Hace tiempo que tengo listas unas notas para escribir una reflexión sobre dos asuntos actuales desde el punto de vista de la geopolítica, no lo había hecho porque incluso hasta aquí alcanza mi actual incapacidad para escribir, pero las noticias en prensa me han animado hoy un poco, así que voy a entregarme a la política ficción, ahí va la primera de ellas.
Según comentan algunos medios, determinadas capitales europeas están preocupadas por la aparente aproximación de Grecia a Rusia; realmente me parece increíble la torpeza de determinadas capitales europeas. Quizá yo estoy muy loco, o quizá soy un genio, o puede que determinadas capitales europeas vivan en una dimensión paralela a la realidad, algo que explicaría muchas cosas, la verdad. El caso es que dicho acercamiento era algo evidente desde el momento en que estalló la crisis en Grecia y sus «socios» tomaron la posición que tomaron, más aun desde la victoria de Syriza que ellos mismos provocaron, y teniendo en cuenta quien ronda por el Kremlin. ¿Qué opciones tenía realmente Tsipras? ¿Cuáles eran sus posibilidades de presión a la UE? ¿Cuál podría ser su plan B en caso de que esa historia de amor-odio que Grecia mantiene con la UE fracase? ¿En serio nadie se ha planteado estas preguntas en ninguna de esas capitales europeas? En fin, que esa súbita amistad entre los hermanos ortodoxos era algo evidente, la cuestión no era si se produciría o no, sino cuánto de retórica tendría. Y la respuesta es muy sencilla: será tanto menos retórica cuánto más exprima la UE a la población y el orgullo nacional griegos y más capacidad financiera tenga Moscú. Sí, ya sé que Rusia no está económicamente para tirar cohetes (misiles sí, los que hagan falta) gracias a las sanciones occidentales, pero eso no le ha impedido proseguir su campaña en Ucrania; quizá habría que preguntarse por qué, hasta dónde puede o quiere llegar Putin, cuánto de su país está dispuesto a sacrificar en el intento y qué grado de control ejerce realmente sobre su población para lograrlo. Son preguntas importantes, porque si salirse con la suya en Ucrania (permitidme que al respecto me remita a mis primeros comentarios sobre esta situación, pues en general creo que no erré y que los objetivos de Putin son los que ya expuse entonces) supondría una gran victoria, ¿qué supondría lograr desgajar de la UE a un miembro tan simbólico como Grecia? Ya sea en el caso más extremo de que Grecia salga de la unión vía expulsión o abandono (sí, parece harto difícil, pero ya advertí que esto era política ficción, ¿o quizá no?), o bien mediante una alianza que permita a Moscú tener una voz o incluso un souvenir troyano dentro de esa unión (perdón, ¿cuál era el caso más extremo?), la victoria geopolítica de Putin en su meta de asegurar el espacio vital eslavo (sí, ya lo sé, los ecos de la expresión son terribles) y su influencia sería verdaderamente admirable, eso hay que reconocerlo. Y existe otro elemento que deberían considerar las cabezas pensantes de esas capitales europeas, un elemento que me encanta aun sin ser americano, y no solo por su pato asado estilo cantonés: China. La eterna China, la obsesionante China, la silenciosa y discreta China y, sobretodo, la financieramente potente y actualmente colaboradora de Rusia, China. ¿No podría buscar Tsipras con este acercamiento a Rusia un apoyo moral de la nación más extensa del mundo y una intercesión de esta ante la segunda potencia económica del globo? Bueno, convendría pensarlo y tener preparado un plan B o C o D para el caso… vamos digo yo. Hay otro elemento que me hace dudar de la capacidad de esas capitales europeas, aunque esta vez me circunscribo más a los medios de comunicación: la aparente sorpresa con que han acogido las reivindicaciones griegas con respecto a la deuda alemana con su país por la ocupación nazi. ¿A quién puede sorprenderle que se plantee este tema? ¿Es que a nadie se le había ocurrido que era solo cuestión de tiempo que surgiese? No puedo creérmelo, si hasta en la más desganada tertulia política de cualquier bar de este país la aparición del asunto nazi es solo cuestión de tiempo —y adrenalina— e independiente del tema discutido, cómo no iba a aparecer con las circunstancias que se están dando en Europa. Y seamos claros, dejando a un lado las cuestiones prácticas o jurídicas del tema, ¿a nadie le parece que la posición griega tiene cierto fundamento moral? ¡Ahhh! La moral. Qué cosa tan curiosa. Tan ininteligible en ocasiones, tan esquiva, tan interpretable y, sin embargo, qué instrumento tan poderoso para quien sepa esgrimirla con, al menos, apariencia de justicia —otro palabro interesante de la misma familia—. Supongamos por un momento que la Unión Europea se hubiese edificado sobre las cenizas de un continente destruido y hubiese sido concebida como un instrumento para evitar que ningún pueblo europeo volviese a verse sometido a semejante crueldad mediante una inextricable vinculación de los mismos al fin, que a cambio de la promesa de paz (y del miedo a los rojos, también sea dicho) se hubiese perdonado lo que apenas unos años antes hubiese sido reclamado inmisericordemente porque quizá alguien (entre ellos puede que algún olvidado economista inglés) hubiese llegado a la conclusión de que la justicia, el perdón y la asertividad fuesen económica y socialmente —lo que quizá viene a ser lo mismo— más eficientes que la venganza, el rencor y la humillación. ¿No sería lógico que en las actuales circunstancias los griegos pensasen que alguien se estaba saltando el pacto, que lo estaba quebrando, que volvían a repetirse viejas actitudes? Sí, ya sé que esto es Historia, que hay que ser muy retorcido y muy rencoroso para plantearse algo así (hay que ver cómo son los griegos), pero como esto es política ficción… ¡Eh! yo solo estaba especulando, a mí que me registren. Sin embargo, esto me sugiere otra cuestión que quizá no han tenido en cuenta esas capitales, a saber: el argumento ideológico en torno al asunto ucraniano viene a ser, por el lado oriental, la defensa contra un supuesto nazismo resurgido, mientras que en Grecia se plantea el asunto de las indemnizaciones tras la ocupación… nazi ¡Qué maravilloso lugar de encuentro para quien sepa verlo e instrumentalizarlo! Menos mal que en el siglo XXI esas cosas están fuera de lugar, se nos dice desde determinadas capitales europeas, al fin y al cabo lo que cuenta hoy en día son los negocios, y mientras haya libre mercado estamos a salvo. Me pregunto qué opinará China sobre esta especie de constructo ideológico-estereotípico que pareciera estar formándose con fuerza en torno a Occidente identificándolo con una mezcolanza de fascismo, autoritarismo e imposición económica, militar y cultural. Y las mismas ansias de dominación de siempre, claro. Quizá buscase crear sus propias instituciones internacionales y económicas junto a otros no occidentales a fin de liberarse de las exigencias más o menos tiránicas de ese Occidente leviatánico (y contemplase entre complacida y divertida cómo se apresuran a cortejarla una vez más esos pequeños demonios tentados por papeles de colores), quizá fuesen surgiendo poco a poco matrimonios de conveniencia entre países y civilizaciones afines para protegerse de la agresión y quizá, solo quizá, hasta que surjan diferencias directas entre ellos prefieran enfrentarse al monstruo causante de todas sus desdichas —algo que siempre da un puntito de orgullo y cierto subidón moral, por qué no—, buscando el escudo, digo apoyo, de cualquier hermano mayor que encuentren y quiera ponerse delante. Ahora que lo pienso, creo que alguien ya escribió un libro de ciencia ficción con un planteamiento parecido hace un tiempo, y creo que algunos de sus desarrollos no me gustaron mucho (le faltaba profundidad a los personajes, la verdad), pero el planteamiento no era malo; qué cosas. En fin, que como todo esto es política ficción nadie se habrá dado cuenta de nada, así que estamos a salvo. Procurad no olvidarlo.
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...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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