Nos habíamos quedado a punto de hablar sobre la política exterior de Donald Trump en la Casa Blanca, ¿verdad? No os preocupéis, no os haré sufrir más, que sé que no habéis dormido pensando en ello, allá va, aunque he tenido que añadir y corregir partes a toda prisa porque este hombre parece haber esnifado una mezcla de Viagra con Red Bull, por lo tanto me reservo el derecho a futuras matizaciones o aclaraciones, al fin y al cabo no he tenido mucho tiempo, pero es que con este personaje eso es un lujo.
Política exterior Ya he esbozado algo sobre este aspecto de la política americana al hablar sobre la relación con Putin, y creo que la caracterización psicológica del personaje (la que yo hago, por supuesto, mi teoría) va quedando clara. Trump desprecia a Europa por su debilidad o, más bien, desprecia la debilidad de Europa, ha declarado que debería ser capaz de garantizar su propia seguridad y defensa y que ha vivido demasiado tiempo mamando de la teta americana en este aspecto —algo con lo que tengo que estar de acuerdo—, pero la complacencia que ha mantenido a Europa en esta situación de indefinición no ha sido solo europea, sino también americana y, además, interesada[1]. En cualquier caso, Trump ha decidido acabar con esta situación. Fiel a su cosmovisión, a los europeos hay que darles una patada en el culo, si no salen bien de ello, será su culpa, pero no la de Estados Unidos, más aun si tenemos en cuenta que Europa ya no es el terreno en el que los americanos se van a jugar su futura supremacía. Otra vez, no puedo evitar estar de acuerdo. Por otro lado, Trump parece considerar a Rusia como un jugador “simpático” y, más aun, como un posible aliado futuro frente a la gran amenaza que vislumbra: China. Por eso no le preocupa que Europa quede a merced rusa, al fin y al cabo con los europeos no se puede contar, son débiles, pensará. Únicamente se salvarían sus parientes británicos, tanto por su “relación especial” (esa de la que se dice que solo sienten los británicos) como porque han demostrado la inteligencia suficiente para saltar del barco antes de que se hunda, ese es el tipo de arrojo que a Trump le gusta, por eso estará dispuesto a abrirles los brazos con un tratado de libre comercio bilateral o más probablemente incluirlos en uno renegociado con Canadá y México en cuanto completen su divorcio europeo. Tiempo al tiempo, pues si la ruptura se lleva a cabo totalmente y de forma dura (como por otro lado le conviene a Europa, aunque ese es otro tema), esta es la mejor apuesta británica[2]; al fin y al cabo parece lógico: la integración del poder anglosajón (¿alguien dijo Huntington?); lo de México ya lo iremos viendo, según cómo se porten. Como he dicho, y Trump demuestra siempre que tiene ocasión, China es su obsesión, es la obsesión de la geopolítica americana desde hace años, y no les falta razón. Obama pretendía forjar una alianza multilateral, en un primer momento económica, compuesta por todos los que se ven perjudicados por el auge Chino en Extremo Oriente con la que ir creando los lazos de cooperación necesarios para enfrentarse a Pekín. No creo que Trump haya abandonado la idea, al contrario, pero quiere hacerse valer, si todos esos países amarillos quieren cobijarse bajo el paraguas del tío Sam, tendrán que pagar un precio. Como escribí en la primera parte de este comentario de modo más general, estoy seguro de que el presidente americano más amarillo de la historia pretenderá iniciar una serie de contactos bilaterales que le forjen una red de seguridad en la que él lleve la voz cantante y sea la pieza central; ello, junto con una cierta sintonía con Rusia, que a largo plazo, y más si sigue por su camino actual, verá como sus intereses también acaban chocando con los chinos, permitiría a Trump tener la situación controlada y enseñarles a los chinos quién manda de verdad, o al menos evitar que se desmanden demasiado. Los aspectos económicos no son menores en este juego, al contrario, la potencia económica del área y su futuro lo evidencian claramente, y Trump es consciente de ello, sabe que debe controlar el comercio en el área de Extremo Oriente y no quedar descabalgado de su empuje industrial y tecnológico para lograr contener el avance chino; seguro que este es un punto esencial en sus negociaciones con las grandes multinacionales americanas y en las nuevas relaciones que pretenda establecer con ellas. China ya ha desplazado a los Estados Unidos como líder en comercio internacional y podría parecer que sus anunciadas políticas de aranceles le harán aun más daño en este sentido, lo cual será cierto si sigue adelante con su intención y, a la vez —y esta es la clave en este asunto—, fracasa en esa hipotética intención de construir una red de acuerdos bilaterales, única forma que tendría de recuperar (si bien artificialmente y de forma temporal) dicho liderazgo. Todo esto se enmarca en el diseño de la nueva política americana para los próximos cien años, al menos. Y sí, tras fracasar Obama con su constante sí pero no en política exterior, es Trump quien va a rediseñar el panorama. Acojona, ¿eh? OTAN ¿Y dónde queda en todo esto la Organización del Tratado del Atlántico Norte? Pues no siendo el adversario Rusia, y no siendo por tanto el Atlántico Norte el campo de juego, en un segundo plano. Nada nuevo. Imagino que a Trump no le molestaría mantener una OTAN autosuficiente, con mayor compromiso europeo, de la que él pudiese desentenderse un poco, pero estoy seguro de a poco que la Alianza le cueste algún sacrificio no tendrá reparos en abandonarla a su suerte. Como ya sabemos el futuro geoestratégico del mundo se juega en Oriente y era más que evidente que en algún momento Estados Unidos debía virar hacia esa área, Obama lo intentó, pero quedó atrapado por las circunstancias y su propia indecisión; esa es la gran ventaja del nuevo presidente con respecto al anterior, él no es hombre de medias tintas, tiene decisión para dar y tomar, es el prototipo de emprendedor americano, cuando ha querido algo, cuando ha considerado que era bueno o era lo que tenía que hacer, simplemente lo ha hecho, y después ya se verá cómo lidiar con las consecuencias. No es un estadista, es un emprendedor. Política interior y comunicación Y qué decir de sus primeros días de puertas adentro. Pues nuevamente que no es tonto y que es un neoliberal de manual, pero antes, y para que se entienda, el comentario que no publiqué sobre las posverdad: Posverdad Por decirlo de manera elegante, ¿pero qué $/Ç·!@#[*? En serio, yo alucino pepinillos. Podéis leer la definición “oficial” en inglés. Y yo, como otros antes, me pregunto: ¿acaso eso no es una mentira de las de toda la vida? A veces el intento de algunos señores con gafas por darse importancia ralla en lo absurdo, entiendo que no queda tan bien decir que vivimos en la época de la mentira como decir que vivimos en la época de la posverdad: acuñar un término, y que se convierta en término de referencia, es uno de los mayores éxitos en Ciencias Sociales, pero en algunos casos es ridículo. Así que las opiniones y emociones personales tienen más importancia que los hechos, o sea, una definición de manual de aquel que se cree una mentira y la defiende, ¿o es que los que han hecho eso desde el principio de los tiempos se apoyaban en la longitud de sus uñas o en las flores del campo? No, siempre que alguien ha defendido una mentira lo ha hecho (casos interesados aparte) porque creía en algo falso, muy a menudo contra toda evidencia factual, y la manera más habitual y efectiva de lograr engañar a alguien es manipular sus sentimientos, no su razón; todos sabemos que una vez instalada la opinión, es muy difícil sacarla de ahí, los sesgos de los que ya hablé, especialmente el de confirmación, ejercen su poderosa influencia. Bien, ya me he desahogado, más o menos. Volvamos al asunto Hace no tanto os hablé de la táctica de comunicación de la derecha según la cual lo importante es crear ruido mediático, sin importar que lo que se diga sea mentira o no, y mantener la crispación social para enardecer a los propios y desmovilizar a los ajenos. Pues bien, Trump está utilizando esta técnica de manera ejemplar, es más, la ha llevado al siguiente nivel al introducirla en el gobierno, pues antes se empleaba únicamente para alcanzar el gobierno. En esta estrategia es en la que se inscriben sus ataques a la prensa, la única con capacidad para desmontar sus discursos y atacar su “posverdad”, así como sus apelaciones al fraude electoral, que ahora lleva más lejos con una investigación oficial, lo que haga falta para que no pare el circo[3]. Lo que persigue con esto es lo mismo que ya expliqué: enardecer y desmovilizar o, al menos, sembrar dudas en el enemigo. Y tiene su lógica, teniendo en cuenta la oposición pública que tiene que afrontar; seguir con el juego desde el poder era el siguiente paso, él —como en otras cosas— solo ha sido el que ha tenido agallas para darlo. Lo verdaderamente sorprendente son las reacciones de la prensa oficial, que parece haber descubierto un fenómeno nuevo. La hipocresía me mata. Esos mismos medios que ahora se escandalizan son los que difundieron, apoyaron y naturalizaron esa forma de proceder desde la época de Bush. Pero no es esta la única táctica que está usando para allanarse el camino, hay otra más sibilina y tanto o más miserable: la doctrina del shock, tal y como la enunció Klein[4]. Si tienes unas cuantas medidas polémicas, incluso muy contestadas, que quieres aprobar, apruébalas todas cuanto antes, lo más juntas posible sin que sea a la vez, así se consigue multiplicar el ruido mediático hasta hacerlo incomprensible (añádasele una pizca de sospecha de pucherazo electoral y algún espectáculo mediático, de esos absurdos que gustan a los medios más que una noticia, como una bronca con un periodista), así se logra que la gente, el ciudadano medio-común, el que hace masa, se canse y cambie cuanto antes al futbol —americano, por supuesto—, así se consiguen mayorías silenciosas, que son las que cuentan, ya se sabe, las resignadas, las del “es lo que hay”, y mayorías dóciles, de las del “a ver si vas a ser tú el próximo”. Esas, esas son las buenas. Con estas estrategias, Trump pretendería que la resistencia, dentro de poco, habrá quedado reducida a una minoría escandalosa, esa minoría pesada, plasta, que no para de dar la brasa y a la que nadie hace caso, más aun cuando los medios, que al fin y al cabo tienen que hacer su trabajo para ganarse la vida, los pobres, se acostumbren a la nueva situación y se generen unas nuevas formas informales por las que puedan guiarse en su relación con la Casa Blanca, nuevas formas que por supuesto no sean demasiado molestas para esa Casa Blanca, lo que lógicamente supondrá un nuevo clavo en la tapa del ataúd del periodismo tradicional, que tendrá que aceptar que ya no es necesario para la comunicación entre el poder y los ciudadanos. El fin de la Iglesia, la comunicación directa con Dios y una sola elección: obediencia ciega o rebeldía absoluta, solo que la obediencia es más cómoda. Amen. Y por cierto, atentos a los milagros, pues se producirán, y en abundancia y espectacularidad sin fin, a medida que Trump los necesite, pues mientras se olvida de la población tratando de hacer grande el país, se guardará un buen número de anuncios espectaculares y mediáticos para demostrar que se preocupa por su pueblo, que sigue siendo el mismo hombre incorruptible y seguro de sí mismo, y en definitiva que es un maestro del espectáculo que sabe entretener y distraer como nadie, aunque los efectos prácticos sean escasos. Acerca de los musulmanes Has aquí, el comentario tal y como estaba escrito, sin embargo a raíz del decreto migratorio de Trump, me veo obligado a hacer algunas precisiones, póngase en relación con lo anterior. Comencemos por lo más llamativo: las protestas. Que la sociedad civil americana es mucho más fuerte que la europea, y en especial que la española, no es ningún secreto, tampoco para Trump, pero conviene advertir de algo, pues se está produciendo a mi entender el mismo fenómeno que durante la campaña electoral. La contestación a Trump, tan multitudinaria, que tanta repercusión en los medios está teniendo y que tan orgullosos parece hacer sentir a los bien pensantes, se está concentrando única y exclusivamente en aquellos sectores que ya eran opositores a Trump. Temo que la euforia por las protestas esté enmascarando un apoyo mucho más extenso y determinado de lo que parece. Yo no he visto en dichas protestas más que a masas de las grandes ciudades, gente de la cultura, inmigrantes… Es decir, justo los mismos que ya se manifestaban contra el presidente antes y que perdieron; sospecho que hay otra mayoría, de la “América profunda” si se quiere, a la que no le parecen tan mal las medidas de su presidente, y esta mayoría seguirá ahí una vez que pase la euforia de las protestas, imposibles de mantener de manera indeterminada. Por otro lado, el decreto parece tan general, tan falto de concreción, que permite a Trump tener todas las puertas abiertas. Independientemente de la batalla judicial que parece avecinarse (puede que incluso aprovechándose de ella), sospecho que dentro de poco comenzará a modelarlo, a darle más contenido una vez logrado el golpe de efecto que pretendía y, sin renunciar a la esencia del mismo, comenzará a matizarlo, quizá permitiendo a las grandes empresas multinacionales que traigan a sus trabajadores extranjeros, haciendo grandes declaraciones sobre aquellos que hayan probado ser buenos americanos (personas con residencia, por ejemplo) y permitiéndolos entrar… Cualquier cosa que le permita ejemplificar que él solo va contra “los malos”, que las cosas se han sacado de quicio y los tiburones se le han echado encima y, a la vez, mantener en el fondo, e incluso ampliar, esta medida, si bien algo descafeinada. Sería el clásico juego de llevar a cabo una barbaridad para después retirarse a las posiciones que en realidad se pretendían alcanzar y que antes eran inconquistables pareciendo, además, que se es dialogante y compresivo y, por si fuera poco, apareciendo ante los suyos como alguien injustamente tratado. El objetivo sería mantener fieles y prietas sus filas, desgastar a sus adversarios, especialmente a los manifestantes, cansándolos, y colar algunas otras medidas de tapadillo mientras el debate está en otro sitio. Esto último es lo más preocupante y sobre lo que habría que estar más alerta. Para acabar, si algo demuestra esta medida es el carácter de Trump, su arrojo, su decisión, su valor, algo que es muy apreciado por sus seguidores y por otros que aspiran al puesto de líder carismático de sus países, como Putin o Erdogan, y que manda un mensaje al mundo muy claro. Una última cuestión A estas alturas de la divagación, me surge una última duda a tratar: la posible moderación o no de Trump. Aunque no me gusta, porque parece el recurso más manido de cuantos pueda haber, voy sin embargo a utilizar la analogía nazi como ejemplo, y no solo porque yo no sea el primero, sino porque creo que tiene valor analítico más allá de las implicaciones. Cuando Hitler llegó al poder hubo quien se escandalizó y pretendió oponérsele, también hubo quien pensó que se moderaría, que todo era una pose y que “el sistema” acabaría por digerirlo. Ya sabemos lo que ocurrió. Y ha ocurrido lo mismo a lo largo de la historia con otros. El problema con este tipo de personajes es calibrarlos correctamente. Es cierto que el sistema posee una gran capacidad para torcer voluntades y asimilarlas, pero también lo es que la complacencia y la fe absoluta en él pueden llevar al desastre si simplemente se confía en su capacidad para doblegar estas personalidades, y lo peor es que eso solo suele advertirse cuando ya es demasiado tarde. Es cierto que Trump parece un megalómano, un niño caprichoso al que ahora le ha dado por presidir su país y arreglarlo, pero también es verdad que no debe nada a nadie, posee dinero de sobra y tiene setenta años, lo que supone que puede estar en la fase de preocuparse por su legado, por su huella en el mundo y, lo que es peor, en la historia; esto le hace tremendamente peligroso. ¿Se moderará? Mi opinión es que no, salvo en aquello que le sea imprescindible. El poder político precisa del capital y viceversa, así que tendrán que llegar a algún tipo de entente. No creo que esto le cueste demasiado con el capital industrial tradicional ni con el financiero, pero sí que tendrá dificultades con las empresas tecnológicas, más jóvenes, más cosmopolitas y más internacionales si cabe; estas empresas son enormes y poderosas, pero también sumamente frágiles, sabemos que cualquiera de ellas puede desmoronarse de la noche a la mañana o ser superada por un rival más joven. A mi modo de ver, Trump podría intentar provocar la caída de alguna de ellas (o de alguno de sus carismáticos líderes) a modo de escarmiento y con la ayuda de Wall Street (no olvidemos que estas empresas, y en especial sus dueños, dependen mucho de las evolución de sus cotizaciones) si se pasan de la raya; o bien, y esto casi es peor, provocar un enfrentamiento que obligue a estas empresas, siempre pendientes de su reputación, a apoyarle, estoy pensando en una confrontación de tipo nacionalista con China mediante algún escándalo de espionaje o algo parecido. Para finalizar Ya solo falta, para acabar, una predicción, una videncia. Ahí va: se avecinan buenos tiempos para Estados Unidos, una nueva época dorada de poder, influencia y desarrollo —la novedad lo hará posible—, seguidos de una caída espectacular y del correspondiente remordimiento, algo que sucederá cuando las medidas económico-geopolíticas de Trump salgan del espacio de la novedad, cuando todos los agentes implicados se acostumbren y se establezcan nuevos códigos relacionales y, especialmente, cuando al pasar el tiempo esas medidas desplieguen todos su efectos. Ah, y cuando alguien se dé cuenta de que Asia es más que China y a los indios les dé por saltar al unísono. La cuestión es a cuántos y cuánto arrastrará en su caída. [1] Lo que es más significativo sobre su opinión acerca de la Unión Europea: ha declarado también que en su época de hombre de negocios tuvo muchos problemas con la burocracia europea, poco más o menos lo que diría cualquier neoliberal, pero que en el caso de una persona tan rencorosa como parece serlo el nuevo presidente de Estados Unidos… [2] Resulta que May ya ha adelantado esta intención antes de verse con Trump, nuevamente la realidad corre más que mis dedos. [3] Cuando ya no haya más que sacar, pasará a la siguiente barbaridad si los medios se lo permiten, lo más, una escueta línea de disculpa seguida de un gran enaltecimiento de la verdad —que él ha sacado a la luz para que no quepa ninguna duda— y del sistema bajo su mandato, que funciona y además es imparcial. [4] Nunca me cansaré de recomendar La doctrina del shock.
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Sí, he hecho el enésimo chiste sobre el nombre del ya presidente de Estados Unidos, y lo peor es que ni siquiera creo que sea original, pero no me he podido resistir. En fin, que sí, que voy a hablar del asunto de marras, como siempre intentaré dar una visión algo diferente, ya veremos si lo consigo. Lo haré en dos partes para no cansar demasiado y trataré de darme prisa, porque como siempre la realidad se actualiza más rápido de lo que yo corrijo, y así no hay manera de asombraros con mis dotes adivinatorias. Por cierto, por fin he cambiado algo el blog, espero que sea para mejor, por lo menos ahora es más fácil de leer.
Empecemos con un aviso: no hay que subestimar a Donald Trump, lo digo por si todavía no había quedado claro. Creerlo simplemente tonto es ridículo con sus antecedentes personales, y en realidad solo sirve para dar la medida de la estupidez de quien así opina, sin embargo otros calificativos pueden no ser tan erróneos, por lo menos astucia no le falta a alguien que ha llegado hasta donde él está. Dicho esto, vamos a ver si podemos desmontar un poco el personaje para hacerlo más comprensible, ya sabéis que me encanta ir por partes. Desmontando a Trump En su momento defendí que Trump no era un antisistema ni nada por el estilo, y sus primeros pasos lo prueban. Si analizamos sus primeras decisiones económicas —íntimamente ligadas a las geopolíticas, como ha de ser hoy en día y más en un país tan central en el sistema-mundo como Estados Unidos—, comprobaremos que ha comenzado atacando los acuerdos de libre de comercio. ¿Significa esto que es contrario a ellos? Sigo pensando que Trump tiene una visión, fruto de su propia experiencia empresarial, más localista (o etnocentrista) que la de otros gerifaltes económicos de su país, pero de ahí a que esté en contra de la esencia liberal o que desee ponerse en contra a todo el establishment de grandes multinacionales americanas, va un trecho. A mi modo de ver, lo que ocurre simplemente es que este Ronald Reagan de corral (como los pollos de corral, amarillos. Sí, es el enésimo chiste sobre su aspecto físico, y lo peor es que no estoy seguro… bueno, eso) pretende adecuar la situación económica y mundial al momento en que él mismo se socializó en ella, hacer que se parezca más a la época de su juventud en la que aprendió lo que era el mundo, una época en la que la Guerra Fría determinaba las relaciones internacionales en todos los sentidos y Estados Unidos mandaba sin discusión, nadie le tosía, al menos en la mitad buena del mundo. Este sería el punto de conexión íntimo y quizá la razón de su cercanía a Putin, el compartir ambos un mismo anhelo por aquel mundo claro y seguro en cuanto a la predictibilidad de las relaciones —que por supuesto lo son de poder[1]-- internacionales, mucho más desde luego que el actual mundo multilateral. Sé que esto puede parecer paradójico, pero es completamente normal desde el punto de vista psicológico: Trump reconoce en Putin una misma concepción del mundo, y por eso lo admira y se siente más cercano a él que a todos esos blandengues que hablan de organizaciones internacionales, cooperación y demás mariconadas. Bienvenidos a la política del Macho, así, en tono mexicano. Pero yo andaba hablando de acuerdos comerciales. Bien, de lo que se trata, estoy convencido, no es de abolir el libre comercio, sino de reestructurarlo un poco a favor de Estados Unidos, la cuestión es acabar con una multilateralidad en la que Estados Unidos no es más que un “simple” primus inter pares —y cada vez menos primus— para sustituirla por una red de acuerdos bilaterales en la que los americanos puedan imponer su superioridad en una relación uno-a-uno, esto convertiría a ese país de nuevo en la pieza clave e indispensable dentro de una red que tendría que pasar por él como las carreteras por el kilómetro cero de la Puerta del Sol. Así reforzaría mucho su poder, en especial —y esta es la clave en mi opinión— frente a China, volveremos sobre ello. En el fondo no es sino la misma política que pretendía, acertadamente, llevar a cabo Obama, pero por medios diferentes, la clave está en si hoy en día los Estados Unidos tienen la capacidad de ser lo que fueron, habrá que verlo. En cuanto al tratado con México y Canadá, legalmente no puede desligarse sin más, pero ya ha anunciado que lo pretende revisar, sin duda con los mismos principios que he enunciado: querrá conseguir ventajas y más centralidad para su país, mayor asimetría si lo preferís, consciente de su importancia, por no decir de lo imprescindible que es su país en esa estructura. México y Canadá acabarán tragando seguramente, pues sin los Estados Unidos ese acuerdo pierde prácticamente toda su razón de ser, además lo más probable es que pronto haya nuevos e interesantes invitados. Política económica Hay un elemento esencial que creo que ha pasado más desapercibido de lo que debiera y que está relacionado con las decisiones de Ford y Apple, de momento es solo una declaración, pero es clave a mi entender: Trump bajará los impuestos a las empresas que relocalicen su producción en Estados Unidos. Cómo se llevará esto a cabo exactamente es otra cuestión, pero la simple intención ya es bastante significativa y supone una enmienda a su machada electoral sobre que iba a obligar a las multinacionales a volver al país. Otra prueba de que no es tonto. Comenté en su momento que suponía que esa vuelta de las empresas americanas sería compensada con reducciones de los derechos laborales, lo mantengo, la cuestión de los impuestos es sin embargo más directa y supone un clarísimo alineamiento del presidente con las tesis neoliberales, al fin y al cabo si las empresas se van no es porque quieran, sino porque les resulta más barato, especialmente por los altísimos impuestos a los que los pérfidos estados las someten, pobres; pero si eliminamos eso, no hay razones para marcharse. Bienvenidos a la competencia fiscal a lo grande, el dumping social y la devaluación interna (¿les suena algo de esto?) Bienvenidos al triunfo absoluto del neoliberalismo, Reagan estaría orgulloso. Por supuesto, nace el pequeño problema de sostener los gastos públicos con reducciones de ingresos, pero semejante tontería no merece ni un segundo de la agenda de cualquier presidente que se precie: se eliminan gastos y listo, Trump ya está en ello. Un apunte en cuanto a la pérdida de derechos laborales y rebaja de impuestos a las empresas (que no a las personas físicas, al menos no significativamente, aunque probablemente sí publicitariamente): en Estados Unidos les importa un bledo aquello por lo que decimos escandalizarnos en Europa, allí los trabajadores industriales, los que han sufrido la deslocalización en el centro del país y en otras áreas, no son pobres y/o desde luego no se consideran pobres, solo estafados o abandonados, por ello no se sienten implicados ni conmovidos por las políticas hacia los pobres y su posible pérdida, eso son cosas de liberales de clase media alta de las ciudades; además opera el típico carácter constitucional[2] americano liberal, según el cual, si alguien quiere salir de la pobreza, que trabaje --al fin y al cabo a mí nadie me ha regalado nada, si alguien está peor que yo, es porque es peor que yo y no tengo por qué mantenerlo con mis impuestos--, más o menos. Ah, y por cierto, la bolsa disparada, ¿no indica esto bastante claramente lo que opina Wall Street del monstruoso presidente? Bien, tenemos unilateralismo y neoliberalismo económico, el siguiente aspecto a analizar es lógicamente la política exterior, íntimamente relacionada con lo anterior, pero eso, de momento, lo dejamos para otra ocasión, tendréis que esperar. Sí, ya sé que no es como el final de una temporada de Juego de Tronos, pero es lo que hay. [1] Por si alguien no lo ha notado, y aunque no recuerdo que lo haya declarado abiertamente en ningún lado, como el resto de republicanos, Trump es un realista de manual, en el sentido del manual de la Realpolitik, por supuesto. [2] No en el sentido jurídico, sino en el de original, constituyente de la esencia del país. Haz clic aquí para editar.Empezar con una felicitación de Año Nuevo parecería extraño, extemporáneo, tan ridículo al menos como decir extemporáneo, pero qué demonios, al fin y al cabo es la primera vez que escribo desde el año pasado (y ya he escrito extemporáneo y qué demonios) así que… ¡Feliz Año Nuevo!
Sí, se acabaron las vacaciones, hace tiempo la verdad, pero ese tiempo ha resultado escaso y así seguirá, así que me daré prisa. Han sucedido muchas cosas durante mi silencio: PODEMOS, PSOE, TRUMP… tantas que me hubiese gustado comentar que no sé por dónde empezar, las ideas me queman en los dedos, pero por el momento solo puedo soplármelos, haber (¿os ha hecho daño? Pues militad para acabar al menos con esta aberración) si pronto puedo calmarlos contra el teclado. Por el momento iré con algo más rápido, algo que no precisa de tanta reflexión, contaré una historia, una historia verídica, eso sí, para que veáis cómo está el mundo. En noviembre del año pasado tuve noticia de una editorial nueva y pequeña, una editorial que se promociona en su página web como una editorial de y para los autores, una empresa volcada con ayudar a los que empezamos en este mundo, una empresa seria que da una oportunidad a las obras que las más grandes rechazan casi por principio. Y que además afirma que al autor, le cuesta “¡CERO EUROS!” publicar con ellos. Ya imagináis por dónde voy, no dije que esta historia tuviese un final feliz. Hablé con la editora y acordamos que le enviaría mi original. Prevenido como estoy por cierta desconfianza genética y por todo lo leído en internet, le envié El ángel herido. No engañé en ningún momento, le informé de la historia de la obra y de su disponibilidad en Amazon. Apenas un mes después, un plazo corto que ya resulta sospechoso, me informaron de que les habían pasado un informe positivo de la novela y que por su parte estaban listos para publicarla. Bien, maravilloso incluso. Entonces vino el momento del contrato. Negro sobre blanco, las cosas cambiaron y las promesas, ni os cuento. Para empezar la tirada ya no se decidía entre autor y editorial, como publicitaban en su web, son tiradas sucesivas de 25 libros. El apoyo al autor y, más importante si cabe, a la obra, desapareció: no se comprometían a realizar trabajo, revisión o mejora alguna pues “No forma parte de las obligaciones del EDITOR la corrección y revisión del texto de la obra, que se le entregará ya en su versión final por el AUTOR, recibiéndose manuscrito debidamente corregido y tal y como ha de publicarse por el EDITOR […]”. ¿Y dónde quedaban los CERO EUROS? Pues en que “El AUTOR tiene que agotar y distribuir un mínimo de 25 libros el día de su presentación y en los diez días posteriores a ésta, teniendo en dicho plazo que abonar el importe completo de esos 25 libros al precio fijado por el EDITOR […]”[1]. Después de eso, la editorial lanzaría tiradas de 25 libros a medida que se fuesen agotando. Mi respuesta fue tajante y no he recibido réplica desde antes de navidades, no creo que la reciba. No es el modelo de negocio lo que me irrita, al fin y al cabo cada uno puede ganarse la vida como quiera, siempre y cuando no pretenda engañar a nadie, pero no es este el caso, tenéis los datos. Por desgracia no es más que otro intento de aprovecharse de la ilusión de personas que, mejor o peor, luchan por un sueño mediante una de las tantas variantes que hay de editoriales que no son tales y que pretenden publicar a costa de los autores, sin aportar ellos más que una exigua, muy exigua, red de distribución y una prácticamente nula promoción, empresas que repiten este modelo en una especie de bombardeo por saturación esperando obtener beneficio de la masa de amigos y parientes, y algún que otro incauto que adquiera uno de sus títulos aunque solo sea por casualidad. No buscan calidad, sino cantidad, mantenerse y ganar dinero con los réditos marginalistas de la cantidad de obras que, en tiradas ridículas, colocan en su página web o en las escasas librerías en que el autor, que es quien al final tiene que hacer todo el trabajo, logre por pena o insistencia un pequeño espacio. Reconozco que es un camino como otro cualquiera para cumplir el sueño de llegar a ver tu obra publicada, no es el mío, pero hay gente a la que le puede servir, no es eso lo que critico, sino la forma en que se vende, esos ¡CERO EUROS! mentirosos, todo ese supuesto apoyo al autor, critico la mentira. Aunque en el fondo lo comprendo, ¿cómo iba a sobrevivir esta clase de negocio si no se adornara un poco? Por mi parte, seguiré buscando una editorial tradicional, una de las de toda la vida, que juzgue la obra por su calidad y (lamentablemente también) por sus posibilidades en un mercado tan difícil y que quizá algún día vea algo en alguna de las mías que le impulse a apostar por ella, a jugarse SU dinero y poner SU trabajo, solo entonces sabré realmente que apuesta por la obra y por mí y solo entonces responderé. P.S.: por fin he terminado de recibir los primeros comentarios a Los dos entierros de Feliciano, muchas gracias a todos. No son profesionales, pero si unánimes: la novela es difícil y eso la afecta. Yo ya lo sabía, por supuesto, pero no pensaba que fuera una impresión tan… unánime. Seguiré informando. [1] El subrayado es mío |
...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
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Abril 2020
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