplo para indicar que el problema de fondo es la falta de cultura democrática de la sociedad española. El Gran Wyoming lo explicó maravillosamente en una entrevista cuando dijo que España se había convertido en demócrata de la noche a la mañana. Se acostó franquista en 1975 y se levantó demócrata en 1978. O al menos esa es una de las ficciones sobre la que se asienta nuestra democracia. Alemania e Italia sufrieron la derrota del nazismo y el fascismo, y las correspondientes consecuencias. En España se sufrieron las consecuencias (aunque no todos por igual), ya fuera material o ideológicamente —en cualquier caso siempre subjetivamente—, pero no la derrota, y todos los que se acostaron franquistas en 1975 siguieron siéndolo en 1979 y destilando este veneno en sus hijos. Y hasta hoy. La Democracia, con mayúscula, solo se construye sobre un compromiso inequívoco y radical con sus valores, y no mediante un mero acuerdo transaccional y condicional, esa es la raíz del problema: en España todavía no ha llegado la democracia a muchas mentes. Y no se podrán cerrar las heridas hasta que no se asuman unos mínimos políticos (ya que no sociales o económicos), pues sin esa base común no es posible una verdadera Democracia y no se acabará nunca la dicotomía entre los que se cubren de pulseritas con banderas y los que reniegan de ellas, pues cada cual, en su ámbito, seguirá inculcando el temor hacia el otro y la desconfianza más absoluta en sus hijos y contribuyendo a la reproducción de discursos que excluyen a los otros y tienden a caricaturizarlo (“el facha” o “el rojo”), impidiendo que este país esté verdaderamente completo; por utilizar una imagen, que este país se encuentre mínimamente cómodo con su propia bandera, sin que esta deje de ser para buena parte de él el símbolo de la otra parte, de su ideología y de sus crímenes y la injusticia que de ellos permanece tantos años después. La vergüenza siempre permanecerá. Y esto no tiene nada que ver con que se sea de derechas o de izquierdas, algo que es totalmente respetable aunque no se comparta, pero solo si se mantiene el acuerdo mínimamente esencial sobre los principios democráticos que a día de hoy se manosean indecentemente por parte de los que solo admiten su verdad y tratan de reimponerla, por muy inconsistente y contradictoria —hasta hipócrita— que sea. Aun con todo, habrá quien mantenga que todo esto no tiene importancia, que han pasado muchos años, que España es un país desarrollado con una democracia asentada y que qué más dará... A todos ellos, les dejo un artículo: ¿Qué factores están detrás de la irrupción electoral de Vox? Sin entrar a valorar la metodología, el trabajo es como mínimo indiciario y preocupante, y se encuadra en otros similares a nivel europeo. En él tenéis todos los enlaces necesarios, incluido uno a los detalles metodológicos, aunque es muy técnico5. En cualquier caso, recomiendo encarecidamente a todos los que hayan llegado hasta aquí su lectura, de entre todas las explicaciones y estudios sobre el voto a VOX, este puede ser el más revelador y plantea una causalidad y un punto de vista en cuanto a las influencias cruzadas y la manera en que pueden reforzarse. El comentario anterior sobre la repetición del pasado, con el escenario del resurgir del terrorismo, podría trasladarse aquí, todo depende de lo que cada uno de nosotros esté dispuesto a apoyar, al fin y al cabo, cada uno de nosotros es la sociedad, no solo los demás. P.S.: Este comentario lleva algunos días en la nevera, y entretanto, resulta que el TS ha dictaminado paralizar la exhumación del dictador hasta la sentencia firme, con lo que el tema vuelve a estar de actualidad, contradiciendo la afirmación del principio, que a pesar de todo he decidido mantener.
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Así, a gritos, empezamos el temita. Puesto que así se ha estado tratando desde el principio, sigamos en la misma línea, no vaya a ser que no nos entiendan si no gritamos, al fin y al cabo ¡ESTO ES ESPAÑA! Por cierto, que el comentario llega cargadito, recomiendo dosificarse y respirar hondo. Mariano y cierra España Pues sí, ya estamos donde advertimos que llegaríamos hace mucho tiempo, y aun así nada se ha hecho. Bueno, no, en realidad sí que se han hecho cosas, en realidad muchas: todas las necesarias para que nada alterase el rumbo marcado y pudiésemos llegar aquí tal y como estaba planeado así que, como de bien nacidos es ser agradecidos, reconozcamos el enorme mérito y trabajo del principal artífice de la situación actual: Mariano Rajoy Brey, —así, con nombre completo, porque así será como lo recuerden los libros de historia—, y es que ya desde su más tierna oposición comenzó su asedio a Cataluña. Con el fino instinto político que lo caracteriza atisbó que, ante la falta de una ETA como Dios manda (mira que rendirse a los rojos) y el acecho de la corrupción (recordemos que por aquel entonces la crisis económica era impredecible, al menos para los liberales) necesitaba un motivo para agrupar a las propias huestes en torno a su discutida persona, y lo normal de toda la vida de Dios ha sido buscarse un enemigo. Y aquí estamos, una guerra civil, una dictadura y una transición después, casi en el mismo punto, ¿tiene o no tiene mérito? Que sí, que nada de esto habría sido posible sin la inestimable colaboración de Mas y compañía, que se han ido arrinconando ellos solitos, pero ¿quién sino el PP inició la escalada y la ha ido aumentando siempre que ha podido? ¿Quién ha sido la pareja perfecta del baile independentista? A pesar de lo que el coro mediático nacionalistaespañol repita una y otra vez, y sin despreciar el papel de los independentistas catalanes (que por otro lado son independentistas, es decir, está en su naturaleza, no engañan a nadie), nadie como Rajoy ha traicionado todo aquello que él mismo propugna y que razonablemente se podía esperar de su cargo —no tanto de él—. Y a pesar de todo, le ha salido bien, ahí está, en la Moncloa, a pesar de la corrupción, de sus mentiras sobre la crisis, de la pobreza y la desigualdad, de sus mentiras y su incapacidad generales. Me rendiría ante su genio si no tuviese serias dudas sobre si tanto éxito es hijo de su acierto o primo, al menos, de la estupidez de los demás. Olvidemos el pasado La pregunta lógica ahora es qué va a suceder a continuación. Bien, vayamos por partes, pues para anticipar lo que pueda ocurrir antes hay que fijar las reglas del juego. Como ya indiqué en otros comentarios, la estrategia nacionalista española se basa en una interpretación positivamente jurídica (en un sentido muy positivista del derecho) ya criticada, mientras que la nacionalista catalana lo hace en una interpretación más amplia y cercana a la realidad[1] que sin embargo no está exenta de problemas. Así, el gobierno central ha reaccionado como se esperaba, tirando de Derecho y juridicidad, incluso alterado ad hoc, véase la reforma del constitucional que, sin embargo, parece que no se atreve a activar, al menos de momento, dada la barbaridad que supone y el riesgo de enfrentamiento en el TC que podría conllevar[2]. El salto hacia… Los independentistas actúan como era esperable: dando un salto en el vacío. Se argumenta que esto es ilegal y por tanto carente de validez, lo que por muy formalmente correcto que sea ignora una vez más que la validez última no la aporta la legalidad, sino la legitimidad, y que esta es, como no podía ser de otra manera, mucho más mutable que la misma legalidad que deviene de ella. Además, es habitual en los actos creadores de soberanía que en la historia han sido que se produzca un salto en el vacío (legal) en el que se pasa de una legitimidad a otra, una especie de paso del Rubicón soberano en el que se olvida deliberadamente lo anterior y la sociedad se entrega a un nuevo orden simplemente porque quiere hacerlo, porque es soberana para hacerlo. Agradezcamos que en este caso no haya mediado una guerra para lograrlo (insertar carita asustada). La transición es uno de los casos en que este salto no se produjo, pero claro, únicamente porque se hizo a través y respetando la legalidad franquista, con lo que de legitimación de la misma tiene (uno de los grandes problemas en la raíz de la situación actual del país), legalidad que a su vez sí nació del salto del que hablamos mediante una guerra de persecución y exterminio del rival político, ahí es nada. Por cierto, que la anterior legitimidad, la republicana, practicó el salto a través o desde el trampolín de unas elecciones, otra casualidad. ¿De qué depende entonces la legalidad final? Pues como tantas otras cosas en la vida, del éxito. Si el referéndum se celebrase y la secesión tuviese finalmente éxito, todo lo que estamos viviendo hoy sería el hecho constitutivo, nuclear, el nacimiento de la nueva república catalana, y se estudiaría como tal en los colegios, asumiendo desde entonces plena legitimidad por sí misma o, más bien, por su propio éxito. De alguna manera se justificaría a sí misma por su propia existencia y todo el ordenamiento jurídico, todo el cuerpo legal — constitución incluida— que deviniese de ella asumiría plena vigencia, tal y como ahora puedan tener las mismas leyes contra las que se rebela el proceso independentista —Constitución del 78 incluida—. Seguramente se generaría en cierto sector de la sociedad española (ya sabemos cuál), un sentimiento irredentista que con el paso del tiempo quedaría a la misma altura, según las circunstancias, que el asunto de Gibraltar o las colonias americanas o africanas. Se ha pretendido encontrar amparo en el Derecho Internacional, uno de cuyos más famosos pilares (y más manoseado) es el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Analicemos esto un momento. Dejando a un lado el hecho de que el derecho de autodeterminación fue concebido para algo tan concreto como la descolonización, y con unas condiciones inaplicables al caso catalán por mucho que quieran algunos, el problema del Derecho Internacional es la ausencia de fuerza coactiva legítima que lo respalde, es decir, no existe un juez que pueda ordenar a una policía internacional que lo aplique, así pues —y conectando con lo que decíamos más arriba sobre el éxito— el Derecho Internacional, que se lo debe casi todo a los Estados medianos y pequeños que necesitan una defensa frente a las grandes potencias, depende aun del poder. Y en las circunstancias en que estamos el poder lo dan los apoyos: sería imprescindible que una Cataluña independiente obtuviese cuanto antes reconocimiento internacional de una parte significativa de Estados y, antes que nada, de la potencias internacionales, ninguna de las cuales lo va a otorgar; este, si llega, lo haría después de años y nunca antes de que la independencia estuviese consolidada; el trabajo del gobierno español en este sentido parece haber sido muy bueno y, además, no estamos hablando de un territorio estratégico que pueda tornarse en un aliado valioso de Estados Unidos, China, Rusia…, sino una molestia más en un concierto internacional y europeo ya bastante saturado y con problemas, la verdad, mucho más urgentes e importantes. Los independentistas parecen suponer que, una que vez triunfe el referéndum, lo demás vendrá por sí solo; esto podría parecer lógico, y es cierto que una Cataluña con una independencia consolidada tendría que ser recibida por la Unión Europea tarde o temprano, pero hasta que llegara ese momento pasarían años, y la herida causada a la UE por la independencia catalana no sería tan fácilmente olvidada en una Europa que se la está jugando cada día. Varoufakis y Grecia ya experimentaron lo que puede el orgullo frente a la razón en Europa, los principales enemigos de Cataluña en la unión no llegarían desde Madrid, sino desde Berlín y cualquier otra capital con problemas similares en sus países, en mi opinión los independentistas fían demasiado a una supuesta racionalidad norteuropea. Por otro lado, si el procedimiento independentista finalmente fracasase quedaría para los independentistas catalanes como un hito más que reivindicar en su imaginario colectivo, como otro de esos fracasos históricos que genera sentimiento de comunidad, que contribuye a aglutinar[3] a los fieles. Para el bando español, en cambio, quedaría como un triunfo, un ejemplo de superioridad y en cierta forma de su destino manifiesto, de su acierto, de su razón absoluta, de la solidez de su ley y de su legitimidad que permitiría ser magnánimo (paternalista) con el derrotado; magnanimidad que ni que decir tiene que no se vería igual de generosa desde el otro lado. Lo que ocurre es que una vez que se ha llegado a instaurar esta lógica, el diálogo es imposible, pues cada uno vive en un plano distinto de la realidad sin puntos en común, sin conexiones donde pueda encontrarse un lenguaje común. ¿Y de qué dependerá el éxito final? El éxito o el fracaso dependerán, al final, de una elección, la que haga íntima y personalmente cada uno de los ciudadanos de Cataluña. Claro está que no tiene la misma trascendencia la decisión de un político, o un mosso, u otro funcionario, que la de un ciudadano de a pie, y tampoco la misma capacidad para influir o mover a otras decisiones personales, pero todas son importantes. Mas y Puigdemont y, sobretodo, las asociaciones civiles independentistas, gracias también a la inestimable colaboración prestada desde el gobierno del PP, han logrado que a pesar de los últimos descensos que marcan las encuestas en pocos años se haya incrementado el número de independentistas notablemente, aunque sin llegar a la mayoría clara que precisaría el movimiento iniciado. No voy a repetir lo dicho ya en otros comentarios sobre el tema, prefiero incidir en el asunto crucial de la elección. Básicamente existen tres posibles elecciones: apoyo, rechazo o inactividad. Las dos primeras se subdividirían a su vez entre activo y pasivo. Pero no nos confundamos, la inactividad también es una acción elegida conscientemente con implicaciones particularmente curiosas, pues lo mismo puede servir para apoyar que para rechazar, según quién vaya ganando y sobre qué se sea inactivo. La situación actual podría parecer muy polarizada, pero en realidad no lo está tanto, al menos de cara a la acción. Si presumimos que tras la inactividad puede esconderse cierto grado de indiferencia, un cierto me da igual, las cosas pintan a priori mejor para los independentistas, pues tenemos un nutrido y sobretodo activo grupo proindependencia cuyas victorias están a la vista, un pequeñísimo grupo antiindependencia socialmente irrelevante y otra parte indiferente cuyo tamaño real es un misterio. Hablo por supuesto del nivel social, no político, pues la relación entre este esquema social, o cualquier otro, y su representación política no puede ser nunca perfecta: la gente al votar, incluso en estas situaciones, no suele hacerlo únicamente en base a un aspecto. Sin embargo, tal ventaja desaparece cuando se consideran los medios utilizados, puesto que la indiferencia es buena si los medios incluyen la violencia: es posible —aunque difícil— derrotar a una potencia exterior en tales circunstancias tal y como demuestra la historia siempre que se cuente, al menos, con la inactividad del resto de la población. Sin embargo, si se pretende una ruptura con base democrática, es decir, a través de un referéndum, y lo fías todo a la legitimidad, esta ha de ser construida, se necesita una mayoría. De lo contrario siempre se pondrá en duda, y la fortaleza (y debilidad) de la legitimidad radica, esencialmente, en que no pueda ser puesta en duda de forma razonable, en que no pueda ser desafiado el acuerdo en que se basa. Volvemos a consideraciones que ya hicimos sobre los diferentes posibles resultados del referéndum tanto en cuanto al recuento de votos como a la participación y a las preguntas tradicionales, irresolubles a priori y solo solventables mediante acuerdo de las partes para cada caso concreto, sobre cuántas personas deben participar y qué porcentaje de votos hay que obtener para que el resultado se considere válido, legítimo y representativo. El Estado parece haber entendido esto y su estrategia va dirigida a lograr que, si no se puede impedir el referéndum, al menos que no sea ni válido, ni representativo ni, por lo tanto, legítimo. Vamos, un fracaso. Los independentistas necesitan por su parte crear suficiente masa crítica independentista para contrarrestar las amenazas infernales de los unionistas, si lo logran conseguirán que el referéndum, aun no celebrándose o haciéndolo de manera defectuosa, sea una manifestación tal que se pueda llegar a plantear la independencia por aclamación popular en las calles. Este creo que es el plan B independentista, toda vez que es evidente que la votación no va a ser fácil, incluso imposible en algunas poblaciones. Esta es la debilidad del Estado, pues aunque se quiten las urnas, no se puede impedir una salida masiva a las calles. Pero ¿Pero y si resulta que después de todo la gente sí va a votar? Recordemos que múltiples encuestas parecen coincidir en que en lo único que coinciden los catalanes es en que quieren votar. Quizá el gobierno de Rajoy está calculando mal una vez más[4] en este asunto, quizá incluso los no independentistas salgan a votar. A votar «no», pero a votar al fin y al cabo. ¿Y si la participación fuese tan alta que ni el gobierno pudiera negarla o, más probablemente, la negase al principio pero tuviese que acabar por aceptarla? Eso ya daría legitimidad al referéndum, independientemente del resultado. Hagamos un cálculo maquiavélico: partiendo de un supuesto 80 % de catalanes que desean votar, supongamos que los que no van a ir a votar son, sobretodo, unionistas: un 20 % de noes desperdiciados. Imaginemos ahora que los independentistas son un 40 %: un 40 % de síes que contarían. Y supongamos también que el otro 40 % son partidarios de votar pero no de la independencia: un 40 % de noes que sí contarían. Con estos porcentajes tan ajustados, y teniendo en cuenta que con mayoría de síes a los independentistas les vale, es evidente que una mínima variación hace que cualquier cosa pueda ocurrir, con la salvedad de que si la balanza se inclina hacia el no, el éxito independentista será notable a pesar de todo, y si se inclina hacia el sí cualquier acción del estado español se considerará una agresión en toda regla y exacerbará el problema, incluso para una parte de los votantes del no, pudiendo llegar a trocar noes por síes. Este es el plan A independentista. La decisión Y llegamos al punto crucial que antes hemos mencionado: la decisión que cada cual adopte. ¿Saldré a la calle a votar, a manifestarme? ¿Me quedaré en casa a ver qué pasa? ¿Me opondré activamente? ¿Protestaré? Y, en el caso de tener responsabilidad (mossos, funcionarios), ¿qué haré? Unos intentan garantizar su inmunidad, otros amenazarlos. Al igual que para los políticos, para estos funcionarios el éxito de la independencia es su única salida si optan por ese camino, por ello no es razonable pensar que en el punto en el que estamos un político o un funcionario con responsabilidad que apuesta por la independencia vaya a echarse atrás por unas amenazas: ya han descontado el castigo y saben que la única manera de librarse es tener éxito, por lo que todas las amenazas no son para ellos sino un acicate, todo ello sin olvidar el efecto mesiánico en la psique de aquellos que de repente son jaleados como luchadores por la libertad del oprimido pueblo catalán. En el caso de los indecisos/inactivos las amenazas sí que pueden influir, pero ¿cuántos funcionarios hacen falta para abrir un colegio? Solo uno, y no era un chiste. Llegados a este punto la acción tiene más peso que la inacción y muchos de los inactivos correrán a subirse al carro de los vencedores en cuanto se atisbe su victoria, por eso es tan importante tomar la delantera. Y por otro lado tampoco se puede inhabilitar a todos los funcionarios, con esto también cuentan en Cataluña. ¿Dónde será entonces más importante la inacción? Cuando el Estado pretenda ejercer la compulsión, el castigo contra los que le desafíen y se encuentre presumiblemente con el rechazo mayoritario de la sociedad catalana que, como se atisba, aun en el caso de los no independentistas sí es favorable al ejercicio democrático del referéndum. Esto obligaría al Estado a ejercer la represión con sus propios medios en una medida inversamente proporcional a la pasividad de las instituciones y sociedad catalanas, acrecentando la sensación de ocupación y el discurso victimista del independentismo, con lo que de fracasar ahora se seguirían poniendo los sólidos cimientos para la próxima y quizá definitiva ocasión. Pero también será esencial la inactividad en el caso de que se pretenda la independencia por aclamación, porque seguidamente habrá de ejercerse de forma práctica y cuando el Estado, con todo su poder, lo impida, ¿qué hará la población? Hoy por hoy no parece muy probable una huelga general mayoritaria en Cataluña ni nada por el estilo, más allá de manifestaciones que, estas sí, pueden ser multitudinarias gracias a la asistencia de los independentistas que ya están movilizados y comprometidos con la causa; sin embargo, a la hora de la verdad, lo más probable es que la mayoría de la población siga yendo a trabajar y haga su vida normal en un reflejo de hartazgo sobre el asunto o simplemente de indiferencia hacia un problema que ha sido sublimado de forma un tanto artificial por políticos y medios de comunicación por intereses que nada tienen que ver con el fondo del asunto. Fracasando eso, fracasará el movimiento por simple agotamiento, se irá muriendo poco a poco. Pero claro, eso llevan esperando ya bastante tiempo en Madrid, sin mucho éxito por el momento. Cabe otra posibilidad un tanto inquietante: que las manifestaciones, huelgas… sean un éxito, es decir, mayoritarias, no tanto por convencimiento sino por presión social, por el qué dirán, por no significarse y que no le apunten a uno con el dedo. Esperemos que este fenómeno fascistoide, más probable siempre en comunidades pequeñas que en ciudades, no se produzca. Conclusión Lo único cierto de todo este proceso es que, de una manera u otra, otorga de manera radical a los ciudadanos la capacidad de decidir, así que al menos en este sentido los independentistas ya han ganado, veremos si logran la victoria final. Ahora es necesario que los ciudadanos ejerzan su opción personal, sea cual sea, con valentía y conciencia, algo a lo que no estamos nada acostumbrados. En mi opinión, lo importante no será tanto el referéndum, que se producirá de aquella manera, poco más o menos como el anterior, allí donde se pueda[5], sino lo que pase durante y después; al final lo que quedará de todo esto será un envenenamiento de la sociedad catalana y de la relación Cataluña-España. Gracias, Mariano. Personalmente, no creo que de esta Cataluña se independice, pero me asalta la desazonante sensación de que estamos perdiendo tiempo y energías por algo sin importancia, porque al final la votación se va a producir, sea porque finalmente se pacte un referéndum en condiciones o porque se acuerde una nueva constitución que voten los catalanes como ciudadanos españoles, de alguna manera la votación es ya insoslayable, una especie de peaje que hay que pagar antes de encontrar cualquier salida, y será entonces cuando veamos las consecuencias de todo este sinsentido y más de uno se eche las manos a la cabeza, entonces ni siquiera la derecha podrá negar que existe un problema que hay que abordar. [1] Entendiendo por tal la voluntad de los ciudadanos y no tanto la teoría o Teoría, que queda tan lejos de las lentejas de todos los días. [2] ¿Entonces para qué todo el numerito y el forzar la paz, la doctrina y el sentido común del Tribunal Constitucional? Pues para lo mismo que el resto de sus actuaciones, para dar el pie a la réplica catalana y poder continuar con la opereta, de lo contrario la obra habría acabado muy pronto. [3] Es curioso como en muchas ocasiones son los fracasos los que más unen. [4] Toda mi argumentación de que hemos llegado a esta situación con la inestimable colaboración del gobierno del PP se basa en la suposición, un tanto maliciosa, lo reconozco, de que sus actos han sido conscientes y voluntarios, pero es justo reconocer que también pueden basarse en un error de concepto, de cálculo (lo que por otro lado supone una ineptitud inexcusable), en basarse en la idea equivocada de que todo esto no eran sino bravatas para forzar una negociación ventajosa y de que se deshincharía por sí mismo frente a la firmeza (otros dirían inacción) del gobierno, una táctica a la que Rajoy parece abonado, lo que hace plausible esta interpretación. [5] Me pregunto si asistiremos al esperpento de ver a la Guardia Civil persiguiendo urnas por Cataluña, vilipendiada y acosada, con el consiguiente descrédito y ridículo del Estado, mientras otros juegan a esconderlas. ¿Que por qué quería que Le Pen obtuviese un buen resultado? Imagino que algunos de vosotros seguiréis dándole vueltas al tema, o más bien me gustaría, perdón por la tardanza. En seguida vamos con la respuesta a la pregunta, pero antes es esencial ser consciente de que no es bueno creerse todo lo que a uno le dicen, y menos hoy en día. Y lo digo por Le Pen, no por mí, a mí no solo debéis creerme sino incluso adorarme con fe ciega e inquebrantable. Personalmente, había apostado a que Le Pen obtendría entre un 30 % y un 40 % de los votos en la segunda vuelta, pero como acertar algo cantado no tiene ningún mérito, olvidad cuanto acabáis de leer; mejor comentemos uno de los asuntos tangenciales —o quizá no— de esta segunda vuelta francesa, el tema del apoyo (o mejor dicho, no) de Mélenchon a Macron. No voy a hacer ningún sesudo análisis, tampoco de los otros, sobre los motivos, creo que el chiste explica las razones mejor que cualquier perorata —pero no olvidemos que es un chiste ¿eh?, que con esto del respeto sumo y tanta ofensa acechando la inteligencia anda en sus ensoñaciones, tratemos entre todos de despertarla, al menos aquí—. Dicho esto, y antes de proseguir, quizá nos convendría echar un vistazo, ventaja con la que contamos, a algún somero estudio sobre los votantes de Le Pen, puede que haya alguna sorpresa. Siempre defiendo que es bueno cuestionarse las ideas de base sobre las que se construye todo lo demás, no vaya a ser que no sean ideas o que no sean de base, o incluso todo lo contrario; en esta ocasión vamos a ver lo del ultraderechismo de Le Pen. No digo que no sea tal, no conozco tanto el caso, pero quizá convenga alguna puntualización. Uno de los principales puntos que define al movimiento del Frente Nacional es su política migratoria, o su ausencia de ella, pues parece basarse en un rechazo absoluto del inmigrante (pobre) más allá de las puntuales necesidades que puedan surgir (más bien escasas bajo su punto de vista) y exclusivamente para servir a los franceses. Bien, ¿cuál es realmente la diferencia entre esta posición y la que mantienen el resto de fuerzas de derechas? Se dirá que estos partidos, u otros liberales, tanto da, tienen posturas muy diferentes y más respetuosas con los inmigrantes, incluso que Le Pen oculta sus verdaderas intenciones. Bien. Es posible que así sea, pero puesto que leer la mente no está entre mis aptitudes, centrémonos en los hechos: concertinas, CIE abarrotados, expulsiones en caliente, prometer y prometer pero olvidarse de los refugiados… ¿Quién se ha demostrado con hechos que oculta sus verdaderas intenciones? La principal diferencia es el empaquetado, el marketing, no el fondo; en realidad, si de algo cabría acusar a Le Pen en este asunto es de ser sincera. ¿Populista? Si ser populista es decir en voz alta lo que (tristemente) opina buena parte del pueblo (también en España, no seamos farsantes, y si no lo creéis hablad de este tema y enseguida surgirán los peros), pues sí, populista. En realidad el gran problema que representa Le Pen, aquello por lo que se le ha echado encima hasta el último redactor de Europa, es que se ha atrevido a cuestionar la gran máquina de fabricar dinero de Europa: la propia Europa, ha cuestionado el sacrosanto (mercado) común, y hasta ahí podíamos llegar, eso de poner en peligro los millones ajenos no puede tolerarse, ¿qué sería lo siguiente? ¿Relaciones laborales justas? ¿Redistribución de rentas? ¿Estamos locos? No, no veo a Marine Le Pen haciendo nada de esto, pero espero que se entienda la ironía, porque últimamente… Y, por si acaso, ahora viene cuando me defiendo a priori aclarando que no soy partidario de Le Pen ni de su partido, no vaya a ser que alguien con la inteligencia de una cucaracha y su mismo sentido moral (claro que, pensándolo bien ¿por qué deben ser las cucarachas de moral aviesa? ¿Solo porque a la mayoría de nosotros nos repugnan?) empiece a decir esto o lo otro y acabe denunciado, que vaya usted a saber, si al fin y al cabo lo único que yo pretendía decir es que no conviene caer en ese juego patrio de las etiquetas, que si ya son confusas e interesadas en rebajas, imagínense en el mercado político. De extremo a extremo Y vamos ya con el izquierdista peligroso (aquí no hay peligro de acabar detenido, se puede desbarrar a gusto). Hay que tenerlos bien puestos, uno al lado del otro, para no salir corriendo a apoyar a Macron, ¿pero cómo se le ocurre? Si es que estos rojos no son de fiar. Bien, por partes, como siempre. Mélenchon ha sido absolutamente fiel a los principios de su movimiento sometiendo a consulta de sus bases la decisión, no vamos a entrar otra vez a debatir sobre la democracia directa y/o sus posibilidades o peligros, reconozcámosle que ha sido fiel y punto, aunque sí reiteraré, por fastidiar más que nada, la eterna pregunta de cuántas veces hemos suspirado por un líder político que fuese consecuente y que preguntase a las bases en lugar de tomar decisiones unilaterales. Pues eso. Y reconocido el mérito, ¿fue lo correcto? Reconozcamos antes de nada (quizá de tanto reconocer acabemos conociendo algo) que ese apoyo no es más que un brindis al sol, al fin y al cabo no obliga y cada uno vota luego lo que le viene en gana, es una declaración, un posicionamiento público y tal valor tiene, no más pero tampoco menos. Si hubiese expresado su apoyo a Macron y pedido el voto para él, Mélenchon hubiese perdido credibilidad entre sus bases y no parece que hubiese logrado incrementar el apoyo a Macron, así que podemos concluir que hubiese tenido escaso valor práctico. Si hubiese pedido el apoyo para Le Pen (oye, todo es posible) el resultado habría sido igual en la práctica y mucho peor en lo demás, ¡la que se hubiese montado! Desde el punto de vista práctico (de cara a la segunda vuelta de las elecciones y según sus intereses), y puede que hasta ideológico, la decisión de Mélenchon fue la correcta, sin embargo hay un pero, un pero importante, y es que se echa en falta públicamente en los medios (lo que no significa que no exista, sino que carece de relevancia pública[1] por no haber sido destacado por esos medios, al menos no tanto como otros aspectos seguramente más tangenciales) una diferenciación, un enfrentamiento incluso si se quiere con esta extrema derecha, algo que por otro lado es consecuente con la labor de equiparación que realizan algunos medios de comunicación entre supuestos extremos en su afán por destruir todo lo que suene a izquierda. Escarbemos un poco más ¿Pero de dónde viene esto? Pues de un análisis coincidente en lo general de las causas y profundamente divergente en las soluciones (esta última parte es la que obvian interesadamente los medios de comunicación). La clave en cuanto al análisis es que tanto la izquierda radical como la derecha radical (aceptemos los términos por el momento), realizan su análisis desde el exterior del sistema, lo que, como ya he dicho en alguna ocasión, supone una ventaja. En ese análisis detectan básicamente la misma causa de los problemas: la política económica neoliberal y todas sus ramificaciones y productos o efectos. En este sentido, nada que reprochar. Pero una vez detectada la enfermedad, los tratamientos varían sustancialmente, aunque haya aspectos en los que necesariamente han de acercarse, tal es el caso de la Unión Europea, que como principal sostén y correa de transmisión de la enfermedad, ha de ser tratada, siendo lógico que surja el dilema de si es mejor matar al perro o intentar curarlo, porque lo que es evidente es que no se puede permitir que continúe rabioso. El sistema, sin embargo, sin atender a razones, reacciona como cualquier animal acosado: ataca sin pararse a considerar razones ni medios, sin diferenciar en su rabia veterinarios de matarifes, actitud con la que únicamente refuerza a los que enarbolan la inyección letal como solución para todos los males. ¿Y por qué…? Y por fin llegamos al quid de la cuestión, a por qué afirmé que, dadas las circunstancias —no se me olviden de esa parte—, lo mejor era una victoria de Macron con un buen resultado de Le Pen. Asistimos a ciertos intentos, tímidos cantos de sirena desde el Valhalla bruselense, a recuperar cierto sesgo social en Europa (hay quien diría que es logro de la Unión que todos los Dioses vivan juntos, pero puestos a elegir, ¿no es mejor y más glamuroso el Olimpo que el Valhalla? Más parece que en lugar de fusión de culturas, las sirenas hayan sido expropiadas). Para los que no lo sepan, la Seguridad Social no nació en países comunistas ni fue parida por líderes izquierdosos, fue el canciller de hierro, Otto Von Bismarck, alguien nada sospechoso de progresismo, quien pergeñó el primer seguro social en el s.XIX, pero no por loables razones humanitarias, sino por miedo a los socialistas que ganaban influencia, como manera de desactivar sus reivindicaciones y, por tanto, al movimiento que amenazaba su poder y todo el statu quo. Llevamos años esperando el susto que haga reflexionar a las elites europeas (mundiales) para que por fin entiendan el problema, ¿será Le Pen? Esa idea, ese anhelo más bien, lo expresaba hace poco una periodista francesa. De ahí que escribiese lo que escribí. Personalmente, no creo que lo sea, Juncker ya ha avisado a Macron de que hay que ir rebajando el gasto público francés, algo que estoy seguro de que hará encantado, pero solo porque le obligan desde Europa, que si no… (¿y a mí de qué me suena esto?). El caso es que decidí agarrarme a ese clavo, qué le voy a hacer. El problema de fondo aquí es que, aunque fuese así, aunque el establishment ordoliberal que nos gobierna despertase de su fábula azul y recondujese socialmente las políticas políticas y las políticas económicas, eso no sería más que un parche: hacer lo correcto por razones equivocadas solo trae más problemas a largo plazo, es necesario un verdadero cambio de paradigma, asumir de una vez por todas que la religión liberal caducó hace tiempo (salvo como método para mantener el poder de unos cuantos) y pasar página por fin para poder avanzar. [1] Por este tipo de cuestiones es fundamental la labor de los medios de comunicación y esencial su responsabilidad. Vamos al asunto, sin circunloquios: Trump acaba de empezar a dialogar con la comunidad internacional y sus propios ciudadanos sobre Siria, asunto del que apenas se había ocupado hasta ahora más allá de las declaraciones emitidas, que parecían indicar que no quería ocuparse de ello. Y digo diálogo, sí, no se me ofusquen los señores y señoras, o señoras y señores, lectores y lectoras, o viceversa, ya dije que Trump era un realista como no hay dos, y así es como hablan los realistas[1], incluso en el ámbito privado. Pero intentemos desgranar los mensajes lanzados, a ver si podemos hacernos una idea de lo que seguirá a continuación, y para ello dividiremos el asunto en dos: clave interna y externa. Para adentro En clave interna, Trump hace honor a sí mismo, cumple con su palabra y, especialmente, con la imagen que ha cultivado de hombre decidido, serio y de acción —y que, como a todos los políticos, lo esclaviza en cierta forma—, alguien que no se pierde en sutilezas, el tipo de líder arrollador que gusta a la masa en general y, en especial, al tipo de votante que apostó por él para “hacer cosas” en lugar de hablar como los políticos de siempre, el outsider que, aunque a veces comete el pecadillo de actuar sin pensar, al menos no deja que la indecisión y las discusiones lo dominen. En este sentido es una afirmación de sí mismo en un momento de horas bajas de popularidad, lo que puede venirle muy bien, especialmente teniendo en cuenta el aderezo de las imágenes de niños retorciéndose. En un caso así quizá incluso Obama se hubiese visto obligado a actuar, sea como fuere, lo cierto es que a Trump le ha venido que ni pintado[2], lo que tampoco le quita mérito: hay que reconocerle la capacidad (a él o a sus asesores), propia de los hombres de negocios, al menos de los agresivos como él, de saber sacar partido rápidamente de las oportunidades cuando se presentan. Pero ya que hablamos del Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, Trump le ha dado lo que viene siendo una bofetada sin manos, y es que las comparaciones, además de odiosas, son inevitables. Obama, por usar un término politológico, la cagó a base de bien, dio un ultimátum y luego se echó atrás, algo que jamás puede hacer alguien en su posición. El respeto que perdió Obama, lo ha ganado de golpe Trump pero, ¿es esto realmente así? Para sus incondicionales seguro que sí, pero no hay tanta bondad subyacente en su actuación, sino simplemente una reafirmación, lo veremos más adelante, baste decir por el momento que en el juego de trilero que el presidente americano mantiene con los medios de comunicación y con su propia población, plagado de distracciones entre las que su antecesor no es una menor, este asunto le viene muy, pero que muy bien. Y luego está el asunto de Rusia, ¿quién decía que Trump era amiguito de Rusia? ¿Eh? ¿Quién? A ver. Fuck… Y todo eso. Que sí, que avisó a los rusos, pero es que eso es lo que hace un estadista como Dios manda, que Trump sabe lo que se hace, a pesar de todo. Esta será seguramente la versión que vendan, con su parte de razón y su parte de… digamos posverdad. Por otra parte tanto a Rusia como a Trump les interesa escenificar cierto enfrentamiento para sostener a este último, así que veremos bastante retórica en este sentido. Para afuera Aquí viene lo verdaderamente interesante. Si consideramos las relaciones internacionales (o las relaciones en general) como un juego de oposición en el que rige solo la ley del más fuerte, la sorpresa, la imprevisibilidad, es esencial, y Trump la ha explotado magistralmente. Esta característica genera incertidumbre y miedo en los rivales al no ser capaces de predecir con un mínimo de certeza las reacciones del otro actor y en teoría los hace más comedidos, salvo que todos los implicados sean más o menos igual y decidan subir las apuestas, con lo que se llegaría a una preciosa escalada y/o a un juego del gallina de los de toda la vida. En cualquier caso, el efecto público de esta actuación tan rauda y aparentemente severa es innegable. Pasemos a mayores. Ya han surgido los que advierten de una posible modificación de la política de Trump hacia el gobierno sirio, que parecía presidida por la resignación sobre la permanencia de Asad en el poder y que daba la impresión de que dejaba el asunto en manos de Rusia. Creo que esta impresión es falsa, por cuanto los que así opinan han calibrado mal las intenciones e incentivos de Trump. Me explico: según se desprende de otras declaraciones y actuaciones del presidente americano, no siempre referidas exactamente al asunto sirio, parece quedar claro que su objetivo no ha sido nunca Asad en sí mismo, pero tampoco su mantenimiento en el poder, es decir, al rubio de Washington le da igual el gobierno sirio, lo único que le importa es que Daesh no moleste a Estados Unidos, dudo incluso de que le importe que exista o no, siempre que sea lejos de las fronteras americanas y no afecte a sus intereses. En este sentido, el presidente había encontrado el método perfecto para hacerse cargo de la situación: dejarla en manos de Rusia. Y es que, con una mínima intervención por su parte para que no le acusaran de cruzarse de brazos frente al que abiertamente declara un gran enemigo, podía asegurarse la destrucción del Daesh sin mancharse demasiado las manos. No creo que le importase el incremento de influencia de Rusia en la zona, como ya he dicho en alguna ocasión, su mirada está fija en Asia, Oriente Medio lo da por amortizado, por decirlo de alguna manera, y permitir a Rusia extender su influencia por allí es una buena manera de ganársela como aliada para futuros enfrentamientos. O quizá era solo parte del pago acordado por la ayuda recibida… Acción El caso es que el ataque, o más bien las imágenes en televisión, han obligado a Trump a actuar. Y lo ha hecho de una manera aparentemente contundente, bombardeando la base desde la que supuestamente se lanzaron los ataques químicos. Antes avisó a los rusos, lo cual es casi obligado para evitar escaladas innecesarias, no fuera a ser que hubiese algún muerto por el que Putin se viese obligado a responder y montar el circo, de ahí que al parecer solo muriesen 4 personas en toda la base con más de 50 misiles lanzados. ¿Lanza esto un mensaje a los rusos? Por supuesto, pero no el de firmeza que algunos ven, sino simplemente una notificación con acuse de recibo de los límites permitidos en su acuerdo, una corrección, una adenda si se prefiere. EE.UU. ha tolerado todo tipo de atrocidades cometidas por Al Asad y Rusia, también durante la época de Trump, pero que a uno se le llene el telediario de niños asfixiándose es algo que un presidente americano como Dios manda no puede tolerar. Y creedme amigos, Putin y Asad habrán entendido el mensaje, más allá de la retórica que desplieguen en los próximos días. ¿Habrá nuevas intervenciones? Yo diría que es probable, pero que serán limitadas e irán dirigidas contra las instalaciones de armas químicas que al parecer aun mantiene el gobierno sirio, no creo que esto arrastre a una intervención más directa del ejército americano en el conflicto, siempre y cuando Rusia y los demás actores sigan cumpliendo con su parte del trato: acabar con Daesh dejando, eso sí, Irak bajo influencia americana y de sus aliados. Siria, para Rusia. Este es el reparto, tácito o no, que creo que lo explica todo. Por lo tanto, a Trump le da igual El Asad u otro, siempre que no sea el Daesh y que se le garantice un poco de paz y estabilidad en la zona, si el presidente sirio lo ha entendido, hará grandilocuentes declaraciones en el sentido que sea, de indignación o de comprensión[3], tanto da, cesará en el asunto del uso de armas químicas y no molestará más, de lo contrario se arriesga a que Rusia y EE.UU. decidan sustituirlo por cualquiera que pase por allí y que sea menos autónomo[4]. Otro aspecto de la reacción estadounidense es la reafirmación del mensaje realista. El ataque se ha producido mientras las Naciones Unidas debatían, así, en general, porque esto es lo que a muchos les llega de dicha institución, que las Naciones Unidas debaten y debaten para llegar (tarde) a resoluciones que nacen muertas, y ni siquiera eso está asegurado. Que el caso sirio necesitaba de una reacción enérgica no se le escapa a nadie, que se obvie de manera tan deliberada, y casi ofensiva, a las Naciones Unidas no es a largo plazo una buena noticia, aunque el problema estriba precisamente en las Naciones Unidas que, al igual que la Unión Europea (aunque ese es tema para otro comentario), es una organización desfasada e inoperante, un ente que en su estado actual es casi completamente inútil; la solución obviamente es reformarla, pero precisamente aquellos que tanto la critican son quienes menos desean su reforma, pues unas Naciones Unidas operantes les dificultarían el ejercicio del poder; por el contrario, les resulta útil el actual estado de la organización, pues les permite reafirmarse frente a ellas y, paradójicamente, su inoperancia les proporciona una cobertura moral ya que no legal a acciones que de otra forma serían simples injerencias, cuando no actos de guerra. Por desgracia, entretanto, “civiles inocentes siguen muriendo”. Siento terminar con una expresión hecha, pero siento más que esta expresión haya llegado a hacerse. Feliz Semana Santa. [1] Para los despistados, me refiero a la doctrina del realismo político (digamos realpolitik, que mola más), en oposición a la del idealismo político. [2] Incluso coincide con la visita de Xi Jinping a EE.UU., frente al que Trump puede ahora aparecer algo más fuerte pese a su debilidad interna. [3] Seguramente ambas, y en ese orden. [4] La única razón probable por la que veo que esto puede cambiar es si a Trump le siguen dando palos internos y él o su entorno deciden que una guerra es la mejor manera de remontar popularidad. Hoy, que no me puedo entretener demasiado, os dejo unos cuantos artículos sobre aspectos parciales de la sociedad y la economía actuales. La intención es que juntos ayuden a ver el bosque a través de (algunos) de los árboles. Que os los proponga aquí no significa que esté de acuerdo con todo lo que en ellos se dice, faltaría más, pero sí que me parecen interesantes, especialmente por su punto de vista, principalmente los dedicados a la UE y Francia. Espero que os gusten, un cordial saludo. Sobre libertad de expresión y comportamiento democrático (manténgase cerca ante cualquier debate socio-político, especialmente si es televisado): Yo no condeno, Elisa Beni Sobre cómo estamos realmente hoy en día, imprescindible antes de cualquier otra consideración, aunque sea solo una parte muy pequeña: Así son los nuevos pobres de España, Kiko LLaneras Dos sobre el PSOE, una crisis que, más allá del sainete humorístico, tiene una importancia capital para la democracia y el futuro de nuestro país: El (escaso) atractivo electoral de Susana Díaz, LLuís Orriols El PSOE, el enemigo y la hija de puta, Carlos Hernández Sobre qué hacer para evitar otro año sin gobierno; y es que las cosas no son tan sencillas como parecen: La reforma del procedimiento de investidura en España, Pablo Simón Y ya, para acabar (si has llegado hasta aquí y, además, has leído los artículos, mi más sincera enhorabuena), los dos artículos prometidos sobre la UE y Francia: ¿De nuevo la trampa del voto útil?, Serge Halimi La lógica detrás de una Europa a varias velocidades, Ariane Aumaitre Sin sutilezas: el mono es Pedro Sánchez. ¿Y por qué? Por atreverse por fin a abrir las ventanas, debe de ser que se ha despertado de una vez, o se le han hinchado los… que viene a ser lo mismo, porque a ver quién duerme con un caso de inflamación aguda testicular, es que es imposible juntar las piernas, oiga, y encima ya sabe usted dónde van a parar todos los golpes. Que sí, que los calendarios son sospechosos, pero es lo que tiene dejar las cosas para el final, además, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, al fin y al cabo, ¿de quién fue la idea del triple no? Fueron los que ahora le atacan los que se la impusieron allá por diciembre, supongo que creyéndose astutos y suponiendo que, sin salida, Pedro se entregaría a la abstención, que era lo que buscaban. Plan genial: se cargaban a Sánchez, recuperaban el control del partido y todo seguía como hasta entonces, que era lo que querían, procurando dejar a PODEMOS en la insignificancia. Pero resulta que Pedrito les ha salido correoso, tiene un buen maestro, ¿recuerdan ustedes todo lo que se decía de Rajoy en 2008? Pues eso.
La cuestión es que quizá por fin entre algo de aire fresco en las rancias estancias socialistas, y quizá por fin los que hablan de reflexión cuando quieren decir abstención, se encuentren realmente con la reflexión; creo que nada les asusta más, porque a lo Dorian Grey tendrán que mirar su retrato y contemplar cómo ha envejecido estos últimos años. Ya se lo digo yo: mal, muy mal. Pero no se alarmen, no es cosa española, y como el mal de muchos es consuelo de tontos, pues miren afuera, observen a los demás partidos socialistas de Europa, ¿pueden verlos? Sí, es verdad, a mí también me cuesta. Por algo será. Europa, y Occidente en general, está girando a la derecha, eso es evidente, y por tanto se encamina hacia el desastre, eso también lo es. Los grandes logros de nuestra civilización se han logrado siempre siendo progresistas, avanzando, cambiando y sobreponiéndose, no siendo conservadores. Venga, olviden lo anterior, son tonterías, simples tonterías. Probemos a poner nombre al asunto, así a bote pronto (en serio, que alguien me explique qué significa esta expresión, es que no la entiendo) se me ocurren tres: Giddens, Blair y Schröder. Pero tampoco seamos muy duros, ellos solo le pusieron sello oficial a algo que ya venía moviéndose desde antes, esa caída en el miedo, esa entrega al neoliberalismo. Sí, ellos lo oficializaron y permitieron que todos los que disimulaban se sintiesen orgullosos y “academizados”, que no hay nada que mole más, me los imagino diciendo ante cualquier crítica doctrinal: ¿a que te doy con mi tercera vía? Yo sigo en mis trece: las reformas del alemán, a las que tanto se remiten, ese gran ejemplo de sacrificio, previsión y gran inteligencia van a acabar por hundir a Alemania, ya verán, lo malo es que todos estamos atados a ella; pero no nos desviemos del tema, si es que teníamos alguno entre manos. La situación en Europa es caótica, los socialistas se hunden y la izquierda está increíblemente fragmentada, únicamente la derecha parece firme, pero le están surgiendo sarpullidos extremos; el caso es que, al igual que los niños que son demasiado tiernos, que no están aun formados y que no pueden explicarse, la sociedad está enfadada, pero no sabe por qué ni cómo expresarlo, así que buscan la seguridad que han creído perder mirando a los que la prometen, sin darse cuenta de que ese es, precisamente, el origen del problema. ¿Será Pedro Sánchez el líder que pueda poner orden en la socialdemocracia europea enseñándola el camino? ¿Haciéndole recuperar la esencia de lo que es y rescatándola de las garras del neoliberalismo? ¿O únicamente pretende mantenerse en el cargo por mero interés personal? Sea como fuere, si no es él porque fracase o no sea ese su objetivo, la socialdemocracia tradicional española acabará como la griega o la italiana y, si no, al tiempo, y tendrán que ser otros los que planten cara. De momento Sánchez ha abierto las ventanas, ya veremos si se las cierran. Y nosotros, ¿qué? Y llegamos al apartado determinante: ¿qué haremos los ciudadanos? Creo que ya hablé aquí de los sesgos cognitivos y, en especial, del sesgo de confirmación, lo traigo a colación porque creo que va a ser muy importante de cara al 26J, a fin de cuentas a nadie nos gusta equivocarnos, pero más que eso, lo que nos jode de verdad es tener que reconocer que lo hemos hecho. ¿No? ¿En serio? ¿Tú lo reconoces sin problemas? Será que yo soy un bicho raro. Sea como fuere, nos encontramos con dos categorías psicológicas contrapuestas —aunque por supuesto no únicas—: los que se aferrarán, víctimas del sesgo de confirmación, a lo ya hecho y los que se sentirán violentamente traicionados. ¿Dónde se coloca cada cual? Los primeros es de esperar que se encuentren en los grupos más ideologizados, es decir, los extremos del espectro ideológico: PP y PODEMOS-IU, mientras que los segundos se situarán más en el lado del PSOE, algo también de CIUDADANOS, es cierto, pero principalmente del PSOE, y es que el que juega se la juega, y el valor es admirable, pero solo con valor no se vence: el pacto supondrá pérdida de votos al PSOE por la izquierda, especialmente si PODEMOS-IU consiguen que cale el mensaje subliminal de que ellos son el voto útil de la (y la verdadera) izquierda. Por parte de CIUDADANOS es posible que alguien se sienta traicionado por el pacto con el PSOE, pero para eso ha de ser más de derechas que de centro-derecha, es decir, tender más hacia el PP, y en este caso, salvo que hubiese votado a CIUDADANOS el 20D como castigo a la corrupción, no habría llegado a votar a los naranjas. Creo que a CIUDADANOS, si algo le va a hacer daño, es precisamente su posición sobre la corrupción, verdaderamente decepcionante, junto con su querencia ciega por el PP, pues visto que Rivera no pretende forzar ninguna verdadera renovación en el PP, con la amenaza roja que se nos viene encima y para votar a una copia, pues mejor el original, ¿no? Abstención Pero dejémonos de sesgos, hablemos de la abstención, que abre puertas muy interesantes para el análisis. La abstención puede ser el elemento determinante en las elecciones, y de ahí precisamente el interés de determinados medios por generar hartazgo en la población en lugar de fomentar el espíritu democrático[1], ¿por qué? Veamos: tradicionalmente la abstención ha beneficiado en nuestro país a la derecha, que mantiene una movilización más constante en cualquier circunstancia, pero no por ser la derecha, cuidado, considerar esto es un grave error, sino porque está más ideologizada. ¿Parece paradójico? Cuando estudiaba en la facultad hablábamos frecuentemente del concepto de clase social, muchos argumentaban, en línea con el pensamiento mayoritario actual, que las clases sociales están superadas, que los viejos conceptos de clase trabajadora frente a clase alta ya no tienen validez[2], la respuesta de cierto profesor en una ocasión fue que le preguntáramos al señor Botín, o a cualquiera que llevara un Rolex de 3 000 euros, si se consideraba igual que el personal de servicio de su casa. Efectivamente, durante años hemos escuchado que la sociedad democrática liberal había acabado con las clases sociales, que no teníamos que preocuparnos más por ello y todos éramos prácticamente iguales, sin embargo lo cierto es que los estudios sociales y sobre movilidad social de los que he tenido noticia lo desmienten, y que las tradicionales clases altas, y también media altas, han mantenido muy claro su concepto de clase, su identidad de grupo social distinto y, especialmente, de grupo con intereses distintos al del resto —clase media o baja— de la sociedad; esta es la razón que explica que el PP haya mantenido tradicionalmente un voto más regular: su electorado se siente, en cuanto clase, amenazado por el resto debido principalmente a cuestiones fiscales o económicas (ese estado del bienestar parásito), pero también sociales mucho más genéricas —y también difusas socialmente—, pero que contribuyen al esprit de corps, como el matrimonio homosexual, las corridas de toros, la Ley de Memoria Histórica… Mientras, el voto de la izquierda ha tendido a fluctuar más, sobre todo en función de esperanzas defraudadas[3]. Sin embargo, ahora tenemos una izquierda tan ideologizada como la derecha o, mejor dicho, cuyo nivel de movilización en el sentido electoral parece aproximarse al de la derecha, de ahí que muchos afirmen que la abstención también los beneficiará, puesto que reducirá el número de sufragios al centro (CIUDADANOS y PSOE) por abstención, a parte de las fugas a los extremos, y tenderá a mantener el de los extremos (PP y PODEMOS-IU), elevando así el resultado relativo de estos últimos; el pacto entre Sánchez y Rivera puede ayudar en esto: habrá gente que no estará dispuesta a cambiar a PODEMOS-IU o PP, pero tampoco a volver a apoyar a CIUDADANOS o PSOE, por lo que se refugiará en su casa, una respuesta por otro lado cómoda y de sobra conocida para muchos en eso que se llama centro. Seamos cuidadosos Polarización, sesgos y abstención. Ya hemos tratado por encima los aspectos principales a tener en cuenta en las nuevas elecciones pero, ¿qué pasará? Difícil de decir es, siempre en movimiento está el futuro, que diría mi amigo verde. Lo más curioso, y excitante, es que he visto análisis para todos los gustos, no parece existir como en otras ocasiones una corriente más o menos mayoritaria en este sentido, sino que al mencionar los diferentes aspectos que influyen en el panorama electoral se habla de que benefician a unos partidos o a otros, según quién lo diga, y es que hay argumentos para todos los gustos. Por ello es tan importante lo que voy a explicar a continuación. Mientras revisaba este comentario ha sido publicada por La Razón una encuesta que afirma que Unidos Podemos[4] sacaría nada menos que 900 000 votos al PSOE. Esto parecería confirmar lo que antes he escrito, ¿cuál es el problema? Que la encuesta proviene de La Razón, periódico con una línea ideológica (la línea editorial la dejaron atrás hace mucho) muy clara, la cuestión pertinente es ¿qué interesa al partido al que apoya este medio? Sin entrar en las polémicas sobre los medios, no vaya a ser que también a mí me acusen de fascista por afirmar lo obvio[5], dada la encrucijada en la que estamos, y la amenaza que pende, o que creen determinados intereses financieros que pende sobre ellos, debemos ser extremadamente cuidadosos con las fuentes de la información, especialmente si esta proviene de la policía (qué triste, a la par que extremadamente grave, tener que escribir esto). En resumen En vista del análisis realizado, parece que el resultado más probable de las elecciones sería una leve disminución de escaños de PSOE (mantener los 90 escaños, en la situación actual, sería un logro para Sánchez) y CIUDADANOS con decremento de sufragios —especialmente del PSOE— de moderado a severo[6]; incremento de votos de Podemos Unidos con respecto al resultado anterior por separado de PODEMOS e IU más o menos en la misma proporción que la caída del PSOE y una leve oscilación, también de votos, del PP arriba o abajo tendiendo al mantenimiento y en cualquier caso correlacionada, aunque débilmente, con lo que le ocurra a CIUDADANOS, todo ello con incremento de la abstención, aunque creo que no mayor a los cinco puntos[7]. Nuevamente habrá que esperar a las modulaciones del sistema electoral para ver en qué se traducen esos sufragios y qué aritmética se configura, pero en cualquier caso yo ya me la he jugado, si es que me gusta meterme en unos charcos... Sin embargo, debo advertir: aun queda mucho para las elecciones, una inmensidad en política y más aun en la situación actual, y aunque creo que estamos en un contexto de estabilidad algo mayor que la de diciembre, todavía puede cambiar mucho todo, por ejemplo el efecto de la alianza Unidos Podemos puede deshincharse de aquí al 26J. Ya veremos, la responsabilidad no deja de ser nuestra. ¿No queríamos Democracia? Pues aquí viene la segunda taza. P.S.: ya que últimamente está tan de moda, una propina interesante: Esto no es un artículo sobre Venezuela [1] Esta sensación de hartazgo se fundamenta en buena medida en la lógica mercantilista tan extendida en nuestra sociedad de ciudadano-cliente, en la que cada vez más solo importa el segundo término de la expresión, en lugar de la simple de ciudadano democrático. [2] Incluso en una ocasión me encontré, ya en mi vida laboral, a un sindicalista, ¡un sindicalista!, que argumentaba en estos términos. [3] Es bastante común en la historia de la lucha social pretender conseguir todo y hacerlo a los 15 minutos, esta es una fuente de frustración constante entre las fuerzas progresistas que acaba casi inevitablemente resultando en enfrentamientos internos, algo que también sucede hoy en día y que es uno de los puntos más débiles del bloque de PODEMOS. [4] Yo había apostado por Podemos Unidos, pero reconozco que es mejor su versión. [5] Que sí, que las formas no fueron las correctas, pero ¿acaso dijo algo que no fuese evidente ya en el mundo? Y en el resto (¿chiste demasiado obvio? Vale, hoy no estoy muy ingenioso). [6] Sí, así es, me acabo de inventar una clasificación que tendría cuatro niveles: leve, moderado, severo y grave. ¿A qué corresponde cada una o cómo se cuantifican? Bueno, de momento dejémoslo en una apreciación subjetiva pues cualquier estimación numérica no podría ser definitiva, sino que variaría en función de las circunstancias de cada convocatoria electoral, además, como ya he dicho en alguna ocasión, lo verdaderamente importante es la idea o percepción que acabe imponiéndose mayoritariamente en la sociedad. [7] Siempre a expensas de que no se produzca ningún terremoto político hasta las elecciones Continuamos con el último comentario, en esta ocasión centrándonos en los partidos políticos. Partidos políticos Con respecto a la posición de los partidos, cualquiera que se preocupe un poco de informarse puede ver por dónde van los tiros: más o menos por dónde cabía esperar, especialmente después del acuerdo IU-PODEMOS. El terror rojo, el bolchevismo… Es curioso que aquellos que se quejan cada vez que alguien habla pertinentemente del pasado y dicen mirar al futuro utilicen constantemente estos adjetivos tan actuales, parece que el subconsciente les traiciona, pero qué le vamos a hacer, la política tiene estas contradicciones. Esto obviamente viene muy bien al PP, dado que polariza la campaña entre su seguridad y moderación y la revolución bolivariano-cubano-marxista-leninista de esos rojos radicales comeniños, violamonjas, lesbianos viciosos y adoradores de Satán (que no me lo estoy inventando ¿eh?, hay documentos que lo demuestran y en algún lado estarán). Aunque deberían tener en cuenta que, especialmente en las zonas urbanas, y ahora que los ponebombas ya controlan algunas instituciones, esto puede volverse en su contra, pues estos ataques tan furibundos y desproporcionados, con esos conceptos que utilizan, se mueven demasiado cerca de —y corren el riesgo de convertirse en— simples caricaturas, retornando cual boomerang contra aquellos que los lanzaron; es cierto que pueden tener cierto impacto en personas más mayores a quienes esas palabras les evoquen recuerdos peristálticos, pero amenazan con alejar irremediablemente y aun más —si es que eso es posible— a los jóvenes[1]. Nótese que PP, CIUDADANOS y PSOE, han recurrido últimamente a descalificativos del tipo indicado en mayor o menor grado, lo que especialmente en el último caso es un error táctico importante, ¿de verdad tiene sentido que un partido supuestamente socialdemócrata, al que últimamente solo le queda reivindicar su historia incluso con saña (me temo que el recurso a las viejas glorias socialistas y las apelaciones a Suárez y la Transición solo sirven para poner música viejuna a la desesperación) pero que desde hace unos años pone en práctica políticas muy cercanas al neoliberalismo acuse de izquierdosos a sus rivales? Lanzar estas acusaciones, de corte tan ideológico, desde un partido con tan profundo descrédito en ese mismo ámbito ideológico por el que pelea como el que tiene el PSOE únicamente puede beneficiar a sus rivales; entre esto y el pacto con los de Rivera casi parece que a Pedro Sánchez le molesta el ala izquierda de su propio partido: los socialistas caminan con paso decidido por la senda de la crisis de la socialdemocracia europea, sin mirar atrás, centrados como están en jugar con su aparato, aferrándose a sus cada vez más acosados taifas y flagelándose por lo bajo a los cuatro vientos porque los votantes los están abandonando[2]. Por los mismos motivos expuestos, la polarización también beneficia a PODEMOS-IU, le aporta una visibilidad y un protagonismo superiores a los que en realidad le corresponderían como tercera fuerza, permitiéndole ningunear al partido socialista, y más importante: tiende a producir en torno suyo el mismo efecto que busca el PP por su lado: la atracción del voto útil ideológico frente a la amenaza del extremo contrario, así, estas dos fuerzas pujarán por que la campaña se convierta en un partido de tenis (o de pádel, que mola más) entre ambas, marginando a las otras dos como sus respectivas muletas para lo que venga después, apenas unas comparsas que clamarán por ser escuchadas y buscarán la iniciativa mediática y en la agenda como puedan, ¿lo conseguirán? ¿Quién dijo que el bipartidismo había muerto? Lo más sorprendente de todo es que CIUDADANOS y PSOE parecen no haberse dado cuenta o estar encantados con este papel, pues al menos por el momento sus reacciones solo lo refuerzan, por ejemplo ahora Rivera se marcha a Venezuela vaya usted a saber a qué (aunque sea evidente) y Sánchez, por poner otro ejemplo, ha reconocido casi abiertamente dicho nuevo papel que le han asignado, pues aunque ha esbozado bien el camino que debería seguir su partido al declarar que el PSOE es un proyecto autónomo, si tiene que afirmar algo semejante en público es que ya ha perdido —como mínimo— la iniciativa, y la iniciativa lo es (casi)todo en política. Además, sigue sin cogerle la medida a Iglesias y los suyos, que continúan ganándole por la mano: la oferta para el Senado no era cosa para descartar tan a la ligera, haciéndolo como lo ha hecho se ha movido un poco más a la derecha dejando todavía más desprotegida su izquierda, debería haberla valorado, habérselo pensado, haberse sentado con la coalición, incluso haber aceptado la propuesta, haberse arropado con ella hasta hacerla suya poniendo sus senadores al servicio del bien de España(=expulsar al PP) y, después, haberla hecho fracasar en las negociaciones para asignar los nombres concretos echándole la culpa a Iglesias con la acusación de que lo pretendían todo, de que no querían colaborar sino imponerse, de que son antidemocráticos y no aceptan los puntos de vista ajenos…[3] En fin, toda la retahíla habitual en estos casos y la que se les ocurriese, pero claro, eso siendo pérfido, astuto, o simplemente listo, escoja usted. Por el lado de PODEMOS-IU la oferta era redonda, si los socialistas aceptaban, miel sobre hojuelas, el mérito en el ámbito de la izquierda para ellos, o bien podrían haber hecho fracasar la propuesta en las negociaciones de forma similar a lo arriba expuesto para el PSOE si les hubiese convenido, y si estos la rechazaban, bueno, los argumentos son claros. Estas son el tipo de trampas que los de Iglesias tienden continuamente a los de Sánchez, y ellos siguen mirándose a… bueno, a donde quiera que se miren. Pedro, hijo, espabila de una vez, que te estás jugando los cuartos con expertos en comunicación política, aunque a veces se pasen de almíbar en su afán por provocar la emoción y la esperanza (el vídeo de Iglesias-Garzón pasará a los anales de los vídeos electorales, aunque más aun sus versiones en programas de humor), pero bueno, al fin y al cabo hablan de ellos, ¿no es así? La vieja izquierda Un pequeño inciso sobre los partidos tradicionales de izquierda. Qué duda cabe de que la irrupción de PODEMOS ha modificado el panorama de este sector ideológico en nuestro país, ya adelanté en su momento que el nuevo partido se haría sitio empujando a uno de los dos de toda la vida, que si no podía con el PSOE se comería a IU, o viceversa. ¿Es esta coalición el aperitivo de semejante banquete? En mi opinión, sí, y lo único que podría salvar a IU es, paradójicamente, el fracaso: si Unidos Podemos triunfa, si alcanza el gobierno o no lo hace porque el PSOE apoye activa o pasivamente a la derecha pero sus resultados son objetivamente buenos, el destino de IU estará sellado. Podrá haber divorcios más o menos traumáticos, abandonos, portazos sonados y sonoros, pero los escindidos no tendrán futuro por separado. ¿Y qué le ocurre al PSOE? Sobre este partido ya he hablado largo y tendido en los últimos comentarios, así que no voy a repetir lo dicho, solo quiero remarcar dos aspectos esenciales: en primer lugar que lo que ocurra tras las elecciones volverá a depender de ellos, que aun han de tomar una decisión clara sobre quiénes son y quién quieren ser, en la actual situación mundial no pueden posponerlo más, ¿qué ambas opciones son malas? Pues que hubiesen reaccionado antes, cuando aun estaban a tiempo. Y en segundo lugar quiero resaltar algo que creo que no ha sido mencionado con claridad, quizá por miedo, para que no se note, como si así pudiese cambiarse, pero que es evidente: el PSOE vive de los réditos rurales, en los núcleos urbanos, más dinámicos, más progresistas, donde se genera el debate y nacen las tendencias, ya ha sido superado. No sé si se comprende la gravedad de esto, especialmente para un partido progresista, el PP puede vivir desde el campo algún tiempo, el PSOE no. ¿Y qué hay de CIUDADANOS? Más allá de que Albert Rivera cada vez se gusta más a sí mismo (si es que esto era posible), y que CIUDADANOS es él, y él es CIUDADANOS, y aquí sobran las palomas (bueno, quizá Garicano), poca cosa. Su respuesta a la coalición ha sido bastante poco imaginativa, han intentado hacer bandera con el tema de los gastos de campaña, pero es algo que se agota fácilmente, de lo que no podrán sacar mucho rédito y que ha sido superado por la boda roja (todo mi reconocimiento a los guionistas de El Intermedio). Últimamente lo intentan con Venezuela, ¡qué carajo! Sí, han oído ustedes bien, la precampaña de Rivera se juega en Venezuela, ¿sabrán del siguiente advenimiento del mal cuya exclusiva nosotros aun ignoramos? ¡Inda, ilumínanos! ¿Pretenderán simplemente incrementar el perfil de ultracentrista, perdón, de moderado, y hombre de Estado de Rivera? ¿O simplemente no se les ocurre otra cosa para resaltar por encima de esos molestos pecadillos internos? Lo cierto es que intentarán corregir algunos errores de su campaña anterior (como lo de la violencia de género/familiar), pero no creo que puedan salirse mucho de su discurso, al fin y al cabo venden la misma seguridad/previsibilidad que el PP y ahí, como es evidente, no hay mucho margen para la innovación, salvo por que traten de poner en valor su intención, su ánimo colaborativo —no el acuerdo en sí, que ahora mismo es más un lastre— en ese pacto con el PSOE que es de tan difícil venta entre su electorado de centro-derecha. Por el momento ya están evidenciando las contradicciones esenciales en las que se van a mover y que supongo que serán explotadas por sus adversarios y visibilizadas así para toda la población: por un lado Rivera proclama cual Scarlett O’Hara que si de ellos depende, habrá gobierno, y por otro que jamás permitirá que el bolchevismo gobierne, qué sutil, ¿verdad, Pedro? [1] Ya he comentado en alguna ocasión la fractura generacional sobre la que se precipitan PP y PSOE, algo que debería preocuparles, y mucho, y que se superpone sobre la fractura urbana/rural a la que también se enfrentan, síntoma clarísimo de pérdida de vigor, de iniciativa, de futuro en suma. [2] El PSOE acumula síntomas de descomposición que comienzan a ser muy graves, entre ellos la propia confusión sobre lo que les ocurre. ¿Será un partido agotado al que solo le queda ir desapareciendo poco a poco? Me temo que esto es tema para otro comentario. [3] Con respecto a la constante acusación-cantinela, que casi parece ya un llanto infantil, de que PODEMOS en realidad quiere acabar con ellos o superarlos, alguien debería de decir a Sánchez y los suyos que es mejor dejar de lloriquear por lo que resulta evidente y lógico (¿es que acaso ellos no quieren ganar? ¿Y es que eso no supone superar al PP? ¿No han hecho ellos lo mismo durante años con IU?) y ponerse trabajar de verdad. Hay que ver en qué jardines se mete este chico, ¿pues no va y entrevista nada menos que a Arnaldo Otegui? A quién se le ocurre, menos mal que ya estaba ahí la caverna más cavernaria para insultar y amenazar incluso antes de haber visto el programa, menos mal que España sigue siendo la reserva espiritual de Europa, que si no… El problema es que hasta una reserva tan moral y tan enquistada, digo asentada, en una sociedad acabará resintiéndose si gente como Jordi Évole continua haciendo periodismo y desafiando al pensamiento único así, sin ton ni son. Qué desvergüenza la de algunos. Habrá incluso quien piense que está bien ese empeño del periodista catalán por tratar de arrojar luz, por debatir serenamente y con argumentos sobre el conflicto terrorista vasco, una voz me recuerda, incluso en la soledad de este cuarto, aquella también polémica entrevista que realizó a Jesús Eguiguren y ¡la tilda de magnífica!, y hasta afirma que Eguiguren fue el más preclaro de los que hablan (o hablaban) sobre el tema (me recomienda también las columnas de Luis R. Aizpeolea en El País, vaya usted a saber por qué). Pero no cederé a la voz de Satán, la ahogaré en lugares conocidos y comunes, entre frases manidas y simplonas, huecas y simplistas porque, al fin y al cabo, los buenos ya tenemos nuestra verdad, ya sabemos lo que hay que pensar, no son necesarias otras verdades, ni siquiera otras realidades. Bueno, está bien, la voz se pone pesada y como no me gusta discutir dejaré que hable un rato, aunque le advierto de que si usted es una persona de bien, una persona de orden, de esas que tiene la desgracia, digo la inmensa suerte, de tener las cosas muy muy claras, debería dejar de leer ahora. Ya. Pare. Retírese. ¿No? Pues ya sabe lo que es usted, se lo advertí. Bien, antes de comenzar debo pedir disculpas, las referencias que voy a utilizar sobre la entrevista provienen de mi frágil memoria, así que seguramente cometeré inexactitudes, estoy seguro de que sabrán disculparme y de que se centrarán en los conceptos, no en los detalles, en la sustancia y no en la anécdota, de lo contrario puede usted ser una persona de bien y no saberlo, advertido queda. Y una vez dicho esto, comenzaré con las críticas al programa, que voy a utilizar para hilvanar mi comentario, aunque sobre las vertidas por el mero hecho de haberse realizado no voy a comentar nada y sobre las primeras, esas vertidas incluso antes de emitirse, antes da saber incluso qué se iba a preguntar, ¿merece la pena que comente algo? Pues eso. Pero vayamos ya a lo que interesa. Aparte de esas críticas, se han producido críticas al mensaje, y eso ya es un avance, aquí podemos dialogar. La primera de la que voy a hablar, en línea con el espíritu del pensamiento único de negar cualquier cosa que mínimamente suene a ETA, terrorismo o lejanamente similar, es la de que Otegui pretende con su discurso apropiarse del fin de ETA, como si el fin de los atentados hubiese sido cosa de la izquierda abertzale, que hubiese obligado a la banda a cesar de matar. La crítica en general es cierta, pero tal y como señala Aizpeolea, si bien es verdad que la decisión de ETA no se habría producido sin la presión policial, política, social… la izquierda abertzale también ha jugado un papel muy importante, y especialmente Otegui, que, en honor a la verdad, no se puede negar, un papel que no deja de ser prácticamente una constante en este tipo de conflictos entre la parte más moderada, que suele vivir en la sociedad y por tanto está más expuesta a las represalias sociales, económicas… y la parte más radical del movimiento, que vive clandestinamente en una burbuja que suele estar desconectada de la realidad de la sociedad por la que afirma luchar, dichos elementos suelen enfrentarse en los momentos críticos y, a largo plazo, la victoria suele estar de la parte moderada, pues es quien controla los recursos económicos, sociales y políticos que la parte más radical (en este caso ETA) precisa para sobrevivir; no obstante dicha victoria ha de ser alentada y apoyada por quien pretenda acabar con el conflicto en cuestión, la máxima divide y vencerás. Esto es lo que inteligentemente se ha hecho en España desde el Estado, si bien en ocasiones, a mi juicio, no de la manera correcta, pues el poder relacionado con el pensamiento único se ha excedido en la presión al entorno etarra, olvidando que la zanahoria es tan importante como el palo, pero eso ya es entrar en demasiados detalles. Otra de las críticas realizadas al discurso de Otegui tiene que ver con el asunto de la condena a la actividad terrorista. Aquí me gustaría destacar, para tratar de hacerla patente, la estrategia de Otegui y de toda la izquierda abertzale, una estrategia peligrosa con la que hay que tener mucho cuidado, al menos si como a Eguiguren y otros tantos perseguidos lo que preocupa es la paz en España y el País Vasco y no meramente el fin de ETA, que no es lo mismo[1]. Pretendía Otegui en la entrevista cada vez que Évole o las víctimas sacaban el tema de la condena que eso era el pasado, que no aportaba nada y que había que hablar del futuro, ¿a nadie le suena esta estrategia? Si Otegui hubiese llamado guerracivilista a Évole cuando le sacaba el tema, ya os sonaría. Efectivamente, es la misma estrategia que pretenden el PP y el entorno mediático de la derecha cuando se aborda el asunto del franquismo y sus crímenes contra la humanidad, que lo fueron. Sin embargo, es imprescindible abordar este asunto, pues no es guardando los problemas y los traumas bajo la alfombra como se curan las personalidades ni las sociedades, sino sacando fuera el dolor, visibilizándolo y haciendo un esfuerzo por comprender el ajeno, pero también el propio, que no hay que dar por sentado sin más, únicamente así se alcanza la verdadera paz, y únicamente así se garantiza mínimamente que no vuelva a producirse algo similar en el futuro, llegando al convencimiento profundo y conjunto de la inutilidad y del absurdo que supone la violencia. Paradójicamente las víctimas del franquismo, tan denostadas por según que políticos y poderes que se flagelan ante cualquier mención a las víctimas de ETA se encuentran, aun tantísimos años después, en la misma situación que las víctimas etarras en los ochenta, cuando eran poco más que motivo de vergüenza, esta catarsis colectiva y sanadora que aun tiene pendiente la sociedad española hay que hacerla en la sociedad vasca, y mejor ahora que luego, no vayan a pasar 40 años sin cicatrizar las heridas. Pero cuidado, esta elaboración conjunta del discurso sobre lo sucedido debe realizarse de la manera correcta, es decir, con justicia, no desde el transaccionismo de lo políticamente correcto que se ha impuesto en la sociedad actual, esto es lo que pretende la izquierda aberzale (y los aun defensores más o menos soterrados del franquismo), es decir, que se cometieron atrocidades por ambos bandos, que todos somos culpables, y por tanto todos somos inocentes, así que mejor no hablar del tema, ¿eh? Pues no, hablemos, y asignemos culpas a los que las tienen, a los etarras que decidieron asesinar (a los golpistas que decidieron lo mismo), y no valen como excusa, ya está dicho, los desmanes del otro lado, pues en estos casos sí importa, y mucho, quién empezó la pelea, que además es también quién tiene en su haber la peor cuenta (y con amplísima diferencia en ambos casos); pero lo más esencial del asunto es que quien tiene esa culpa la asuma, esa es la verdadera catarsis, el principio de la paz y hasta del perdón que ella requiere, nos guste ahora mismo o no, para poder existir y crecer a largo plazo, así como la garantía contra tentaciones futuras. Si estas personas están verdaderamente comprometidas con lo que ahora dicen defender, deberían hacerlo, sin excusas, y colaborar en la reparación a las víctimas como forma de expiación, de lo contrario la sospecha siempre permanecerá y, por tanto, la paz nunca llegará a asentarse del todo, pues la amargura y esa misma sospecha se transmitirán de padres a hijos como un virus adormecido, esperando para resurgir a la menor ocasión. Por tanto, es crucial vigilar y luchar por el discurso, de ello depende el futuro, ganada la batalla inmediata contra ETA, no podemos tolerar que los asesinos se apropien del futuro apropiándose del relato del pasado. Todo esto se basa, como es obvio, en la aplicación de unos principios morales y democráticos básicos, principios que el Estado dice defender, sin embargo la aplicación de dichas exigencias éticas es un arma de doble filo que hay que manejar con exquisito cuidado, pues si solo se emplea en una dirección lo arruina todo. Si bien es esencial que el discurso que se asiente en la sociedad deje claro de quién fue la culpa de lo sucedido, sin acritud pero sin vacilación, también lo es que TODOS expiemos nuestros pecados. Es evidente que en el País Vasco se produjeron torturas y se cometieron ilegalidades, no sirve el y tú más que esgrimieron y esgrimen algunos, el Estado de Derecho ha de ser para todos o no será para nadie, por lo tanto todos esos crímenes han de ser perseguidos, no se puede permitir a los abertzales ese mínimo resquicio, Otegui ya trató de aferrarse a él, una vez más, en la entrevista. Al menos, siendo un poco más politólogo y menos político, el Estado debe dar la imagen indubitable de que así es. La entrevista también dejó un buen puñado de silencios y frases a medias que dejan entrever la lucha entre las dos facciones, radical y moderada, de las que hablaba antes, en este sentido —y relacionado con lo anterior— también se entreveían los esfuerzos de la izquierda abertzale por controlar y evitar escisiones peligrosas en ETA, algo que puede haber retrasado todo el proceso por parte abertzale y que hay que agradecerle a la rama política, esto lo debería tener en cuenta el Estado para no presionar en exceso, no sea que haya quien se escinda y nos llevemos un susto, algo no descabellado a juzgar por los comentarios de Otegui al final de la entrevista[2], cuando dio la sensación de que no todo el mundo en ETA está tan convencido como debiera del abandono de la violencia, casi da la sensación de que es su limitada operatividad y su incapacidad práctica lo que más limita la vuelta a los atentados y no tanto un convencimiento al menos estratégico, cuando no moral. Estas reservas se alimentarían por la frustración que sentiría ETA con la actitud del gobierno, al no permitirles acceder a sus arsenales para desmantelarlos por la presión policial, ¿no sería mejor pactar una entrega total de armas con la banda y dar este paso crucial para el final definitivo de ETA en lugar de prolongarlo sine die y que algún crío acabe con una mano de menos por jugar con lo que encuentre en algún bidón enterrado en el campo? Sí, esto trae otros problemas, como el político para un gobierno (en funciones por ahora) que siempre prometió acabar con el terrorismo casi de una forma mágica, haciéndolo desaparecer sin más (porque de otra manera…, ah, sí, que están los GRAPO, pero ¿son lo mismo?), o el jurídico con respecto a los miembros de ETA que no sean capturados antes del fin, pero estos problemas no son nuevos, son los mismos de cualquier desarme y tarde o temprano, junto a otros, habrá que afrontarlos. Una última, y polémica, por supuesto, afirmación. Otegui dijo algo así como que había sectores del Estado y/o la policía a los que no les importaría una vuelta a la violencia. Bien, yo soy de los que cree, y aun de los menos que lo dice, que en España hay mucha gente que ha vivido muy bien gracias al terrorismo de ETA, que se ha aprovechado de la situación para obtener réditos, especialmente políticos, desde la distancia segura de Madrid, no pocos vascos entre ellos, y a los que no les importaba la fractura de la sociedad vasca ni el sufrimiento de las víctimas más que para las fotos de propaganda, en este sentido estoy seguro de que las afirmaciones de Otegui son ciertas, en el entendido de que no creo que deseen que se produzcan nuevos atentados, pero que sí reconocerán íntimamente que antes, con ETA, vivían mejor y por lo tanto si se llegara a producir un nuevo acto criminal, tampoco les iba a molestar demasiado, aunque seguro que serían los que más llorarían y declamarían ante las cámaras. [1] Gran parte del problema de la estrategia por parte de algunos gobiernos ha sido este, la lucha antiterrorista debería haber estado siempre inscrita en una estrategia más amplia de pacificación y normalización del País Vasco, una estrategia pensada a largo plazo, sin embargo muy a menudo ha dado la sensación (al menos en lo que se apreciaba desde fuera de la sociedad vasca) de que el único objetivo —y la única estrategia— era el de acabar con una banda criminal, si bien en determinado momento se dio el paso esencial de presionar a todo el entorno etarra/abertzale y no solo a la banda, la directriz y el objeto siempre parece haber sido ETA, sin una estrategia más amplia y paralela de normalización por la que se apostara de forma decidida —incluso da la sensación de que el problema del terrorismo se afrontaba desde Madrid sin preguntar a los vascos que lo sufrían más directamente—; también es cierto que la actuación del PNV durante buena parte de los años de actividad de ETA no ha ayudado precisamente a la normalización. [2] Quizá fuese solo estrategia para presionar al Estado, quizá no, los responsables de inteligencia, con más y mejor información, deben determinarlo, es evidentemente cierto que no se puede dar crédito a todo lo que diga alguien como Otegui, pero tampoco lo contrario, al menos a priori, y mucho menos negarle la palabra, especialmente si tenemos en cuenta que nos hemos pasado años diciendo a esta gente que defendieran sus ideas democráticamente, ahora debemos ser consecuentes y… demócratas. Después de 100 días de infructuosos intentos, discusiones, puestas en escena y demás creo que ya va siendo hora de hacer un «pequeño» comentario sobre el asunto, y puesto que ya he ido comentando alguna cosa aislada centrándome en los otros partidos, en esta ocasión lo haré en PODEMOS, del que todavía no he hablado en profundidad a este respecto, además percibo en mi alrededor que sigue siendo el partido hacia el que la gente se siente más confusa, por ello daré mi opinión, por si en algo pudiese ayudar, aunque primero aclararé que si no lo he hecho antes ha sido porque soy de los que opina que la clave del asunto del nuevo gobierno no está en el partido de Pablo Iglesias, sino en el PSOE, y también porque el tiempo de que dispongo lo estoy dedicando sobre todo a Los entierros (sí, en ocasiones todavía escribo, ¿lo acabaré algún día? Quién sabe). Bien, creo que no habrá mucha discusión acerca de las malas formas que ha empleado PODEMOS prácticamente desde el principio, así que no haré mucho hincapié en algo de lo que tanto se ha hablado salvo para contextualizar el tema: hemos visto a un Pablo Iglesias en alguna ocasión desatado, dando argumentos a los que lo acusan de radical, un comportamiento contraproducente como mínimo e inexplicable en quien hasta entonces se había manejado mejor que nadie en el ámbito de la comunicación política. Ahora bien, ¿a qué responde esta actitud, esta arrogancia? En mi opinión hay dos explicaciones principales, la primera de ellas, que es la más difundida, especialmente porque es la que interesa a sus rivales políticos, es la de que PODEMOS no ha tenido en ningún momento verdadera intención de llegar a un acuerdo, sino que lo que le interesaba era provocar unas nuevas elecciones en las que, esta vez sí, pudiese adelantar al PSOE. La segunda es la firmeza en los principios. Vaya por delante que ambas interpretaciones poseen argumentos a favor y en contra y que conocer la verdad será muy difícil, especialmente porque la segunda interpretación es muy complicada de demostrar por mucho que se jure por lo más sagrado, por tanto ambas son a priori interpretaciones válidas. No obstante, puesto que la segunda es la menos difundida, la más interesante y la más plausible para mí, es en esta en la que me voy a centrar, argumentos que apoyen la primera los hay todos los días en los medios. No dudo de la tentación que habrán tenido en PODEMOS con respecto a conducirse únicamente para provocar nuevas elecciones, pero no creo que haya sido este, a pesar de las apariencias, su leit motiv, creo más bien que la ausencia de voluntad de pacto ha estado en realidad, y desde el primer momento, en el PSOE. Es cierto que nada más celebrarse las elecciones Pablo Iglesias sorprendió a España con sus declaraciones sobre un referéndum en Cataluña, declaraciones que estaban completamente fuera de lugar y que han sido vistas como prueba de esa ausencia de voluntad pactista, yo en cambio creo que en realidad el problema fue el contrario, las achaco más a la euforia por las elecciones y a la presión de los aliados catalanes que a su deseo de no pactar: el acuerdo parecía tan evidente en ese momento que los socios de En Comù presionaron a la dirección nacional del partido para incluir el asunto del referéndum en su valoración electoral a fin de fijar una posición clara, pública y previa por miedo a que después el compromiso pudiese descafeinarse en las negociaciones. Error de ansia y de novato, especialmente porque muchos votantes a nivel nacional, que por otro lado pueden estar muy de acuerdo con la celebración del referéndum, podrían sin embargo no entender que por este asunto (importante, pero no central en la campaña ni en el ethos del partido) se diese al traste con la posibilidad de la regeneración democrática y, sobre todo, económica que creo que esos votantes ansían, ¿alguien entendería que se desaprovechase la oportunidad de ayudar a los castigados, a “los de abajo”, en los términos del partido, por un asunto del que buena parte de España está más que harta? Algo así puede hacer mucho daño electoral al partido. Sin embargo, creo que la clave de todo el asunto es previa y proviene de Andalucía (está mal que lo haga, pero a este respecto recomiendo releer mi comentario sobre las elecciones andaluzas): las dinámicas generadas en la negociación de investidura de Susana Díaz permanecen. Por un lado existe un elemento personal: creo que la propia Susana Díaz y su entorno sienten un importante rencor hacia PODEMOS por los apuros que les hicieron pasar y este rencor determina su posicionamiento —por supuesto esto es una impresión personal sin prueba alguna que la valide, por lo que bien puedo estar equivocado—. Por otro lado, existe miedo en el PSOE por que el nuevo partido pueda comerles su espacio ideológico natural (un importante bocado ya les ha dado), ¿tendrá algo que ver que la diferencia de votos en las elecciones, a pesar de la diferencia de escaños, entre PSOE y PODEMOS (incluyendo las confluencias, eso sí) es de solo 341.360 sobre un total de más de 17 millones? Es evidente que algo así exacerba el miedo a acabar arrinconado, el fantasma de UPyD pesa mucho últimamente, y no solo en el PSOE. Todo esto determina animadversión en el partido de Sánchez a todo lo que suene a dar agua a su más peligroso enemigo, la guerra por el centro izquierda está más viva que nunca y el PSOE es muy consciente de ello, así que han optado por diferenciarse de PODEMOS y abrazar la bandera de la responsabilidad y lo «posible». Es una estrategia perfectamente válida, aunque equivocada a mi juicio, primero porque deja el terreno de los sueños expedito para el partido de Iglesias, y eso es algo que ninguna formación debería hacer jamás: dedicándose al centro, entregando el discurso de la ilusión, se sitúan por omisión en el terreno del lenguaje negativo, algo desaconsejado por todos los expertos en comunicación y aun más contraproducente en entornos de crisis como este (y no me refiero solo a la española) en los que la población tiende a buscar nuevos referentes; por otro lado, y como ya han señalado otros comentaristas, lo que más interesaría al PSOE sería un gobierno con PODEMOS, con el que pudiesen por un lado demostrar lo irrealizable de sus promesas más llamativas y, por otro, parasitar, o dicho de otro modo, asumir el reconocimiento por la realización de las más moderadas, es decir, aquellas que ellos también llevan en su programa, dicho más claramente, gobernar con PODEMOS para que todo el mundo (o más bien toda la izquierda) vea a las claras que ellos, el PSOE, era quien tenía razón; además, también lograrían aprovecharse y recuperar algo de esa ilusión perdida; por último, creo que esta estrategia es equivocada porque otorga verosimilitud a las críticas que tanto daño han hecho al PSOE en los últimos tiempos, es decir, que es un partido del establishment (queda más fino que decir casta), que a la hora de la verdad se alinea con los ricos y poderosos (véase el pacto con CIUDADANOS) olvidando sus supuestas raíces de izquierdas y a los más desfavorecidos, lo que le hace desangrarse por su izquierda. Sinceramente, creo que esta estrategia está más influenciada por los barones territoriales y el aparato del partido, más por Susana Díaz, o la casta del PSOE si se prefiere, que por el propio Pedro Sánchez, en este sentido es imprescindible remarcar las luchas internas del PSOE, cuya oligarquía vuelve a renegar de la democracia que adoran públicamente y pretenden rectificar la elección de sus bases, por ello es también preciso indicar que el retraso del congreso de este partido hasta después de las posibles nuevas elecciones puede ser un elemento determinante a la hora de facilitar el pacto, en tanto que proporcione más libertad de acción a Sánchez y, quizá, nos permita así ver cuál es verdaderamente su posición, al fin y al cabo el tema del referéndum ha de ser discutido pues estoy seguro de que las posiciones no están tan alejadas y se podría llegar a un acuerdo siempre que se presente un plan claro y concreto sobre el problema de Cataluña [inciso: a día de hoy no existe en ningún partido dicho plan, lo cual es un desastre de dimensiones solo comparables a la estupidez de los que se niegan a contemplar el problema. Lo más parecido es el plan federal del PSOE, el problema es que ellos mismos no se lo creen y así no hay manera, mientras que en PODEMOS no parece haber mucho más que la idea abstracta de referéndum, pero ¿y después? Sobre el PP y CIUDADANOS…, mejor lo dejo]. Pero estábamos hablando de PODEMOS, ¿no es así? Su segundo hito importante en el proceso negociador fue la oferta de gobierno en rueda de prensa. Nuevamente se comprobó la genialidad de la formación en cuanto a su dominio de la comunicación política y su capacidad para manejar los debates y determinar la agenda política, y nuevamente se cometió un error de cálculo garrafal. Si miramos otra vez el espejo de Andalucía, comprobaremos que PODEMOS realizó una serie de exigencias que consideraban irrenunciables, su no aceptación por el PSOE propició el no apoyo de Teresa Rodríguez a Susana Díaz. También entonces se especuló con una negociación al respecto, pero se mantuvo la firmeza: eran exigencias programáticas, casi identitarias de la formación emergente, la cuestión es ¿podría haber renunciado a ellas o al menos suavizarlas? PODEMOS posee unas raíces y una vocación muy claras, ha venido para cambiar las cosas, no para acomodarse a los tejemanejes tradicionales del sistema (ese es al menos su discurso) y por tanto no pueden ceder en estos asuntos sin dejar de ser lo que son, o lo que dicen ser, sus líneas rojas han de ser firmes, existe en ello una vocación espiritual y una táctica, en mi opinión. La espiritual se refiere a los principios, muchos de los integrantes de la formación provienen de movimientos sociales, de las barricadas contra la desigualdad, la injusticia… son gente que se ha partido el pecho por sus ideales de una sociedad más justa, no parece el tipo de personas que, cuando por fin acarician el poder para cambiar las cosas de verdad, vayan a rebajar unas pretensiones con las que no pudo la ingrata lucha callejera, y tampoco parece el tipo de personas que fueran a perdonar a sus dirigentes si lo hiciesen; en cuanto a la vocación táctica, es bien sencilla de entender: mantenerse en estos principios, fieles, los diferencia de los partidos viejos y de CIUDADANOS y eso, a la larga, puede ser muy rentable electoralmente. Volviendo a la escena nacional, la proposición de PODEMOS al PSOE, con la parafernalia de su rueda de prensa, se inscribe en este marco conceptual, en este hemos venido para cambiar las cosas, no creo que esto signifique que la propuesta sea innegociable, como en PODEMOS han repetido, pero sí que marca unos principios muy claros —por cierto, ¿cuántas veces nos hemos quejado los ciudadanos de que los partidos tiraban sus principios a la basura a las primeras de cambio? ¿Cuántas veces hemos suspirado por un partido que se mantuviese firme? Como siempre mantengo, la última responsabilidad de lo que ocurre es nuestra—. El problema es que, desde la óptica del PSOE, acostumbrado a actitudes más laxas, la presentación de un documento tan largo y sobre todo tan detallado debió agitar inmediatamente el fantasma de Andalucía, es decir, la intransigencia, dando argumentos y fuerza a los partidarios de Susana Díaz; también es verdad que un documento tan detallado, si bien es técnicamente mucho mejor, no es la mejor carta de presentación para una negociación, aunque es cierto que tiene la virtud de la transparencia (otra de las banderas de PODEMOS), es decir, pone las cartas sobre la mesa, especialmente si se tiene en cuenta algo que ha sido poco resaltado y es importante: se trata de una propuesta inicial pública, lo que sin duda no es habitual en la práctica negociadora política tradicional (también debió asustar la propuesta de negociaciones retransmitidas que, aunque serían muy transparentes, no creo que fuesen buenas para la propia negociación, por eso opino que, o bien no iba realmente en serio, o bien en PODEMOS se han percatado de la dificultad que supondría, pues han renunciado a ellas como quien no quiere la cosa). Por otro lado, dicha propuesta destila algo que no debió de pasar inadvertido en el PSOE, tanto con el reparto de cargos, como con la creación de la nueva Secretaría de Estado de Corrupción: una profunda desconfianza hacia el partido socialista. Esto, como es lógico, ofende, pero desde luego no extraña si tenemos en cuenta la última trayectoria de este partido. El comentarista del que hablé antes afirmaba que lo que más interesa a PODEMOS es abstenerse y permitir un gobierno de PSOE con el apoyo de CIUDADANOS, lo que supondría a la fuerza un largo reguero de promesas incumplidas y esperanzas rotas por parte de los socialistas, al menos en materia económica, y facilitaría su desaparición política a manos de los de Iglesias. Desde el punto de vista electoral, esto es cierto, pero choca con la vocación espiritual del partido que mencionaba antes, algo de lo que es consciente cualquiera que haya estudiado en la facultad de CC. Políticas más o menos en la época de Iglesias y Errejón. Hay quien atribuirá a este comportamiento cierto mesianismo, es cierto, pero también es verdad que cualquier líder que pretenda serlo ha de ser un poco mesías, al final será el éxito o el fracaso quien otorgue —siempre a posteriori, tal y como juzga la historia— la condición de Líder o pintamonas. Deseo realizar otro apunte importante al hilo de un aspecto concreto de la propuesta de PODEMOS comentada y del tono general: se ha criticado mucho que en dicha propuesta se atribuyesen ya cargos o sillones, en mi opinión esto responde también al mismo error que cometió el partido tras las elecciones y que ya he mencionado antes, es decir, suponer que el pacto era sencillo y es que, dadas las coincidencias programáticas, así debería ser, pues no debería quedar mucho más de lo que hablar que de quién ocupa qué cargo, puesto que ideológicamente PODEMOS y PSOE en principio están más cerca de lo que sus líderes ejemplifican; teniendo en cuenta la dificultad del pacto, y asumiendo las interpretaciones que aquí hago, resulta que las etiquetas se intercambian y es el PSOE el que aparece como el partido más electoralista y el que menos tiene en cuenta a los ciudadanos, pero esto depende de los presupuestos que cada uno admita; lo que sí está claro es que las críticas a esa adjudicación de cargos son ridículas y solo caben en un país tan políticamente inculto como España: para llevar a cabo los programas que votan los ciudadanos es necesario llegar al poder, asumir el cargo, sin embargo parece que todos los partidos se presentan a las elecciones pero nadie quiere ejercer la responsabilidad, está mal visto que uno se postule para determinado puesto cuando lo que hacen es eso y no otra cosa, este doble lenguaje, este juego de la falsa modestia es contraproducente y mentiroso, yo personalmente desconfío de todos esos que deshojan la margarita, prefiero alguien sincero y honesto que diga a las claras lo que quiere y para qué, como hizo PODEMOS con su propuesta, no que maree la perdiz eternamente, por ello este tipo de críticas a la propuesta me parecen inadmisibles y absurdas. Después de la salida de tono de la cal por parte de Pablo Iglesias, parece que su partido ha encontrado al fin el tono que debería haber mantenido, en mi opinión, desde el principio, que además no es incompatible con la firmeza de principios, ¿será posible el acuerdo? PODEMOS lo tiene complicado internamente por ese carácter espiritual del que hablé, salvo que logre arrastrar al PSOE a sus propuestas en un porcentaje muy alto, algo difícil por cuanto la estrategia socialista con respecto a PODEMOS, como ya hemos dicho, es la de la guerra de enfrentamiento, en lugar de la probablemente más exitosa guerra de colaboración, si bien la retirada momentánea de Susana Díaz puede impulsar un cambio en este sentido. En cualquier caso el PSOE solo puede permitirse un acuerdo que se escenifique, al menos, como entre iguales (lo que ya sería una victoria para Iglesias), cuando no uno en el que el partido morado sea el que más ceda, algo que por otro lado tampoco es tan descabellado si se respetan los principios programáticos esenciales. Lo que queda claro es que PODEMOS no puede asumir la política económica de CIUDADANOS, y CIUDADANOS no puede asumir la territorial de PODEMOS, cualquier acuerdo que incluya a estas fuerzas deberá hacer concesiones en dichas materias. El entuerto deberá desfacerlo el quijote Pedro Sánchez, ardua tarea. Como ya comenté al respecto de las elecciones andaluzas, al final hay que elegir, y hacerlo con decisión, es decir, pasar a la acción, todo lo demás no sirve, esto es lo que se pide a los líderes: rumbo, dirección, guía y decisión, y a estas alturas, quién lo iba a decir, casi parece más líder Rajoy que Sánchez, si bien, al final, todo depende del éxito. Y volvemos a la rabiosa —al menos en esta ocasión sí, porque hay que ver cómo están unos y otros— actualidad. Una vez conocido el acuerdo entre PSOE y CIUDADANOS, toca el turno de las reacciones y las opiniones, y ahí vamos. Qué duda cabe de que habrá sido difícil pergeñar un pacto que pueda exhibir algo de coherencia, y vaya por delante también que en los pactos todo el mundo debe ceder en algo; dicho esto, el acuerdo parece más una especie de pastiche sin excesiva concreción que un verdadero acuerdo de gobierno, casi más, como ya han dicho otros, un programa electoral con medidas en materia laboral que no solucionarían nada, en materia impositiva que no avanzarían en el necesario incremento de la progresividad fiscal (reducida escandalosamente con perniciosos efectos tanto desde el punto de vista social como también económico en las últimas legislaturas) y que tampoco parecen, al decir de algunos comentarios de expertos, suficientes para financiar el déficit ni el incremento de gasto previsto en el propio acuerdo, un acuerdo que tampoco aporta absolutamente nada a la solución del problema de Cataluña (algo ya de por sí increíblemente escandaloso) y que propone cinco reformas “exprés” de la Constitución, como si algo así se pudiese solventar como si fuese un vulgar artículo 135 de la ídem.
No comentaré nada sobre las escasas posibilidades del pacto de salir adelante, para eso ya están los habituales. Pero sí me centraré en la calificación que he leído por ahí de que el acuerdo es más un programa electoral, pues ahí está la clave en mi opinión. Se trata este acuerdo de un pacto de mutuo socorro entre las dos fuerzas principales más acosadas del espectro político, dos en peligro de ahogarse que han decidido nadar juntos, a ver si así se salvan, siempre pensando en las elecciones, claro. Es lógico, ¿qué otra opción tenían? CIUDADANOS, con las declaraciones de sus líderes antes y después de las elecciones y su programa se ha cerrado él solito todas las puertas. Por un lado, el engaño del centro no puede sobrevivir mucho más, y va muriendo poco a poco, solo es viable para todos aquellos (y no son pocos, lo reconozco, aunque no tantos) que siguen diciéndose de centro porque se sienten moralmente superiores a los viejos progres y fachas, pero que en realidad únicamente se dedican a aceptar y hasta justificar cualquier cosa que venga del poder, son solo conformistas y, en la actual circunstancia de crisis, cada vez quedan menos. Por otro lado, únicamente podría mantenerse en esa posición centrada atrayendo a la izquierda menos radical con la promesa de la regeneración, pero su apego al PP también les hace pinchar por ahí. Por último, sus políticas programáticas más genuinas los convierten en un sucedáneo del propio PP, y ni siquiera conseguirían movilizar a la derecha verdaderamente descontenta con la corrupción pues, a pesar de sus discursos, sus actos en este sentido distan bastante de ser lo radicales que deberían, así que para votar a imitaciones, mejor quedarse con el original, ¿no? Pero han tenido un golpe de suerte, tantísima corrupción como golpea al PP ha acabado por golpearles a ellos también en las neuronas, y las preclaras mentes de este partido se han juntado y, tras constatar sorprendidos la magnitud de la corrupción en dicho partido, han pensado que debían alejarse un poco de ellos —aplauso y medio, su umbral de reacción es impresionante, reflejos así son los que hacen falta en este país—, eso les permitirá sobrevivir en el corto plazo como algo más que una fuerza meramente residual, salvo novedades o salvo que se decidan a disputar al PP el centro derecha. Por otra parte, el PSOE tampoco andaba mucho mejor. Tras la torpeza incomprensible o descarnada sinceridad de PODEMOS con lo del referéndum, el PSOE de toda la vida hizo su aparición estelar en su papel habitual de tratar de hundir al partido y obligó a Sánchez a equilibrios imposibles, obligándolo así a ni tan siquiera tratar de comprobar si la posición de PODEMOS era verdaderamente firme o podía moverse en una negociación. El caso es que Pedro Sánchez tiene que pelear fuera y en casa y entre esto y la tremebunda campaña antiPODEMOS en medios y organizaciones, las opciones de pactar realmente con este partido se desvanecieron. Curiosamente, el miedo a que PODEMOS sobrepase al PSOE es lo que al final acabará haciendo que esto ocurra. Lo chocante del caso es que las trayectorias han sido inversas, PODEMOS comenzó tras el 20D torpedeando cualquier posibilidad de acuerdo, pero aunque las formas empleadas por la formación han seguido en cierta forma en esa dirección, han ido suavizando su postura y lanzando mensajes que parecían indicar que estaban dispuestos a dejarse cortejar, mientras que el PSOE parece haber recorrido, si bien también con altibajos, una senda opuesta. Pobre Sánchez, peleando dentro y fuera, debe de estar agotado. En cualquier caso, CIUDADANOS y PSOE, acosados por los errores propios y con malas expectativas electorales, han decidido jugárselo todo a la carta de la responsabilidad, y a la mierda todo lo que dijeron antes, es la magia de la responsabilidad para con la ciudadanía, creo que ya lo comenté. Así pues, este pacto es una tabla de salvación para ambos, si sale bien (no creo que ni ellos mismos lo esperen) pues bienvenida sea la sorpresa, si sale mal, ellos son los buenos que lo han intentado mientras que los otros no han hecho nada. PODEMOS se ha dado cuenta de la trampa tarde, pero lo ha hecho, y no deja de repetir que (por fin) quiere negociar, aunque no deje de marcar las, por otro lado lógicas, distancias (al igual que hizo CIUDADANOS, no olvidemos que Rivera fue el primero en vetar a PODEMOS y no al revés). Entretanto a Sánchez le está fallando una parte esencial de su plan para mantenerse como eje de la izquierda española: el apoyo de la emblemática IU, y también de COMPROMÍS, se ha desvanecido, con lo que, si esto sigue igual, aparecerá como el que escoró al PSOE a la derecha renunciando a medidas de verdadera izquierda prometidas, en lugar de aislar a PODEMOS en la irresponsabilidad y la irracionalidad; mala cosa, pues profundiza el gran argumento para debilidad y desprestigio del PSOE. De todas formas, al final todo dependerá de cómo logren unos y otros vender su versión de los hechos, de que consigan que su mensaje cale en la sociedad o no. No se despeguen de sus pantallas, amigos, ¡aun hay más sorpresas esperando! En mi penúltimo comentario mencioné que existen distintos aspectos que influyen a la hora de decidir el voto y hablé sobre la traducción que de los resultados electorales deben realizar los elegidos, sin embargo no dije nada acerca de los distintos aspectos que influyen en esos elegidos a la hora de realizar ese trabajo inicial. Qué duda cabe de que son muchos, pero centrémonos en el que debería reinar sobre todos ellos y ser su luz y guía: la persecución del bien de la mayoría. No, tranquilos, no estoy edulcorando esto, es evidente que lo que significa ese bien de la mayoría para unos puede no tener nada que ver con lo que opinan otros al respecto, y las diferencias se acrecientan casi hasta el infinito si consideramos los medios o los caminos por los que alcanzar ese bien, a lo que me refiero, por supuesto, es a una búsqueda verdadera y honesta, desde las opiniones sinceras de cada uno, de lo mejor posible para la mayor parte posible de los ciudadanos, descarto a aquellos que acaban pensando que lo mejor son ellos mismos —y punto—, quizá porque de alguna manera divina poseen la capacidad de discernir lo que Dios manda de lo demás, sea lo que sea eso.
Prometí la última vez ser más práctico, aquí voy. Celebro que el señor Rivera y su partido hayan descubierto de repente que existe corrupción en el PP, enhorabuena, pero no comparto para nada la tibieza ridícula de su postura, que se limita a poner pegas a Mariano Rajoy, como si Rajoy fuese el —único— problema. Por muchos escaños que haya obtenido. Todos tenemos que elegir en la vida, y la política no es distinta. Ciudadanos nació con la promesa de la regeneración y de ella ha hecho bandera, sin embargo a la hora de la verdad parecen pesar más sus inclinaciones económicas y nacionalistas[1]. Como creo que ya expliqué, opino que es una cuestión de salubridad democrática y social que el PP sea excluido del gobierno. Y eso porque, aun con toda la gravedad que ello supone, no es la corrupción sistémica (¿alguien puede dudar a estas alturas de que este partido está trufado de arriba abajo de corrupción?) que corroe al PP lo más grave, sino su actitud hacia ella, y no me refiero solo a sus líderes, ¿cómo iban ellos a actuar con firmeza contra la corrupción si son la parte central de la red de favores, clientelas y corruptelas en que se materializa la corrupción? Ni siquiera a las presiones y manipulaciones de todo tipo, tanto legales como alegales, y desde luego inmorales, que han puesto en práctica para librarse de las consecuencias de sus actos —al igual que el niño pillado en falta que miente si es necesario para esquivar el castigo— aprovechándose de los enormes recursos del poder ejecutivo que la democracia y los ciudadanos han puesto en sus manos (lo que significa otro tipo de corrupción incluso más grave y más repugnante). No, me refiero a algo más importante, más sustancial, al alma, al espíritu del partido, a todos esos cuadros medios y meros afiliados honrados —estoy seguro de que los hay y de que son mayoría— que son cómplices por omisión, por no haber hecho nada, por haberse creído todas las chapuceras y vergonzosas explicaciones de líderes que van cayendo uno tras otro o por haberse conformado con ellas, quizá aun sin creerlas, habiéndose dejado atraer al discurso constante del miedo que utiliza desde hace tantos años el PP. Si hubiésemos presenciado alguna revuelta interna, alguna verdadera petición de responsabilidades de las bases, algún movimiento promovido por la conciencia, la cosa sería distinta, pero no ha sido así, en todos estos años no ha sido así, y me temo que ya es demasiado tarde para que lo sea. Por eso digo que la corrupción está instalada en el partido, es una forma de entender las cosas, el funcionamiento de las instituciones y la sociedad, una concepción vieja, terriblemente dañina y obsoleta que ha sobrevivido como anticuerpos de una enfermedad mortal en un cuerpo decrépito al que utilizaran para expandirse. No es la suya la corrupción puntual de la que por supuesto nadie está libre —como nos han intentado hacer creer—, no, es algo más, es una filosofía que viene de antiguo a caballo de un conformismo que mina las mentes y la sociedad, hasta el punto de que las maniobras de los personajes que han colocado en primera fila tras las defenestraciones judiciales van encaminadas a enfangar más el asunto con el consabido y tú más y una especie de amenaza velada al resto, como pretendiendo que, si nadie está libre de la corrupción, los demás harían bien en callarse y no airear la del PP, en vez de denunciar y gritar más alto, en lugar de hacer un verdadero y sincero acto de contrición (este es, por cierto, el mismo gran error del PSOE con respecto a su gestión de la crisis, y aun está pagando por ello). No, la corrupción en el PP está instalada en lo más hondo, pudre incluso unos valores democráticos sospechosamente endebles. ¿Y cuál es el porqué de esta corrupción casi genética? Pues en mi opinión proviene de la historia misma de España, de su tradición caciquil y clientelar desarrollada durante siglos, y no es que nuestro país sea radicalmente diferente a otros en este sentido, no soy de los que asumen la Leyenda Negra como una especie de verdad revelada y destino patrio a la vez, no. Ocurre que en nuestro país ha crecido durante siglos la idea de que puedes matarte a trabajar, pero eso no te llevará demasiado lejos, no tanto al menos como a aquel que conoce a la gente adecuada. Para que luego digan que en España siempre vamos por detrás: no se había descubierto la electricidad y aquí ya habíamos inventado la forma de distribuirla. Esta estructura es propia de cualquier régimen que no posea una construcción social más o menos igualitaria[2], cuanto menos legitimado o más autoritario sea el régimen, mayor profundidad alcanzará este sistema: las monarquías absolutistas y las dictaduras, en las que el poder es absoluto, incuestionable e ilimitado son caldo de cultivo para corruptelas. En el s.XIX, para colmo, la Restauración vino a bendecir de alguna manera la corrupción al institucionalizarla políticamente mediante el amaño de las elecciones. La II República, con todos sus problemas, fue una oportunidad perdida, no se le permitió llegar a demostrar su utilidad, y en esas estamos. Durante el régimen franquista la corrupción alcanzó cotas de legitimidad inauditas en la administración, sencillamente era el aceite indispensable que engrasaba la maquinaria administrativa, es decir, se la tenía como parte del sistema, como una manera de funcionar propia, hispana si se quiere o, más bien, cañí, y no como algo ajeno y nocivo al sistema, se enraizó en el ánimo de los españoles que lo importante no eran las leyes, y mucho menos ser honrado, sino en última instancia a quién se conoce, quién es tu padrino, y que sea mejor que el de tu rival. Y si no tienes, no eres nadie, y si quieres ser alguien hay que plegarse al sistema y participar de él. Curioso en un país de hidalgos, ¿verdad? Pues no tanto, al fin y al cabo los hidalgos siempre han sido pobres, ¿será esa la única manera de ejercer la honradez?, no seamos moral ni intelectualmente condescendientes. Este era el sistema instaurado, no nos engañemos, cuando llegó la democracia, y uno de los problemas de hacer una transición, y no una ruptura (quizá en otro momento explique mi visión sobre la Transición), fue que el nuevo sistema se edificó sobre el anterior, heredando su maquinaria y sus vicios, algo que era inevitable solo hasta cierto punto, pues se podría haber buscado una catarsis recreadora que produjese la imprescindible renovación cultural; no digo que fuese fácil, desde luego que no, pero la sensación a día de hoy es que simplemente se buscó cambiar el sistema político dejando el resto, la infraestructura que lo sostiene (económica especialmente) básicamente como estaba con la esperanza de que el mero cambio institucional produjese la requerida renovación, se hizo lo que se pudo tratando de no molestar demasiado a según quién no tanto para ganar su apoyo como para evitar otro frente más. Dicho de otra forma, se optó por que España se constituyese en un Estado Social y Democrático de Derecho, no que lo fuera. A pesar de las profundas reformas que impulsó, el PSOE acabó quedando contagiado y presa a la vez del sistema, lo cual no deja de ser lógico si tenemos en cuenta que sus cuadros se socializaron en ese ambiente de corrupción, con lo que aunque inicialmente se rebelasen contra él, el germen psicológico ya estaba plantado (como lo está hoy en día en buena medida y en muchos jóvenes, no nos engañemos), y también por las formidables dificultades y resistencias que hubieron de afrontar y vencer de cualquier manera para lograr un bien mayor, esto es innegable. Sin embargo el partido socialista mostró sus vergüenzas, fue acusado y denostado, y pasó su travesía del desierto, es decir, pagó el precio. Esto no lo libra de nuevos casos de corrupción, que desde luego habrán de ser denunciados y perseguidos implacablemente, al igual que con el resto de fuerzas políticas —esto último no sería necesario escribirlo en cualquier país democrático, pero sí en España—, aunque al menos le extirpa la naturalidad de la que la corrupción aun goza en el PP (salvo quizá en Andalucía, donde la costumbre del poder parece haberla mantenido) y en las altas instancias económicas, que jamás han pagado ningún precio por ser corruptores y que siguen viviendo instalados en la idea de que un poco de dinero aquí y allá es lo normal, de que es bueno para que todo vaya más rápido y mejor, de que todos lo hacen, de que de alguna manera hay que compensar a todos esos (sus) próceres que pudiendo ganar más en el sector privado deciden sacrificarse por los demás entrando en la vida pública (hasta ese nivel aman el dinero, pues lo hacen realmente para asegurarse de que se mantienen las condiciones que les permiten ganar mucho más en el sector privado, es decir, con una radical conciencia de clase frente a esa izquierda vengativa, aniquiladora y anticlerical). Por eso es necesario que el Partido Popular sea forzado a abandonar el gobierno, ha de pagar el precio, debíamos habérselo hecho pagar los ciudadanos en las elecciones, pero dado que no ha sido así, debería hacérselo pagar la elite, si es que de verdad es merecedora de dicho nombre. Es cierto que fue el partido más votado, pero también es verdad que la mayoría no lo eligió a él, y también es indudablemente verdad que la democracia, con sus virtudes y defectos, no deja de ser el mejor sistema si excluimos a todos los demás y, por lo tanto, no es la única opción, conviene tenerlo presente para no llevarnos después desagradables sorpresas. Por último quiero subrayar algo triste y polémico: si Ciudadanos no es capaz de ver esto, si no es capaz de entender que la solución de este problema, de este cáncer esencial es anterior a cualquier otra cosa, pues ataca directamente a la democracia y a nuestro bienestar, a nuestra capacidad para prosperar, a la esencia de nuestra igualdad y libertad, al espíritu de esa constitución que tanto dicen defender, esta formación política no sirve sencillamente de nada, pues no aporta nada nuevo a nuestro sistema político, salvo un lavado de cara, y por tanto está condenada a desaparecer o a transformarse en un nuevo PP fagocitándolo, de la misma forma en que el PP hizo con UCD, lo que viene a ser lo mismo. No aporta nada CIUDADANOS en política económica, donde es tanto o incluso más liberal que el PP, tampoco en política territorial, donde es tanto o más nacionalista española que el PP, y desde luego no lo hace en regeneración, donde le basta el mismo maquillaje que al PSOE y al PP durante tantos años. Si no entienden esto, no podrán jugar el papel de derecha auténticamente democrática y moderna, de verdadero partido liberal, que tanto necesita España, si no desean romper con el PP por tacticismo, algo loable, deberían hacerlo por el bien del país y de su sistema democrático, asumir que sus propuestas los alejan de cualquier centro político, esté donde esté, y que no hay por qué avergonzarse de ello, pues la derecha es una opción política perfectamente respetable, como también lo es la izquierda, lo que no es respetable ni defendible desde ningún punto de vista son la corrupción y el desprecio al rival político. En algún momento hay que dar el paso. [1] Últimamente, CIUDADANOS parece más próximo al PSOE, pero solo por el mandato del rey (si bien mantiene una gran proximidad al PP esforzándose en que no quede completamente fuera del juego político), teniendo en cuenta cómo avanza la actualidad no podemos descartar cualquier nuevo viraje, por eso, aunque algunos aspectos de este comentario esbozado hace días puedan parecer desactualizados, no pueden ser ignorados. [2] Asoma por aquí la teoría de las elites extractivas, bien, puede servir como base para entender lo que pretendo explicar, y aunque no estoy muy seguro de la validez total de las ideas expresadas por Robinson y Acemoglu en su libro, sí que creo, por ejemplo, que el poder del Parlamento en Inglaterra, instaurado tan temprano, sentó las bases de un consenso de cierta igualdad basado en una especie de pacto de no agresión y a la vez de interés común entre determinadas elites que poco a poco, dada su naturaleza, fue ampliándose (bien que no por simple generosidad) y dando lugar a unas reglas de juego algo más limpias y honestas que en el resto de sociedades de la época, un cambio cultural de primer orden más asentado de inicio en los Estados Unidos que resulta propicio —aunque no es desde luego lo único que importa— para el progreso. La que has liao pollito, la que has liao, le decía la niña al inocente animalillo, qué culpa tendría él, cría al fin y al cabo, y qué culpa tendría la niña, más cría si cabe por mucho que pretendiese parecer mayor. La culpa será de los adultos irresponsables que juntaron un pollito, una niña y pintura, ¡a quién se le ocurre! ¿Qué es lo que esperaban? Pues algo así deben de estar pensando algunos en este país nuestro a la vista de sus maniobras, repetidas y repetitivas, es cierto, que demuestran que el concepto de democracia es prácticamente imposible de asimilar para según qué mentes. Bien, votamos, y salió lo que salió. O votó España, y salió lo que salió. La distinción no es poca cosa pues el sujeto importa, y mucho. Sí, la voluntad nacional. La voluntad popular. La voluntad general. Conviene pararnos a pensar un momento en ese concepto fundamental. ¿Votamos cada uno de nosotros y se agregaron los resultados o votó un país y expresó un mandato? ¿Existe la voluntad general? ¿Existe el pueblo o solo una suma de individuos? No, tranquilos, no voy a entrar a debatir a Rousseau, sinceramente no creo estar a la altura, pero a la vista de lo que está ocurriendo en España creo que merece la pena que cada uno se plantee íntimamente su posición al respecto, es esencial para entender la democracia actual. ¿Ganó las elecciones el PP? Innegablemente. ¿Votó España por el cambio y por expulsar al PP del gobierno? Sin ninguna duda. ¿Cómo entendemos la voluntad general? Esta es la clave y estoy seguro de que ya sabéis a qué viene esto. Cuando cada uno va a votar entran en juego multitud de consideraciones incluidas, por supuesto, los posibles resultados que estimamos que habrá en las elecciones, algo que puede hacernos incluso cambiar nuestra preferencia, una formulación burda (y contraria al espíritu mismo del sistema democrático) sería el archiconocido voto útil. Pero ¿es esto todo? Por supuesto que no, como ya he dicho hay muchos más elementos y el peso exacto de cada uno en la elección final de cada votante depende de una receta que no ha sido desentrañada aun por el simple hecho de que es exclusiva de cada persona. Así que ¿el resultado electoral es la manifestación de la voluntad de ese ente indefinido existente solo cada cuatro años para algunos políticos, o es una simple suma aritmética de las opiniones individuales de una serie de seres humanos dispersos por un territorio definido? Pues ni lo uno ni lo otro exactamente, sino un poco de todo, el resultado es, y siempre es así, un arcano, un enigma, y el problema con los arcanos es que no sirven de nada si no son desentrañados, si no son traducidos a la lengua vernácula. Unos son más fáciles que otros pero todos tienen y tendrán siempre un punto de misterio, un porcentaje de precipicio oscuro que también es indescifrable, por ejemplo: en las elecciones de 2011, ¿toda la gente que votó al PP deseaba una mayoría absoluta del PP? Sinceramente, lo dudo mucho, pero el arcano emitido resultó en esa ocasión meridianamente claro. La clave de la cuestión es que no corresponde a los autores la tarea de descifrar el enigma, sino a sus receptores, y lo que ellos entiendan, lo que ellos acuerden, se convertirá en ley y traducción absoluta, pudiendo llegar incluso a modificar, en ocasiones radicalmente, la voluntad individual de los autores. El autor desautorizado. O no. Porque la verdad es que no podemos saberlo.
Es extraño esto de los sistemas representativos. Entendido desde el punto de vista de la comunicación, tenemos un mensaje cacofónico que ha de ser descifrado por sus receptores que, una vez conseguido esto, informan a los autores del mensaje de lo que querían decir cuando lo emitieron. Y esto es ley. Así, la práctica representativa tiene algo de expolio, de sustracción, de… sometimiento por la fuerza, los antiguos se consolaban suponiendo que ese sometimiento lo era a la voluntad de todos, incluido la de uno mismo, y por tanto a la de nadie —al menos la de nadie físico, la de ningún dictador—, o al menos al bien común, pero ese es otro debate. Siempre habrá disidentes, por supuesto, que para eso se supone que esto es democracia, pero en el statu quo actual, salvo que estén armados con títeres, serán seguramente ignorados, o sus quejas caerán en saco roto, que viene a ser lo mismo. Por ello la posibilidad de unas nuevas elecciones me resulta personalmente tan estimulante, nunca había ocurrido en este país una retroalimentación tan potente —porque a los cuatro años no se contesta a los intérpretes del arcano, sino que se emite uno nuevo—, sin embargo en esta ocasión, si finalmente se convocan otras elecciones, el pueblo podrá decirles a esos descifradores de enigmas profesionales o no si está de acuerdo con las traducciones de su mensaje que ellos han esbozado, y ahora sí podremos sentir que el pueblo habla más como pueblo, no será todo, por supuesto, seguirá habiendo otros muchos elementos estrictamente individuales, pero ya sea cambiando o reiterando el mensaje, se llevará a cabo un extraordinario ejercicio de madurez política que este país va necesitando mucho, desde hace mucho. Habremos de estar listos, desde luego, los interpretadores son listos y juegan a encandilar, a engañar, a manipular, es decir, a pre-interpretar y, por lo tanto, a pre-emitir el mensaje por nosotros, modulando nuestras inclinaciones naturales a su favor; debemos por lo tanto esforzarnos en discernir entre poses y verdades, entre interpretaciones y realidades, para saber quién se muestra como es y quién continua fingiendo, es decir, pre-interpretando, para esto nada mejor que atender a los márgenes de la información, que es por donde se suelen colar los vestigios de realidad. Esto nos lleva a la otra cara de esta moneda, la de la ciudadanía, imprescindible concepto indisoluble del de voluntad general, es decir, la responsabilidad: ¿estaremos a la altura? Todo esto es teoría, claro, puras especulaciones, o filosofía barata si lo preferís (al fin y al cabo no queda otra hoy en día), hay muchas otras consideraciones, otro día seré más práctico, lo prometo. ¿Lo sabrías tú? ¿Y yo? Para los que no lo hayáis reconocido, la anterior cita proviene de la película Gladiator, del año 2000, protagonizada por Russell Crowe y dirigida por Ridley Scott. ¿Y a qué vienen? Pues vienen a una de esas extrañas conjunciones que a veces parecen aportar sentido a un mundo aparentemente incomprensible, al menos a mí me lo parece, pero yo no estoy muy cuerdo. En mi última publicación colgué una simple viñeta sin más explicaciones, al fin y al cabo la ironía es harto sensible, y muere si se le dan demasiadas vueltas. Hoy me despierto con la noticia de que Alemania (y España, cómo no) presionan junto con otros países a la Comisión Europea para aumentar los límites contaminantes de los vehículos diesel que además, afirman los alemanes, han de ser protegidos, qué sabrán todos esos expertos que llevan tanto tiempo advirtiendo de que el motor de combustión, y especialmente el diesel, está conceptualmente obsoleto y que ha llegado a su límite tecnológico, es decir, que no se puede mejorar más mientras siga funcionando con combustibles fósiles; qué sabrán ellos, si el diesel nació en 1893 y los conceptos son eternos, ¿verdad Adam?[1] Por otro lado Madrid se transforma en el Olimpo neoliberal y Odín (sí, Odín, no Freyja), palmea al uso local —esto es ¡España! Pues otra sangrrría— mientras una de sus valquirias proclama a su nuevo campeón, el hombre del millón de empleos —y una paella—. Parece la venganza teutónica, el Valhalla haciendo reforma en el Olimpo: ni dórico ni corintio, mejor tipo loft, despejadito y amplio, y se acabaron las togas y comer reclinados, ahora lo que se lleva es prender rugientes hogueras industriales, quemar carbón y ser rubio. ¿Zeus? Ni está ni se le espera, tanto rayo y tanto fornicio aumentan los hijos y agotan las cuentas, la exuberancia pasa factura, hay que pagar, nosotros te diremos el precio. Pero Zeus no era solo Zeus, sino también Júpiter, menos espectacular pero más efectivo, y por eso al mismo tiempo, en tierras de nibelungos, un italiano mercenario, por tanto fiel a Júpiter, dice que la cosa está muy malita y le mete un poco el dedo en el ojo a la alemana, tímida venganza, pero venganza al fin y al cabo. Hay que saber cuándo se es derrotado. Sabias palabras, aunque más sabia es la réplica ¿Lo sabrías tú? ¿Y yo? Quién podría responder que sí. No desde luego el grupo de lúgubres cuervos (qué fue del elegante búho de Palas Atenea o del imponente águila de su padre) que se encierra a palmearse la espalda públicamente, porque ahora hasta las celebraciones electorales para el pueblo son a puerta cerrada, salvo para avisar del riesgo de que Apolo vuelva a salir con su carro, el sol es demasiado caro, si quiere volar, que pague el peaje (de respaldo). Para ellos, para quienes el que los mortales abandonen sus pagos es un triunfo histórico porque lo indica una tasa —y las matemáticas mandan en Asgard—, la realidad es otra cosa. Pero tozuda, será de por aquí. Y se rebela por la espalda si no le hacen caso de frente, incluso en Fráncfort. ¿Y qué hacen quienes no saben que son derrotados? Pues seguir adelante, como los nórdicos salvajes, tribales y desesperados que se lanzaron contra las tropas de Máximo Décimo Meridio, hasta que no haya nada más, se agarran a los guarismos que ellos mismos pintan en sus pizarras mágicas (tanto polvo de tiza…), a Odín, y se olvidan de pulmones y poblaciones, de pobres y… no, solo de pobres, y profundizan en la ironía, esa bendita ironía, esa trágica ironía europea que resulta que proviene de Grecia ( εíρωνείa, eironeia), de eiron, el pícaro o simulador, que finge ignorar aquello que conoce. Y si el problema son los límites, pues los aumentamos; si los trabajadores nos ponen en apuros, pues los expulsamos; si una comunidad apela al espíritu, no levantamos la vista del papel, que al fin y al cabo la letra sí podemos tocarla (en serio, eso creen) y es prístina —que debe ser algo esencial, por como suena. Lo que nuestros mayores unieron, que no lo separe el hombre—, pero eso sí, a puerta cerrada, no vaya a contaminarsenos el Olimpo, perdón, el Valhalla, con el polvo de fuera. A quién se le ocurre, Pablo, no se anuncia un asalto, y menos al Olimpo, que ahora somos civilizados, hay que comprarlo en el mercado libre, eso sí, a precio de saldo. Llámalo OPA hostil. ¿Lo sabrías tú? ¿Y yo? [1] Quiero aclarar que utilizo esta referencia a Adam Smith solo como símbolo, estoy convencido de que si resucitara y viese en lo que se han convertido sus teorías en la práctica, se volvería a morir del susto. Dice el refrán que de aquellos lodos, estos barros, o algo así. Hoy el barro es el llamamiento dramático y teatral de Merkel y Hollande a una respuesta europea a la crisis de los refugiados. Sí, estamos de acuerdo, así debería de ser y no seré yo quien critique la respuesta inicial de la canciller, al contrario y a pesar de su cambio de después, pero ¿y si nos preguntamos por los lodos? Pues resulta entonces cuando menos sorprendente que los mismos que se han dedicado a destruir Europa, a acabar con sus principios inspiradores a conveniencia vengan ahora a pedir justo lo contrario cuando les interesa. Qué le voy a hacer, el tema de la autoridad moral me encanta. Y es que ha sido Alemania, ha sido Merkel, quien por cuestiones puramente ideológicas y egoístas se ha negado una y otra vez a una respuesta verdaderamente europea a la crisis económica, y fue Hollande quien por las mismas razones prometió y calló después. Entiéndaseme, cuando hablo de respuesta verdaderamente europea me refiero a decisiones valientes, a implicarse de verdad (y asumir la parte de responsabilidad que toca, que Alemania y sus bancos y empresas también tienen bastante, por cierto), y no a dar dinero a cambio de poder y empresas públicas griegas —es decir, comprar—, que en resumidas cuentas ha sido lo que ha ocurrido, me refiero a mutualización de deuda, a respeto, a permitir al BCE actuar para el empleo y no únicamente para mantener una inflación ridícula que no es el problema, a una unión bancaria de verdad y no a una que permita dejar los problemas de los bancos alemanes bajo la alfombra, a ser sensible al sufrimiento y aceptar que las políticas de austeridad solo sirven para empeorar las cosas, y lo que es más importante, lo que es el quid de la cuestión: asumiendo que todo ello implicase cierto daño para uno mismo, porque eso es la solidaridad de verdad, escoger el bien de todos, aunque eso suponga sacrificios propios que uno en principio no tendría por qué asumir, pero hacerlo igualmente por el bien común, tal y como se haría en una familia, aunque sea solo por aquello de que hoy por ti y mañana por mí. Quede bien claro que no estoy defendiendo la irresponsabilidad, pero los verdaderos responsables de la crisis pueden pagar sin castigar a los pueblos de manera inútil, tal y como se ha hecho, tal y como se sigue haciendo. Los principios de la Unión Europea son muy bonitos y verdaderamente inspiradores, pero Monet y Schuman no eran tontos, y conociendo la historia europea pensaron que sería mejor fiarlo todo a algo más que meros principios de oropel, e inventaron la expresión «solidaridades de hecho»[1], tan verdaderamente magistral como solo pueden serlo las cosas increíblemente simples. El plan era ir creando acuerdos prácticos, concretos, uniones específicas que fuesen creando una red de relaciones, de intereses cada vez más tupida que necesariamente, por su propia inercia y los beneficios que produjese para sus actores llevase a una profundización cada vez mayor de una manera natural, y así fue hasta hace unos años: CECA, EURATOM, Tratado de Roma… Pero ese impulso se detuvo cuando triunfó el paradigma neoliberal y los nuevos directores del pensamiento empezaron a considerar la CEE como un simple lugar para hacer negocios, olvidándose de que los negocios no flotan en el vacío, sino que se producen en sociedades humanas, se acentuó el carácter puramente económico (recuerdo las barbaridades que llamaron a aquellos que alertaron sobre la «Europa de los mercaderes» hace ya tanto) olvidándose del resto, se olvidó el progreso lógico y —mucho más importante y hacia donde apuntaban Monet y Schuman— necesario, porque al fin y al cabo, mientras fluyese el dinero… Y se acabó implantando una moneda para todos que, por flotar en el vacío, ha resultado no ser exactamente de nadie. Y después, que digo después, tan inmediatamente que es a la vez, viene esta señora a decir que hay que ser europeos porque, y esta es la razón que la domina, estoy seguro y siento ser tan caustico, Alemania tiene un problema, y lo tiene porque la mayoría de esos pobres seres quieren ir allí, y porque ella tuvo un arranque de humanidad o de orgullo, vaya usted a saber, y se ha metido en un jardín. No cuestiono el acto inicial, ojalá la suya hubiese sido la reacción general (no me hagan hablar de España, por favor), cuestiono los motivos, y me pregunto ¿cómo puede ahora pretender a Europa cuando ella misma ha hecho todo lo posible por destruirla? ¿Acaso piensa que Europa es algo que está ahí para cuando ella lo necesita? Se me dirá que mezclo temas y que Alemania ha hecho mucho, pero en realidad no mezclo nada, pues no se pueden desligar unas cosas de otras, eso es lo que significa la palabra unión, no se puede pretender que sea para unas cosas y no para otras según los intereses de cada uno, no se puede abogar por una política exterior y defensa común y más fuerte y no hacer nada de verdad para que esta prospere, no impulsarla y acordarse de ella solo cuando interesa, esto es lo que comprendían los padres de Europa, y lo que todos los demás han olvidado. Y es cierto que Alemania ha hecho cosas para solucionar la crisis, ha puesto dinero, como el pariente rico que cree que todo se soluciona con billetes, pero igual que él se ha permitido el lujo de humillar al pariente pobre, de sermonearle y decirle lo que debía hacer (por cierto equivocadamente) y siempre, siempre, con la vista puesta en sus propios intereses, que son lo único que en el fondo les preocupa a estos parientes; y ya he dicho que no es que no tengamos culpa los de aquí y no tengamos que pagar, pero también la tienen ellos y cuando se ayuda a alguien no se debe hacer con soberbia, yo al menos entiendo la ayuda y la solidaridad de otra manera. Una de las sentencias más repetidas en todas las asignaturas de la facultad, y han pasado muchos años, era, junto a «la crisis del Estado del Bienestar», el «déficit democrático de la Unión Europea», una mentira y una verdad que se contraponen, que son dos caras de la misma moneda si uno lo piensa a fondo. Para lo que nos interesa ahora, ese déficit existe y temo que seguirá existiendo porque carecemos de líderes, solo tenemos políticos, gente apegada a sus recursos y los de sus partidos, sin ideas ni proyectos, incapaces de ver más allá, de mirar el futuro con inteligencia y coraje y entender lo que es evidente, que la única solución es Europa, pero una Europa de verdad, una Europa de los ciudadanos, que somos todos, y no solo de los mercaderes, que son unos pocos, una sociedad plena y múltiple. Mientras Europa siga siendo ese ente abstracto al que solo recurrimos cuando nos interesa, mientras sea esa Santa Bárbara al revés, no habrá solución a la crisis, sino salida renqueante y crisis futuras, y no habrá paz para los que acuden a nuestras fronteras en su busca, sino mezquindad, decepción y, al cabo, rencor por el que algún día tendremos que responder. Sinceramente, antes de que el sueño se transforme en pesadilla yo prefiero despertar, y mañana será otro día. Lo siento mucho, hoy vuelvo a estar negativo. Os dejo a continuación un breve articulo extraído de la página oficial de la Unión Europea que os servirá para situar el contexto del inicio de la U.E. a aquellos que os encontréis más perdidos, incluye también el texto íntegro de la declaración Schuman, las negritas y las notas al pie son mías. Declaración de Robert Schuman, 9 de mayo de 1950 Robert Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, pronunció la Declaración que lleva su nombre el 9 de mayo de 1950. En ella proponía la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero cuyos miembros pondrían en común la producción de carbón y de acero. La CECA (formada en su origen por Francia, Alemania Occidental, Italia, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo) fue la primera de una serie de instituciones supranacionales que se convertirían en lo que es hoy la Unión Europea. Contexto histórico En 1950, cinco años después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, las naciones europeas todavía estaban luchando para superar sus estragos. Los gobiernos europeos, decididos a evitar otra terrible contienda, llegaron a la conclusión de que, poniendo en común la producción de carbón y acero, la guerra entre Francia y Alemania, rivales históricos, resultaría —en los términos de la declaración— "no sólo impensable, sino materialmente imposible". Se pensó, acertadamente, que la fusión de los intereses económicos contribuiría a aumentar el nivel de vida y constituiría el primer paso hacia una Europa más unida. La adhesión a la CECA estaba abierta a otros países. Citas clave
Texto íntegro La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan[2]. La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas. Francia, defensora desde hace más de veinte años de una Europa unida, ha tenido siempre como objetivo esencial servir a la paz. Europa no se construyó y hubo la guerra. Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania. Con este fin, el Gobierno francés propone actuar de inmediato sobre un punto limitado, pero decisivo. El Gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común, en una organización abierta a los demás países de Europa. La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea[3], y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas. La solidaridad de producción que así se cree pondrá de manifiesto que cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo resulta impensable, sino materialmente imposible. La creación de esa potente unidad de producción, abierta a todos los países que deseen participar en ella, proporcionará a todos los países a los que agrupe los elementos fundamentales de la producción industrial en las mismas condiciones y sentará los cimientos reales de su unificación económica. Dicha producción se ofrecerá a todo el mundo sin distinción ni exclusión, para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz. Europa podrá, con mayores medios, proseguir la realización de una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano. De este modo, se llevará a cabo la fusión de intereses indispensables para la creación de una comunidad económica y se introducirá el fermento de una comunidad más amplia y más profunda entre países que durante tanto tiempo se han enfrentado en divisiones sangrientas. Mediante la puesta en común de las producciones básicas y la creación de una Alta Autoridad de nuevo cuño, cuyas decisiones obligarán a Francia, Alemania y los países que se adhieran, esta propuesta sentará las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz. Para proseguir la realización de tales objetivos, el Gobierno francés está dispuesto a iniciar negociaciones según las siguientes bases. La misión encomendada a la Alta Autoridad común consistirá en garantizar, en el plazo más breve posible, la modernización de la producción y la mejora de su calidad; el suministro, en condiciones idénticas, del carbón y del acero en el mercado francés y en el mercado alemán, así como en los de los países adherentes; el desarrollo de la exportación común hacia los demás países; la equiparación y mejora de las condiciones de vida de los trabajadores de esas industrias. Para alcanzar estos objetivos a partir de las dispares condiciones en que se encuentran actualmente las producciones de los países adherentes, deberán aplicarse con carácter transitorio determinadas disposiciones que establezcan la aplicación de un plan de producción y de inversiones, la creación de mecanismos de estabilidad de los precios y la creación de un fondo de reconversión que facilite la racionalización de la producción. La circulación del carbón y del acero entre los países adherentes quedará liberada inmediatamente de cualquier derecho de aduanas y no podrá verse afectada por tarifas de transporte diferenciales. Progresivamente se irán estableciendo las condiciones que garanticen espontáneamente una distribución más racional de la producción y el nivel de productividad más elevado. La organización proyectada, al contrario que un cártel internacional tendente a la distribución y a la explotación de los mercados mediante prácticas restrictivas y el mantenimiento de grandes beneficios, garantizará la fusión de los mercados y la expansión de la producción. Los principios y compromisos esenciales anteriormente expuestos serán objeto de un tratado firmado entre los Estados. Las negociaciones indispensables para precisar las normas de aplicación se llevarán a cabo con ayuda de un árbitro designado de común acuerdo, cuya misión consistirá en velar por que los acuerdos se ajusten a los principios y, en caso de desacuerdo insalvable, decidirá la solución que deba adoptarse. La Alta Autoridad común, encargada del funcionamiento de todo el sistema, estará compuesta por personalidades independientes designadas sobre bases paritarias por los Gobiernos, quienes elegirán de común acuerdo un presidente. Las decisiones de la Alta Autoridad serán ejecutivas en Francia, en Alemania y en los demás países adherentes. Se adoptarán las disposiciones adecuadas para garantizar las vías de recurso necesarias contra las decisiones de la Alta Autoridad. Un representante de las Naciones Unidas ante dicha autoridad se encargará de hacer, dos veces al año, un informe público a la ONU sobre el funcionamiento del nuevo organismo, en particular por lo que se refiere a la salvaguardia de sus fines pacíficos. La creación de la Alta Autoridad no prejuzga en absoluto el régimen de propiedad de las empresas. En el ejercicio de su misión, la Alta Autoridad común tendrá en cuenta las facultades otorgadas a la autoridad internacional del Ruhr y las obligaciones de todo tipo impuestas a Alemania, mientras éstas subsistan. ¿Hay algo más que añadir después de esto? Me pregunto cuántos de los líderes europeos actuales habrán leído este documento, y cuántos de ellos lo habrán entendido. [1] En la declaración Schuman, que os he dejado al final, el término aparece en singular, pero lo mantengo aquí en plural porque así me lo enseñaron (quizá por error) y porque creo que es más ilustrativo de esta forma. [2] ¿Se están llevando a cabo esfuerzos parejos, esfuerzos capaces de revertir los múltiples peligros que amenazan a Europa o solo se da una patada adelante y a regañadientes cuando no queda otro remedio? [3] Esta es la cuestión clave, el asunto que desde finales del s. XIX preocupó a multitud de pensadores políticos, la posible creación de una federación europea a semejanza de unos Estados Unidos de Europa. ¿Y por qué una federación? Porque solo las federaciones sobreviven, las confederaciones, de las que la historia europea ya está surtida, siempre acaban fracasando porque carecen de esas solidaridades de hecho que las mantengan unidas, de ese cemento que hace que romper sea destructivo para las partes. España nació como una confederación hispánica de reinos y acabó avanzando hacia una federación y una unión después, pero todavía resuenan los ecos de la confederación, amenazando el edificio común. Europa hoy es claramente más una confederación que una federación y, aunque está en una zona gris entre ambas, el camino hacia la federación se ha detenido (pobre Spinelli), y todos sabemos lo que sucede en el mundo actual cuando te quedas parado (excepto Rajoy, claro). |
...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
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