Ahora ya solo depende de mí, pero no sé si eso es mejor o peor. He comenzado la que debería ser la última revisión de El cuaderno negro, con lo que en teoría debería estar listo a finales de mes, pero justo ahora comienzan a asaltarme las dudas; pensaba que la segunda vez sería más fácil, pero ya vislumbro que no será así y que me costará mucho dejarlo navegar solo por la red. Mientras lo he tenido en mi memoria (digital y neuronal), mío y solo mío, estaba a salvo de todo y a mi plena disposición, siempre dispuesto a cambiar según mi capricho, a adaptarse a mi ánimo del momento, a perfeccionarse, y una parte de mí desearía seguir perfeccionándolo sin fin. Pero todo tiene su tiempo, y su fin, es por eso que me comprometo a publicarlo, para obligarme a entender esta verdad, para obligarme a pasar página y poder dedicarme a otra cosa, una nueva ilusión, a avanzar, pero —y sé lo tremendamente exagerado que puede sonar esto— liberarlo y liberarme de él, porque también él ejerce su tiranía sobre mí, produce dolor, pero debo respetar los compromisos que adquirí conmigo mismo, por mucho que esta obrita sea tan particular, tan cercana y tan especial, tan… personal. Dentro de ella he decidido incluir un apéndice con ciertas explicaciones sobre la génesis de los relatos que la componen y el sentido que he querido darle a cada uno, un apéndice que desde este mismo momento os recomiendo no leer, pero que me siento obligado a incluir para hacer honor a la promesa que me hice a mí mismo de que sería particularmente sincero con este cuaderno, que contiene pedazos de aburrimiento maravillosos, momentos en los que dejar volar la imaginación con el único freno del bolígrafo y del vaivén del tren (en su mayoría) y que creo que es mejor que vuelen así, casi tal cual nacieron. Por eso, advierto, no recurriré a ninguna corrección externa, no será una obra completamente acabada, como tampoco lo son nunca los viajes. Para más explicaciones, tendréis que leer el apéndice que encarecidamente os ruego no leer para que no se contaminen vuestras impresiones ni vuestros propios viajes, que han de ser otros, desde luego ni mejores ni peores que los míos.
El caso es que llegados a este punto empiezo a preocuparme de las cuestiones meramente prácticas. La corrección no es una de ellas en este caso porque, como ya os he anunciado, no la haré más allá de mi propio saber y agudeza visual, es mi capricho que nazca tan tarado como yo mismo le dé a luz, sincero o en bruto, según se mire. La portada la tengo prácticamente decidida, habrá que ver si soy capaz de llevar a la práctica la imagen que ronda mi cabeza casi desde el momento en que decidí convertir mi cuaderno negro en una obra al uso. Y llegamos a la edición, sobre la que me asalta alguna duda con más calado, pero eso ya os lo comentaré en otro momento.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
Todos
Archivos
Abril 2020
|