[Publicado en El País, el 23/04/2014, atentos en especial al primero de todos, tan común]
María Irazusta, autora de un bestiario de desafueros lingüísticos, selecciona un puñado de frecuentes patadas al diccionario ¿Por qué la RAE acepta aberraciones como almóndiga y asín y, sin embargo, destierra negrísimo para defender nigérrimo? Esta es una de las cuestiones que se plantea la periodista María Irazusta en el libro Las 101 cagadas del español (Espasa). A lo largo de sus páginas, la madrileña repasa, a menudo con humor, asuntos de este tipo, pero sobre todo incide en los errores que conforman nuestros bestiario de desafueros lingüísticos. Le pedimos que seleccione para ICON las meteduras de pata más frecuentes en castellano, hoy que es el Día del Libro y alguno se puede ver impelido a escribir su primera obra literaria. Tomen nota. 1. La coma de nuestros saludos epistolares. "La modalidad de poner coma para terminar los encabezamientos de cartas, correos electrónicos y similares, es anglosajona (Dear Peter,). En nuestro idioma, las fórmulas de saludo van seguidas de dos puntos y no de coma, tanto si se trata de documentos formales como informales. Y si se pone un nombre al ser vocativo, debe añadirse una coma. Ejemplo: Hola, Lola:". 2. Este agua que nunca deberíamos beber. "Nunca digas De este agua no beberé, porque además de arriesgado es incorrecto. En cambio, sí puedes decir: El agua que no has de beber, déjala correr. Este extraño fenómeno de travestismo tiene una explicación: los sustantivos femeninos que van precedidos de un determinante masculino (el agua, el arma…) cumplen dos requisitos: comienzan por ‘a’ y el acento recae sobre la primera sílaba". 3. Adolece. "Su uso incorrecto como sinónimo de carecer está muy extendido. Pero su verdadera acepción es tener o padecer algún defecto o enfermedad. Si alguien asegura que la Unión Europea adolece de liderazgo o que José María adolece de simpatía, lo que en realidad está asegurando es que esta o aquel no son más que defectos o enfermedades". 4. En base a, un error sin base ni perdón. "En base a que, a pesar de figurar en los ficheros de las incorrecciones comunes más buscadas, sigue campando a lo largo y ancho de nuestras conversaciones y escritos. En español (hablamos de la lengua de 500 millones de personas, no solo del castellano de España) para expresar que aquello de lo que se habla tiene su fundamento en algo, hay muchas posibilidades: sobre la base de, en función de, basándose en, a partir de, de acuerdo con, con base en o según". 5. Preveer. "Es un verbo tan difundido como inexistente. Es un engendro producto de la mezcla de prever y proveer". 6. Esas redundancias. "Al escribir o hablar, sobre todo en los medios de comunicación, caemos en el empleo enfático de términos similares: nexo de unión, aterido de frío, accidente fortuito, ambos dos, deambular sin rumbo, puños cerrados… Cuidado". 7. Manda uebos. "Contra lo que pudiera parecer, los huevos no tienen nada que ver con el origen de esta expresión tan mal utilizada. Proviene del latín, mandat opus, y significa la necesidad obliga. Opus derivó en uebos".
0 Comentarios
Esta mañana ha amanecido para mí una noticia que me ha rozado el corazón haciendo que se me erizase entero, y no sé por qué. No lo entiendo porque ya sabía que estaba mal, ya suponía que a su edad esto no podía acabar bien y con lógica adulta ya me había preparado para la crónica de su muerte que nos estaban anunciando, y a otra cosa. Pero hoy ha ocurrido, me he desayunado con la realidad mía, que es la única de verdad, de que se había ido, y no sé por qué me ha afectado tanto, si ya tengo más de treinta años. Si no tengo los trece o catorce de nuestra primera vez, ni los casiveinte de la segunda, tampoco los veintitantos de la tercera. Sé que hace menos de cuatro años que encerré de nuevo tras la cubierta al huracán bíblico que puso fin al mundo, de eso estoy seguro, lo que ignoro es cuándo será la próxima vez que vuelva conocer el hielo, aunque no me preocupa porque sé que Melquíades estará ahí cuando lo necesite, aguardando en ese papel robado de la casa de mis padres sin oposición que ya empieza a amarillear. Hoy es Viernes Santo, según dicen, y sé que en el futuro habré de porfiar con el mundo equivocado que dirá que murió un Jueves Santo de no sé qué año, cuando yo sé que no es cierto, que ha muerto hoy viernes mientras me llevaba un insípido té a la boca que no ha llegado a tocar mis labios y ya nunca lo hará, pero no me creerán.
Pareciera que la realidad ha vencido a la magia esta mañana, pero si estamos cuando dicen que estamos, ¿cómo puede ser eso cierto? Eso, como visitar Macondo o volver a desear que Santiago Nasar escape aunque solo sea por una vez, está en nuestra mano, eso sucederá únicamente si se lo permitimos. Hoy, Viernes Santo, yo decido creer en la magia real de Macondo. Descanse en paz. Amanezco con la noticia de que Kiev ha dado el primer mordisquito (ya iba siendo hora, pensarán algunos) y me veo en la obligación de hacer un pequeño comentario. Sigo pensando que los acontecimientos de sublevación prorrusa de los últimos días en el este de Ucrania son el envite de Putin para lograr el reconocimiento internacional (EE.UU.+U.E.), el ucraniano estoy seguro de que le resulta menos importante, de su anexión de Crimea, y que si se le hubiese facilitado una salida en ese sentido habrían desaparecido muchos de esos misteriosos uniformados armados (la moralidad de hacerlo, desde luego es discutible, pero esa no es la cuestión ahora). Sin embargo Occidente ha apostado por redefinir los papeles mediante el lenguaje típico de la Guerra Fría: mantener el envite y no retirarse a la espera de que el otro lo haga, ¿quién juega mejor al póker? Por parte de Occidente es una apuesta perfectamente comprensible: no están obligados a defender militarmente a Ucrania y, si las declaraciones de Obama son ciertas, no lo harán; por otro lado están completamente seguros de su superioridad económica y saben que a largo plazo las sanciones (que habría que imponer con contundencia) ahogarían a Moscú (Europa sufriría por el gas, pero estamos al principio del buen tiempo, ¿quién lo llevaría peor? Creo que los rusos a pesar de los lógicos miedos europeos). Se podría dar el caso incluso de que una pequeña república apoyada económicamente por Occidente le diese un buen pescozón a la antaño poderosa Rusia bajándole los humos, es cierto que la superioridad militar rusa es aplastante frente a Ucrania, pero también que en una hipotética guerra los recursos económicos estarían del lado ucraniano y que los rusos saben que una vez en guerra la presión internacional se multiplicaría y que aparecerían como agresores y que hay líneas que no pueden cruzar con la pobre y débil Ucrania (esto no es Georgia).
Pero a pesar de que opino que Putin no es el loco expansionista que todos opinan, no del todo al menos (para un resumen de la opinión contraria ver, por ejemplo, el artículo de ayer de Antonio Elorza en El País), también creo que está reaccionando e improvisando sobre la marcha, de momento mejor que los demás, aunque empiezo a ver el agotamiento en sus planes y capacidades de las que hablaba en mi anterior comentario, creo que empieza a ver que se está metiendo en un atolladero. Pero dejando por un momento de fabular, la intervención de Kiev (si la hubiese hecho en un principio las cosas no estarían como están) obligará a quitarse la careta a todo el mundo, y por todo el mundo me refiero principalmente a Putin y esos oligarcas con tantos intereses económicos que estoy seguro de que le susurran, aunque bajito, por las noches. Si en esta escalada Rusia mantiene y/o incrementa su apoyo a los separatistas, seguramente la posición del gobierno, interino no lo olvidemos, de Kiev se deshinche; si Putin no materializa su apoyo (del sustantivo material), es decir, si no va más allá de las amenazas de guerra civil o cualesquiera otras, con toda probabilidad el movimiento rebelde se deshaga como un azucarillo bajo la lluvia, aunque tendremos que lamentar algunos muertos, eso tengámoslo por seguro, habrá que ver entonces quienes eran los verdaderamente separatistas. Cabe otra posibilidad, que Putin amague y la situación quede más o menos estancada a la espera de las negociaciones internacionales, y a ver quién juega mejor sus cartas. En las próximas horas, veremos. Por cierto, si al final la opinión pública dictamina que el "vencedor" en todo esto ha sido Occidente, veremos como todos aquellos que ahoran critican la pasividad de Obama lo ensalzan como el gran visionario geoestratégico que hizo entrar la geopolítica en una nueva era, probablemente la de la fuerza económica, o algo así. Veremos. Hola a todos, ayer me comunicaron que habían seleccionado un microrrelato mío que presenté al concurso de cartas breves "Me olvidé decir..." para aparecer en el libro conmemorativo de recopilación, genial, ¿no? Bueno, no estoy tan seguro, para empezar no he ganado, pero es que la lista de seleccionados es tan grande que dudo de la selección. Siento si alguien conoce esta asociación y se molesta, pero es lo que me viene a la mente, si me equivoco más abajo puede dejar un comentario explicando su experiencia con ella, pero no ayuda que lo primero que hagan sea mandarme las instrucciones para comprar el libro. En cualquier caso, os dejo las condiciones y mi relato (espero que no se enfaden): mayores de 18 años, temática "me olvidé decir", máximo 200 palabras sin título, y mi relato:
ME OLVIDÉ... Ayer me olvidé decir que riegues las plantas, que alimentes a Nuca y que te acuerdes de la revisión del gas. Me olvidé decir que cuides del que también fue mi hogar, y que sobre todas las cosas te cuides tú. Me olvidé decir que siento haber cedido al tiempo y reconozco que en algún momento torné el «nunca cambiaré» por el «¿otra vez patatas?», y que en el camino entre uno y otro dejé de comprar flores, discúlpame. Quizá entre todas esas facturas que guardas celosamente «por si acaso» quede alguna de nuestras risas, no lo sé; búscalas tú, siempre fuiste más ordenada. Sigue pagando nuestra hipoteca y no te olvides de los impuestos. Sé que nunca reparé esa luz tintineante que al principio nos hacía tanta gracia y luego te desesperaba, fue sin darme cuenta, de verdad. Perdóname, sé que ya no tiene arreglo. Tú siempre estuviste ahí, quizá por eso se me olvidó decirte tantas cosas estos años... Al hilo del debate que se produjo ayer en el Congreso de los Diputados sobre la solicitud de la Generalidad catalana de la competencia para convocar un referéndum y de muchos comentarios que vengo leyendo desde hace tiempo sobre la situación general, quiero publicar este breve apunte sobre uno de los argumentos que más se utiliza y que ha reverdecido nuevamente a raíz del fallecimiento de Adolfo Suárez: la comparación con la Transición.
Mucha gente apela al diálogo y no parece explicarse cómo fue posible llegar a acuerdos tras la muerte de Franco y que hoy las mismas partes no sean capaces de encontrar soluciones pactadas. Las personas que se expresan en estos términos cometen a mi entender un error de apreciación esencial: consideran que la situación fue más difícil en la Transición a la hora de llegar a acuerdos, sin embargo esto es radicalmente falso. En toda negociación hay que tener una clara voluntad de entendimiento, lo que supone asumir como mínimo: a) Que cabe la posibilidad de estar equivocado. b) Que la otra u otras partes tienen o pueden tener intereses y/o puntos de vista tan válidos como los nuestros, es decir, reconocer cierta igualdad y legitimidad a todas las partes. c) Que el acuerdo es un bien superior que está por encima de otros y por lo tanto es posible, y muy probable, que haya que hacer concesiones en las propias posiciones para lograrlo. ¿Se cumplían estas premisas en la Transición? Aparentemente no, veníamos de un régimen dictatorial con una parte acostumbrada al poder absoluto y otra deseando liberarse de la represión y, quizá, con ánimo revanchista. ¿Se cumplen hoy en día? Aparentemente sí, hoy somos una democracia del primer mundo. Sin embargo las apariencias engañan. Durante la Transición los incentivos para llegar a un acuerdo eran mucho mayores: por un lado el miedo, miedo del Régimen a una revuelta violenta y revanchista de la mitad del país a la que vencieron pero no convencieron, y miedo de la oposición a una involución y a otros cuarenta años. Por otro lado, en aquel entonces España era un país en vías de desarrollo, es decir, tenía a dónde mirar, en aquella época Europa resplandecía y más o menos todos (aunque cada uno con sus matices) querían que España se integrase en esa Europa desarrollada, moderna y occidental. Había una senda, un camino que recorrer, un ejemplo. Sí, había radicales en uno y otro lado, pero la mayoría, como ejemplifica lo que sucedió y las renuncias que se hicieron, sabían dónde debía estar España, es más, dónde no le quedaba más remedio a España que estar si quería tener el más mínimo futuro. ¿Cuáles son los incentivos para llegar hoy a un acuerdo? Por un lado se piensa que las legítimas aspiraciones han sido demasiado tiempo postergadas y, además, por el bien común, con lo que se ha hecho un favor enorme al Estado desagradecido y opresor. Por otro, se considera que no hay lugar para ninguna aspiración territorial en una democracia supuestamente moderna y desarrollada con un estado tan descentralizado como el Autonómico, ¿qué más quieren? Ambos bandos se creen cargados de razón y no tienen miedo ninguno a nada, hoy en día ¿qué podría pasar? ¿No se han independizado Kosovo y Macedonia? ¿No se separaron la República Checa y Eslovaquia? ¿No hay un referéndum en marcha en Escocia? Por otro lado, ¿no tenemos la Unión Europea como institución supranacional que nos une a todos? ¿No vivimos en una democracia que permite la expresión de todos los sentimientos e inquietudes? ¿No hay canales legales para lograr todas las aspiraciones? El problema de hoy en día es que nadie percibe ningún peligro verdadero si no se llega a un acuerdo, y por otro lado no parece haber ningún modelo que garantice una resolución más o menos adecuada y pacífica de la cuestión. Dos apuntes al respecto y acabo. Sobre el peligro en general he de decir que cuando no se percibe es precisamente cuando se empeña en materializarse, es justo esa capacidad de sorprender lo que le permite sorprendernos y, por si fuera poco, cuando lo hace de esta manera las consecuencias suelen ser especialmente dramáticas; de nada servirá después analizar si había indicios de tal o cual cosa o si se pudo haber hecho tal otra. Y sobre nuestro caso concreto, la ausencia de percepción de peligro no puede ser jamás una excusa para tratar de imponerse sin más, al menos si realmente consideramos esto una democracia y queremos estar a la altura de todo lo que ello significa. Con respecto al modelo, creo que en realidad sí que los hay, pero hay que querer verlos, elaborarlos y llegar hasta ellos, esto implica querer ser valiente y sobre todo no tener miedo a abrir sendas nuevas. Salimos más o menos bien librados en la Transición y se consiguió lo que se quería, ahora tenemos lo que nos hemos ganado, ¿alguien creía que con construir una democracia, con todo lo imperfecta que esta es, ya bastaría? ¿Que se acabarían todos los problemas y viviríamos felices en campo de margaritas? Pues no, ahora nos toca ser los primeros, abrir camino en los problemas que se nos planteen porque ya no hay nadie delante que haya abierto la senda y nos ilumine, nos toca a nosotros trazar esas rutas que quizá otros seguirán mañana; por supuesto que eso implica el riesgo de equivocarse, pero no hacer nada es una equivocación segura y una traición a esos ideales democráticos que todos dicen defender. Señores, y esto lo digo no solo por el caso de Cataluña sino por todo lo que ocurre en el país y en Europa, acostumbrémonos de una vez a inventar nosotros. Con esto de la escritura no paro de leer constantemente comentarios sobre la crisis de la INDUSTRIA editorial, es posible que a vosotros os hayan pasado desapercibidos —si algo sobra hoy en día son comentarios sobre «la crisis de»—, pero lógicamente a mí me llaman mucho la atención: que si han bajado las ventas en no sé cuánto o en mucho más, que si se publica poco y se lee menos, que si la piratería… y se me ha ocurrido dejar algunas reflexiones sobre cómo veo en general el panorama hoy en día, desde fuera y desde el punto de vista de mi propia situación.
Imaginemos por un momento que el problema radica en la palabra industria, que nunca falta en la ecuación, aunque en realidad no hace falta imaginar mucho: sobran comentarios al respecto, especialmente críticas contra los grandes grupos editoriales (no sé durante cuánto tiempo podremos escribir esto en mayúsculas, la verdad) y quejas que suenan a SOS de los pequeños editores independientes que afirman ser los últimos garantes de la cultura. Uno no puede evitar sentir simpatía hacia ellos, los imagino rebuscando entre todo lo que les llega para encontrar el gran superventas pletórico a la vez de calidad que les permita ganar mucho dinero (para seguir promocionando la cultura, claro). No se me entienda mal, estoy seguro de que entre ellos hay mucho profesional vocacional que de verdad cree en lo que hace, quizá incluso sean la mayoría, pero no creo que la mayoría rechazase un superventas por su baja calidad si de verdad supiesen que lo iba a ser; soy desconfiado, qué le voy a hacer (vaya por delante, o por detrás, que yo no lo haría). Por un lado, las grandes editoriales son acusadas, creo que con toda justicia, de buscar solo el beneficio económico y por tanto publicar muy a menudo obras de dudosa calidad, claro que poseyendo la llave de la promoción pueden transformar en éxito casi cualquier cosa y, además, identificar un buen libro que con sus recursos se convierte en la obra del momento. Por otro lado los pequeños editores tienen que hacer malabarismos para conseguir promocionar y lograr rentabilidad de aquellas obras que no son a priori un bombazo, anhelando encontrar una obra que aúne calidad literaria y cualidad de grandes ventas (o sea, un error de esos grandes sellos). La posición de estos sellos pequeños es loable, imprescindible e insustituible, desde luego, incluso heroica en ocasiones, pero en mi opinión lo es en tanto sellos pequeños, dicho de otro modo, no publican superventas (salvo afortunado error) porque carecen de la capacidad (capacidad. Del lat. capacĭtas, -ātis 1.f. a nuestros efectos, dícese de las reservas de €) de transformar un libro en superventas, se centran en buscar la calidad porque no tienen más remedio, es decir, que hacen de la necesidad virtud y su motivación quizá no sea tan pura como defienden; por supuesto que habrá gente comprometida verdaderamente, lo difícil es saber cuántos lo son, cuántos no venderían su alma —digo sus principios— por dinero, fama y prestigio (la verdad es que dicho así…). Y llegamos a la tercera arena literaria que se ha ido abriendo paso poco a poco: el libro digital —me refiero a las obras publicadas en digital, no a las versiones digitales de obras en papel—. Siempre leo comentarios y noticias acerca de la revolución que ha supuesto el que cada uno pueda publicar fácilmente lo que desee (que me lo digan a mí), y los editores responden reivindicando su papel como filtros para garantizar una mínima calidad de lo publicado (algunos de ellos son también magos del humor). Recapitulemos, si tienes una obra que es una basura o solo mala, pero que con un poco de ayuda puede producir mucha pasta (digamos algo en plan te voy a dar todo lo tuyo, y además en trilogía), o una obra que está claro que es buena —y el público va a entenderlo si se le explica bien y barato—, las grandes editoriales son tu sitio (hablo teóricamente, ya sabemos lo complicadísimo que es para un autor nuevo que le hagan si quiera el menor caso). Pero si tu obra es simplemente buena, o muy buena pero minoritaria, deberías dirigirte a un sello más pequeño. Entonces, ¿qué nos queda a aquellos rechazados por ambas? Pues en principio nada bueno, según esta lógica lo nuestro es… basura, la simple materialización de un deseo personal, el ejercicio de satisfacción de un trauma que se agota en sí mismo: «¡he publicado! ¿Veis como podía?». Y ya. Solo el producto de tanto escritor de domingo por la tarde, como alguien me dijo hace poco; bueno, si por lo menos sirve para curarse un trauma... Cobra sentido así el comentario que leí en un blog de internet (lamento no recordarlo para enlazarlo) sobre el verdadero negocio de amazon (¿cuánto pensabais que iba a tardar en nombrarlo hablando de libros electrónicos?), según el cual en realidad esta empresa se aprovecha de los escritores noveles y bienintencionados ofreciendo una enorme masa crítica de libros para mantener el catálogo más grande y dinámico, haciendo su negocio realmente con la venta de los lectores (me refiero a los aparatitos, que conste), aunque también he leído justo lo contrario. Entonces, ¿qué es lo nuestro? Pues es lo que yo llamaría Literatura Digital, un nuevo tipo de literatura que abarca desde los subproductos fecales de cualquier mente con más ínfulas que talento (por no decir conocimientos gramaticales) a obras de auténticos amantes de la literatura con recursos, talento y oficio, aunque quizá menos ilusión o más vergüenza. Y no es necesario que todos hayan sido rechazados por las editoriales, entre ellos habrá muchos que por convicción, poca autoestima o cualquier otro motivo intentan la publicación personal en digital sin pasar por el juicio más o menos profesional de los expertos. Esto es lo que yo llamo la Literatura Digital, un nuevo tipo de literatura que se caracteriza no por aquello que cuenta, sino por su forma de producción y/o de presentación al lector. El nuevo medio digital producirá poco a poco formas de literatura adaptadas al nuevo soporte físico, y así se irá clarificando esta Literatura Digital que por el momento es un enorme batiburrillo quizá demasiado afecto a las modas, hasta llegar a ser algo reconocible, con personalidad propia y características bien asentadas. Ahora resulta difícil imaginarlo, nos centramos en las categorías clásicas: fantasía, romántico, comedia, drama, eso llamado thriller… Pero a medida que se asienten y desarrollen las características del lector electrónico (aquí no solo me refiero a los aparatitos) estoy seguro de que habrá dos formas de contar las historias de esas mismas categorías clásicas: electrónica y tradicional (sin que esto implique que la versión tradicional no pueda leerse en el lector electrónico). El medio, el canal y el resto de elementos de la comunicación configuran el mensaje, ¿por qué no iba a suceder también en la literatura? Está por descubrir aun esa primera obra que catalice el proceso, ese gran bombazo que descubra el fenómeno a los que dormitan sobre él. Tal y como suceden estas cosas, ocurrirá al margen de los grandes sellos y será «viral», aunque tras la sorpresa inicial traten de ponerle la correa, algo que quizá no sea nada fácil. En cualquier caso, no creo que sea alguien que ha aprendido lo que sabe sobre el papel quien lo protagonice, esperemos pues a las nuevas generaciones. Hoy por hoy, sin embargo, la Literatura Digital es solo esa amalgama de la que hablábamos antes y eso plantea algunas preguntas: ¿se desarrollará una literatura solvente al margen de los sellos tradicionales por autores independientes? Y ¿quién buscará entre toda la ingente cantidad de historias aquellas que merezcan la pena? La primera está ya contestada: hay autores, como Fernando Trujillo Sanz, que publican exclusivamente en digital y que a juzgar por sus experiencias vertidas en internet han logrado vivir de su literatura, algo que ya de por sí es un logro. Conviene prestar atención a ese su porque es esencial y una de las características de la Literatura Digital: las obras son enteramente del autor. Ya sé que esto no es nada nuevo y se ha comentado mucho, pero no estoy seguro de que se le haya prestado suficiente atención en todo lo que de verdad implica: la proliferación de profesionales que ofrecen sus servicios en cuanto a maquetación, revisión y otras labores, y también la sencillez para el acceso a las herramientas que lo posibilitan hace que, bien por sí mismo o por persona interpuesta, el autor tenga el control absoluto de la edición, para bien o para mal, haciendo la experiencia mucho más personal hoy y muchísimo más mañana, pensadlo la próxima vez que leáis una obra en digital (pero sed benevolentes con los autodidactas). La segunda cuestión aun está por clarificar. Intuyo que cada vez cobrarán más importancia las recomendaciones y, en este sentido, las páginas de críticas, de aficionados a la lectura y cualquier otro medio similar; también, y por supuesto, las listas de ventas de amazon y otras plataformas, aunque ahí puedan estar en desventaja los que comercialicen sus obras directamente en sus propias páginas web. Es decir, será la opinión del lector transmitida de forma directa lo que cuente y, como todo en la nueva sociedad digital, será responsabilidad nuestra bucear en la montaña de información y extraer la relevante para nosotros, no para el vecino ni el amigo (inciso: esta es quizá la capacidad más importante que se debería enseñar en las escuelas). Enlazando ambas preguntas me viene a la memoria el caso de un autor con cierto éxito en amazon (perdonad, soy fatal para los nombres) al que una gran editorial ofreció publicar en papel, al cabo de un tiempo leí unas declaraciones suyas en las que afirmaba que sus ventas y sus ganancias habían caído, y que no lo volvería a hacer. ¿Sabrán las editoriales tradicionales adaptarse a esto? ¿Tendrán gente revisando lo que se publica en digital para tratar de capturar lo antes posible aquello que les merezca la pena y transigirán los autores llegado el caso? Otro aspecto es el de la promoción, que también es distinta en la literatura tradicional y en la digital. Antes había que presentarse (y ganar si era posible) a premios y asistir a tertulias, presentaciones… es decir había que darse a conocer en el mundillo, mientras que ahora… es igual, solo que el mundillo ha cambiado y hoy en día es necesario hacerse perfiles en páginas diversas (de literatura a ser posible) y permanecer activo en ellas comentando otras obras, hablando de las propias, estableciendo relaciones y por supuesto incrementando las visitas y enlaces de la propia página. Ni que decir tiene que todo ello me produce una profunda desesperanza, ¿qué pasa con los que solo queremos escribir? ¿No tenemos oportunidad de sobresalir? Bueno, tengamos fe y pensemos que para eso lo primero es escribir algo que merezca sobresalir y, a ser posible, sin dragones, vampiros ni conspiraciones internacionales (creo que eso me lo pone más difícil todavía). |
...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
Todos
Archivos
Abril 2020
|