A veces leo cosas, y en ocasiones hasta las recuerdo, más o menos; una de la que siempre me acuerdo es un experimentobarraestudio de no recuerdo quiéncómonicuándo en el que tuvieron la mala baba de poner a unos tiernos infantes, creo que de no más de cinco años, en la típica sala de laboratorio blanca y espejada junto con un apetitoso dulce. A solas con él, les prohibían comérselo, diciéndoles que si cuando volviese la cuidadora, pasados sus eternos veinte o treinta minutos (o puede que más, ya he dicho que no recuerdo quiéncómonicuándo, y eso incluye los detalles), el dulce continuaba intacto, les daría dos. Y luego se quejan por que a los monos les pintan los morros[1]. ¿Por dónde iba? Ah, sí. Que les darían dos. Pues no era por torturar a los chavales, o sí y luego se inventaron todo lo demás para justificarlo, vaya usted a saber, que esta gente de bata blanca va por ahí como si fuera tu coleguita y luego[2]… Pero en fin, que la cosa era, lógicamente, comprobar si los chavales se comían el dulce o no. Tiempo después, vamos, lo que viene siendo unos años, visitaron a los chavales, y descubrieron que aquellos que no se comieron el dulce tenían mejores puestos de trabajo, salarios, nivel de estudios y, en general, mayor nivel de vida que los que habían sucumbido a la tentación. La conclusión: nada nuevo bajo el sol, la vieja dicotomía entre hedonistas y epicureístas, vamos, que los que son capaces de dominar sus impulsos y controlarse, de trazar un plan y seguirlo renunciando a las recompensas instantáneas y fáciles sacrificándose por un premio/futuro mejor, tienen más posibilidades de lograr más y mejor éxito y, sobretodo, de que este sea más duradero y estable al estar bien fundamentado. Aunque los otros pueden experimentar una felicidad más profunda, si bien muchísimo más pasajera… Lo dicho, filosofía clásica de laboratorio. Ya voy, ya voy ¿Que a qué viene esta chapa? ¿Además de para culturizaros un poco? Pues queridos desagradecidos míos, para ejemplificar, y unir en un solo hilo argumental, buena parte de las polémicas que estamos viviendo este verano nuestro de 2017, de las que vivimos antes y de las que viviremos en lo sucesivo. Y es que, por desgracia, estamos gobernados por los que se comieron el dulce, y cuando digo gobernados sabéis que no me refiero únicamente a los que nos gobiernan, sino a los que nos mandan. Ejemplo práctico: la nueva demostración de la ubérrima inteligencia de nuestro ínclito presidente atacando a los turismófobos. Y punto en boca. Se acabó la discusión. Problema zanjado. Y es que eso del laissez faire tiene sus ventajas, quieras que no, es lo que tiene ser neoliberal. Pero para no repetir lo que ya han dicho otros, os dejo un articulito al respecto bastante bien enfocado, en mi opinión: Turismofobia, la falacia que convierte al vecino en antisistema. El desarrollo de este caso es paradigmático: nicho económico que se explota sin mesura, hasta que explota. Lo importante son los beneficios, los beneficios del ahora, quiero decir, y como buenos neoliberales, somos perfectamente conscientes de que no van a ser eternos, así que hay que exprimir el asunto lo más posible y rápido, después ya veremos. Reconozcámoslo, es el modelo económico en el que vivimos. Con un gobierno cuya política económica consiste únicamente en desregular hasta volver al mismo Estado Natural contra el que se alzó el liberalismo (una de las más importantes contradicciones de esta ideología) y bajar impuestos (otra forma de desregular), no caben muchas más opciones y, desde luego, tampoco soluciones a cualquier problema. Reconozcamos esta curiosa contradicción, si se piensa bien en sus postulados ideológicos, en cierta forma son gobiernos que abdican de gobernar, al fin y al cabo su única tarea es darnos libertad, después organizaos vosotros, que parecéis niños. Es cierto que alguien podría protestar que ya estábamos organizados, precisamente con gobiernos que deberían solucionar los problemas, incluso a priori, regulando las relaciones sociales y económicas para evitar estallidos, pero entonces lo que iba a estallar es la cabeza de algunos neoliberales muy neoliberales y mucho neoliberales[3]. Otro ejemplo: los tipejos esos del Prat, ¡catalanes tenían que ser! Que no, que son la quintacolumnaespañolista infiltrada para hacer descarrilar la lucha del pueblo catalán. Bueno, hagamos una cosa, digamos que son ETA y punto pelota (pero no pelota vasca). ¿Pero ETA no eran los del confeti y las pintadas en la Barceloneta? De verdad, me estáis haciendo un lío, ETA es todo lo que a mí se me ponga en los cojon… La verdad es que con estos no vale eso de que son unos privilegiados, como con los estibadores, con 900 o 1000 euros y doblando turnos… Pero bueno, da igual, al fin y al cabo están amargando las vacaciones (ese derecho) a miles o incluso cientos de honrados trabajadores que jamás osarían defender sus sueldos, sus condiciones de trabajo ni sus puestos, al menos molestando a nadie, ¡es que hay otras formas, coño ya! Por lo tanto culpemos a las víctimas, no a los responsables, no vaya a ser que tengamos que asumir nuestro tanto de culpa en que esos responsables lo sean; a lo hecho, pecho, así que, que esto lo solucione la Guardia Civil cuanto antes, que hay que mantener el orden, por Dios, ¿o es que no vamos a poder utilizar la Guardia Civil para acabar con una huelga? A ver si también nos van a quitar esa tradición tan nuestra. Vamos, ni que estuviésemos en un país de esos tercermundistas en los que el Gobierno media, no se posiciona siempre contra los más débiles y soluciona problemas en vez de crearlos, ¿cómo se llaman, bananeros? Ah, no, democracias. Qué asco me dan[4]. Y no es porque no lo hayamos visto ya, que es la historia de siempre, ¿o es que nadie se acuerda del tema ese de la limpieza de la capital? Exactamente el mismo caso: fomento irresponsable de la economía low cost, que lógicamente se hace a high costa de los trabajadores —y ya de paso, hunde el sistema económico en general—, porque de tocar los beneficios empresariales ni hablamos, ¿eh? Al fin y al cabo los pobres empresarios, los paupérrimos inversores, son los que crean empleo y los que están sacando, que digo están, ¡los que han sacado!, a este país de la crisis, y nada, ni las gracias oye, nada más que huelgas, si es que te dan ganas de recoger tus cuatro bártulos y largarte a alguna isla del Caribe, de esas donde a uno le aprecian de verdad y no le dejan pagar impuestos ni aunque quiera, si no fuera por lo que patrióticos que son… (risas enlatadas). El problema de todo esto, mis queridos lectores, es que cuando nos visiten los científicos dentro de unos años, no sé, cuando la situación geopolítica de los países de nuestro entorno se tranquilice y se lancen a reconquistar a unos turistas ahítos ya de paellas fluorescentes, o cuando suba de nuevo el precio del petróleo o, más probable aun, cuando seamos de los pocos que sigan consumiendo petróleo mientras los demás se mueven con energías limpias muchísimo más baratas, o puede que cuando se acaben las políticas de apoyo del BCE, o cuando ocurra alguna de las mil cosas impredecibles que pueden ocurrir en el futuro, cuando en fin, dentro de unos años veamos asomar otra vez esas batas blancas y nos pregunten qué tal nos sentó aquel dulce de cuando éramos niños, ¿qué les vamos a responder? ¡Ah, no! Que nos lo han estado preguntando durante los últimos años y ya les hemos respondido, aunque seguramente no habrán entendido nada, es muy difícil hacerlo cuando te hablan con la boca llena. [1] Me disculpo inmediatamente por mi inadecuado comentario, realizado sin ánimo de humillar ni menospreciar a las víctimas de maltrato animal y/o experimentación con animales ni a sus familiares o amigos, así como a cualquiera que pueda haber sentido herida su sensibilidad animalística y/o humana por él, y declaro desde aquí mi más sincero compromiso para con la lucha contra el maltrato animal y cualquier otra forma de maltrato, ya sea contra las personas o las cosas, materiales o inmateriales, corpóreas o no (tanto las cosas como las personas), de este y cualesquiera otros mundos paralelos o paranormales, que de todo hay; pero vamos, ¡un orangután con los morros untados de pintalabios rosa! ¿Nada? ¿Ni una sonrisa? De verdad, es que hay gente que nace muerta. [2] Me disculpo inmediatamente por mi inadecuado comentario, y vaya por delante mi más profundo respeto y sincera admiración hacia los profesionales de la medicina en cualquiera de sus variantes y hacia cualquier otro que con motivo de su profesión, o por cualquier otro, vista de forma habitual bata blanca o de cualquier otro color, incluidos batines y demás variantes. (Hay que joderse, qué tiempos estos). [3] ¿Que abuso de la palabra neoliberal? No se me enfaden los puristas, ya sé que a Rajoy y compañía no se le encaja exactamente en el neoliberalismo, que sus raíces ideológicas tienen más matices, pero permítanme generalizar, que estamos en agosto, al fin y al cabo los empresarios y asesores que les susurran sí que lo son, como el sistema para el que gobiernan. [4] AENA es una empresa con capital mayoritario del Estado a través de Enaire, que depende del Ministerio de Fomento, sí de ese señor tan repeinado, que sale por la tele insultand… digo conminando a los trabajadores a dejarse pis… digo a ser razonables, por lo tanto es responsabilidad del Gobierno, simple y llanamente, que la empresa dote de los recursos necesarios la actividad para hacerla digna y tener a la gente que controla lo que sube a los aviones en que van a viajar todos esos pasajeros enfurecidos contentos y bien pagados, por aquello de la seguridad, digo, por si a alguien se le ha olvidado de qué estamos hablando, no vaya a ser que por soborno o cansancio se nos cuele lo que no debe, y luego, ¡hala! todos a levantar las manos y a piar. Pero claro, eso enfurruñaría a esos inversores privados que compraron su participación en AENA a precio de saldo y que honradamente esperan que su inversión les proporcione retornes de dos o hasta tres dígitos, ¿cuánto supondría eso en sus beneficios? Pfff, por lo menos un cerocomaalgo, a ellos, que son tan de comerlotodo, no puede ser, pobrecitos, ¿es que nadie piensa en los inversores? Que están en edad de crecer.
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La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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