Hace unos días se me planteó una situación curiosa con las hijas de unos amigos que me ha dado qué pensar: una de estas niñas es un modelo de comportamiento, obediencia (quizá demasiado) e inocencia, mientras que su hermana es un terremoto. Al parecer, la primera de ellas últimamente se chiva cuando su hermana incumple las reglas que sus padres les tienen marcadas, no es que sean cosas importantes, solo las pautas típicas que deben tener los niños, del tipo de no poner los pies encima de la mesa y cosas por el estilo. A su madre no le gusta ese comportamiento chivato y no entendía los motivos, yo le dije que en mi opinión la niña se sentía frustrada porque ella siempre obedecía y tenía en cuenta las pautas, mientras que su hermana no lo hacía, al menos no tan estrictamente como ella. Hay que tener en cuenta que permanecer atento a todas esas normas y cumplirlas requiere un esfuerzo importante, más aun para un niño, por lo tanto lo que su hija se estaba planteando en realidad era la obediencia. Creo que ella quiere ser obediente, pero el ver que su hermana no realiza el mismo esfuerzo puede hacerle padecer un sentimiento de injusticia y busca que sus padres restituyan esa justicia, el orden en su mundo, corrigiendo a su hermana, de forma que ambas se sitúen en pie de igualdad, que ambas tengan que hacer los mismos esfuerzos. En este sentido imagino que ella debe de sentirse peor tratada, especialmente en los momentos en que sus padres la corrijan, pues guarda en su memoria la enorme cantidad de veces en que su hermana se saltó las reglas y no fue reconvenida, y para una vez que yo lo hago mal…, debe de pensar Es decir, que la niña está dando a sus padres la oportunidad de ser justos, a su manera infantil. Quizá este sea el origen de un posible complejo frente a su hermana (la preferida, la mimada, la consentida…), pero no quiero entrar en dilemas educativos, para los que tampoco estoy cualificado.
La cuestión que yo quería resaltar, lo que me ha llamado la atención es que esta niña, que no llega a los diez años, se está planteando en realidad la conveniencia y utilidad de ser buena (al menos dentro de los límites en los que una niña de su edad puede entender la bondad, es decir, lo que se les dice a los niños que es ser bueno habitualmente), buena por sí misma, mantener el orden y seguir las normas por convicción, frente a la opción de no serlo y que parece resultar más provechosa personalmente. Esta niña, como ya habréis adivinado, se está haciendo la misma pregunta que se le plantea a Sócrates en La República. Por supuesto, no es que la niña sea una filósofa precoz (al menos no todavía) sino que las cuestiones que plantea la filosofía, y especialmente los clásicos, son eternas y consustanciales a todos, tanto que hasta una niña tan pequeña tiene que enfrentarse a estos dilemas. Todos nosotros nos planteamos también la misma cuestión incluso hasta varias veces al día —por lo que no albergo demasiadas esperanzas de que la pobre encuentre una respuesta completamente satisfactoria—, y para ser sinceros solemos decidirnos por una vía más o menos gris. A todos los que se planteen esta cuestión de forma consciente les recomiendo La República, lástima que no la tomen de ejemplo los guionistas de Phineas y Ferb. Por cierto, ¿alguien puede recordarme en qué lugar preeminente quedaba la filosofía después de la última reforma educativa?
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