¿Ya ha pasado casi un año? El tiempo vuela cuando no eres consciente de él. Me pregunto si sigue habiendo alguien ahí, quizá sea mejor que no, así esto quedaría solo entre el silencio y yo. Pero, en fin, tratemos de aprovechar el confinamiento para algo más que para estar confinados y asomémonos al mundo. Con todo esto he recuperado algo de tiempo para poner por escrito el resultado de mi manía de reflexionar —o más exactamente de fabular--, en este caso, por supuesto, sobre cómo quedará el mundo después de que la madre de todos los cisnes negros —de momento--, a cuyos hijos nos estamos acostumbrando en los últimos años (lo cual es una paradoja en sí misma), pliegue por fin sus alas. Comencé tomando unas notas sueltas aquí y allá, y ya van para 3 páginas, así que creo que ha llegado el momento de poner en orden todo ello. Me apresuro además a publicar, porque cuanto más escribo, más crece lo que escribo sin que se vislumbre un fin determinado, se me ocurren más y más ideas, más líneas se extienden y más posibilidades se abren, y todo ello en una situación que cambia casi cada día (así que no descarto actualizaciones o enmiendas después), en un estado de cosas, no lo olvidemos, que ha alcanzado ya las proporciones de una guerra, incluso en aquello que le resulta más propio y doloroso: el parte diario de bajas. Como hay tanto que especular y no quiero aburrir demasiado ni condensar en exceso, iré publicando en entregas, a ver qué tal sale. Por cierto, aunque no tiene nada que ver, aviso de que voy a publicar en la parte correspondiente un enlace a unos podcasts sobre el conflicto de Oriente Próximo verdaderamente interesantes; son en inglés, pero merecen la pena. Ajuste de cuentas Comenzaré esta serie del coronavirus incumpliendo lo que acabo de decir. A ver si ahora va a resultar que soy el único español que es fiel a su palabra. Esto no es una mera frase retórica, es una introducción cierta, porque es verdad en sí misma y porque a la vez me permite enlazar con lo que voy a decir. Es cierta porque voy a hablar de la situación actual en España, o más correctamente del panorama político, y enlaza porque el hecho principal a exponer es la actitud de algunos. Como la última vez que pasé por aquí me propuse ser menos vehemente y más profesional, y como no quiero perder el tiempo redactando lo que otros ya han redactado, mucho mejor además, ahí os dejo un ejemplo: Ya no me callo más Los dos siguientes enlaces son meramente informativos, el segundo está realizado desde el prisma de España, pero ambos son ilustrativos y complementarios sobre cómo ha evolucionado la pandemia; creo que conviene tenerlo en cuenta antes de empezar a opinar sobre el tema. Evolución en la wikipedia Qué medidas se tomaron y cuándo No tengo mucho más que añadir, tan solo pedir al común de los mortales —si es que lo hay-- que lea esto, que realice un acto de reflexión verdadero y sincero y recuerde qué decía y opinaba él mismo (y ella, por supuesto) cuando, por ejemplo, se suspendió el Mobile en Barcelona. Vaya por delante que yo era de los que pensaba que, si bien había que estar atentos, no era para tanto; al fin y al cabo, esto era como una gripe común, según nos decían. Debo decir también, que ya a finales de enero o principios de febrero, no recuerdo exactamente, supe de primera mano que los proveedores de mascarillas habían avisado de que no podrían servir hasta, al menos, junio a cierto hospital de la Comunidad de Madrid, y que sus responsables llevaban ya varias semanas buscando desesperadamente mascarillas. Poco después también supe del lamentable mercado negro que se estaba generando en torno, al menos, a este producto. Que cada cual saque sus propias conclusiones. Según he leído por ahí que dijo Antonio Machado: «en España lo mejor es el pueblo... En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España, no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo. La demofilia es entre nosotros un deber elementalísimo de gratitud». Es necesario decir que tampoco conviene que caer en una lealtad ciega. En democracia, y en la vida, se puede y se debe discrepar si es menester, pero las motivaciones y las formas son fundamentales, y más en situaciones como esta. El intercambio de ideas es beneficioso, el ataque cínico y destructivo solo es… cínico y destructivo. Desear que España se hunda para luego poder levantarla es tan miserable que no merece más palabras. La estrategia de la crispación, la del cabreo constante, la de la gota malaya para sembrar no la idea, sino el sentimiento negativo, cabreante y cabreador es conocida y está documentada: cabrear a toda la sociedad y tratar de erigirse en salvador del desastre o, al menos, desmovilizar a los adversarios. Cabría recordar que las competencias sanitarias están transferidas a las CC.AA., así que habrá que pensar quién ha estado haciendo qué durante los últimos años —y no solo en la sanidad: la dejadez, privatización y falta de inversión en el cuidado de nuestros ancianos no le ha ido a la zaga a la sanitaria--. Pero no ahora: tenemos lo que tenemos, y con eso hay que apañarse, no queda otra. Si, como dijo hace poco Gabilondo, se obtuviese y asentase por fin el convencimiento de que recortar en sanidad pública e I+D es suicida para una sociedad, que es necesario tener un Estado fuerte, ya me daría por satisfecho. Todo lo anterior no significa, por supuesto, negar los errores del gobierno, que los ha habido y los habrá, pero cuando se ven también de forma casi idéntica en nuestro entorno, quizá debería pensarse que aquello que hace que nos parezcamos es también lo que engendra esos errores. Quizá la soberbia occidental —junto con, o precisamente por, habernos librado del SARS y de la gripe aviar--, quizá el cortoplacismo y el individualismo neoliberal de nuestras sociedades, tengan más que ver con esos errores que la incompetencia personal. Vengo defendiendo desde hace mucho la necesidad de un cambio radical de paradigma en nuestras sociedades, y creo que esta crisis ejemplifica dicha necesidad. Dicho lo cual, solo me queda alertar una vez más sobre el miedo. Más aun en esta ocasión porque es completamente justificado, y por ello es más necesario mantener una cierta calma. Es probable que el miedo se instale en la sociedad, no solo española, cuando esto pase, en especial mirando al próximo otoño; el verano será esencial en cuanto a las medidas que se tomen para prepararse si no llega la ansiada vacuna, también lo serán las lecciones aprendidas. Esperemos que la palabra clave sea entonces aprendizaje y no demagogia; la verdad, viendo algunas actitudes no tengo muchas esperanzas de que esto sea así. Con esto doy por finalizada la parte menos interesante de lo que quería decir, la que menos me motiva y que he estado a punto de no redactar. Me parece tan obvio que resulta insultante tener que hacerlo, y hace que me avergüence un poco de la sociedad que comparto.
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La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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