La que has liao pollito, la que has liao, le decía la niña al inocente animalillo, qué culpa tendría él, cría al fin y al cabo, y qué culpa tendría la niña, más cría si cabe por mucho que pretendiese parecer mayor. La culpa será de los adultos irresponsables que juntaron un pollito, una niña y pintura, ¡a quién se le ocurre! ¿Qué es lo que esperaban? Pues algo así deben de estar pensando algunos en este país nuestro a la vista de sus maniobras, repetidas y repetitivas, es cierto, que demuestran que el concepto de democracia es prácticamente imposible de asimilar para según qué mentes. Bien, votamos, y salió lo que salió. O votó España, y salió lo que salió. La distinción no es poca cosa pues el sujeto importa, y mucho. Sí, la voluntad nacional. La voluntad popular. La voluntad general. Conviene pararnos a pensar un momento en ese concepto fundamental. ¿Votamos cada uno de nosotros y se agregaron los resultados o votó un país y expresó un mandato? ¿Existe la voluntad general? ¿Existe el pueblo o solo una suma de individuos? No, tranquilos, no voy a entrar a debatir a Rousseau, sinceramente no creo estar a la altura, pero a la vista de lo que está ocurriendo en España creo que merece la pena que cada uno se plantee íntimamente su posición al respecto, es esencial para entender la democracia actual. ¿Ganó las elecciones el PP? Innegablemente. ¿Votó España por el cambio y por expulsar al PP del gobierno? Sin ninguna duda. ¿Cómo entendemos la voluntad general? Esta es la clave y estoy seguro de que ya sabéis a qué viene esto. Cuando cada uno va a votar entran en juego multitud de consideraciones incluidas, por supuesto, los posibles resultados que estimamos que habrá en las elecciones, algo que puede hacernos incluso cambiar nuestra preferencia, una formulación burda (y contraria al espíritu mismo del sistema democrático) sería el archiconocido voto útil. Pero ¿es esto todo? Por supuesto que no, como ya he dicho hay muchos más elementos y el peso exacto de cada uno en la elección final de cada votante depende de una receta que no ha sido desentrañada aun por el simple hecho de que es exclusiva de cada persona. Así que ¿el resultado electoral es la manifestación de la voluntad de ese ente indefinido existente solo cada cuatro años para algunos políticos, o es una simple suma aritmética de las opiniones individuales de una serie de seres humanos dispersos por un territorio definido? Pues ni lo uno ni lo otro exactamente, sino un poco de todo, el resultado es, y siempre es así, un arcano, un enigma, y el problema con los arcanos es que no sirven de nada si no son desentrañados, si no son traducidos a la lengua vernácula. Unos son más fáciles que otros pero todos tienen y tendrán siempre un punto de misterio, un porcentaje de precipicio oscuro que también es indescifrable, por ejemplo: en las elecciones de 2011, ¿toda la gente que votó al PP deseaba una mayoría absoluta del PP? Sinceramente, lo dudo mucho, pero el arcano emitido resultó en esa ocasión meridianamente claro. La clave de la cuestión es que no corresponde a los autores la tarea de descifrar el enigma, sino a sus receptores, y lo que ellos entiendan, lo que ellos acuerden, se convertirá en ley y traducción absoluta, pudiendo llegar incluso a modificar, en ocasiones radicalmente, la voluntad individual de los autores. El autor desautorizado. O no. Porque la verdad es que no podemos saberlo.
Es extraño esto de los sistemas representativos. Entendido desde el punto de vista de la comunicación, tenemos un mensaje cacofónico que ha de ser descifrado por sus receptores que, una vez conseguido esto, informan a los autores del mensaje de lo que querían decir cuando lo emitieron. Y esto es ley. Así, la práctica representativa tiene algo de expolio, de sustracción, de… sometimiento por la fuerza, los antiguos se consolaban suponiendo que ese sometimiento lo era a la voluntad de todos, incluido la de uno mismo, y por tanto a la de nadie —al menos la de nadie físico, la de ningún dictador—, o al menos al bien común, pero ese es otro debate. Siempre habrá disidentes, por supuesto, que para eso se supone que esto es democracia, pero en el statu quo actual, salvo que estén armados con títeres, serán seguramente ignorados, o sus quejas caerán en saco roto, que viene a ser lo mismo. Por ello la posibilidad de unas nuevas elecciones me resulta personalmente tan estimulante, nunca había ocurrido en este país una retroalimentación tan potente —porque a los cuatro años no se contesta a los intérpretes del arcano, sino que se emite uno nuevo—, sin embargo en esta ocasión, si finalmente se convocan otras elecciones, el pueblo podrá decirles a esos descifradores de enigmas profesionales o no si está de acuerdo con las traducciones de su mensaje que ellos han esbozado, y ahora sí podremos sentir que el pueblo habla más como pueblo, no será todo, por supuesto, seguirá habiendo otros muchos elementos estrictamente individuales, pero ya sea cambiando o reiterando el mensaje, se llevará a cabo un extraordinario ejercicio de madurez política que este país va necesitando mucho, desde hace mucho. Habremos de estar listos, desde luego, los interpretadores son listos y juegan a encandilar, a engañar, a manipular, es decir, a pre-interpretar y, por lo tanto, a pre-emitir el mensaje por nosotros, modulando nuestras inclinaciones naturales a su favor; debemos por lo tanto esforzarnos en discernir entre poses y verdades, entre interpretaciones y realidades, para saber quién se muestra como es y quién continua fingiendo, es decir, pre-interpretando, para esto nada mejor que atender a los márgenes de la información, que es por donde se suelen colar los vestigios de realidad. Esto nos lleva a la otra cara de esta moneda, la de la ciudadanía, imprescindible concepto indisoluble del de voluntad general, es decir, la responsabilidad: ¿estaremos a la altura? Todo esto es teoría, claro, puras especulaciones, o filosofía barata si lo preferís (al fin y al cabo no queda otra hoy en día), hay muchas otras consideraciones, otro día seré más práctico, lo prometo.
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La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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Abril 2020
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