El futuro de verdad
Abordaremos hoy un aspecto fundamental de la crisis actual, tanto en su génesis como en sus repercusiones: el cambio climático. Es una parte que pensaba dejar para el final, pero a la vista de las últimas informaciones de estos días, he decidido aprovechar la ocasión. Paradójicamente, a pesar de su importancia, puede que sea la parte más corta; eso se debe a que resulta tan evidente que la controversia al respecto me parece ridícula, cuando no mal intencionada. Génesis Empecemos por el principio que, aunque aburrida, siempre es una manera muy organizadita de empezar. En los últimos 20 años hemos visto como al menos dos coronavirus han saltado desde los animales a los humanos causando epidemias y un poco de susto, además habría que añadir aquello de la gripe aviar, que rebrotó en Hong Kong con fuerza inusitada en 1997, causando también su poquito de alarma. Por no hablar del penúltimo brote de ébola. Es cierto que el actual mundo interconectado y superpoblado favorece la transmisión rápida de este tipo de enfermedades, pero, aun con eso, parece lógico preguntarse si hay alguna razón para tantas explosiones continuadas en los últimos años. No seré el único que ha leído comentarios de científicos y ambientalistas achacando estos brotes o rebrotes virulentos a la enorme y cada vez mayor presión del ser humano sobre el medio ambiente, la reducción de la biodiversidad y la invasión de los entornos naturales, liberando y facilitando la transmisión de los reservorios de virus de los animales hacia el ser humano. Poniéndoselo en bandeja, vamos. Ahí queda todo dicho, no creo que haya mucho más que añadir. Nudo Pero la influencia de la acción humana sobre el medio ambiente no acaba con la creación de nuestra propia amenaza, qué va. También nos encargamos de que sea lo peor posible para nosotros mismos. Podría pensarse que si algo bueno para el medio ambiente tendrá esta pandemia, será que ya no habrá ningún alcalde ni presidenta que se atreva a discutir la necesidad y efectividad de los recortes al tráfico, ni a sostener que la contaminación en Madrid no mata, pero eso sería obviar las carencias de algunos y la profundidad de la estupidez patria. En Alemania se amplían carriles bici y se refuerza el transporte público para lograr una movilidad que respete las recomendaciones sanitarias —que, es cierto, es prácticamente imposible mantener en el transporte público en lo que a distancia se refiere—, en España ya se anuncia la apuesta por el coche privado. Es ahora cuando se descubre que los aplausos también suenan a sarcasmo. Y apocalipsis ¿A pesar de todo, supondrá esta crisis una apuesta decidida para salvar el medio ambiente? Como con las demás facetas de esta, yo diría que no, sino más bien al contrario, al menos en el corto plazo. Los beneficios obtenidos para el medio ambiente, sobre todo en lo que se refiere a la reducción de la contaminación, no han sido deliberados, sino un efecto secundario de medidas con otros fines, sin embargo, en lo que respecta a la voluntad directa del ser humano, la cosa está peor: se ha incrementado la deforestación amazónica aprovechando la epidemia, por ejemplo. Por otro lado, el temor a la crisis en un sistema económico que se basa en la cantidad de producción no augura nada bueno: ahora que estamos en la absurda carrera por el desconfinamiento (a ver quién puede ponerse la más grande y ridícula medalla al respecto) y que de repente ya no hay enfermedad ni muertos, sino solo beneficios imposibles y crisis pecuniarias, el retorno a la actividad económica apunta a un aumento desaforado y alocado tanto de la producción como del consumo en cuanto sea posible con la excusa de salvar la economía. Como hemos dicho antes, las posibilidades de contagio provocarán también, en algunos países, el incremento del tráfico, y no solo en las ciudades: las mercancías volverán a sobrevolar y navegar alrededor del mundo en una carrera por vender y hacer dinero en las mayores cantidades posibles y en el menor tiempo posible. Por lo tanto, a corto plazo y medio plazo, el medio ambiente lo va a pasar mal. Pero como en el resto de los aspectos que trae aparejados esta crisis, una vez pasada la euforia inicial, y vueltas las aguas a su cauce razonablemente, volverán a escucharse las voces de aquellos con sentido, aquellos que sí son capaces de aprender. No creo que de esta situación vaya a venir un cambio radical, pero sí una mayor concienciación y mayores oportunidades a medio y largo plazo. El movimiento ecologista ganará fuerza, como ya hemos dicho no se le ocurrirá a nadie decir las sandeces que hemos tenido que aguantar con respecto a la contaminación (espero); los negacionistas, cuya nueva apariencia ya antes de la pandemia era la de los relativistas (aquellos que públicamente no niegan el cambio climático pero lo relativizan y lloran por la economía, buscando en la práctica que no se tomen medidas claras y decididas a favor del medio ambiente), sufrirán un golpe en sus posiciones, el poder que dio golpe tenga dependerá de cada uno de nosotros, pero no hay que olvidar la fortaleza de los intereses establecidos contrarios a cualquier cambio, una fuerza que solo se doblegará —y a partir de cierto punto lo hará espectacularmente, cayendo como un castillo de naipes, como en todo cambio de hegemonía— cuando crezca la fuerza de los intereses no solo estrictamente ambientalistas, también económicos (y aquí está la clave), favorables al cambio de paradigma. ¿Y entonces por qué has titulado esta parte apocalipsis? Porque es lo que nos espera si no actuamos pronto, porque ese corto plazo puede ser demasiado largo y estamos en una carrera contrarreloj, porque las consecuencias del cambio climático ya se sienten en todo el mundo y más de lo que habitualmente se piensa: en el incremento desmesurado de la población urbana de países en desarrollo que sufren estrés en sus recursos hídricos, lo que provoca inestabilidad, desempleo y es un catalizador de crisis como la guerra en Siria o la primavera árabe; en las crisis de abastecimiento de agua en Ciudad del Cabo, en las tensiones que ya afronta nuestra industria turística y que irán a más en verano por las posibles restricciones en el suministro… Vale, puede que apocalipsis sea un poco exagerado, pero permítaseme la licencia poética. La lucha por salvar el medio ambiente es la única que realmente importa, o debería, para la humanidad; es la única causa con trascendencia y poder transformador a largo plazo, pero además de una necesidad acuciante es inevitable, por lo que cuanto antes empecemos a pelear esta guerra con decisión, mejor para nosotros, incluso comparativamente hablando. Al final, volvemos al terreno de la responsabilidad personal.
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La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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