¿Lo sabrías tú? ¿Y yo? Para los que no lo hayáis reconocido, la anterior cita proviene de la película Gladiator, del año 2000, protagonizada por Russell Crowe y dirigida por Ridley Scott. ¿Y a qué vienen? Pues vienen a una de esas extrañas conjunciones que a veces parecen aportar sentido a un mundo aparentemente incomprensible, al menos a mí me lo parece, pero yo no estoy muy cuerdo. En mi última publicación colgué una simple viñeta sin más explicaciones, al fin y al cabo la ironía es harto sensible, y muere si se le dan demasiadas vueltas. Hoy me despierto con la noticia de que Alemania (y España, cómo no) presionan junto con otros países a la Comisión Europea para aumentar los límites contaminantes de los vehículos diesel que además, afirman los alemanes, han de ser protegidos, qué sabrán todos esos expertos que llevan tanto tiempo advirtiendo de que el motor de combustión, y especialmente el diesel, está conceptualmente obsoleto y que ha llegado a su límite tecnológico, es decir, que no se puede mejorar más mientras siga funcionando con combustibles fósiles; qué sabrán ellos, si el diesel nació en 1893 y los conceptos son eternos, ¿verdad Adam?[1] Por otro lado Madrid se transforma en el Olimpo neoliberal y Odín (sí, Odín, no Freyja), palmea al uso local —esto es ¡España! Pues otra sangrrría— mientras una de sus valquirias proclama a su nuevo campeón, el hombre del millón de empleos —y una paella—. Parece la venganza teutónica, el Valhalla haciendo reforma en el Olimpo: ni dórico ni corintio, mejor tipo loft, despejadito y amplio, y se acabaron las togas y comer reclinados, ahora lo que se lleva es prender rugientes hogueras industriales, quemar carbón y ser rubio. ¿Zeus? Ni está ni se le espera, tanto rayo y tanto fornicio aumentan los hijos y agotan las cuentas, la exuberancia pasa factura, hay que pagar, nosotros te diremos el precio. Pero Zeus no era solo Zeus, sino también Júpiter, menos espectacular pero más efectivo, y por eso al mismo tiempo, en tierras de nibelungos, un italiano mercenario, por tanto fiel a Júpiter, dice que la cosa está muy malita y le mete un poco el dedo en el ojo a la alemana, tímida venganza, pero venganza al fin y al cabo. Hay que saber cuándo se es derrotado. Sabias palabras, aunque más sabia es la réplica ¿Lo sabrías tú? ¿Y yo? Quién podría responder que sí. No desde luego el grupo de lúgubres cuervos (qué fue del elegante búho de Palas Atenea o del imponente águila de su padre) que se encierra a palmearse la espalda públicamente, porque ahora hasta las celebraciones electorales para el pueblo son a puerta cerrada, salvo para avisar del riesgo de que Apolo vuelva a salir con su carro, el sol es demasiado caro, si quiere volar, que pague el peaje (de respaldo). Para ellos, para quienes el que los mortales abandonen sus pagos es un triunfo histórico porque lo indica una tasa —y las matemáticas mandan en Asgard—, la realidad es otra cosa. Pero tozuda, será de por aquí. Y se rebela por la espalda si no le hacen caso de frente, incluso en Fráncfort. ¿Y qué hacen quienes no saben que son derrotados? Pues seguir adelante, como los nórdicos salvajes, tribales y desesperados que se lanzaron contra las tropas de Máximo Décimo Meridio, hasta que no haya nada más, se agarran a los guarismos que ellos mismos pintan en sus pizarras mágicas (tanto polvo de tiza…), a Odín, y se olvidan de pulmones y poblaciones, de pobres y… no, solo de pobres, y profundizan en la ironía, esa bendita ironía, esa trágica ironía europea que resulta que proviene de Grecia ( εíρωνείa, eironeia), de eiron, el pícaro o simulador, que finge ignorar aquello que conoce. Y si el problema son los límites, pues los aumentamos; si los trabajadores nos ponen en apuros, pues los expulsamos; si una comunidad apela al espíritu, no levantamos la vista del papel, que al fin y al cabo la letra sí podemos tocarla (en serio, eso creen) y es prístina —que debe ser algo esencial, por como suena. Lo que nuestros mayores unieron, que no lo separe el hombre—, pero eso sí, a puerta cerrada, no vaya a contaminarsenos el Olimpo, perdón, el Valhalla, con el polvo de fuera. A quién se le ocurre, Pablo, no se anuncia un asalto, y menos al Olimpo, que ahora somos civilizados, hay que comprarlo en el mercado libre, eso sí, a precio de saldo. Llámalo OPA hostil. ¿Lo sabrías tú? ¿Y yo? [1] Quiero aclarar que utilizo esta referencia a Adam Smith solo como símbolo, estoy convencido de que si resucitara y viese en lo que se han convertido sus teorías en la práctica, se volvería a morir del susto. Los comentarios están cerrados.
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...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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Abril 2020
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