Últimamente he tenido este blog bastante abandonado, lo reconozco y pido disculpas, aunque yo no puedo asegurar que no vuelva a ocurrir como hizo aquel, la verdad; como no soy profesional y no tengo ni la necesidad ni la obligación de fijar tiempos de trabajo dependo de la inspiración y la motivación, y son dos criaturas extremadamente tímidas. Por si fuera poco, he sufrido el extravío de una parte esencial de los materiales de la historia en la que estoy trabajando y he tenido que empezar de nuevo a recopilarlos. En fin, un desastre por otro lado muy propio de mí, si bien quizá sea mejor así, hay quien sostiene que la vida te da lo que necesitas (si eso fuese así…), aunque no te guste, y quizá yo necesitaba un nuevo punto de vista. Pero lo que me ha movido a escribiros hoy es la cantidad de personajes de la vida cultural y académica que se están implicando en política, últimamente Ángeles Caso, Juanjo Puigcorbé, Luis García Montero, Ángel Gabilondo (seguramente el más famoso)… sin olvidar a nuestros amigos de Podemos, procedentes todos de la docencia universitaria.
Inciso: al hilo de estos, un amigo comentaba hace un tiempo que le hacía gracia la etiqueta de profesores universitarios con la que se presentaba a estos miembros fundadores de Podemos cuando, como cualquiera que haya pasado por la universidad española, sabía que los criterios para nombrar profesores tenían más que ver en muchas ocasiones con la cerveza despachada en las cafeterías de las facultades que con la excelencia académica; siendo esto cierto, sería un error subestimar a estas personas por esta razón o por su edad, pues su nivel de formación es extremadamente alto, se puede estar de acuerdo con ellos o no, pero por mi experiencia os puedo asegurar que independientemente de cómo consiguieran el puesto están muy preparados; en este sentido, quizá la única pega que se les pueda poner es que esa preparación adolece de un marcado sesgo ideológico, pero eso también ocurre en las fuerzas políticas que nos han gobernado hasta ahora y nadie se ha quejado por ello. Volviendo al tema del que hablábamos, parece que ya se han pasado los tiempos en los que el intelectual renegaba de la política por considerarla indigna, por estar él para cosas más elevadas. Siempre he pensado que esa postura típica era verdaderamente oportuna, pues evita el enfrentarse a la realidad y a la posibilidad de ver fracasar los propios postulados que desde una atalaya con pizarra, o desde las páginas de una publicación especializada y minoritaria, es muy fácil mantener. Siempre ha habido una distancia peligrosa entre teoría y práctica, especialmente para todos aquellos que eligen la reflexión por encima de la acción, el resto son excusas en la mayoría de los casos. Pero excusas que han venido muy bien a muchos (especialmente a los posibles adversarios) durante mucho tiempo. ¿A qué se debe este cambio de actitud? Quizá sea a la pura indignación, quizá el estado de las cosas ha llegado a tal punto que ha movido a algunos de ellos a dar un paso adelante, a intentarlo y arriesgarse a equivocarse, si este es el caso, bienvenidos sean. Aunque también es posible que todo se trate de una respuesta precisamente a Podemos, a ese aura de prestigio universitario que les acompaña o de la que se sirven, quizá sea una reacción de los partidos tradicionales, y de los no tradicionales también, que han presionado y movido a sus propios elementos culturales más o menos afines como estrategia puramente electoral. Todo es posible, a mí me parece más probable que haya sido una combinación de ambos factores: presión de los aparatos políticos e implicación propia por indignación o por afán de igualar el terreno y atraer algo del prestigio (tan caro en estos ámbitos) que pueda caer por ahí. No obstante creo que hay que distinguir muy bien la calidad de las personas: sin ningún ánimo de ofender, pero, ¿qué puede a priori ofrecer en la gestión un actor? No más que cualquier otra persona con una profesión de menor relumbrón. No nos dejemos deslumbrar, la preparación no debe suponerse por el hecho de ser famoso, que luego se hacen un perfil en twitter y pasa lo que pasa. La excelencia para la política tiene más que ver con una serie de características personales que no se enseñan, aunque pueden aprenderse, y con una formación técnica adecuada que con haber publicado unas cuantas novelas o haber protagonizado aquella película que tanto nos gustó, por no hablar de algo que llaman ética, un misterio oigan. En cualquier caso, y dejando a un lado a los famosillos de oropel, bienvenidos sean a la arena política todos aquellos con verdadera preparación o al menos disposición y capacidad para tenerla, quizá logren elevar el nivel del… no, ojalá logren instaurar un debate político mínimamente verdadero en nuestro país y acaben con la dictadura del Sálvame que se ha apoderado de la vida pública últimamente, ni que vinieran elecciones.
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La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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Abril 2020
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