EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ Uno de los elementos con los que quería llenar este blog son los comentarios de los libros que vaya leyendo, al menos con los de aquellos que me muevan a ello. Creo que ejercitar el análisis y el espíritu crítico siempre es un buen ejercicio —que además puede resultar de provecho en esta afición en la que principio—, por otro lado me servirá como recordatorio de lo que una vez me parecieron esas historias, un recordatorio que quizá pueda utilizar para discrepar conmigo mismo en un futuro (no sé si plantearse eso resulta muy cuerdo) y con todos los que queráis; si os sirven también a vosotros me sentiría complacido, aunque he de advertir que este no será un sitio más de reseña de novedades, sino de lo que caiga en mis manos en cada momento: siempre he sido un lector sin rumbo y no tengo planificado cambiar. En cualquier caso es solo mi opinión, tan válida y tan criticable como cualquier otra, y prometo ejercerla con sinceridad y buena educación; por supuesto, me encantaría conocer otras. Para empezar con la historia que nos propone Jonas Jonasson, me permito la libertad de copiar el resumen del libro que se encuentra en la página de La Casa del Libro: “El abuelo que saltó por la ventana y se largó representa uno de los éxitos literarios más insólitos que se recuerdan en Suecia. La novela, la primera de un autor desconocido y una rara avis dentro de la nueva hornada de narrativa nórdica, se convirtió en un fenómeno de ventas gracias a las recomendaciones de los lectores. Desde entonces, se han vendido más de un millón de ejemplares, fue Libro del Año y Premio de los Libreros en Suecia en 2010. Momentos antes de que empiece la pomposa celebración de su centésimo cumpleaños, Allan Karlsson decide que nada de eso va con él. Vestido con su mejor traje y unas pantuflas, se encarama a una ventana y se fuga de la residencia de ancianos en la que vive, dejando plantados al alcalde y a la prensa local. Sin saber adónde ir, se encamina a la estación de autobuses. Allí, mientras espera la llegada del primer autobús, un joven le pide que vigile su maleta, con la mala fortuna de que el autobús llega antes de que el joven regrese y Allan se sube sin pensarlo dos veces, con la maleta ajena a rastras. Aún no sabe que el joven es un criminal sin escrúpulos y que la misteriosa maleta contiene cincuenta millones de coronas. Pero Allan Karlsson no es un abuelo centenario cualquiera y en poco tiempo, tras una alocada aventura, pone todo el país patas arriba. Jonasson urde una historia extremadamente audaz y compleja, capaz de sorprender constantemente al lector, pero el verdadero regalo es su personaje protagonista, Allan Karlsson, un hombre de un maravilloso sentido común, con todo un siglo a sus espaldas, que no teme a la muerte, ¡ni al crimen! Un anciano centenario que no está dispuesto a renunciar al placer de estar vivo”. He de reconocer que mi primer contacto con esta novela no fue bueno, aunque por motivos bastante personales. Nada más comenzar a leerla descubrí en ella una serie de recursos (repeticiones, reiteraciones de lo evidente...) que yo había intentado en El ángel herido para reforzar el aspecto cómico, paradójicamente no me gustaron desde fuera. Es cierto que en las revisiones hechas a mi novela yo ya había suavizado mucho esos elementos para no cansar al lector, por lo que quizá me había distanciado de ellos; aun así me resultó muy extraño encontrarme de repente esta forma de escribir, casi como verme en un espejo, y más extraña me resultó mi reacción. A pesar de que sigo pensando que estas técnicas tienen gran potencial cómico, ahora opino que quizá no sea el lenguaje escrito el mejor lugar para sacarles todo su potencial; sea como fuere agradecí que disminuyera su cantidad a medida que discurre la novela. En cualquier caso, la obra posee un estilo especial y diferente, esto puede resultar un obstáculo a la hora de comenzar la lectura, aunque pasadas las primera páginas, bien por acostumbrarse a él o bien por que se suaviza, este efecto desaparece, lo que permite apreciar y disfrutar su ironía; o bien puede convertirse en un punto a su favor, depende del punto de vista. La historia está construida intercalando las aventuras presentes del protagonista, Allan Karlsson, con las aventuras vividas durante su vida, en la que va pasando de hito en hito del siglo XX, resultando que en cada uno de ellos acaba siendo un elemento esencial, cuando no el protagonista (la Guerra Civil española, la invención de la bomba atómica, la caída del comunismo...), y esta es una de las claves de la obra: hay que leerla como una novela puramente cómica, de lo contrario —y aun así en ocasiones— esa ubicuidad puede llegar a restarle fuerza a la historia —en lugar de lo contrario— por puro agotamiento y por repetitiva. También, si la leemos como una obra exclusivamente cómica, podemos disculpar la escasa profundidad de los personajes, aunque sin exagerar: el que una novela sea humorística no significa que no haya que construir a los personajes, sino quizá al contrario (recordad la genial Wilt). En este punto discrepo con las afirmaciones sobre el carácter del personaje protagonista, es cierto que en ocasiones su simplicidad (o simpleza) puede resultar incluso envidiable —quién pudiera hacer gala de vez en cuando de esa indiferencia hacia los problemas—, pero en mi opinión no resulta creíble ni atractiva. Con un padre que abandona a su familia, una madre tan particular, tan prontamente emancipado y la «supresión» a que es sometido, creo que otra actitud vital hubiera resultado más plausible, aunque la que adopta no es imposible. Por otro lado, me parece una opción fácil por parte del autor pero mucho menos eficaz que si las aventuras hubiesen alcanzado al protagonista a su pesar y no con su aquiescencia o simple indiferencia, volar su casa dos veces es el único acto de rebeldía que acomete en toda su vida (no os dejéis engañar por la frase, es muchísimo menos transgresor de lo que parece, pues lo hace por accidente). Un último apunte crítico sobre el protagonista que lo aleja más de lo plausible: resulta que después de vagar toda su vida por el mundo y no haber sentido la más mínima inclinación sexual descubre, teniendo más de cien años, que la mencionada «supresión» no era totalmente efectiva y puede mantener relaciones; este último detalle que huele a moralina es en mi opinión un exceso de «buenismo» incoherente e innecesario que en lugar de permitir un buen sabor de boca final de El viejo..., lo elimina al llevarse el regusto de la ironía y la mala leche. Mención aparte merecen los «gangsters» que no pasan de evangelistas bienintencionados comparados con los criminales de la novela negra sueca actual y que, huelga decirlo, no convencen. En resumen la novela resulta suficientemente entretenida si eres capaz de adaptarte a su estilo, lo que es verdad que tampoco precisa de excesivo esfuerzo, y no exigirle demasiado, aunque en mi opinión se hace un poco larga. Creo que Jonas Jonasson desaprovecha una muy buena idea inicial y una gran oportunidad para ser más canalla —aunque esto no es tan fácil como pueda parecer (y lo sé por experiencia)—, especialmente teniendo en cuenta que el autor no tenía por qué ser especialmente creíble, puesto que toda la obra es una sucesión de disparates, lo que por otra parte no tiene nada de malo. No obstante la obra contiene abundantes destellos de ironía (unos más acertados que otros) que aprecio mucho, pero que pierden fuerza y se diluyen por el tono general. Siendo entretenida, esta novela se queda lejos de las magníficas Wilt y La conjura de los necios, aun cuando los comentarios de las solapas, de medios suecos, parecen querer colocarla al mismo nivel. La obra me deja la impresión de no llegar a rematar y de ser un reflejo de una parte de la sociedad sueca (quizá excesivamente correcta, educada y flemática) al igual que Millenium (que confieso no haber leído), lo sería de otra, si bien reconozco que no he conocido a muchos suecos últimamente.
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Ha muerto Harold Ramis. Sí, era el empollón de Los cazafantasmas, pero también era mucho más: fue el cerebro tras esa historia y muchas otras, fue un símbolo de mis años ochenta, un hombre que decidió dedicarse al humor y a la ironía, y lo hizo con irreverencia, esa palabra que seguramente será el concepto más repetido en las noticias sobre su fallecimiento, junto al nombre de su amigo y compañero Bill Murray (que ha llegado a ser un concepto en sí mismo, una identidad, una marca como dirían groseramente los que todo lo mercantilizan), y que de tanto escribirse y leerse carecerá o carece ya de significado. Esa palabra significa que fue irreverente (Del lat. irrevĕrens, -entis. 1. adj. Contrario a la reverencia o respeto debido). No fue corrosivo, no pretendía hacer temblar ningún pilar social ni los fundamentos de nada, simplemente no guardó el respeto debido (¿a quién? ¿por qué?). Y lo hizo bien, muy bien. Quizá por eso sus comedias eran solo traviesas, lo suficiente como para no sospechar de ellas, ¿qué mayor muestra de inteligencia y perspicacia puede haber?
Para los que nos fuimos haciendo mayores con cada una de sus nuevas ideas, Desmadre a la americana, Los (incorregibles) albóndigas, El pelotón chiflado, Los cazafantasmas (esta más famosa pero más inocente)... este hombre marcó discretamente esa época, feliz en la distancia, en la que resulta que hay que empezar a decidir cómo va a ser uno (aunque la realidad a menudo acabe siendo distinta), y en la que quien más o quien menos soñó con ser ese simpático canalla al que al final todo le salía bien. En una palabra: irreverencia, bendita e inocente irreverencia que al menos en su caso escondía algo más. Decir sin decir. Descanse en paz. Están cuatro arquitectos en un restaurante: un alemán, un inglés, un americano y un español; y dice el español:
-¿Qué van a tomar los señores? Montar una página web propia es un paso importante, crear un foro, asusta: ¿cómo comenzar algo que se pretende que sea el reflejo de la personalidad y las inquietudes propias? Pues en mi caso, con algo de humor, algo que no debe faltar jamás. Quizá debería comenzarse con una declaración de intenciones, pero sinceramente, ¿en cuántas ocasiones se cumplen las intenciones verdaderamente? Aquí no habrá intenciones, ni compromisos, solo libertad y opiniones libres, y espero que debate abierto y sincero. Por lo demás, este foro habrá de configurarse por sí solo, con todo lo que le depare la vida. Que sea larga o corta es parte de la emoción. |
...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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