Y no de una cualquiera, sino de una capaz de dejar prendado al mismísimo Zeus y hacerle adoptar forma de toro, manso eso sí, para que la llevase a Creta, donde reinaría y pariría, quiero decir, daría a luz, o sea, a sus hijos. Vale, puede parecer que seducir a Zeus no es que tuviese mucho mérito, de hecho es posible que no se transformase en toro al ver a Europa jugando en la playa con sus amigas, sino que ya anduviese por ahí de semejante guisa (cada uno tiene las aficiones que quiere), sin embargo hay que tener en cuenta que un dios bien parecido como él tenía a toda la Hélade para escoger, y que para la metáfora me sirve, que no es poca cosa.
El caso es que mi próximo comentario iba a versar sobre el asuntillo ese de Cataluña, pero la actualidad manda aunque nos pese, y visto lo que ha sucedido en Francia y lo que una vez más, como en una especie de trágico e inútil Eterno Retorno le está sucediendo —al hecho, no a Francia únicamente—, me apetece gritarle un poco a la inmensidad del desierto porque las reacciones que los más Media de todos los Media (porque afortunadamente también hay algunos que son menos Media) nos vomitan son una vez más prácticamente las mismas, y eso se me antoja la antesala de más terror. Hay algunas —no sé si llamarlas— teorías que propugnan que el nivel de idiotez en la época actual es superior al de otras y que no cesa de aumentar, con lo que el futuro de la humanidad no es muy halagüeño, y se proponen algunos ejemplos de esta tendencia, de los cuales el que más me interesa ahora es la incapacidad de adecuarse a la realidad y seguir perseverando en respuestas que han demostrado su, como mínimo, inutilidad para resolver el problema de que se trate, cuando no empeorarlo (en este sentido, algunos incluyen como ejemplo de la extensión de esta tendencia el supuesto incremento general mundial de apoyo a tendencias políticas conservadoras, por cuanto poseen en su ADN político precisamente el “conservar”, el mantenerse en lo que ya se ha hecho simplemente porque ya se ha hecho, es decir, una aberrante falta de capacidad de adaptación y, especialmente, de innovación frente a un mundo cambiante. Cada cual que juzgue como quiera, en cualquier caso este debate es tema para otro comentario), no me referiré aquí de nuevo a la respuesta a la crisis, sino a la respuesta a la violencia, llamémosla así, más generalmente, islamista. Y es que Europa tiene nombre de princesa, o más bien de princesita o, para ser más concreto, de princesita Disney de los años 50. Y Occidente en general, debo añadir. Me refiero al carácter tópico de estas princesas, el que adoptan las niñas pequeñas cuando pasan por la fase de ser princesas y que es fundamentalmente ñoño, absurdamente idealizado y, sobretodo, alérgico a cualquier tipo de realidad, sumamente fantasioso. Me explico: ante cualquier contingencia, la primera decisión a tomar es si se desea hacer algo o no, ¿no es así? Pues no exactamente, está la tercera vía de la princesa, es decir, que un caballero andante te saque del apuro (y cuidado que no vale cualquiera, pero no nos perdamos ahora entre variedades cromáticas de azul), sin embargo esta opción no deja de ser una variante de no hacer nada, bastante egoísta, por cierto. En cualquier caso lo verdaderamente importante es que, se decida lo que se decida, hay que aceptar las consecuencias de la decisión tomada, y esto es lo que no hacen las princesitas; bueno sí, se casan con el príncipe, pero es que mirad qué príncipes, ¿cuántos así habéis visto en la vida real? Volviendo al mundo de verdad, y para ir entrando en materia, lo que no se puede hacer es hacer y no hacer, aparentar pero sin salpicarse el vestidito de princesa. No hacer nada con respecto a Oriente Medio y sus problemas quizá hubiese sido una opción en el s.XIX, pero hoy en día… la responsabilidad de Occidente es demasiado grande y, queramos verla o no, tarde o temprano habrá que enfrentarse a ella porque ella se enfrenta a nosotros. En respuesta a la masacre de París se incrementa el estado de alarma, se toman medidas legales que van en detrimento de la libertad individual y se hacen grandilocuentes declaraciones que exigen adhesión incondicional, y si no, eres poco más que un terrorista. Hay un vídeo circulando por ahí de unas declaraciones nada menos que de Dominique de Villepin renegando de la guerra como respuesta al terrorismo, es de hace un año claro, ahora mismo no se tolerarían unas declaraciones así, el dolor y la sangre precisan de animosidad y vehemencia, de lo contrario, si se mantienen la cabeza fría y los principios en su sitio, se pasa a ser automáticamente sospechoso, incluso me ha parecido escuchar a Hernando (maravilloso ejemplo de la teoría antes mencionada que sus defensores no suelen citar) quejarse de que la respuesta de Pablo Iglesias no era al parecer lo emotiva que debería, y de ahí a sembrar la sospecha de que en realidad apoya a los terroristas —vía Venezuela, por qué no— hay menos de un paso. Esta es nuestra sociedad. Algunos empezaréis a intuir por dónde voy, pero para la mayoría todo esto será muy confuso, os pido perdón, he dicho que me iba a explicar y no lo he hecho, trataré de ser más claro. ¿De dónde nace este islamismo radical? O mejor dicho, ¿de dónde ha sacado la enorme fuerza que tiene actualmente? Como decía Villepin en el video y cualquier persona con dos dedos de frente puede ver, de Irak, de Afganistán, de Libia… Pero también de más lejos, también de una política hacia Israel que destierra la justicia por aquello de la culpabilidad, y de años y años de una concepción occidental puramente utilitarista, o economicista, que casi viene a ser lo mismo, hacia todo ¿Oriente Medio? Vale, dejémoslo ahí, olvidémonos de África o Sudamérica. Y es que desde la Segunda Guerra Mundial Occidente solo se ha metido en el fango cuando lo que entendía por su bienestar material inmediato estaba amenazado (en esto Europa últimamente ha sido la princesita-comparsa) y únicamente hasta que parecía solucionado. Hoy nos masacran a los europeos en casa y respondemos bombardeando desde lejos, muy a salvo, de forma que a lo mejor en 10 años hemos conseguido una victoria, ¿hemos? De acuerdo, muy bien, sin nuestras bombas no habría podido ser, ¿y después? Pues la princesa estará peinándose, mirándose embelesada en un espejo que le dice que es la más bella, sin ojos para ver cómo su palacio se derrumba y sin interés por nada más hasta que alguien le ponga fin al cuento de repente. ¿Pero qué pasaría si todos esos millones destinados a bombas, pilotos, combustible y corresponsales, si toda esa energía se emplease en implicarse de verdad en aquello en que decimos que queremos implicarnos? Es decir, que por una vez se hiciese honor a los principios que acumulan polvo en el frontispicio del templo de Europa. ¿Cómo consiguen las organizaciones islamistas penetrar en las sociedades y hacerse tan fuertes? Proporcionan alimento, educación y, ante todo, consuelo, futuro y un fin, un objetivo vital, un sentimiento de pertenencia que trasciende al propio ser en sociedades —no necesariamente pobres— cuyos individuos carecen de todo o parte de ello. Ellos han entendido el mundo y viven en él, la princesa, mientras tanto, es muy guapa. Llevaría tiempo. Costaría dinero. Pues entonces dejemos que nos maten de vez en cuando. Dejemos que la idea de lo que hemos construido, de Europa, de la Democracia, de los Derechos Humanos, se pierda en el tiempo. ¿Lo veis? Todos podemos hacer declaraciones grandilocuentes. En realidad es una cuestión de compromiso y de valores, Europa tiene raíces cristianas, dicen algunos muy ofendidos en ocasiones, deben referirse a esos antiguos edificios de piedra, porque yo no veo el amor cristiano por ningún sitio. Y no es tanto cuestión de sacrificar como de humildad, ¿cuánto dinero se va a gastar Europa en celebrar las próximas navidades? ¿No podríamos celebrarlas sin actos majestuosos ni grandes cabalgatas, pero con la sonrisa de un niño, aunque no sea blanco? Vaya, maldita demagogia. Lo tenemos delante y no lo vemos, debe de ser que estamos peinándonos: hay países pobres que acogen a millones de refugiados y aquí montamos el lío padre por unos pocos cientos de miles, ¿cuántos de ellos recordarán dentro de unos años el trato que la rica y poderosa Europa les dispensó cuando más necesitaban de humana —por no decir cristiana— caridad? ¿Cuántos de ellos prestarán oídos a las serpientes y nos lo agradecerán a tiros más pronto o más tarde? Los problemas no se resuelven tocándolos con un palo, hay meterse en el barro hasta donde haga falta y quedarse allí el tiempo suficiente para asegurarse de salir limpio, hay que asumir la propia responsabilidad, hay que ser justo con los niños ahogados, no solo emotivos con las imágenes de sus cadáveres en prime time. Derrotar al ISIS es una necesidad humanitaria, y ya que han cometido la estupidez de llevar el enfrentamiento a la guerra convencional, donde Occidente es más fuerte, quizá habría que aprovecharlo, pero eso no sirve de nada, incluso puede empeorar las cosas, si no hay un plan, una estrategia a largo plazo para pacificar la zona, pero pacificar en el sentido correcto del término, es decir, desarrollando económicamente y respetando a la gente del lugar, no imponiendo y no suponiendo que sociedades sin economía desarrollada, sin clase media asentada, pueden asumir la Democracia tal y como la entendemos en Occidente. Paso a paso. ¿Y meternos en una guerra sangrienta? ¿Prender fuego al polvorín? Nadie ha dicho que sea fácil, pero si no estás dispuesto a hacer lo que sea necesario, es mejor que después no te lamentes, que diría cualquier abuela (el que quiera peces, que se moje el culo, diría la mía, tan castiza, si pudiese). Si no se plantean las cosas así, es mejor no hacer nada, porque a la larga lo empeoraremos, la realidad está ahí para recordarnos lo que ha pasado ya antes, pero preferimos seguir mirándonos al espejo, debatiendo sobre nacionalidades ridículas mientras la gente sufre y muere. Ese miedo a perder lo que tenemos que nos atenaza, que nos impide evolucionar, abrazar el cambio, como dicen, que nos impone las mismas recetas fracasadas y caducas una y otra vez en lo económico, en lo social, en lo político, va a conseguir que efectivamente acabemos perdiendo a largo plazo lo que tenemos. Sí, hoy me he levantado catastrofista, deber de ser eso, que nadie haga ningún caso. Entiéndaseme, no abogo por una guerra, no es que crea que sea la solución, pero tampoco las reacciones emocionales prefabricadas; abogo por un debate, por un compromiso real y firme, por el valor y la inteligencia, y si después no hay más remedio que entrar en una guerra, hacerlo con convicción, aunque si se dan los pasos anteriores, si se hubiesen dado, seguramente no sería necesario. He leído el Acuerdo para Afianzar la Unidad en Defensa de las Libertades y en la Lucha contra el Terrorismo, o pacto antiyihadista, lo incluyo al final por si alguien tiene curiosidad, aunque os lo resumo. Básicamente tiene dos partes divididas, aunque no taxativamente, entre una de principios y otra de medidas. La de principios no es más que un montón de lugares comunes sobre la Democracia, la Justicia, la Libertad… La de medidas incide sobre todo en cuestiones punitivas. No deja de ser el sustento de la Patriot Act. Y no es que no haya que adecuar el marco legal a las nuevas amenazas ni potenciar la inteligencia, es que en realidad lo que esto ampara no es más que aumentos de penas (desde luego muy efectivas para disuadir a gente con motivaciones religiosas tan fanáticas que pueden llegar al suicidio) y restricciones de libertad individual (que expertos en seguridad dicen por activa y por pasiva que no son garantía de una mayor efectividad). Oh, sí, también se menciona el refuerzo de medios materiales y humanos en inteligencia (insertar aquí las carcajadas de los miembros de los servicios de inteligencia, pero discretamente). Como se ve, todo medidas a corto plazo, puramente reactivas, sin un análisis mínimamente inteligente y real, sin un principio sustentador, sin una estrategia a largo plazo más allá de vaguedades tras las que esconderse cómodamente. No dan para más. Sin embargo, todos se afanan en señalar con el dedo al que se atreve a alzar la voz, al que dice que eso no sirve para nada, al que propone otras vías distintas a los lugares comunes inútiles pero conocidos, que no exigen pensar por uno mismo, que no requieren de arrojo, de originalidad, de creatividad. Podrán ser equivocadas, pero es que esas ideas ni siquiera se discuten, simplemente se desechan y lo que es más grave, se ridiculizan públicamente, se tornan en el enemigo a batir, quizá porque si el pensamiento crítico y racional se instalase en la sociedad, la vacuidad de los defensores del postureo les haría quedar en el más absoluto de los ridículos. Y, aprovechando, se siembran dudas sobre lo más sagrado resaltando lo obvio, como decía hace poco el gran Umberto Eco, se olvidan de que en Democracia la calidad se presupone, que nadie tiene que hacer constantemente profesión de fe de demócrata ni humanista (y que por mucho hacerlo no se es más demócrata ni humanista), y que nadie tiene el derecho ni el poder de tomar juramento y juzgar a otros salvo los tribunales legalmente establecidos, por muy superior que se considere (o por muy lideresa que se crea), porque al fin y al cabo, eso sería como no ser demócrata. ACUERDO PARA AFIANZAR LA UNIDAD EN DEFENSA DE LAS LIBERTADES Y EN LA LUCHA CONTRA EL TERRORISMO El terrorismo es el peor enemigo de la democracia y de las libertades. Los españoles lo saben bien, porque hemos hecho frente al terrorismo durante demasiado tiempo. Y lo hemos hecho siempre con una clara ejemplaridad: con serenidad, fortaleza y responsabilidad. Los españoles somos muy conscientes de su gravedad y su dureza, tanto a nivel interno como en su dimensión exterior. Y nos sentimos especialmente concernidos por acontecimientos como los recientes atentados en París, que han vuelto a poner de manifiesto la grave y real amenaza del terrorismo yihadista, a la que ningún país puede permanecer ajeno, sean cuales seas sus manifestaciones o sus formas de actuación, incluyendo los actores solitarios y los combatientes terroristas retornados. Pese a las nuevas o diferentes fórmulas que adopta la amenaza terrorista, los demócratas sabemos cuáles son los mejores instrumentos para combatir la violencia irracional e injustificada del terror: la acción de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad, la actuación de Jueces y Tribunales y la cooperación internacional. En definitiva, la respuesta de todas las instituciones, empezando por los Gobiernos y los Parlamentos. Esta convicción parte de nuestra propia experiencia. Hemos sido capaces de construir y consolidar una democracia sólida. El terror no ha logrado impedir su avance ni ha hecho retroceder el régimen de libertades, pero sí ha provocado pérdidas irreparables que permanecen intactas en nuestra memoria y que nunca podrán ser borradas. Por eso, por encima de todo, la solidaridad, el afecto y el apoyo a las víctimas del terrorismo ha de ser siempre una referencia para los demócratas. Mantener vivo su recuerdo y rendirles el merecido homenaje es un imperativo ético que reafirmamos en el presente acuerdo. Un imperativo ético que reafirma nuestra convicción democrática. Lo único que han conseguido los enemigos de la democracia y de las libertades es reforzar el convencimiento de que nuestra gran fortaleza está en la ley y en la unidad. Es la fortaleza del Estado de Derecho la que fundamenta la respuesta de las instituciones frente al terror. Es la Ley la que ampara los derechos de los ciudadanos y vela por el respeto a sus libertades. Una Ley que adquiere mayor vigor y eficacia cuando cuenta con el respaldo firme y con la unidad de acción de las fuerzas políticas democráticas. Una Ley que se sustenta sobre nuestro compromiso democrático con los derechos de los ciudadanos y sobre el reconocimiento moral y permanente de las víctimas del terrorismo. En España, el camino de la unidad de los demócratas se ha visto jalonado por importantes acuerdos entre las fuerzas políticas, de los que son histórico testimonio el Pacto de Madrid de 1987, el Pacto de Ajuria Enea del 1988 y el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo de 2000. Un Pacto este último que ya entre sus principios recogía expresamente la necesaria adaptación de la respuesta legal a las fórmulas que pueda adquirir la amenaza del terrorismo. Un mandato al que hoy se responde con este nuevo Acuerdo. De la misma manera en que se atiende a las inquietudes e iniciativas acordadas en el ámbito internacional, como la Resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de 24 de Septiembre de 2014 (2014 S/RES/2178), que urgía a los Estados a realizar las modificaciones legislativas necesarias para poder procesar y condenar a los combatientes retornados y a los lobos o actores solitarios. Conscientes del peligro que representa la amenaza terrorista, en todas sus manifestaciones, es necesario que los demócratas sepamos traducir nuestra unidad en la máxima capacidad para mejorar y actualizar la respuesta legal, especialmente en el terreno penal, frente a las nuevas y terribles formas de actuación de quienes ponen en peligro nuestras vidas y nuestras libertades. El bienestar de los ciudadanos y el respeto a sus derechos exige la defensa de la libertad frente al riesgo y la vulnerabilidad que el terrorismo supone para las personas. Ello exige reforzar la confianza en el ejercicio de esa libertad, como parte de su esencia misma. Y generar esa confianza debe ser y es, de hecho, el objetivo principal y prioritario del refuerzo de la seguridad de los ciudadanos y los países. La defensa de la libertad es asimismo expresión y referencia del pluralismo de cualquier sociedad democrática. Por esta razón, conviene recordar que la tolerancia forma parte también de la base misma de los derechos de los ciudadanos, y que las actitudes discriminatorias, cualesquiera que sean sus manifestaciones, no tienen justificación alguna en las sociedades democráticas y merecen el mayor reproche social y legal. Por todo lo anterior, el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, expresamos nuestra firme voluntad de mantener la máxima unidad de los demócratas contra el terrorismo y de asumir y cumplir los compromisos que a continuación se detallan. En todo caso, el presente acuerdo no se verá afectado por los posibles cambios en el sistema de penas que puedan producirse en el futuro en función de las posiciones mantenidas por las partes en el curso de la tramitación de la reforma del Código Penal: 1.- Promover la modificación del Código Penal en materia de delitos de terrorismo, a través de una Proposición de Ley Orgánica que ambas fuerzas suscribimos, y a cuya firma o apoyo convocamos al resto de fuerzas parlamentarias. La modificación del Código Penal que esta Proposición recoge tipificará los delitos de terrorismo, con independencia de que se realicen o no en el seno de un grupo u organización terrorista, atendiendo a la finalidad con que se cometen, y cuyo elemento común es la provocación de un estado de terror en la población. Tipificará, así, como delito de terrorismo el desplazamiento al extranjero para incorporarse a una organización terrorista o colaborar con ella. Asimismo, contemplará las conductas propias de las nuevas formas de terrorismo, especialmente en aspectos como la captación y el adiestramiento de terroristas, incluido el adiestramiento pasivo, el uso de las redes de comunicación y tecnologías de la información a estos efectos, la financiación de organizaciones terroristas y las distintas formas de colaboración activa con ellas. 2.- Acordar que, tal y como ha venido recogiendo nuestro ordenamiento jurídico, a los delitos de terrorismo con resultado de muerte les será siempre aplicable la máxima pena privativa de libertad recogida en el Código Penal. 3.- Impulsar las reformas legislativas necesarias para actualizar y reforzar el marco jurídico que permita a jueces, fiscales y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad ser más eficaces en la investigación criminal de los delitos de terrorismo. En este sentido, las modificaciones a incorporar en la futura reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal han de permitir fortalecer las garantías de los derechos y libertades de la ciudadanía y la eficacia probatoria de las investigaciones frente al terrorismo. 4.- Mantener vigente el recuerdo a las víctimas del terrorismo, honrar con la dignidad debida su memoria y promover el testimonio de gratitud del que seremos siempre deudores. Asegurar el reconocimiento que merecen las víctimas y su entorno, así como el apoyo a sus asociaciones y organizaciones representativas 5.- Garantizar los recursos humanos y materiales necesarios para luchar más eficazmente contra el terrorismo en la Administración de Justicia, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los servicios de inteligencia. Asimismo, seguir promoviendo la especialización de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y de la Administración de Justicia para la mejor prevención, persecución y castigo de estos delitos. 6.- Poner en marcha políticas activas eficaces en la erradicación de cualquier forma de radicalización violenta, incluidas las expresiones de racismo, xenofobia o discriminación, motivadas por la intolerancia respecto a distintas opiniones, creencias o confesiones religiosas. 7.- Promover en el seno de la Unión Europea y en las instituciones internacionales la adopción de políticas de prevención, persecución, cooperación y sanción penal contra el terrorismo, participando activamente en los foros internacionales y poniendo, para ello, en valor el papel de España en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. 8.- Promover en las Cortes Generales iniciativas inspiradas en el presente Acuerdo, con el objetivo de alcanzar el más amplio consenso entre las fuerzas políticas con representación parlamentaria.
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...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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