Dice el refrán que de aquellos lodos, estos barros, o algo así. Hoy el barro es el llamamiento dramático y teatral de Merkel y Hollande a una respuesta europea a la crisis de los refugiados. Sí, estamos de acuerdo, así debería de ser y no seré yo quien critique la respuesta inicial de la canciller, al contrario y a pesar de su cambio de después, pero ¿y si nos preguntamos por los lodos? Pues resulta entonces cuando menos sorprendente que los mismos que se han dedicado a destruir Europa, a acabar con sus principios inspiradores a conveniencia vengan ahora a pedir justo lo contrario cuando les interesa. Qué le voy a hacer, el tema de la autoridad moral me encanta. Y es que ha sido Alemania, ha sido Merkel, quien por cuestiones puramente ideológicas y egoístas se ha negado una y otra vez a una respuesta verdaderamente europea a la crisis económica, y fue Hollande quien por las mismas razones prometió y calló después. Entiéndaseme, cuando hablo de respuesta verdaderamente europea me refiero a decisiones valientes, a implicarse de verdad (y asumir la parte de responsabilidad que toca, que Alemania y sus bancos y empresas también tienen bastante, por cierto), y no a dar dinero a cambio de poder y empresas públicas griegas —es decir, comprar—, que en resumidas cuentas ha sido lo que ha ocurrido, me refiero a mutualización de deuda, a respeto, a permitir al BCE actuar para el empleo y no únicamente para mantener una inflación ridícula que no es el problema, a una unión bancaria de verdad y no a una que permita dejar los problemas de los bancos alemanes bajo la alfombra, a ser sensible al sufrimiento y aceptar que las políticas de austeridad solo sirven para empeorar las cosas, y lo que es más importante, lo que es el quid de la cuestión: asumiendo que todo ello implicase cierto daño para uno mismo, porque eso es la solidaridad de verdad, escoger el bien de todos, aunque eso suponga sacrificios propios que uno en principio no tendría por qué asumir, pero hacerlo igualmente por el bien común, tal y como se haría en una familia, aunque sea solo por aquello de que hoy por ti y mañana por mí. Quede bien claro que no estoy defendiendo la irresponsabilidad, pero los verdaderos responsables de la crisis pueden pagar sin castigar a los pueblos de manera inútil, tal y como se ha hecho, tal y como se sigue haciendo. Los principios de la Unión Europea son muy bonitos y verdaderamente inspiradores, pero Monet y Schuman no eran tontos, y conociendo la historia europea pensaron que sería mejor fiarlo todo a algo más que meros principios de oropel, e inventaron la expresión «solidaridades de hecho»[1], tan verdaderamente magistral como solo pueden serlo las cosas increíblemente simples. El plan era ir creando acuerdos prácticos, concretos, uniones específicas que fuesen creando una red de relaciones, de intereses cada vez más tupida que necesariamente, por su propia inercia y los beneficios que produjese para sus actores llevase a una profundización cada vez mayor de una manera natural, y así fue hasta hace unos años: CECA, EURATOM, Tratado de Roma… Pero ese impulso se detuvo cuando triunfó el paradigma neoliberal y los nuevos directores del pensamiento empezaron a considerar la CEE como un simple lugar para hacer negocios, olvidándose de que los negocios no flotan en el vacío, sino que se producen en sociedades humanas, se acentuó el carácter puramente económico (recuerdo las barbaridades que llamaron a aquellos que alertaron sobre la «Europa de los mercaderes» hace ya tanto) olvidándose del resto, se olvidó el progreso lógico y —mucho más importante y hacia donde apuntaban Monet y Schuman— necesario, porque al fin y al cabo, mientras fluyese el dinero… Y se acabó implantando una moneda para todos que, por flotar en el vacío, ha resultado no ser exactamente de nadie. Y después, que digo después, tan inmediatamente que es a la vez, viene esta señora a decir que hay que ser europeos porque, y esta es la razón que la domina, estoy seguro y siento ser tan caustico, Alemania tiene un problema, y lo tiene porque la mayoría de esos pobres seres quieren ir allí, y porque ella tuvo un arranque de humanidad o de orgullo, vaya usted a saber, y se ha metido en un jardín. No cuestiono el acto inicial, ojalá la suya hubiese sido la reacción general (no me hagan hablar de España, por favor), cuestiono los motivos, y me pregunto ¿cómo puede ahora pretender a Europa cuando ella misma ha hecho todo lo posible por destruirla? ¿Acaso piensa que Europa es algo que está ahí para cuando ella lo necesita? Se me dirá que mezclo temas y que Alemania ha hecho mucho, pero en realidad no mezclo nada, pues no se pueden desligar unas cosas de otras, eso es lo que significa la palabra unión, no se puede pretender que sea para unas cosas y no para otras según los intereses de cada uno, no se puede abogar por una política exterior y defensa común y más fuerte y no hacer nada de verdad para que esta prospere, no impulsarla y acordarse de ella solo cuando interesa, esto es lo que comprendían los padres de Europa, y lo que todos los demás han olvidado. Y es cierto que Alemania ha hecho cosas para solucionar la crisis, ha puesto dinero, como el pariente rico que cree que todo se soluciona con billetes, pero igual que él se ha permitido el lujo de humillar al pariente pobre, de sermonearle y decirle lo que debía hacer (por cierto equivocadamente) y siempre, siempre, con la vista puesta en sus propios intereses, que son lo único que en el fondo les preocupa a estos parientes; y ya he dicho que no es que no tengamos culpa los de aquí y no tengamos que pagar, pero también la tienen ellos y cuando se ayuda a alguien no se debe hacer con soberbia, yo al menos entiendo la ayuda y la solidaridad de otra manera. Una de las sentencias más repetidas en todas las asignaturas de la facultad, y han pasado muchos años, era, junto a «la crisis del Estado del Bienestar», el «déficit democrático de la Unión Europea», una mentira y una verdad que se contraponen, que son dos caras de la misma moneda si uno lo piensa a fondo. Para lo que nos interesa ahora, ese déficit existe y temo que seguirá existiendo porque carecemos de líderes, solo tenemos políticos, gente apegada a sus recursos y los de sus partidos, sin ideas ni proyectos, incapaces de ver más allá, de mirar el futuro con inteligencia y coraje y entender lo que es evidente, que la única solución es Europa, pero una Europa de verdad, una Europa de los ciudadanos, que somos todos, y no solo de los mercaderes, que son unos pocos, una sociedad plena y múltiple. Mientras Europa siga siendo ese ente abstracto al que solo recurrimos cuando nos interesa, mientras sea esa Santa Bárbara al revés, no habrá solución a la crisis, sino salida renqueante y crisis futuras, y no habrá paz para los que acuden a nuestras fronteras en su busca, sino mezquindad, decepción y, al cabo, rencor por el que algún día tendremos que responder. Sinceramente, antes de que el sueño se transforme en pesadilla yo prefiero despertar, y mañana será otro día. Lo siento mucho, hoy vuelvo a estar negativo. Os dejo a continuación un breve articulo extraído de la página oficial de la Unión Europea que os servirá para situar el contexto del inicio de la U.E. a aquellos que os encontréis más perdidos, incluye también el texto íntegro de la declaración Schuman, las negritas y las notas al pie son mías. Declaración de Robert Schuman, 9 de mayo de 1950 Robert Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, pronunció la Declaración que lleva su nombre el 9 de mayo de 1950. En ella proponía la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero cuyos miembros pondrían en común la producción de carbón y de acero. La CECA (formada en su origen por Francia, Alemania Occidental, Italia, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo) fue la primera de una serie de instituciones supranacionales que se convertirían en lo que es hoy la Unión Europea. Contexto histórico En 1950, cinco años después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, las naciones europeas todavía estaban luchando para superar sus estragos. Los gobiernos europeos, decididos a evitar otra terrible contienda, llegaron a la conclusión de que, poniendo en común la producción de carbón y acero, la guerra entre Francia y Alemania, rivales históricos, resultaría —en los términos de la declaración— "no sólo impensable, sino materialmente imposible". Se pensó, acertadamente, que la fusión de los intereses económicos contribuiría a aumentar el nivel de vida y constituiría el primer paso hacia una Europa más unida. La adhesión a la CECA estaba abierta a otros países. Citas clave
Texto íntegro La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan[2]. La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas. Francia, defensora desde hace más de veinte años de una Europa unida, ha tenido siempre como objetivo esencial servir a la paz. Europa no se construyó y hubo la guerra. Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania. Con este fin, el Gobierno francés propone actuar de inmediato sobre un punto limitado, pero decisivo. El Gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común, en una organización abierta a los demás países de Europa. La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea[3], y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas. La solidaridad de producción que así se cree pondrá de manifiesto que cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo resulta impensable, sino materialmente imposible. La creación de esa potente unidad de producción, abierta a todos los países que deseen participar en ella, proporcionará a todos los países a los que agrupe los elementos fundamentales de la producción industrial en las mismas condiciones y sentará los cimientos reales de su unificación económica. Dicha producción se ofrecerá a todo el mundo sin distinción ni exclusión, para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz. Europa podrá, con mayores medios, proseguir la realización de una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano. De este modo, se llevará a cabo la fusión de intereses indispensables para la creación de una comunidad económica y se introducirá el fermento de una comunidad más amplia y más profunda entre países que durante tanto tiempo se han enfrentado en divisiones sangrientas. Mediante la puesta en común de las producciones básicas y la creación de una Alta Autoridad de nuevo cuño, cuyas decisiones obligarán a Francia, Alemania y los países que se adhieran, esta propuesta sentará las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz. Para proseguir la realización de tales objetivos, el Gobierno francés está dispuesto a iniciar negociaciones según las siguientes bases. La misión encomendada a la Alta Autoridad común consistirá en garantizar, en el plazo más breve posible, la modernización de la producción y la mejora de su calidad; el suministro, en condiciones idénticas, del carbón y del acero en el mercado francés y en el mercado alemán, así como en los de los países adherentes; el desarrollo de la exportación común hacia los demás países; la equiparación y mejora de las condiciones de vida de los trabajadores de esas industrias. Para alcanzar estos objetivos a partir de las dispares condiciones en que se encuentran actualmente las producciones de los países adherentes, deberán aplicarse con carácter transitorio determinadas disposiciones que establezcan la aplicación de un plan de producción y de inversiones, la creación de mecanismos de estabilidad de los precios y la creación de un fondo de reconversión que facilite la racionalización de la producción. La circulación del carbón y del acero entre los países adherentes quedará liberada inmediatamente de cualquier derecho de aduanas y no podrá verse afectada por tarifas de transporte diferenciales. Progresivamente se irán estableciendo las condiciones que garanticen espontáneamente una distribución más racional de la producción y el nivel de productividad más elevado. La organización proyectada, al contrario que un cártel internacional tendente a la distribución y a la explotación de los mercados mediante prácticas restrictivas y el mantenimiento de grandes beneficios, garantizará la fusión de los mercados y la expansión de la producción. Los principios y compromisos esenciales anteriormente expuestos serán objeto de un tratado firmado entre los Estados. Las negociaciones indispensables para precisar las normas de aplicación se llevarán a cabo con ayuda de un árbitro designado de común acuerdo, cuya misión consistirá en velar por que los acuerdos se ajusten a los principios y, en caso de desacuerdo insalvable, decidirá la solución que deba adoptarse. La Alta Autoridad común, encargada del funcionamiento de todo el sistema, estará compuesta por personalidades independientes designadas sobre bases paritarias por los Gobiernos, quienes elegirán de común acuerdo un presidente. Las decisiones de la Alta Autoridad serán ejecutivas en Francia, en Alemania y en los demás países adherentes. Se adoptarán las disposiciones adecuadas para garantizar las vías de recurso necesarias contra las decisiones de la Alta Autoridad. Un representante de las Naciones Unidas ante dicha autoridad se encargará de hacer, dos veces al año, un informe público a la ONU sobre el funcionamiento del nuevo organismo, en particular por lo que se refiere a la salvaguardia de sus fines pacíficos. La creación de la Alta Autoridad no prejuzga en absoluto el régimen de propiedad de las empresas. En el ejercicio de su misión, la Alta Autoridad común tendrá en cuenta las facultades otorgadas a la autoridad internacional del Ruhr y las obligaciones de todo tipo impuestas a Alemania, mientras éstas subsistan. ¿Hay algo más que añadir después de esto? Me pregunto cuántos de los líderes europeos actuales habrán leído este documento, y cuántos de ellos lo habrán entendido. [1] En la declaración Schuman, que os he dejado al final, el término aparece en singular, pero lo mantengo aquí en plural porque así me lo enseñaron (quizá por error) y porque creo que es más ilustrativo de esta forma. [2] ¿Se están llevando a cabo esfuerzos parejos, esfuerzos capaces de revertir los múltiples peligros que amenazan a Europa o solo se da una patada adelante y a regañadientes cuando no queda otro remedio? [3] Esta es la cuestión clave, el asunto que desde finales del s. XIX preocupó a multitud de pensadores políticos, la posible creación de una federación europea a semejanza de unos Estados Unidos de Europa. ¿Y por qué una federación? Porque solo las federaciones sobreviven, las confederaciones, de las que la historia europea ya está surtida, siempre acaban fracasando porque carecen de esas solidaridades de hecho que las mantengan unidas, de ese cemento que hace que romper sea destructivo para las partes. España nació como una confederación hispánica de reinos y acabó avanzando hacia una federación y una unión después, pero todavía resuenan los ecos de la confederación, amenazando el edificio común. Europa hoy es claramente más una confederación que una federación y, aunque está en una zona gris entre ambas, el camino hacia la federación se ha detenido (pobre Spinelli), y todos sabemos lo que sucede en el mundo actual cuando te quedas parado (excepto Rajoy, claro).
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...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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