Que vivimos una época apasionante no es ninguna novedad, los cambios que se produzcan ahora, como ya he dicho en varias ocasiones sin ningún mérito, pues es evidente, determinarán el statu quo durante los próximos 30 o 40 años, pero hay momentos de conjunción histórica especialmente importantes, y esta semana es uno de ellos, ¿cómo quedarse callado? COLOMBIA En primer lugar, una buena noticia: el alto el fuego definitivo entre las FARC y el Gobierno colombiano. El fin de la violencia siempre es una buena noticia y precisa de agradecimientos claros y sinceros a todos los que han hecho posible tan difícil y complejo acontecimiento, primero en los bandos enfrentados, pero también agradecimientos para los facilitadores, como Cuba. Una pena que España no haya tenido un papel públicamente relevante en algo tan histórico, un triunfo de nuestra política exterior, que desde luego sabe qué partidos jugar, aunque por otro lado quizá sea mejor así, no es posible ni saludable estar siempre tutelando a los países en desarrollo como si necesitasen nuestra ayuda, quizá la mejor política sea dejarles crecer por sí mismos. En cualquier caso, habrá que estar atentos a la gestión de la nueva situación. Es posible que nazca una nueva potencia en Sudamérica, libre de las rémoras de la guerra interna, que se alivie la corrupción, el narcotráfico… y Colombia pueda desplegar ahora todo su potencial. También es posible que al calor de la necesaria integración política de los guerrilleros y otros grupos que les sigan, así como de las desmovilizaciones, se cree una nueva élite corrupta que pretenda asegurarse su futuro y cobrarse los “servicios prestados” a la nación, lo que incrementaría la corrupción… El crecimiento económico creo que llegará, la cuestión es qué efecto tendrá en la sociedad colombiana y qué reparto habrá de él. Espero que la transición que afrontan se haga con inteligencia y generosidad para salvar el futuro de todos los colombianos. 26-J Llegados casi al final de la campaña electoral, en estos días tórridos en que ya parece que el calor que una vez ansiamos no se marchará jamás, creo que procede una evaluación de mi penúltimo comentario y/o de la situación general, y la haré como suelo, sin guión previo, como una tormenta (de ideas), caótico y por tanto real como la vida misma. Allá voy. La primera de las pinceladas la daré sobre el famoso debate a cuatro. Pasado ya el tiempo, reposado el asunto y olvidadas las encuestas clasificatorias hablaré sobre la impresión que queda de aquello, que al fin y al cabo es lo importante. No es que se olviden los detalles, es que los detalles que no se recuerdan, no cuentan, únicamente sirven esos tres o cuatro momentos que cada uno retenemos y que contribuyen a dar forma a esa impresión vaga e informe, como un río viscoso y testarudo sobre el que navega sin timón nuestra opinión (y nuestro voto). En primer lugar, debo decir que fue aburrido. Sí, coincido, ya está dicho. Y lo fue porque todos siguieron su guión, lo esperado, casi al pie de la letra, sin improvisaciones y sin golpes de efecto, salieron a no perder, a no cometer ese fallo descalificativo que en los medios se magnifica, igual que un penalti a última hora; lo que ocurre es que hay estrategias y estrategias. Y formas de ponerlas en práctica. Yo también eché de menos a un Pablo Iglesias más combativo, pero nuevamente todo era estrategia, y él fue el mejor en poner en práctica la suya, los susurros que tanto se han comentado me parecieron una forma muy efectiva y efectista de enviar su mensaje logrando además ningunear el de Pedro Sánchez, al pisar sutil y casi hasta educadamente su discurso. El truco estaba en el tono, ese tono paternalista y condescendiente, sin acritud, como el padre que ve que su hijo se equivoca y no puede evitarlo (no debe), pero tampoco puede dejar de advertírselo. Sencillamente muy bien interpretado. Por lo demás correcto, un poco flojo en algunos casos para lo que se esperaba, pero dentro de la línea moderada que se han marcado en su partido. Como he dicho, fue el que mejor interpretó su papel. Por el contrario Pedro Sánchez, que apareció en mi opinión mejor plantado que en el anterior debate, acabó pareciendo ridículo con sus continuas referencias al voto de Iglesias en su investidura —las bromas posteriores hablan por sí solas—, a ello contribuyó decididamente el tono de Iglesias que he mencionado, dejando una sensación un poco infantil sobre el candidato del PSOE, como el niño quejica y malcriado que no soporta que los demás niños no quieran jugar con él. Independientemente de que tenga o no razón, nadie soporta esa actitud durante mucho tiempo, y al final ese niño acaba volviéndose antipático, imaginen que tiene más de 40 años… En fin, que las campañas son una carrera de imagen, Pedro. En cuanto a Albert Rivera, me resultó un poco ridículo con sus cartelitos. No es que sea malo mostrar carteles para apoyar los argumentos de uno, pero cuando tus argumentos se vuelven tus carteles, se pierde credibilidad. Creo que Rivera les cedió demasiado protagonismo, lo que desea la gente es conocer las opiniones de sus candidatos y, más aun, contemplar cómo las expresa, ese es el punto clave. Tampoco ayuda que los carteles fuesen de medios de comunicación, bastante desprestigiados [alguno de los que mostró, además, claramente manipulado, algo que los votantes informados saben], en lugar de provenir de instituciones oficiales o mostrar gráficos o cualquier otro elemento que aporte seriedad y/o que tenga una mínima imagen de “oficialidad” o imparcialidad, no meros recortes de prensa. Por lo demás estuvo repetitivo y falto de originalidad, únicamente destacó en la parte de la corrupción, el único ámbito en que sabe que puede diferenciarse del PP y que necesita como el aire para sobrevivir y donde fue el más duro, sorprendente por inesperado fue que mostrara los apuntes de la contabilidad de Bárcenas que implican a Rajoy en el cobro de dinero “en B”, algo que no entiendo cómo no ha sido más explotado por los otros partidos. Y en cuanto a Rajoy… ¡ay, Rajoy! ¿Ganó? ¿No ganó? Pues eso depende mucho de las expectativas previas, esa es la clave, porque Mariano estuvo en su línea, es decir, mostró todo el espectro dialéctico que ha exhibido estos años, desde el mejor hasta casi el peor (sinceramente, el “buenas noches” del final me supo a poco, con lo que este hombre puede dar de sí…). Los que esperaban un Rajoy contra las cuerdas se vieron decepcionados, no insistiré en este punto ni en sus razones, pues ya ha sido ampliamente comentado, pero de ahí a creer que ganó el debate… Salió vivo (políticamente, lo contrario sí que hubiese sido una sorpresa), pero quedó retratado en su triunfalismo irreal y, especialmente, ante el ataque de Sánchez sobre la corrupción, esos segundos en blanco y ese “no sé que quiere que le diga” (frase que jamás debería pronunciar un candidato), junto a ese ojo bailón al que nos tiene acostumbrados cuando miente o la tensión se apodera de él, quedarán para la historia. Por lo demás, la campaña va más o menos como se esperaba, aunque hay algún elemento importante que conviene destacar y que atañe, como no, al PSOE. De su indefinición inicial sobre pactos postelectorales (cómo decidir, si cualquier definición les hace perder por derecha o izquierda), parece estar pasando estos días a una cada vez más clara, aunque aun velada, negativa a pactar con Iglesias ocurra lo que ocurra. Entiendo que la estrategia del PSOE de movilizar a sus indecisos es la única verdaderamente viable, pero deberían hacerse mirar cómo lo hacen. Me explico: mantener ese discurso de remontada y pretender que no va a pactar con Unidos Podemos en un entorno en el que las encuestas afirman cada vez más su adelantamiento por el partido de Iglesias da una imagen de irrealidad y de nadar contracorriente que evoca irremediablemente el fracaso y desprestigia al líder y a su organización[1]. En este entorno, los votantes del PSOE más a la derecha pueden acabar en CIUDADANOS o en la abstención, porque se puede ser socialista moderado, pero de eso a participar o permitir un gobierno del PP… Y los de la parte más a la izquierda del partido pueden acabar en la abstención también, si se niegan en redondo a apoyar a Iglesias, o votándole si perciben que será la única forma de tener un gobierno de izquierdas. La verdad es que no termino de ver un final feliz para el partido socialista, tanto que a estas alturas no me planteo tanto si habrá o no sorpasso de Unidos Podemos, sino si habrá o no hundimiento del PSOE, y en qué medida. Su única esperanza procede de una abstención menor de lo que en un principio se preveía, siempre que se manifieste en apoyo a su partido, claro. La crisis que vendrá, la dejamos para luego. Por cierto, actualmente estoy leyendo el primer volumen de las memorias de Alfonso Guerra y, quizá sea cosa mía, pero encuentro múltiples paralelismos entre lo que cuenta sobre los inicios del PSOE en la democracia y la situación actual de PODEMOS, pero bueno, yo es que soy así de raro. En esta semana increíble han surgido dos elementos más que pueden influir en las elecciones y que por supuesto conviene tener en cuenta. En primer lugar, el interno, las grabaciones al ministro del Interior. No opinaré sobre el asunto pues no he podido escucharlas enteras, pero el tono que se impone socialmente es el de la repugnante persecución política al estilo de dictaduras y regímenes nada recomendables. ¿Hará esto mella en el PP? No creo que mucha, si sus simpatizantes son capaces de tragar las toneladas de basura corrupta que tragan y seguir apoyando al partido, ¿por qué no iban a hacerlo con esto? ¿Por qué no creerse las justificaciones del gobierno o, ya puestos, encontrar unas propias si cabe más pintorescas? El que no se haya ido ya del PP con todo lo que ha ocurrido no creo que vaya a hacerlo ahora, al menos no creo que se produzca una fuga masiva, que en todo caso iría a la abstención o quizá (solo quizá, pues Rivera también aparece salpicado) a Ciudadanos. Donde sí puede afectar es en los territorios con presencia nacionalista, que se sentirán ultrajados, ahora bien, ¿reaccionarán incrementando el apoyo a sus partidos nacionalistas o regionalistas o bien buscando un voto útil a nivel nacional para desalojar al PP? En ese sentido, también puede ser un elemento catalizador de voto, mediante la ira, hacia Podemos, y no solo de nacionalistas. En cualquier caso, nunca lo sabremos con certeza. El segundo elemento es el Brexit. España está demasiado centrada en España como para que influya decisivamente, salvo que se convierta en un asunto central de la campaña, en cualquier caso, parece lógico que esto beneficiase al PP por el deseo de seguridad ante la incertidumbre y quizá, de rebote, algo al PSOE. Una pequeña parte podría reforzar su opinión de votar a Podemos por creer que ahora tendrá más capacidad para cambiar el rumbo de Europa, aunque también habrá quien intente equiparar el asunto británico con el referéndum en Cataluña. En general no creo que esto vaya a cambiar demasiados votos, como mucho reforzar la intención previa. -1 Por primera vez, la Unión Europea resta. No creí que fuese a suceder, esa es la verdad, pero ha ocurrido. ¿Razones? Muchas, y ampliamente comentadas: razones morales (Grecia, por ejemplo, creo que habrá influido en el ánimo de los británicos para no querer tener que ver con las instituciones europeas), económicas (la catastrófica gestión y, especialmente, la persistencia en unos errores que llevan al desastre, mejor salvarse), institucionales (la clamorosa falta de democracia europea) y propias (los sentimientos de los habitantes de las islas británicas, tan nacionalistas, tan orgullosos, tan… insulares), sobre la inmigración, prefiero no comentar nada, la verdad. ¿Qué ocurrirá? Se abrirán negociaciones para el divorcio. ¿Cumplirá Europa su amenaza de romper totalmente? No parece probable, aunque debería, más allá de la retórica. En realidad, lo más probable es que el Reino Unido quede en el Espacio Económico Europeo, con lo que tendría prácticamente todas las ventajas de la Unión Europea que le interesan (acceso al mercado único, libre circulación…) sin los elementos que la incomodan, la verdad es que visto así es comprensible la posición británica. Pasados los primeros terremotos económicos, el golpe más duro y duradero será para la Unión Europea, más cuestionada en todos los ámbitos, y con un nuevo tabú roto: el de la salida de un miembro. Todos conocemos el euroescepticismo, los gobiernos europeos antieuropeos y los partidos extremistas anti-UE. Buen cóctel. El principal problema, a dos años vista (más o menos), para los británicos vendrá de las amenazas a la City, pues la Unión Europea ya no tendrá por qué tener contemplaciones con ella y podrá (deberá) optar por poner en pie una estructura de gestión financiera equivalente en su territorio, que además presumiblemente tendría más potencia. Ese sí podría ser un problema serio para el Reino Unido. Y ahora es cuando aparece el de siempre para recordar lo de los chinos y la palabra crisis, que uno ya no sabe si es verdad, pero que sirve para introducir la siguiente reflexión. Creo que era Monet el que decía que la UE solo avanzaría de crisis en crisis y al borde del precipicio. Bien, no sé cuántos precipicios ni cuánto sufrimiento hace falta para que los poderes fácticos de la unión y sus no-líderes decidan cambiar el rumbo, pero aquí tenemos uno más, que no se diga que no se nos han dado oportunidades. Es cierto que perdemos una potencia importante, pero también otra cosa: un lastre. Hoy no es el único, pero sí el más fuerte y el más simbólico. ¿Espabilarán nuestros líderes? ¿Avanzarán en la democratización? ¿Darán un giro social? ¿O seguiremos adorando al becerro del neoliberalismo y el nacionalismo cobarde? ¿Continuaremos instalados en el “cortoplacismo”? ¡Ah! Es verdad, que el año que viene hay elecciones en Alemania, Francia e Italia. Pues estamos listos. Solo un ataque de responsabilidad y liderazgo, de inteligencia y visión que sacudiese a los (in)líderes europeos podría… Bueno, dejémoslo aquí por el momento, que la cosa va para largo. Una última consideración un tanto peregrina y anecdótica. Con la salida de los británicos —si finalmente se consuma, porque a estas alturas ya nada me sorprendería—, desaparece una anomalía histórica, la del país europeo que no quería serlo y que estaba en la unión por un por si acaso. El carácter de la Unión Europea, ahora plenamente continental, tiene una oportunidad de perfilarse más intensamente, de definirse más, ¿es eso bueno o malo? Depende. Desde luego es más claro, al menos ese carácter continental queda desde este momento más asentado una vez que la única potencia naval que formaba parte del proyecto ya no quiere continuar, lo malo es que históricamente, desde un punto de vista geopolítico, las potencias navales triunfan sobre las continentales, aunque para eso tiene que haber un enfrentamiento abierto. Buen fin de semana. [1] No ayuda que Sánchez se dedique a repetir los mismos mensajes casi palabra por palabra, como robot sin pensamientos propios y, aun peor, tan sin convicción en lo que dice que necesita no salirse del guión, como tampoco ayuda la impostada naturalidad con que lo hace ni esos falsos arrebatos en los mítines que no muestran energía y confianza, ni siquiera verdadero enfado, sino a una persona bipolar que de repente se arrebata (eso sí, sin que nadie se lo crea, por favor que alguien le hable de lenguaje corporal). La capacidad de transmitir de Sánchez, sus habilidades como comunicador, decae, tanto como su partido.
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La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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