Con esto de la escritura no paro de leer constantemente comentarios sobre la crisis de la INDUSTRIA editorial, es posible que a vosotros os hayan pasado desapercibidos —si algo sobra hoy en día son comentarios sobre «la crisis de»—, pero lógicamente a mí me llaman mucho la atención: que si han bajado las ventas en no sé cuánto o en mucho más, que si se publica poco y se lee menos, que si la piratería… y se me ha ocurrido dejar algunas reflexiones sobre cómo veo en general el panorama hoy en día, desde fuera y desde el punto de vista de mi propia situación.
Imaginemos por un momento que el problema radica en la palabra industria, que nunca falta en la ecuación, aunque en realidad no hace falta imaginar mucho: sobran comentarios al respecto, especialmente críticas contra los grandes grupos editoriales (no sé durante cuánto tiempo podremos escribir esto en mayúsculas, la verdad) y quejas que suenan a SOS de los pequeños editores independientes que afirman ser los últimos garantes de la cultura. Uno no puede evitar sentir simpatía hacia ellos, los imagino rebuscando entre todo lo que les llega para encontrar el gran superventas pletórico a la vez de calidad que les permita ganar mucho dinero (para seguir promocionando la cultura, claro). No se me entienda mal, estoy seguro de que entre ellos hay mucho profesional vocacional que de verdad cree en lo que hace, quizá incluso sean la mayoría, pero no creo que la mayoría rechazase un superventas por su baja calidad si de verdad supiesen que lo iba a ser; soy desconfiado, qué le voy a hacer (vaya por delante, o por detrás, que yo no lo haría). Por un lado, las grandes editoriales son acusadas, creo que con toda justicia, de buscar solo el beneficio económico y por tanto publicar muy a menudo obras de dudosa calidad, claro que poseyendo la llave de la promoción pueden transformar en éxito casi cualquier cosa y, además, identificar un buen libro que con sus recursos se convierte en la obra del momento. Por otro lado los pequeños editores tienen que hacer malabarismos para conseguir promocionar y lograr rentabilidad de aquellas obras que no son a priori un bombazo, anhelando encontrar una obra que aúne calidad literaria y cualidad de grandes ventas (o sea, un error de esos grandes sellos). La posición de estos sellos pequeños es loable, imprescindible e insustituible, desde luego, incluso heroica en ocasiones, pero en mi opinión lo es en tanto sellos pequeños, dicho de otro modo, no publican superventas (salvo afortunado error) porque carecen de la capacidad (capacidad. Del lat. capacĭtas, -ātis 1.f. a nuestros efectos, dícese de las reservas de €) de transformar un libro en superventas, se centran en buscar la calidad porque no tienen más remedio, es decir, que hacen de la necesidad virtud y su motivación quizá no sea tan pura como defienden; por supuesto que habrá gente comprometida verdaderamente, lo difícil es saber cuántos lo son, cuántos no venderían su alma —digo sus principios— por dinero, fama y prestigio (la verdad es que dicho así…). Y llegamos a la tercera arena literaria que se ha ido abriendo paso poco a poco: el libro digital —me refiero a las obras publicadas en digital, no a las versiones digitales de obras en papel—. Siempre leo comentarios y noticias acerca de la revolución que ha supuesto el que cada uno pueda publicar fácilmente lo que desee (que me lo digan a mí), y los editores responden reivindicando su papel como filtros para garantizar una mínima calidad de lo publicado (algunos de ellos son también magos del humor). Recapitulemos, si tienes una obra que es una basura o solo mala, pero que con un poco de ayuda puede producir mucha pasta (digamos algo en plan te voy a dar todo lo tuyo, y además en trilogía), o una obra que está claro que es buena —y el público va a entenderlo si se le explica bien y barato—, las grandes editoriales son tu sitio (hablo teóricamente, ya sabemos lo complicadísimo que es para un autor nuevo que le hagan si quiera el menor caso). Pero si tu obra es simplemente buena, o muy buena pero minoritaria, deberías dirigirte a un sello más pequeño. Entonces, ¿qué nos queda a aquellos rechazados por ambas? Pues en principio nada bueno, según esta lógica lo nuestro es… basura, la simple materialización de un deseo personal, el ejercicio de satisfacción de un trauma que se agota en sí mismo: «¡he publicado! ¿Veis como podía?». Y ya. Solo el producto de tanto escritor de domingo por la tarde, como alguien me dijo hace poco; bueno, si por lo menos sirve para curarse un trauma... Cobra sentido así el comentario que leí en un blog de internet (lamento no recordarlo para enlazarlo) sobre el verdadero negocio de amazon (¿cuánto pensabais que iba a tardar en nombrarlo hablando de libros electrónicos?), según el cual en realidad esta empresa se aprovecha de los escritores noveles y bienintencionados ofreciendo una enorme masa crítica de libros para mantener el catálogo más grande y dinámico, haciendo su negocio realmente con la venta de los lectores (me refiero a los aparatitos, que conste), aunque también he leído justo lo contrario. Entonces, ¿qué es lo nuestro? Pues es lo que yo llamaría Literatura Digital, un nuevo tipo de literatura que abarca desde los subproductos fecales de cualquier mente con más ínfulas que talento (por no decir conocimientos gramaticales) a obras de auténticos amantes de la literatura con recursos, talento y oficio, aunque quizá menos ilusión o más vergüenza. Y no es necesario que todos hayan sido rechazados por las editoriales, entre ellos habrá muchos que por convicción, poca autoestima o cualquier otro motivo intentan la publicación personal en digital sin pasar por el juicio más o menos profesional de los expertos. Esto es lo que yo llamo la Literatura Digital, un nuevo tipo de literatura que se caracteriza no por aquello que cuenta, sino por su forma de producción y/o de presentación al lector. El nuevo medio digital producirá poco a poco formas de literatura adaptadas al nuevo soporte físico, y así se irá clarificando esta Literatura Digital que por el momento es un enorme batiburrillo quizá demasiado afecto a las modas, hasta llegar a ser algo reconocible, con personalidad propia y características bien asentadas. Ahora resulta difícil imaginarlo, nos centramos en las categorías clásicas: fantasía, romántico, comedia, drama, eso llamado thriller… Pero a medida que se asienten y desarrollen las características del lector electrónico (aquí no solo me refiero a los aparatitos) estoy seguro de que habrá dos formas de contar las historias de esas mismas categorías clásicas: electrónica y tradicional (sin que esto implique que la versión tradicional no pueda leerse en el lector electrónico). El medio, el canal y el resto de elementos de la comunicación configuran el mensaje, ¿por qué no iba a suceder también en la literatura? Está por descubrir aun esa primera obra que catalice el proceso, ese gran bombazo que descubra el fenómeno a los que dormitan sobre él. Tal y como suceden estas cosas, ocurrirá al margen de los grandes sellos y será «viral», aunque tras la sorpresa inicial traten de ponerle la correa, algo que quizá no sea nada fácil. En cualquier caso, no creo que sea alguien que ha aprendido lo que sabe sobre el papel quien lo protagonice, esperemos pues a las nuevas generaciones. Hoy por hoy, sin embargo, la Literatura Digital es solo esa amalgama de la que hablábamos antes y eso plantea algunas preguntas: ¿se desarrollará una literatura solvente al margen de los sellos tradicionales por autores independientes? Y ¿quién buscará entre toda la ingente cantidad de historias aquellas que merezcan la pena? La primera está ya contestada: hay autores, como Fernando Trujillo Sanz, que publican exclusivamente en digital y que a juzgar por sus experiencias vertidas en internet han logrado vivir de su literatura, algo que ya de por sí es un logro. Conviene prestar atención a ese su porque es esencial y una de las características de la Literatura Digital: las obras son enteramente del autor. Ya sé que esto no es nada nuevo y se ha comentado mucho, pero no estoy seguro de que se le haya prestado suficiente atención en todo lo que de verdad implica: la proliferación de profesionales que ofrecen sus servicios en cuanto a maquetación, revisión y otras labores, y también la sencillez para el acceso a las herramientas que lo posibilitan hace que, bien por sí mismo o por persona interpuesta, el autor tenga el control absoluto de la edición, para bien o para mal, haciendo la experiencia mucho más personal hoy y muchísimo más mañana, pensadlo la próxima vez que leáis una obra en digital (pero sed benevolentes con los autodidactas). La segunda cuestión aun está por clarificar. Intuyo que cada vez cobrarán más importancia las recomendaciones y, en este sentido, las páginas de críticas, de aficionados a la lectura y cualquier otro medio similar; también, y por supuesto, las listas de ventas de amazon y otras plataformas, aunque ahí puedan estar en desventaja los que comercialicen sus obras directamente en sus propias páginas web. Es decir, será la opinión del lector transmitida de forma directa lo que cuente y, como todo en la nueva sociedad digital, será responsabilidad nuestra bucear en la montaña de información y extraer la relevante para nosotros, no para el vecino ni el amigo (inciso: esta es quizá la capacidad más importante que se debería enseñar en las escuelas). Enlazando ambas preguntas me viene a la memoria el caso de un autor con cierto éxito en amazon (perdonad, soy fatal para los nombres) al que una gran editorial ofreció publicar en papel, al cabo de un tiempo leí unas declaraciones suyas en las que afirmaba que sus ventas y sus ganancias habían caído, y que no lo volvería a hacer. ¿Sabrán las editoriales tradicionales adaptarse a esto? ¿Tendrán gente revisando lo que se publica en digital para tratar de capturar lo antes posible aquello que les merezca la pena y transigirán los autores llegado el caso? Otro aspecto es el de la promoción, que también es distinta en la literatura tradicional y en la digital. Antes había que presentarse (y ganar si era posible) a premios y asistir a tertulias, presentaciones… es decir había que darse a conocer en el mundillo, mientras que ahora… es igual, solo que el mundillo ha cambiado y hoy en día es necesario hacerse perfiles en páginas diversas (de literatura a ser posible) y permanecer activo en ellas comentando otras obras, hablando de las propias, estableciendo relaciones y por supuesto incrementando las visitas y enlaces de la propia página. Ni que decir tiene que todo ello me produce una profunda desesperanza, ¿qué pasa con los que solo queremos escribir? ¿No tenemos oportunidad de sobresalir? Bueno, tengamos fe y pensemos que para eso lo primero es escribir algo que merezca sobresalir y, a ser posible, sin dragones, vampiros ni conspiraciones internacionales (creo que eso me lo pone más difícil todavía).
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...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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Abril 2020
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