En mi penúltimo comentario mencioné que existen distintos aspectos que influyen a la hora de decidir el voto y hablé sobre la traducción que de los resultados electorales deben realizar los elegidos, sin embargo no dije nada acerca de los distintos aspectos que influyen en esos elegidos a la hora de realizar ese trabajo inicial. Qué duda cabe de que son muchos, pero centrémonos en el que debería reinar sobre todos ellos y ser su luz y guía: la persecución del bien de la mayoría. No, tranquilos, no estoy edulcorando esto, es evidente que lo que significa ese bien de la mayoría para unos puede no tener nada que ver con lo que opinan otros al respecto, y las diferencias se acrecientan casi hasta el infinito si consideramos los medios o los caminos por los que alcanzar ese bien, a lo que me refiero, por supuesto, es a una búsqueda verdadera y honesta, desde las opiniones sinceras de cada uno, de lo mejor posible para la mayor parte posible de los ciudadanos, descarto a aquellos que acaban pensando que lo mejor son ellos mismos —y punto—, quizá porque de alguna manera divina poseen la capacidad de discernir lo que Dios manda de lo demás, sea lo que sea eso.
Prometí la última vez ser más práctico, aquí voy. Celebro que el señor Rivera y su partido hayan descubierto de repente que existe corrupción en el PP, enhorabuena, pero no comparto para nada la tibieza ridícula de su postura, que se limita a poner pegas a Mariano Rajoy, como si Rajoy fuese el —único— problema. Por muchos escaños que haya obtenido. Todos tenemos que elegir en la vida, y la política no es distinta. Ciudadanos nació con la promesa de la regeneración y de ella ha hecho bandera, sin embargo a la hora de la verdad parecen pesar más sus inclinaciones económicas y nacionalistas[1]. Como creo que ya expliqué, opino que es una cuestión de salubridad democrática y social que el PP sea excluido del gobierno. Y eso porque, aun con toda la gravedad que ello supone, no es la corrupción sistémica (¿alguien puede dudar a estas alturas de que este partido está trufado de arriba abajo de corrupción?) que corroe al PP lo más grave, sino su actitud hacia ella, y no me refiero solo a sus líderes, ¿cómo iban ellos a actuar con firmeza contra la corrupción si son la parte central de la red de favores, clientelas y corruptelas en que se materializa la corrupción? Ni siquiera a las presiones y manipulaciones de todo tipo, tanto legales como alegales, y desde luego inmorales, que han puesto en práctica para librarse de las consecuencias de sus actos —al igual que el niño pillado en falta que miente si es necesario para esquivar el castigo— aprovechándose de los enormes recursos del poder ejecutivo que la democracia y los ciudadanos han puesto en sus manos (lo que significa otro tipo de corrupción incluso más grave y más repugnante). No, me refiero a algo más importante, más sustancial, al alma, al espíritu del partido, a todos esos cuadros medios y meros afiliados honrados —estoy seguro de que los hay y de que son mayoría— que son cómplices por omisión, por no haber hecho nada, por haberse creído todas las chapuceras y vergonzosas explicaciones de líderes que van cayendo uno tras otro o por haberse conformado con ellas, quizá aun sin creerlas, habiéndose dejado atraer al discurso constante del miedo que utiliza desde hace tantos años el PP. Si hubiésemos presenciado alguna revuelta interna, alguna verdadera petición de responsabilidades de las bases, algún movimiento promovido por la conciencia, la cosa sería distinta, pero no ha sido así, en todos estos años no ha sido así, y me temo que ya es demasiado tarde para que lo sea. Por eso digo que la corrupción está instalada en el partido, es una forma de entender las cosas, el funcionamiento de las instituciones y la sociedad, una concepción vieja, terriblemente dañina y obsoleta que ha sobrevivido como anticuerpos de una enfermedad mortal en un cuerpo decrépito al que utilizaran para expandirse. No es la suya la corrupción puntual de la que por supuesto nadie está libre —como nos han intentado hacer creer—, no, es algo más, es una filosofía que viene de antiguo a caballo de un conformismo que mina las mentes y la sociedad, hasta el punto de que las maniobras de los personajes que han colocado en primera fila tras las defenestraciones judiciales van encaminadas a enfangar más el asunto con el consabido y tú más y una especie de amenaza velada al resto, como pretendiendo que, si nadie está libre de la corrupción, los demás harían bien en callarse y no airear la del PP, en vez de denunciar y gritar más alto, en lugar de hacer un verdadero y sincero acto de contrición (este es, por cierto, el mismo gran error del PSOE con respecto a su gestión de la crisis, y aun está pagando por ello). No, la corrupción en el PP está instalada en lo más hondo, pudre incluso unos valores democráticos sospechosamente endebles. ¿Y cuál es el porqué de esta corrupción casi genética? Pues en mi opinión proviene de la historia misma de España, de su tradición caciquil y clientelar desarrollada durante siglos, y no es que nuestro país sea radicalmente diferente a otros en este sentido, no soy de los que asumen la Leyenda Negra como una especie de verdad revelada y destino patrio a la vez, no. Ocurre que en nuestro país ha crecido durante siglos la idea de que puedes matarte a trabajar, pero eso no te llevará demasiado lejos, no tanto al menos como a aquel que conoce a la gente adecuada. Para que luego digan que en España siempre vamos por detrás: no se había descubierto la electricidad y aquí ya habíamos inventado la forma de distribuirla. Esta estructura es propia de cualquier régimen que no posea una construcción social más o menos igualitaria[2], cuanto menos legitimado o más autoritario sea el régimen, mayor profundidad alcanzará este sistema: las monarquías absolutistas y las dictaduras, en las que el poder es absoluto, incuestionable e ilimitado son caldo de cultivo para corruptelas. En el s.XIX, para colmo, la Restauración vino a bendecir de alguna manera la corrupción al institucionalizarla políticamente mediante el amaño de las elecciones. La II República, con todos sus problemas, fue una oportunidad perdida, no se le permitió llegar a demostrar su utilidad, y en esas estamos. Durante el régimen franquista la corrupción alcanzó cotas de legitimidad inauditas en la administración, sencillamente era el aceite indispensable que engrasaba la maquinaria administrativa, es decir, se la tenía como parte del sistema, como una manera de funcionar propia, hispana si se quiere o, más bien, cañí, y no como algo ajeno y nocivo al sistema, se enraizó en el ánimo de los españoles que lo importante no eran las leyes, y mucho menos ser honrado, sino en última instancia a quién se conoce, quién es tu padrino, y que sea mejor que el de tu rival. Y si no tienes, no eres nadie, y si quieres ser alguien hay que plegarse al sistema y participar de él. Curioso en un país de hidalgos, ¿verdad? Pues no tanto, al fin y al cabo los hidalgos siempre han sido pobres, ¿será esa la única manera de ejercer la honradez?, no seamos moral ni intelectualmente condescendientes. Este era el sistema instaurado, no nos engañemos, cuando llegó la democracia, y uno de los problemas de hacer una transición, y no una ruptura (quizá en otro momento explique mi visión sobre la Transición), fue que el nuevo sistema se edificó sobre el anterior, heredando su maquinaria y sus vicios, algo que era inevitable solo hasta cierto punto, pues se podría haber buscado una catarsis recreadora que produjese la imprescindible renovación cultural; no digo que fuese fácil, desde luego que no, pero la sensación a día de hoy es que simplemente se buscó cambiar el sistema político dejando el resto, la infraestructura que lo sostiene (económica especialmente) básicamente como estaba con la esperanza de que el mero cambio institucional produjese la requerida renovación, se hizo lo que se pudo tratando de no molestar demasiado a según quién no tanto para ganar su apoyo como para evitar otro frente más. Dicho de otra forma, se optó por que España se constituyese en un Estado Social y Democrático de Derecho, no que lo fuera. A pesar de las profundas reformas que impulsó, el PSOE acabó quedando contagiado y presa a la vez del sistema, lo cual no deja de ser lógico si tenemos en cuenta que sus cuadros se socializaron en ese ambiente de corrupción, con lo que aunque inicialmente se rebelasen contra él, el germen psicológico ya estaba plantado (como lo está hoy en día en buena medida y en muchos jóvenes, no nos engañemos), y también por las formidables dificultades y resistencias que hubieron de afrontar y vencer de cualquier manera para lograr un bien mayor, esto es innegable. Sin embargo el partido socialista mostró sus vergüenzas, fue acusado y denostado, y pasó su travesía del desierto, es decir, pagó el precio. Esto no lo libra de nuevos casos de corrupción, que desde luego habrán de ser denunciados y perseguidos implacablemente, al igual que con el resto de fuerzas políticas —esto último no sería necesario escribirlo en cualquier país democrático, pero sí en España—, aunque al menos le extirpa la naturalidad de la que la corrupción aun goza en el PP (salvo quizá en Andalucía, donde la costumbre del poder parece haberla mantenido) y en las altas instancias económicas, que jamás han pagado ningún precio por ser corruptores y que siguen viviendo instalados en la idea de que un poco de dinero aquí y allá es lo normal, de que es bueno para que todo vaya más rápido y mejor, de que todos lo hacen, de que de alguna manera hay que compensar a todos esos (sus) próceres que pudiendo ganar más en el sector privado deciden sacrificarse por los demás entrando en la vida pública (hasta ese nivel aman el dinero, pues lo hacen realmente para asegurarse de que se mantienen las condiciones que les permiten ganar mucho más en el sector privado, es decir, con una radical conciencia de clase frente a esa izquierda vengativa, aniquiladora y anticlerical). Por eso es necesario que el Partido Popular sea forzado a abandonar el gobierno, ha de pagar el precio, debíamos habérselo hecho pagar los ciudadanos en las elecciones, pero dado que no ha sido así, debería hacérselo pagar la elite, si es que de verdad es merecedora de dicho nombre. Es cierto que fue el partido más votado, pero también es verdad que la mayoría no lo eligió a él, y también es indudablemente verdad que la democracia, con sus virtudes y defectos, no deja de ser el mejor sistema si excluimos a todos los demás y, por lo tanto, no es la única opción, conviene tenerlo presente para no llevarnos después desagradables sorpresas. Por último quiero subrayar algo triste y polémico: si Ciudadanos no es capaz de ver esto, si no es capaz de entender que la solución de este problema, de este cáncer esencial es anterior a cualquier otra cosa, pues ataca directamente a la democracia y a nuestro bienestar, a nuestra capacidad para prosperar, a la esencia de nuestra igualdad y libertad, al espíritu de esa constitución que tanto dicen defender, esta formación política no sirve sencillamente de nada, pues no aporta nada nuevo a nuestro sistema político, salvo un lavado de cara, y por tanto está condenada a desaparecer o a transformarse en un nuevo PP fagocitándolo, de la misma forma en que el PP hizo con UCD, lo que viene a ser lo mismo. No aporta nada CIUDADANOS en política económica, donde es tanto o incluso más liberal que el PP, tampoco en política territorial, donde es tanto o más nacionalista española que el PP, y desde luego no lo hace en regeneración, donde le basta el mismo maquillaje que al PSOE y al PP durante tantos años. Si no entienden esto, no podrán jugar el papel de derecha auténticamente democrática y moderna, de verdadero partido liberal, que tanto necesita España, si no desean romper con el PP por tacticismo, algo loable, deberían hacerlo por el bien del país y de su sistema democrático, asumir que sus propuestas los alejan de cualquier centro político, esté donde esté, y que no hay por qué avergonzarse de ello, pues la derecha es una opción política perfectamente respetable, como también lo es la izquierda, lo que no es respetable ni defendible desde ningún punto de vista son la corrupción y el desprecio al rival político. En algún momento hay que dar el paso. [1] Últimamente, CIUDADANOS parece más próximo al PSOE, pero solo por el mandato del rey (si bien mantiene una gran proximidad al PP esforzándose en que no quede completamente fuera del juego político), teniendo en cuenta cómo avanza la actualidad no podemos descartar cualquier nuevo viraje, por eso, aunque algunos aspectos de este comentario esbozado hace días puedan parecer desactualizados, no pueden ser ignorados. [2] Asoma por aquí la teoría de las elites extractivas, bien, puede servir como base para entender lo que pretendo explicar, y aunque no estoy muy seguro de la validez total de las ideas expresadas por Robinson y Acemoglu en su libro, sí que creo, por ejemplo, que el poder del Parlamento en Inglaterra, instaurado tan temprano, sentó las bases de un consenso de cierta igualdad basado en una especie de pacto de no agresión y a la vez de interés común entre determinadas elites que poco a poco, dada su naturaleza, fue ampliándose (bien que no por simple generosidad) y dando lugar a unas reglas de juego algo más limpias y honestas que en el resto de sociedades de la época, un cambio cultural de primer orden más asentado de inicio en los Estados Unidos que resulta propicio —aunque no es desde luego lo único que importa— para el progreso.
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La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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