Hay que ver en qué jardines se mete este chico, ¿pues no va y entrevista nada menos que a Arnaldo Otegui? A quién se le ocurre, menos mal que ya estaba ahí la caverna más cavernaria para insultar y amenazar incluso antes de haber visto el programa, menos mal que España sigue siendo la reserva espiritual de Europa, que si no… El problema es que hasta una reserva tan moral y tan enquistada, digo asentada, en una sociedad acabará resintiéndose si gente como Jordi Évole continua haciendo periodismo y desafiando al pensamiento único así, sin ton ni son. Qué desvergüenza la de algunos. Habrá incluso quien piense que está bien ese empeño del periodista catalán por tratar de arrojar luz, por debatir serenamente y con argumentos sobre el conflicto terrorista vasco, una voz me recuerda, incluso en la soledad de este cuarto, aquella también polémica entrevista que realizó a Jesús Eguiguren y ¡la tilda de magnífica!, y hasta afirma que Eguiguren fue el más preclaro de los que hablan (o hablaban) sobre el tema (me recomienda también las columnas de Luis R. Aizpeolea en El País, vaya usted a saber por qué). Pero no cederé a la voz de Satán, la ahogaré en lugares conocidos y comunes, entre frases manidas y simplonas, huecas y simplistas porque, al fin y al cabo, los buenos ya tenemos nuestra verdad, ya sabemos lo que hay que pensar, no son necesarias otras verdades, ni siquiera otras realidades. Bueno, está bien, la voz se pone pesada y como no me gusta discutir dejaré que hable un rato, aunque le advierto de que si usted es una persona de bien, una persona de orden, de esas que tiene la desgracia, digo la inmensa suerte, de tener las cosas muy muy claras, debería dejar de leer ahora. Ya. Pare. Retírese. ¿No? Pues ya sabe lo que es usted, se lo advertí. Bien, antes de comenzar debo pedir disculpas, las referencias que voy a utilizar sobre la entrevista provienen de mi frágil memoria, así que seguramente cometeré inexactitudes, estoy seguro de que sabrán disculparme y de que se centrarán en los conceptos, no en los detalles, en la sustancia y no en la anécdota, de lo contrario puede usted ser una persona de bien y no saberlo, advertido queda. Y una vez dicho esto, comenzaré con las críticas al programa, que voy a utilizar para hilvanar mi comentario, aunque sobre las vertidas por el mero hecho de haberse realizado no voy a comentar nada y sobre las primeras, esas vertidas incluso antes de emitirse, antes da saber incluso qué se iba a preguntar, ¿merece la pena que comente algo? Pues eso. Pero vayamos ya a lo que interesa. Aparte de esas críticas, se han producido críticas al mensaje, y eso ya es un avance, aquí podemos dialogar. La primera de la que voy a hablar, en línea con el espíritu del pensamiento único de negar cualquier cosa que mínimamente suene a ETA, terrorismo o lejanamente similar, es la de que Otegui pretende con su discurso apropiarse del fin de ETA, como si el fin de los atentados hubiese sido cosa de la izquierda abertzale, que hubiese obligado a la banda a cesar de matar. La crítica en general es cierta, pero tal y como señala Aizpeolea, si bien es verdad que la decisión de ETA no se habría producido sin la presión policial, política, social… la izquierda abertzale también ha jugado un papel muy importante, y especialmente Otegui, que, en honor a la verdad, no se puede negar, un papel que no deja de ser prácticamente una constante en este tipo de conflictos entre la parte más moderada, que suele vivir en la sociedad y por tanto está más expuesta a las represalias sociales, económicas… y la parte más radical del movimiento, que vive clandestinamente en una burbuja que suele estar desconectada de la realidad de la sociedad por la que afirma luchar, dichos elementos suelen enfrentarse en los momentos críticos y, a largo plazo, la victoria suele estar de la parte moderada, pues es quien controla los recursos económicos, sociales y políticos que la parte más radical (en este caso ETA) precisa para sobrevivir; no obstante dicha victoria ha de ser alentada y apoyada por quien pretenda acabar con el conflicto en cuestión, la máxima divide y vencerás. Esto es lo que inteligentemente se ha hecho en España desde el Estado, si bien en ocasiones, a mi juicio, no de la manera correcta, pues el poder relacionado con el pensamiento único se ha excedido en la presión al entorno etarra, olvidando que la zanahoria es tan importante como el palo, pero eso ya es entrar en demasiados detalles. Otra de las críticas realizadas al discurso de Otegui tiene que ver con el asunto de la condena a la actividad terrorista. Aquí me gustaría destacar, para tratar de hacerla patente, la estrategia de Otegui y de toda la izquierda abertzale, una estrategia peligrosa con la que hay que tener mucho cuidado, al menos si como a Eguiguren y otros tantos perseguidos lo que preocupa es la paz en España y el País Vasco y no meramente el fin de ETA, que no es lo mismo[1]. Pretendía Otegui en la entrevista cada vez que Évole o las víctimas sacaban el tema de la condena que eso era el pasado, que no aportaba nada y que había que hablar del futuro, ¿a nadie le suena esta estrategia? Si Otegui hubiese llamado guerracivilista a Évole cuando le sacaba el tema, ya os sonaría. Efectivamente, es la misma estrategia que pretenden el PP y el entorno mediático de la derecha cuando se aborda el asunto del franquismo y sus crímenes contra la humanidad, que lo fueron. Sin embargo, es imprescindible abordar este asunto, pues no es guardando los problemas y los traumas bajo la alfombra como se curan las personalidades ni las sociedades, sino sacando fuera el dolor, visibilizándolo y haciendo un esfuerzo por comprender el ajeno, pero también el propio, que no hay que dar por sentado sin más, únicamente así se alcanza la verdadera paz, y únicamente así se garantiza mínimamente que no vuelva a producirse algo similar en el futuro, llegando al convencimiento profundo y conjunto de la inutilidad y del absurdo que supone la violencia. Paradójicamente las víctimas del franquismo, tan denostadas por según que políticos y poderes que se flagelan ante cualquier mención a las víctimas de ETA se encuentran, aun tantísimos años después, en la misma situación que las víctimas etarras en los ochenta, cuando eran poco más que motivo de vergüenza, esta catarsis colectiva y sanadora que aun tiene pendiente la sociedad española hay que hacerla en la sociedad vasca, y mejor ahora que luego, no vayan a pasar 40 años sin cicatrizar las heridas. Pero cuidado, esta elaboración conjunta del discurso sobre lo sucedido debe realizarse de la manera correcta, es decir, con justicia, no desde el transaccionismo de lo políticamente correcto que se ha impuesto en la sociedad actual, esto es lo que pretende la izquierda aberzale (y los aun defensores más o menos soterrados del franquismo), es decir, que se cometieron atrocidades por ambos bandos, que todos somos culpables, y por tanto todos somos inocentes, así que mejor no hablar del tema, ¿eh? Pues no, hablemos, y asignemos culpas a los que las tienen, a los etarras que decidieron asesinar (a los golpistas que decidieron lo mismo), y no valen como excusa, ya está dicho, los desmanes del otro lado, pues en estos casos sí importa, y mucho, quién empezó la pelea, que además es también quién tiene en su haber la peor cuenta (y con amplísima diferencia en ambos casos); pero lo más esencial del asunto es que quien tiene esa culpa la asuma, esa es la verdadera catarsis, el principio de la paz y hasta del perdón que ella requiere, nos guste ahora mismo o no, para poder existir y crecer a largo plazo, así como la garantía contra tentaciones futuras. Si estas personas están verdaderamente comprometidas con lo que ahora dicen defender, deberían hacerlo, sin excusas, y colaborar en la reparación a las víctimas como forma de expiación, de lo contrario la sospecha siempre permanecerá y, por tanto, la paz nunca llegará a asentarse del todo, pues la amargura y esa misma sospecha se transmitirán de padres a hijos como un virus adormecido, esperando para resurgir a la menor ocasión. Por tanto, es crucial vigilar y luchar por el discurso, de ello depende el futuro, ganada la batalla inmediata contra ETA, no podemos tolerar que los asesinos se apropien del futuro apropiándose del relato del pasado. Todo esto se basa, como es obvio, en la aplicación de unos principios morales y democráticos básicos, principios que el Estado dice defender, sin embargo la aplicación de dichas exigencias éticas es un arma de doble filo que hay que manejar con exquisito cuidado, pues si solo se emplea en una dirección lo arruina todo. Si bien es esencial que el discurso que se asiente en la sociedad deje claro de quién fue la culpa de lo sucedido, sin acritud pero sin vacilación, también lo es que TODOS expiemos nuestros pecados. Es evidente que en el País Vasco se produjeron torturas y se cometieron ilegalidades, no sirve el y tú más que esgrimieron y esgrimen algunos, el Estado de Derecho ha de ser para todos o no será para nadie, por lo tanto todos esos crímenes han de ser perseguidos, no se puede permitir a los abertzales ese mínimo resquicio, Otegui ya trató de aferrarse a él, una vez más, en la entrevista. Al menos, siendo un poco más politólogo y menos político, el Estado debe dar la imagen indubitable de que así es. La entrevista también dejó un buen puñado de silencios y frases a medias que dejan entrever la lucha entre las dos facciones, radical y moderada, de las que hablaba antes, en este sentido —y relacionado con lo anterior— también se entreveían los esfuerzos de la izquierda abertzale por controlar y evitar escisiones peligrosas en ETA, algo que puede haber retrasado todo el proceso por parte abertzale y que hay que agradecerle a la rama política, esto lo debería tener en cuenta el Estado para no presionar en exceso, no sea que haya quien se escinda y nos llevemos un susto, algo no descabellado a juzgar por los comentarios de Otegui al final de la entrevista[2], cuando dio la sensación de que no todo el mundo en ETA está tan convencido como debiera del abandono de la violencia, casi da la sensación de que es su limitada operatividad y su incapacidad práctica lo que más limita la vuelta a los atentados y no tanto un convencimiento al menos estratégico, cuando no moral. Estas reservas se alimentarían por la frustración que sentiría ETA con la actitud del gobierno, al no permitirles acceder a sus arsenales para desmantelarlos por la presión policial, ¿no sería mejor pactar una entrega total de armas con la banda y dar este paso crucial para el final definitivo de ETA en lugar de prolongarlo sine die y que algún crío acabe con una mano de menos por jugar con lo que encuentre en algún bidón enterrado en el campo? Sí, esto trae otros problemas, como el político para un gobierno (en funciones por ahora) que siempre prometió acabar con el terrorismo casi de una forma mágica, haciéndolo desaparecer sin más (porque de otra manera…, ah, sí, que están los GRAPO, pero ¿son lo mismo?), o el jurídico con respecto a los miembros de ETA que no sean capturados antes del fin, pero estos problemas no son nuevos, son los mismos de cualquier desarme y tarde o temprano, junto a otros, habrá que afrontarlos. Una última, y polémica, por supuesto, afirmación. Otegui dijo algo así como que había sectores del Estado y/o la policía a los que no les importaría una vuelta a la violencia. Bien, yo soy de los que cree, y aun de los menos que lo dice, que en España hay mucha gente que ha vivido muy bien gracias al terrorismo de ETA, que se ha aprovechado de la situación para obtener réditos, especialmente políticos, desde la distancia segura de Madrid, no pocos vascos entre ellos, y a los que no les importaba la fractura de la sociedad vasca ni el sufrimiento de las víctimas más que para las fotos de propaganda, en este sentido estoy seguro de que las afirmaciones de Otegui son ciertas, en el entendido de que no creo que deseen que se produzcan nuevos atentados, pero que sí reconocerán íntimamente que antes, con ETA, vivían mejor y por lo tanto si se llegara a producir un nuevo acto criminal, tampoco les iba a molestar demasiado, aunque seguro que serían los que más llorarían y declamarían ante las cámaras. [1] Gran parte del problema de la estrategia por parte de algunos gobiernos ha sido este, la lucha antiterrorista debería haber estado siempre inscrita en una estrategia más amplia de pacificación y normalización del País Vasco, una estrategia pensada a largo plazo, sin embargo muy a menudo ha dado la sensación (al menos en lo que se apreciaba desde fuera de la sociedad vasca) de que el único objetivo —y la única estrategia— era el de acabar con una banda criminal, si bien en determinado momento se dio el paso esencial de presionar a todo el entorno etarra/abertzale y no solo a la banda, la directriz y el objeto siempre parece haber sido ETA, sin una estrategia más amplia y paralela de normalización por la que se apostara de forma decidida —incluso da la sensación de que el problema del terrorismo se afrontaba desde Madrid sin preguntar a los vascos que lo sufrían más directamente—; también es cierto que la actuación del PNV durante buena parte de los años de actividad de ETA no ha ayudado precisamente a la normalización. [2] Quizá fuese solo estrategia para presionar al Estado, quizá no, los responsables de inteligencia, con más y mejor información, deben determinarlo, es evidentemente cierto que no se puede dar crédito a todo lo que diga alguien como Otegui, pero tampoco lo contrario, al menos a priori, y mucho menos negarle la palabra, especialmente si tenemos en cuenta que nos hemos pasado años diciendo a esta gente que defendieran sus ideas democráticamente, ahora debemos ser consecuentes y… demócratas.
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La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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