Bueno, pues ya está, tendremos elecciones, otra vez la fiesta de la democracia, no todo iba a ser trabajar, ¿y cómo iba yo a quedarme al margen de semejante acontecimiento? Pues no, no puedo, yo también tengo que dar mi murga, así que allá voy, aunque esta vez intentaré ser un poco más ordenado de lo habitual, especialmente porque me ha salido un comentario bastante más largo de lo normal, así que os torturaré por entregas, para no cansaros demasiado. Con respecto a estas nuevas elecciones que se avecinan creo que podríamos centrarnos en tres áreas de discusión relacionadas, como prácticamente cualquier cuestión que se plantee en el ámbito de las ciencias sociales, aunque con vistas a clarificar la exposición es mejor dividirlas artificialmente: en primer lugar sobre la celebración de las elecciones en sí, en segundo, sobre los partidos y, por último, sobre los ciudadanos, aunque ya conocéis mi tendencia a divagar, así que no os prometo nada. ¿Elecciones sí o no? Sobre el primer punto no voy a extenderme mucho, los que me leáis de vez en cuando (sí, sé que estáis ahí) ya podéis intuir o simplemente sabéis lo que opino al respecto. La posición general que más se percibe en la sociedad es de cierto hartazgo, consecuente con la actual desafección general hacia la política, y de inutilidad de unas elecciones que al fin y al cabo van a resultar igual. Esta posición ha sido continua y hábilmente (aunque también muy poco sutilmente) estimulada por los medios de comunicación de masas, esos dirigidos por intereses empresariales y financieros que comunican, pero que desde luego cada vez informan menos. Incluso antes del acuerdo entre PODEMOS e IU yo no compartía dicho rechazo, en primer lugar porque no creía que los resultados fuesen necesariamente iguales, pues si bien sí lo serían en lo esencial consideraba que se producirían pequeños, sutiles, pero quizá determinantes cambios que podrían conducir a unos resultado que, en su resultado, fuese distinto. Que duda cabe de que el pacto entre las dos formaciones mencionadas abre nuevos escenarios en este último sentido. Pero lo que es más importante: no compartía esa sensación de inutilidad porque personalmente consideraba, y considero, que España las necesita. Algunos las han planteado como una segunda vuelta, y estoy totalmente de acuerdo. Nuestro país está en una encrucijada histórica fundamental, está con toda seguridad definiendo un nuevo sistema de partidos, es decir, se está configurando el país para los próximos 30 o 40 años, y eso es algo que no puede hacerse a espaldas de los ciudadanos, incluso a pesar suyo; no habiendo arrojado las elecciones del 20D un resultado claro, sino uno lógico de transición, era imperativo que nuestra sociedad se sometiese a este ejercicio democrático, que tuviese la oportunidad de volver a opinar una vez pasado el examen de las negociaciones en el que todas las fuerzas políticas se han retratado, que nos ha permitido conocer un poco mejor a los emergentes —pero también a los clásicos— y afinar nuestras opiniones. Es miserable pretender mostrar estas nuevas elecciones como una pérdida de tiempo, son algo necesario si el resultado es diferente, y si es el mismo también, pues servirán para confirmar a los políticos y a nosotros mismos cuál es nuestra opinión, que recordemos que no es la de un individuo aislado, sino la agregación de muchas otras individuales, con información imperfecta y asimétrica, que una vez emitida se convierte en algo más que una simple suma. Enfocar las elecciones como se está haciendo solo beneficia a aquellos que quieren acunar la democracia y la responsabilidad de los ciudadanos hasta dormirla, ansiosos por nacer como los monstruos que en realidad ya son. El pueblo tiene que ejercer su responsabilidad, debe enfrentarse a ella y afrontar lo que ocurra después como parte del ejercicio de su libertad y, por tanto, asumir las consecuencias. Repetiré una vez más esa palabra maldita tan ausente de nuestra sociedad, tan increíblemente dura, pero a la vez tan necesaria: RESPONSABILIDAD. Parece que al final sí que me he extendido algo, lo siento. (Continuará)
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