Que las apariencias engañan es algo que cualquier persona inteligente ha aprendido y que cualquier persona medianamente inteligente, además, ha aprendido a olvidar. Después de tantos y tantos años, esta es la primera vez que veo el rostro de un hombre sin el cuál no sé qué habría sido de mí -vale, quizá estoy exagerando, pero esa exageración misma es un homenaje a este trabajador de las historias que tan buenos ratos me hizo pasar y que tanto educó mis gustos y hasta el prisma a través del cual veo la vida-, y he de reconocer que me ha decepcionado porque yo, que antes que inteligente soy imbécil, esperaba por deseo el semblante de un erudito, quizá porque asomaba alguna vanidad de que así, como amante de sus historias, podría considerarme similar, pero me encuentro con esas orejas, con esa nariz y con esa frente, resulta que me encuentro con un señor cualquiera, aun más, con uno de sus propios personajes, y resulta que aunque ya no tengo ocho años, este señor tan feo se empeña en enseñarme cosas, me da lecciones, se ríe de mí y conmigo y todavía es capaz de sacarle una carcajada al niño y una lágrima al adulto cuando advierto que el niño sigue aquí.
Os dejo este reportaje en prensa que me ha llevado a conocer accidentalmente el rostro que al crecer olvidé conocer. En ocasiones, hecho de menos aquellas locuras. Genial Juan Muñoz Martín. "Qué velocidad llevamos? -Cinco millas, mi capitán. -Son pocas. ¡Haced más millas! -gritó Garrapata. -¡Haced más sillas! -gritó Carafoca. Los marineros cogieron serruchos y martillos y empezaron a hacer sillas. Pronto la cubierta se llenó de sillas. Garrapata se tiraba de los pelos: -¿Qué estáis haciendo, majaderos? -Estamos haciendo más sillas. -Imbéciles, yo dije que hicierais más millas. -¡Ah, bueno, eso es otra cosa! -dijeron los marineros. El Salmonete, a golpe de remo, se acercó a la goleta. -¿Cuántos cañones lleva la goleta? -preguntó Garrapata. -Quince -contestó Calabacín. El Salmonete viró en redondo, Garrapata sacó el pañuelo y saludó: -¡Hasta mañana! ¡Son mucho cañones! La goleta, al ver huir al Salmonete, lanzó una andanada que llenó de agujeros los juanetes. -¡Cochinos! Me las pagaréis -rugió Garrapata. Garrapata dio una patada en el suelo, escupió por un colmillo y ordenó: -¡Novecientos grados a babor! El Salmonete empezó a dar vueltas vertiginosamente. -¡Disparad los polvorones! Los cañones vomitaron fuego. Como el barco giraba, unas veces disparaban contra la goleta los cañones de babor, otras los de estribor, otras los de popa, otras los de proa. Los marineros de la goleta estaban bizcos. -Echad el freno -gritó Garrapata. El Salmonete se paró junto a la goleta. Unos garfios como unas manazas de hierro cayeron sobre los parapetos de la goleta enemiga. -¡Preparaos para el abordaje! -rugió Garrapata. -¡Preparaos para el potaje! -repitió Carafoca."
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Abril 2020
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