Y volvemos a la rabiosa —al menos en esta ocasión sí, porque hay que ver cómo están unos y otros— actualidad. Una vez conocido el acuerdo entre PSOE y CIUDADANOS, toca el turno de las reacciones y las opiniones, y ahí vamos. Qué duda cabe de que habrá sido difícil pergeñar un pacto que pueda exhibir algo de coherencia, y vaya por delante también que en los pactos todo el mundo debe ceder en algo; dicho esto, el acuerdo parece más una especie de pastiche sin excesiva concreción que un verdadero acuerdo de gobierno, casi más, como ya han dicho otros, un programa electoral con medidas en materia laboral que no solucionarían nada, en materia impositiva que no avanzarían en el necesario incremento de la progresividad fiscal (reducida escandalosamente con perniciosos efectos tanto desde el punto de vista social como también económico en las últimas legislaturas) y que tampoco parecen, al decir de algunos comentarios de expertos, suficientes para financiar el déficit ni el incremento de gasto previsto en el propio acuerdo, un acuerdo que tampoco aporta absolutamente nada a la solución del problema de Cataluña (algo ya de por sí increíblemente escandaloso) y que propone cinco reformas “exprés” de la Constitución, como si algo así se pudiese solventar como si fuese un vulgar artículo 135 de la ídem.
No comentaré nada sobre las escasas posibilidades del pacto de salir adelante, para eso ya están los habituales. Pero sí me centraré en la calificación que he leído por ahí de que el acuerdo es más un programa electoral, pues ahí está la clave en mi opinión. Se trata este acuerdo de un pacto de mutuo socorro entre las dos fuerzas principales más acosadas del espectro político, dos en peligro de ahogarse que han decidido nadar juntos, a ver si así se salvan, siempre pensando en las elecciones, claro. Es lógico, ¿qué otra opción tenían? CIUDADANOS, con las declaraciones de sus líderes antes y después de las elecciones y su programa se ha cerrado él solito todas las puertas. Por un lado, el engaño del centro no puede sobrevivir mucho más, y va muriendo poco a poco, solo es viable para todos aquellos (y no son pocos, lo reconozco, aunque no tantos) que siguen diciéndose de centro porque se sienten moralmente superiores a los viejos progres y fachas, pero que en realidad únicamente se dedican a aceptar y hasta justificar cualquier cosa que venga del poder, son solo conformistas y, en la actual circunstancia de crisis, cada vez quedan menos. Por otro lado, únicamente podría mantenerse en esa posición centrada atrayendo a la izquierda menos radical con la promesa de la regeneración, pero su apego al PP también les hace pinchar por ahí. Por último, sus políticas programáticas más genuinas los convierten en un sucedáneo del propio PP, y ni siquiera conseguirían movilizar a la derecha verdaderamente descontenta con la corrupción pues, a pesar de sus discursos, sus actos en este sentido distan bastante de ser lo radicales que deberían, así que para votar a imitaciones, mejor quedarse con el original, ¿no? Pero han tenido un golpe de suerte, tantísima corrupción como golpea al PP ha acabado por golpearles a ellos también en las neuronas, y las preclaras mentes de este partido se han juntado y, tras constatar sorprendidos la magnitud de la corrupción en dicho partido, han pensado que debían alejarse un poco de ellos —aplauso y medio, su umbral de reacción es impresionante, reflejos así son los que hacen falta en este país—, eso les permitirá sobrevivir en el corto plazo como algo más que una fuerza meramente residual, salvo novedades o salvo que se decidan a disputar al PP el centro derecha. Por otra parte, el PSOE tampoco andaba mucho mejor. Tras la torpeza incomprensible o descarnada sinceridad de PODEMOS con lo del referéndum, el PSOE de toda la vida hizo su aparición estelar en su papel habitual de tratar de hundir al partido y obligó a Sánchez a equilibrios imposibles, obligándolo así a ni tan siquiera tratar de comprobar si la posición de PODEMOS era verdaderamente firme o podía moverse en una negociación. El caso es que Pedro Sánchez tiene que pelear fuera y en casa y entre esto y la tremebunda campaña antiPODEMOS en medios y organizaciones, las opciones de pactar realmente con este partido se desvanecieron. Curiosamente, el miedo a que PODEMOS sobrepase al PSOE es lo que al final acabará haciendo que esto ocurra. Lo chocante del caso es que las trayectorias han sido inversas, PODEMOS comenzó tras el 20D torpedeando cualquier posibilidad de acuerdo, pero aunque las formas empleadas por la formación han seguido en cierta forma en esa dirección, han ido suavizando su postura y lanzando mensajes que parecían indicar que estaban dispuestos a dejarse cortejar, mientras que el PSOE parece haber recorrido, si bien también con altibajos, una senda opuesta. Pobre Sánchez, peleando dentro y fuera, debe de estar agotado. En cualquier caso, CIUDADANOS y PSOE, acosados por los errores propios y con malas expectativas electorales, han decidido jugárselo todo a la carta de la responsabilidad, y a la mierda todo lo que dijeron antes, es la magia de la responsabilidad para con la ciudadanía, creo que ya lo comenté. Así pues, este pacto es una tabla de salvación para ambos, si sale bien (no creo que ni ellos mismos lo esperen) pues bienvenida sea la sorpresa, si sale mal, ellos son los buenos que lo han intentado mientras que los otros no han hecho nada. PODEMOS se ha dado cuenta de la trampa tarde, pero lo ha hecho, y no deja de repetir que (por fin) quiere negociar, aunque no deje de marcar las, por otro lado lógicas, distancias (al igual que hizo CIUDADANOS, no olvidemos que Rivera fue el primero en vetar a PODEMOS y no al revés). Entretanto a Sánchez le está fallando una parte esencial de su plan para mantenerse como eje de la izquierda española: el apoyo de la emblemática IU, y también de COMPROMÍS, se ha desvanecido, con lo que, si esto sigue igual, aparecerá como el que escoró al PSOE a la derecha renunciando a medidas de verdadera izquierda prometidas, en lugar de aislar a PODEMOS en la irresponsabilidad y la irracionalidad; mala cosa, pues profundiza el gran argumento para debilidad y desprestigio del PSOE. De todas formas, al final todo dependerá de cómo logren unos y otros vender su versión de los hechos, de que consigan que su mensaje cale en la sociedad o no. No se despeguen de sus pantallas, amigos, ¡aun hay más sorpresas esperando!
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En mi penúltimo comentario mencioné que existen distintos aspectos que influyen a la hora de decidir el voto y hablé sobre la traducción que de los resultados electorales deben realizar los elegidos, sin embargo no dije nada acerca de los distintos aspectos que influyen en esos elegidos a la hora de realizar ese trabajo inicial. Qué duda cabe de que son muchos, pero centrémonos en el que debería reinar sobre todos ellos y ser su luz y guía: la persecución del bien de la mayoría. No, tranquilos, no estoy edulcorando esto, es evidente que lo que significa ese bien de la mayoría para unos puede no tener nada que ver con lo que opinan otros al respecto, y las diferencias se acrecientan casi hasta el infinito si consideramos los medios o los caminos por los que alcanzar ese bien, a lo que me refiero, por supuesto, es a una búsqueda verdadera y honesta, desde las opiniones sinceras de cada uno, de lo mejor posible para la mayor parte posible de los ciudadanos, descarto a aquellos que acaban pensando que lo mejor son ellos mismos —y punto—, quizá porque de alguna manera divina poseen la capacidad de discernir lo que Dios manda de lo demás, sea lo que sea eso.
Prometí la última vez ser más práctico, aquí voy. Celebro que el señor Rivera y su partido hayan descubierto de repente que existe corrupción en el PP, enhorabuena, pero no comparto para nada la tibieza ridícula de su postura, que se limita a poner pegas a Mariano Rajoy, como si Rajoy fuese el —único— problema. Por muchos escaños que haya obtenido. Todos tenemos que elegir en la vida, y la política no es distinta. Ciudadanos nació con la promesa de la regeneración y de ella ha hecho bandera, sin embargo a la hora de la verdad parecen pesar más sus inclinaciones económicas y nacionalistas[1]. Como creo que ya expliqué, opino que es una cuestión de salubridad democrática y social que el PP sea excluido del gobierno. Y eso porque, aun con toda la gravedad que ello supone, no es la corrupción sistémica (¿alguien puede dudar a estas alturas de que este partido está trufado de arriba abajo de corrupción?) que corroe al PP lo más grave, sino su actitud hacia ella, y no me refiero solo a sus líderes, ¿cómo iban ellos a actuar con firmeza contra la corrupción si son la parte central de la red de favores, clientelas y corruptelas en que se materializa la corrupción? Ni siquiera a las presiones y manipulaciones de todo tipo, tanto legales como alegales, y desde luego inmorales, que han puesto en práctica para librarse de las consecuencias de sus actos —al igual que el niño pillado en falta que miente si es necesario para esquivar el castigo— aprovechándose de los enormes recursos del poder ejecutivo que la democracia y los ciudadanos han puesto en sus manos (lo que significa otro tipo de corrupción incluso más grave y más repugnante). No, me refiero a algo más importante, más sustancial, al alma, al espíritu del partido, a todos esos cuadros medios y meros afiliados honrados —estoy seguro de que los hay y de que son mayoría— que son cómplices por omisión, por no haber hecho nada, por haberse creído todas las chapuceras y vergonzosas explicaciones de líderes que van cayendo uno tras otro o por haberse conformado con ellas, quizá aun sin creerlas, habiéndose dejado atraer al discurso constante del miedo que utiliza desde hace tantos años el PP. Si hubiésemos presenciado alguna revuelta interna, alguna verdadera petición de responsabilidades de las bases, algún movimiento promovido por la conciencia, la cosa sería distinta, pero no ha sido así, en todos estos años no ha sido así, y me temo que ya es demasiado tarde para que lo sea. Por eso digo que la corrupción está instalada en el partido, es una forma de entender las cosas, el funcionamiento de las instituciones y la sociedad, una concepción vieja, terriblemente dañina y obsoleta que ha sobrevivido como anticuerpos de una enfermedad mortal en un cuerpo decrépito al que utilizaran para expandirse. No es la suya la corrupción puntual de la que por supuesto nadie está libre —como nos han intentado hacer creer—, no, es algo más, es una filosofía que viene de antiguo a caballo de un conformismo que mina las mentes y la sociedad, hasta el punto de que las maniobras de los personajes que han colocado en primera fila tras las defenestraciones judiciales van encaminadas a enfangar más el asunto con el consabido y tú más y una especie de amenaza velada al resto, como pretendiendo que, si nadie está libre de la corrupción, los demás harían bien en callarse y no airear la del PP, en vez de denunciar y gritar más alto, en lugar de hacer un verdadero y sincero acto de contrición (este es, por cierto, el mismo gran error del PSOE con respecto a su gestión de la crisis, y aun está pagando por ello). No, la corrupción en el PP está instalada en lo más hondo, pudre incluso unos valores democráticos sospechosamente endebles. ¿Y cuál es el porqué de esta corrupción casi genética? Pues en mi opinión proviene de la historia misma de España, de su tradición caciquil y clientelar desarrollada durante siglos, y no es que nuestro país sea radicalmente diferente a otros en este sentido, no soy de los que asumen la Leyenda Negra como una especie de verdad revelada y destino patrio a la vez, no. Ocurre que en nuestro país ha crecido durante siglos la idea de que puedes matarte a trabajar, pero eso no te llevará demasiado lejos, no tanto al menos como a aquel que conoce a la gente adecuada. Para que luego digan que en España siempre vamos por detrás: no se había descubierto la electricidad y aquí ya habíamos inventado la forma de distribuirla. Esta estructura es propia de cualquier régimen que no posea una construcción social más o menos igualitaria[2], cuanto menos legitimado o más autoritario sea el régimen, mayor profundidad alcanzará este sistema: las monarquías absolutistas y las dictaduras, en las que el poder es absoluto, incuestionable e ilimitado son caldo de cultivo para corruptelas. En el s.XIX, para colmo, la Restauración vino a bendecir de alguna manera la corrupción al institucionalizarla políticamente mediante el amaño de las elecciones. La II República, con todos sus problemas, fue una oportunidad perdida, no se le permitió llegar a demostrar su utilidad, y en esas estamos. Durante el régimen franquista la corrupción alcanzó cotas de legitimidad inauditas en la administración, sencillamente era el aceite indispensable que engrasaba la maquinaria administrativa, es decir, se la tenía como parte del sistema, como una manera de funcionar propia, hispana si se quiere o, más bien, cañí, y no como algo ajeno y nocivo al sistema, se enraizó en el ánimo de los españoles que lo importante no eran las leyes, y mucho menos ser honrado, sino en última instancia a quién se conoce, quién es tu padrino, y que sea mejor que el de tu rival. Y si no tienes, no eres nadie, y si quieres ser alguien hay que plegarse al sistema y participar de él. Curioso en un país de hidalgos, ¿verdad? Pues no tanto, al fin y al cabo los hidalgos siempre han sido pobres, ¿será esa la única manera de ejercer la honradez?, no seamos moral ni intelectualmente condescendientes. Este era el sistema instaurado, no nos engañemos, cuando llegó la democracia, y uno de los problemas de hacer una transición, y no una ruptura (quizá en otro momento explique mi visión sobre la Transición), fue que el nuevo sistema se edificó sobre el anterior, heredando su maquinaria y sus vicios, algo que era inevitable solo hasta cierto punto, pues se podría haber buscado una catarsis recreadora que produjese la imprescindible renovación cultural; no digo que fuese fácil, desde luego que no, pero la sensación a día de hoy es que simplemente se buscó cambiar el sistema político dejando el resto, la infraestructura que lo sostiene (económica especialmente) básicamente como estaba con la esperanza de que el mero cambio institucional produjese la requerida renovación, se hizo lo que se pudo tratando de no molestar demasiado a según quién no tanto para ganar su apoyo como para evitar otro frente más. Dicho de otra forma, se optó por que España se constituyese en un Estado Social y Democrático de Derecho, no que lo fuera. A pesar de las profundas reformas que impulsó, el PSOE acabó quedando contagiado y presa a la vez del sistema, lo cual no deja de ser lógico si tenemos en cuenta que sus cuadros se socializaron en ese ambiente de corrupción, con lo que aunque inicialmente se rebelasen contra él, el germen psicológico ya estaba plantado (como lo está hoy en día en buena medida y en muchos jóvenes, no nos engañemos), y también por las formidables dificultades y resistencias que hubieron de afrontar y vencer de cualquier manera para lograr un bien mayor, esto es innegable. Sin embargo el partido socialista mostró sus vergüenzas, fue acusado y denostado, y pasó su travesía del desierto, es decir, pagó el precio. Esto no lo libra de nuevos casos de corrupción, que desde luego habrán de ser denunciados y perseguidos implacablemente, al igual que con el resto de fuerzas políticas —esto último no sería necesario escribirlo en cualquier país democrático, pero sí en España—, aunque al menos le extirpa la naturalidad de la que la corrupción aun goza en el PP (salvo quizá en Andalucía, donde la costumbre del poder parece haberla mantenido) y en las altas instancias económicas, que jamás han pagado ningún precio por ser corruptores y que siguen viviendo instalados en la idea de que un poco de dinero aquí y allá es lo normal, de que es bueno para que todo vaya más rápido y mejor, de que todos lo hacen, de que de alguna manera hay que compensar a todos esos (sus) próceres que pudiendo ganar más en el sector privado deciden sacrificarse por los demás entrando en la vida pública (hasta ese nivel aman el dinero, pues lo hacen realmente para asegurarse de que se mantienen las condiciones que les permiten ganar mucho más en el sector privado, es decir, con una radical conciencia de clase frente a esa izquierda vengativa, aniquiladora y anticlerical). Por eso es necesario que el Partido Popular sea forzado a abandonar el gobierno, ha de pagar el precio, debíamos habérselo hecho pagar los ciudadanos en las elecciones, pero dado que no ha sido así, debería hacérselo pagar la elite, si es que de verdad es merecedora de dicho nombre. Es cierto que fue el partido más votado, pero también es verdad que la mayoría no lo eligió a él, y también es indudablemente verdad que la democracia, con sus virtudes y defectos, no deja de ser el mejor sistema si excluimos a todos los demás y, por lo tanto, no es la única opción, conviene tenerlo presente para no llevarnos después desagradables sorpresas. Por último quiero subrayar algo triste y polémico: si Ciudadanos no es capaz de ver esto, si no es capaz de entender que la solución de este problema, de este cáncer esencial es anterior a cualquier otra cosa, pues ataca directamente a la democracia y a nuestro bienestar, a nuestra capacidad para prosperar, a la esencia de nuestra igualdad y libertad, al espíritu de esa constitución que tanto dicen defender, esta formación política no sirve sencillamente de nada, pues no aporta nada nuevo a nuestro sistema político, salvo un lavado de cara, y por tanto está condenada a desaparecer o a transformarse en un nuevo PP fagocitándolo, de la misma forma en que el PP hizo con UCD, lo que viene a ser lo mismo. No aporta nada CIUDADANOS en política económica, donde es tanto o incluso más liberal que el PP, tampoco en política territorial, donde es tanto o más nacionalista española que el PP, y desde luego no lo hace en regeneración, donde le basta el mismo maquillaje que al PSOE y al PP durante tantos años. Si no entienden esto, no podrán jugar el papel de derecha auténticamente democrática y moderna, de verdadero partido liberal, que tanto necesita España, si no desean romper con el PP por tacticismo, algo loable, deberían hacerlo por el bien del país y de su sistema democrático, asumir que sus propuestas los alejan de cualquier centro político, esté donde esté, y que no hay por qué avergonzarse de ello, pues la derecha es una opción política perfectamente respetable, como también lo es la izquierda, lo que no es respetable ni defendible desde ningún punto de vista son la corrupción y el desprecio al rival político. En algún momento hay que dar el paso. [1] Últimamente, CIUDADANOS parece más próximo al PSOE, pero solo por el mandato del rey (si bien mantiene una gran proximidad al PP esforzándose en que no quede completamente fuera del juego político), teniendo en cuenta cómo avanza la actualidad no podemos descartar cualquier nuevo viraje, por eso, aunque algunos aspectos de este comentario esbozado hace días puedan parecer desactualizados, no pueden ser ignorados. [2] Asoma por aquí la teoría de las elites extractivas, bien, puede servir como base para entender lo que pretendo explicar, y aunque no estoy muy seguro de la validez total de las ideas expresadas por Robinson y Acemoglu en su libro, sí que creo, por ejemplo, que el poder del Parlamento en Inglaterra, instaurado tan temprano, sentó las bases de un consenso de cierta igualdad basado en una especie de pacto de no agresión y a la vez de interés común entre determinadas elites que poco a poco, dada su naturaleza, fue ampliándose (bien que no por simple generosidad) y dando lugar a unas reglas de juego algo más limpias y honestas que en el resto de sociedades de la época, un cambio cultural de primer orden más asentado de inicio en los Estados Unidos que resulta propicio —aunque no es desde luego lo único que importa— para el progreso. ¡La más grande! Me sorprende la noticia de la dimisión de Esperanza Aguirre preparando un comentario sobre la corrupción, no está listo aun, por eso no lo cuelgo, pero por una vez me voy a sumar a la vorágine de la actualidad, siento que no puedo dejar pasar este acontecimiento sin aportar un granito de arena, uno más, a la montaña que se va a generar a favor y en contra. Es lo que ella habría querido, al fin y al cabo. Y es que siempre se nos van los mejores, qué cruel es la vida (política). Pero al menos ella se ha ido como le hubiese gustado, bajo el calor de los focos, fiel, siempre fiel a sí misma o, mejor dicho, fiel a Esperanza Aguirre, porque Esperanza Aguirre es mucho más que una simple sexagenaria, por mucho que ella misma lo repita —pobrecita—, es un personaje en todo el sentido de la palabra, pero no en el literario, cuidado, sino en uno mucho más actual, más moderno, más cinematográfico, aunque no tanto, Esperanza Aguirre es una folclórica (política), una de las pocas, quizá junto a Rita Barberá, que lo son genuinamente, y ya se sabe que las folclóricas merecen un final a su altura.
La llamo folclórica porque me puede la nostalgia y me dejo embargar por ese carisma chulesco y altivo, me hacen chiribitas los ojos cuando recuerdo su frivolidad y su modestia, ese casticismo tan antimadrileño en realidad, pelín barriobajero aunque con estilismo de Loewe o Louis Buiton (¿se escribe así? Ni siquiera lo sé, no estoy a su altura), y me acuerdo de Sara Montiel, de su forma de encandilar a la cámara, de su caída de ojos indiferente y provocativa, con ese punto de desprecio que tan locos nos volvía, de su capacidad para masticar carrillo permaneciendo divina (aprende Mario Vaquerizo)… Sí, ya lo sé, Esperanza Aguirre solo masticaba chicle, y eso cuando visitaba hospitales, pero es que ella es una folclórica política, ella, con idéntico espíritu, encandilaba de otra manera, que se lo digan a sus fans, que es lo que esta mujer tiene, fans, pero fans de bien, gente de orden, como Dios manda, que no vale cualquiera, aunque ella por supuesto admitiría a cualquiera que quisiese pasarse al lado luminoso de la fuerza, al suyo, es la nobleza liberal, digo neo-liberal, que esta mujer siempre ha estado a la última; fans, decíamos, fans que pueden serlo de Sarita y de ella, no hay por qué elegir porque al fin y al cabo son lo mismo: la versión picarona del cardado con andamio de laca, ¡cómo son estas chicuelas, nos roban el corazón! Fans, no seguidores. Bueno, y acólitos, aunque alguno le haya salido rana, ¡pero quién se lo iba a imaginar! El caso es que esta maestra del espectáculo se ha ido como a ella siempre le hubiese gustado, a la hora de los telediarios, de urgencia y por sorpresa, ¡que se pare el mundo que se nos va! ¡Que se nos va! Que se ha ido. ¡Qué ejemplo! ¡Qué porte! ¡Qué hemos hecho! La culpa, al final, es nuestra, no supimos cuidarla. Y ahora, por fin, es más que nunca la leyenda, la que jamás fue ambiciosa, sino abnegada servidora pública, tanto que se vio obligada a pasarse la vida a la sombra de lo público para mejor defender lo privado, ¿cabe mayor sacrificio? La mujer de los principios de hierro, bueno, de oro, que es más dúctil y maleable y da más empaque, la de los salires de persona normal que lo mismo quiere matar a todos los arquitectos que suelta un hijoputa a micrófono cerrado, así, como lo haríamos usted o yo, no la del ¿qué tenemos contra este?, que no significa nada, jueguecillos de política sin importancia, nada por lo que usted deba preocuparse, sino la del hijoputa, ¡eh! Que he dicho hijoputa, ¿es que no me ha oído? Hijoputa, hijoputa, hijoputa, hijoputa, hijoputa, hijoputa… Como decía la canción hijo de puta, hay que decirlo más. Si hubiesen cambiado el atril por un diván, la escena habría sido completa, solo eché eso en falta, eso y una bata, o salto de cama, o como quiera que se llame eso que siempre llevan las divas en el cine clásico cuando aguardan cómodamente en su casa prestas a la tragedia, ya saben a qué prenda me refiero, pero claro, eso es en blanco y negro, y Esperanza Aguirre es una folclórica de hoy, de la telegenia, de las redes sociales y los mass media, un verso no tan suelto, pues rima consigo misma, y con muchos en edición matutina o HD, incluso in the air. Ubicua. No, Esperanza Aguirre no fue una mujer de blanco y negro, las pasiones nunca lo son, y si de algo sabe esta mujer tan fría, es de pasiones. ¿Quién no se ha enternecido alguna vez con ella? Si incluso huyendo de la ley a toda velocidad, incluso a lo Gran Hermano en exclusiva, había que quererla, ahí plantada contra esos miserables agentes machistas, tal y como lo hubiésemos hecho usted y yo. Lo que he dicho antes, una persona muy normal, una marquesa pero del pueblo, de usted y yo. El caso es que Esperanza Aguirre construyó su personaje con tesón, capa sobre capa, hasta darle ese acabado pulimentado y brillante como la fruta de algunos supermercados, como la manzana de Blancanieves (en realidad, la manzana a Blancanieves, hasta en esto fue astuta la bruja), y claro, un personaje tan grande al final tiene un pero enorme, digo un peso enorme, ¡estos dedos…!, porque hay que ser fiel a él, después de tantos años es lo último y todo lo que queda, no me digan que no es espléndidamente trágico. La Incólume, la Honesta, la Idealista. Nuestra Salvadora. Y por ser tan fiel se va justo ahora, con una retirada que no supone ni le supone nada, pues ya había anunciado que se iría, pero que queda de lujo, y muere matando, clavando el aguijón (es una metáfora, mal pensados) con su último aliento y dejando al barbas jodido, porque se le va la más grande claro, no por nada más, que ella ya ha dicho todo lo que tenía que decir. Genio y figura hasta la sepultura. El espíritu intacto, el personaje sin mácula. Seguirá dando caña, eso sí, después de muerta, Juana de Arco hispánicamente transmutada en el Cid, o viceversa, que ella siempre fue muy feminista y muy española, una rara avis entre gaviotas (perdón, charranes); jamás abandonará la primera línea contra el comunismo y el radicalismo, tranquilos madrileños, que ella seguirá ahí, y si en algún momento hiciese falta, vamos a ver, si os empeñaseis, quiero decir, solo y únicamente si no hubiese otro remedio… quizá podría trocar el charrán en fénix, que es mucho más estiloso (con permiso del bigotes, claro, que este panteón de glorias romper en caso de emergencia del PP empieza a estar un poco apretadito). Por cierto, al final nunca me quedó claro: ¿qué era lo que tenían contra ese? Nunca lo sabré, igual que ella no sabía nada, en fin, como no soy nada machista, debo suponer que no es solo cosa de mujeres, ¿será entonces la laca? Y estos progres preocupándose únicamente por el agujero de la capa de ozono, con el daño que le está haciendo a nuestras más ínclitas, es que no saben ver lo que de verdad importa. Siempre se nos van las mejores. O no. La que has liao pollito, la que has liao, le decía la niña al inocente animalillo, qué culpa tendría él, cría al fin y al cabo, y qué culpa tendría la niña, más cría si cabe por mucho que pretendiese parecer mayor. La culpa será de los adultos irresponsables que juntaron un pollito, una niña y pintura, ¡a quién se le ocurre! ¿Qué es lo que esperaban? Pues algo así deben de estar pensando algunos en este país nuestro a la vista de sus maniobras, repetidas y repetitivas, es cierto, que demuestran que el concepto de democracia es prácticamente imposible de asimilar para según qué mentes. Bien, votamos, y salió lo que salió. O votó España, y salió lo que salió. La distinción no es poca cosa pues el sujeto importa, y mucho. Sí, la voluntad nacional. La voluntad popular. La voluntad general. Conviene pararnos a pensar un momento en ese concepto fundamental. ¿Votamos cada uno de nosotros y se agregaron los resultados o votó un país y expresó un mandato? ¿Existe la voluntad general? ¿Existe el pueblo o solo una suma de individuos? No, tranquilos, no voy a entrar a debatir a Rousseau, sinceramente no creo estar a la altura, pero a la vista de lo que está ocurriendo en España creo que merece la pena que cada uno se plantee íntimamente su posición al respecto, es esencial para entender la democracia actual. ¿Ganó las elecciones el PP? Innegablemente. ¿Votó España por el cambio y por expulsar al PP del gobierno? Sin ninguna duda. ¿Cómo entendemos la voluntad general? Esta es la clave y estoy seguro de que ya sabéis a qué viene esto. Cuando cada uno va a votar entran en juego multitud de consideraciones incluidas, por supuesto, los posibles resultados que estimamos que habrá en las elecciones, algo que puede hacernos incluso cambiar nuestra preferencia, una formulación burda (y contraria al espíritu mismo del sistema democrático) sería el archiconocido voto útil. Pero ¿es esto todo? Por supuesto que no, como ya he dicho hay muchos más elementos y el peso exacto de cada uno en la elección final de cada votante depende de una receta que no ha sido desentrañada aun por el simple hecho de que es exclusiva de cada persona. Así que ¿el resultado electoral es la manifestación de la voluntad de ese ente indefinido existente solo cada cuatro años para algunos políticos, o es una simple suma aritmética de las opiniones individuales de una serie de seres humanos dispersos por un territorio definido? Pues ni lo uno ni lo otro exactamente, sino un poco de todo, el resultado es, y siempre es así, un arcano, un enigma, y el problema con los arcanos es que no sirven de nada si no son desentrañados, si no son traducidos a la lengua vernácula. Unos son más fáciles que otros pero todos tienen y tendrán siempre un punto de misterio, un porcentaje de precipicio oscuro que también es indescifrable, por ejemplo: en las elecciones de 2011, ¿toda la gente que votó al PP deseaba una mayoría absoluta del PP? Sinceramente, lo dudo mucho, pero el arcano emitido resultó en esa ocasión meridianamente claro. La clave de la cuestión es que no corresponde a los autores la tarea de descifrar el enigma, sino a sus receptores, y lo que ellos entiendan, lo que ellos acuerden, se convertirá en ley y traducción absoluta, pudiendo llegar incluso a modificar, en ocasiones radicalmente, la voluntad individual de los autores. El autor desautorizado. O no. Porque la verdad es que no podemos saberlo.
Es extraño esto de los sistemas representativos. Entendido desde el punto de vista de la comunicación, tenemos un mensaje cacofónico que ha de ser descifrado por sus receptores que, una vez conseguido esto, informan a los autores del mensaje de lo que querían decir cuando lo emitieron. Y esto es ley. Así, la práctica representativa tiene algo de expolio, de sustracción, de… sometimiento por la fuerza, los antiguos se consolaban suponiendo que ese sometimiento lo era a la voluntad de todos, incluido la de uno mismo, y por tanto a la de nadie —al menos la de nadie físico, la de ningún dictador—, o al menos al bien común, pero ese es otro debate. Siempre habrá disidentes, por supuesto, que para eso se supone que esto es democracia, pero en el statu quo actual, salvo que estén armados con títeres, serán seguramente ignorados, o sus quejas caerán en saco roto, que viene a ser lo mismo. Por ello la posibilidad de unas nuevas elecciones me resulta personalmente tan estimulante, nunca había ocurrido en este país una retroalimentación tan potente —porque a los cuatro años no se contesta a los intérpretes del arcano, sino que se emite uno nuevo—, sin embargo en esta ocasión, si finalmente se convocan otras elecciones, el pueblo podrá decirles a esos descifradores de enigmas profesionales o no si está de acuerdo con las traducciones de su mensaje que ellos han esbozado, y ahora sí podremos sentir que el pueblo habla más como pueblo, no será todo, por supuesto, seguirá habiendo otros muchos elementos estrictamente individuales, pero ya sea cambiando o reiterando el mensaje, se llevará a cabo un extraordinario ejercicio de madurez política que este país va necesitando mucho, desde hace mucho. Habremos de estar listos, desde luego, los interpretadores son listos y juegan a encandilar, a engañar, a manipular, es decir, a pre-interpretar y, por lo tanto, a pre-emitir el mensaje por nosotros, modulando nuestras inclinaciones naturales a su favor; debemos por lo tanto esforzarnos en discernir entre poses y verdades, entre interpretaciones y realidades, para saber quién se muestra como es y quién continua fingiendo, es decir, pre-interpretando, para esto nada mejor que atender a los márgenes de la información, que es por donde se suelen colar los vestigios de realidad. Esto nos lleva a la otra cara de esta moneda, la de la ciudadanía, imprescindible concepto indisoluble del de voluntad general, es decir, la responsabilidad: ¿estaremos a la altura? Todo esto es teoría, claro, puras especulaciones, o filosofía barata si lo preferís (al fin y al cabo no queda otra hoy en día), hay muchas otras consideraciones, otro día seré más práctico, lo prometo. Bueno, pues estamos aquí de nuevo, año nuevo, misma vida. Yo, por si acaso, cada 31 de diciembre espero que al son de las campanadas se produzca algún tipo de catarsis o tan solo una pequeña hecatombe, puede que un terremoto que sacuda los pilares de la realidad o del mundo, tanto da, pero nunca llega nada de eso. Sigo escuchando atento, apartando el deglutir, los accesos de tos y las sonrisas de mis oídos, pero únicamente oigo campanadas, y sonrisas, y champanes. No es que lo lamente, no es que lo desee, es solo un remedo infantil que pervive adherido a los huesos, un qué se yo ansioso como una fiebre inoportuna, un algo de cuento decepcionado sin que llegue el alivio que la seriedad adulta prometía. No importa, vosotros ni caso, es solo que presiento que este año la magia tendrá que seguir inventándosela cada cual y que tampoco en este bisiesto nos visitarán los extraterrestres, pero da igual, yo seguiré presintiendo, la esperanza de equivocarse es lo último que se pierde, porque al fin y al cabo todos ansiamos tener razón.
¿Qué a qué viene esto iniciado ya febrero? Pues quizá a que tengo mis propios tiempos y me niego a cambiarlos por los de otros, puede que me guste hablar a destiempo, o que no me guste que el tiempo se olvide de que las mentiras en ocasiones pueden ser útiles, y fue hace solo un mes. Pero no, soy yo quien miente ahora, la verdad es que no quería inaugurar el año como lo terminé, con palabras sobre realidades tan esenciales que son banales, prosaicas, hasta de mal gusto. La verdad es que no quería bajar al barro de nuestra materia prima, aun no. Polvo eres, sí, pero quisiéramos ser algo más. En fin, habrá que hacerlo. Y pronto. El cuerpo me lo pide, presiento que en el fondo me gusta el barro, y no puedo negarme. Bien, ya estoy preparado. Feliz Año Nuevo. |
...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
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Abril 2020
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