Dejémonos de tonterías. Dejemos los debates inútiles y las polémicas absurdas porque nada, y digo nada, de lo que hemos hablado aquí desde el principio y casi absolutamente nada de lo que publicarán hoy o cualquier otro día los periódicos es realmente importante. ¿Que de qué hablo? Pues de que todo es contingente, pero la Tierra es necesaria. Sí, exacto, París una vez más. Ojalá que sea la ciudad en que veamos la luz, yo, por supuesto, lo dudo. Se celebra en esta ciudad la Cumbre del Clima, algo que ya de por sí indica un fracaso y una broma. Un fracaso por su propia existencia, por el hecho mismo de que tenga que ser —es decir, que sea necesaria una cumbre sobre el clima— y una broma porque de nuevo asistimos al espectáculo esperpéntico de desplazamientos de cientos o miles de kilómetros en costosos aviones contaminantes de numerosas delegaciones que podrían reunirse por Skype, por no hablar una vez más de las grandilocuentes y vacías declaraciones. Vale, quizá valga la pena… (¿Cuál es la palabra más representativa de 2015 para los de Oxford? Pues eso, eso, eso).
En fin, con calma Groucho, no te enfades, tú solo hacías una broma: ¡más madera!, y todos nos partíamos, yo el primero, pero con la emoción de la velocidad alcanzada y el viento en el rostro nadie se preguntó a dónde iba a parar esa locomotora insaciable, ese tren peor que caníbal, auto-caníbal —si es que existe esa expresión o al menos un concepto tan estúpido que pareciera imposible—, tan rápido, avanzando por un desierto cualquiera, un desierto que podría estar en cualquier parte. Y menos que nadie se lo preguntaron los pasajeros-clientes que habían pagado su billete y a los que se les desguazaba el tren ante sus ojos y bajo sus posaderas mismas, pero oye, apenas una débil protesta, qué bien educados, quizá porque se distrajeron enseguida con el technicolor deslumbrante, y de repente ya estaba por ahí un Mel Gibson postapocalíptico (qué bonita palabra, ¿alguien sabe que diantre significa?) repartiendo venganza, que es lo que muchos entienden por justicia. Y el tipo nos caía bien, fíjate. Pero ya me estoy yendo del tema de nuevo, qué le voy a hacer. Bueno, está bien, no os aburriré con la colección de ya os lo dije habitual o, más bien, de ya nos lo dijeron todos esos harapientos hippies y perroflautas con la matraca de la tierra y el calentamiento global y el Fin del Mundo, al fin y al cabo mientras haya postapocalipsis… ¿Nadie ve una contradicción semántica? Y es que quien tiene un primo (científico) tiene un tesoro, pero es que quien tiene (hoy) una cuenta de resultados estará protegido (mañana) contra lo que pueda acontecer, sea lo que sea. Y demos gracias al Señor por nacer donde hemos nacido. Tampoco diré que lo inteligente sería lanzarse como fieras a desarrollar una economía verde y formas de energía renovable para coger la delantera en el futuro (al fin y al cabo el dominio sobre la energía da la prevalencia, algo que los americanos saben muy bien) y no estar mirando de soslayo al vecino para ver hasta dónde nos obliga, y que sea poco, ni que lo verdaderamente inteligente sería compartir con los países pobres esa tecnología verde que les permita desarrollarse sin que nos atufen los aires. No me voy a centrar en las miserias, ni en los grupos de presión de las multinacionales contaminantes que presionan a los presionables (dos no se pelean si uno no quiere) ni en la desoladora falta de líderes en un tiempo de crisis que se supone que debería propiciar la aparición de verdaderos líderes (a la mierda un cuatrimestre de clases sobre liderazgo). No. Y no lo haré porque no es ahí donde está la clave última del asunto, sino mucho más cerca. No, más cerca aun, más, mucho más. Sí, exactamente, en Madrid, capital mundial, donde hay una alcaldesa que restringe el tráfico de una de las capitales mundiales con más árboles, si no la que más. Y es que esta señora ya tiene una edad para ir de perroflauta por la vida y andar fastidiando a los ciudadanos honrados de su ciudad, los que pagan sus impuestos, los que solo quieren que les dejen trabajar, que ya tenemos bastante con lo que tenemos. Esto es una vergüenza. Y punto. Y otra vez la va a votar su tía abuela segunda política por parte de padre. Al fin y al cabo la culpa es suya, de los políticos, entiéndaseme, que no ponen medidas, que no hacen las cosas como deben, y al final tenemos que pagar el pato los de siempre, ¿qué culpa tengo yo? ¿Por qué no voy a poder circular con mi diesel libremente? Estábamos mejor antes, dirán lo que quieran, pero con Botella o Gallardón esto no pasaba. El caso es que cada vez que veo una de estas películas de catástrofes futuras tan de moda últimamente que suelen rodarse en escenarios de ergs o de regs, como si fueran otros mundos aunque son el nuestro, no puedo evitar pensar en cómo se llega a eso. Normalmente lo despachan con alguna explicación rapidita y sin complicaciones, salvo en la introducción de la segunda parte de Mad Max, la cúpula del trueno (me encanta) cuando, entre imágenes terroríficas como solo pueden serlo las de los telediarios, una voz profunda, como solo saben serlo las voces incorpóreas, afirma que los líderes hablaron y hablaron… y el resultado, después de la publicidad. Pues eso, que ayer mismo estábamos en la hora de hablar —cuanto más afectado mejor, que el mundo está mirando— y ya estamos en la hora de las rebajas, un black Friday de la vida, si me permitís la frívola frivolidad, que es cuando los técnicos de gris ponen precio (desorbitado) a nuestro estilo de vida y (bajo) a esa vida. Y luego más hablar y alabanzas y críticas y más vale pájaro en mano y de lo malo, lo menos, y por lo menos hay acuerdo… Y unos cuantos perroflautas gritando en el desierto que será (¿reg o erg?). Pero tranquilos, que cuando estemos torrados siempre podremos cambiar de canal, al fin y al cabo, ¿quién ha dicho que haya que pagar ningún precio por lo que queremos? Mucho menos por lo que necesitamos, perdón, necesitan, nuestros hijos (el que los tenga, claro) y dejo ya de daros la brasa con el temita, que seguro que llegáis tarde al trabajo porque resulta que hoy no nos dejan correr, o aparcar, o incluso circular, pero es que además las navidades llegaron anteayer y eso, amigo, son palabras mayores.
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La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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