Muchos son los análisis y comentarios que pueden y podrán leerse en el futuro sobre lo ocurrido en las elecciones del pasado día 24, por eso sería redundante y hasta innecesario que yo vomitase también mis impresiones sobre el particular, ¿no es cierto? Pues allá voy, qué se la va a hacer, aunque no sin antes realizar una pequeña mención al otro gran acontecimiento del fin de semana y dar la enhorabuena a los irlandeses, que han demostrado una vez más que el progreso y la evolución son imparables, por mucho que algunos se anclen al pasado y hasta por muchos pasos atrás a que puedan obligar a punta de «moral», pues la ventaja de la evolución es que sucede día a día, silenciosamente, casi sin que pueda apreciarse, es el calcio de los huesos de una sociedad y da un salto con cada generación, porque eso es en verdad la normalidad que esos enfermos de miedo dicen defender sin llegar a comprender jamás. Y la justicia siempre ha sido y será parte de la evolución humana, de lo contrario no habría futuro, solo involución. Dicho esto, y como hay prisa y confusión, iré directamente al grano, pero aviso, simplemente voy a esbozar retazos de apreciaciones sobre los distintos partidos, porque entre la falta de tiempo y la cercanía de los acontecimientos no me siento capaz ahora mismo para mucho más, ya veremos más adelante, eso sí, como me ha quedado un poco largo, lo iré haciendo por partes, a saber cuántas. PP El Partido Popular ha ganado las elecciones. El Partido Popular ha perdido las elecciones. Ambas afirmaciones son ciertas, todo depende… del punto de vista, claro. Parece ser que el único problema de este partido es que no ha sabido comunicar bien, que les ha faltado… «un poco de piel», en palabras de uno de sus más destacados líderes intelectuales, pero no ha sabido comunicar bien ¿qué? Porque hay que reconocer que cuando no se tiene nada que comunicar, la tarea de hacerlo se complica mucho, y ese ha sido el escenario últimamente, el partido del gobierno de la nación no ha comunicado absolutamente nada porque ha carecido de rumbo, proyecto e ideas, más allá de la política económica que todos conocemos. El problema es que a falta de fondo resaltan más las formas, y estas han sido (llevan siendo desde hace tiempo) lamentables, barnizadas de una prepotencia y un desprecio hacia toda opinión diferente inconcebibles en un régimen calificado de democrático y por personas que se califican de demócratas. Pero existe un problema más de sutil y más grave: en un régimen democrático, y casi en cualquier régimen, no es bueno plantear una vinculación excesiva a un solo objetivo, pues su consecución suele llevar aparejada la desaparición de la fuerza o grupo de poder que se vinculó a él, tanto más es así cuanto más decisivo sea ese objetivo y mayor la identificación entre él y la fuerza que pretenda lograrlo. Hay muchos ejemplos en la historia, el más famoso de los cuales quizá sea el de Winston Churchill, al que tras ganar la II Guerra Mundial el pueblo británico le agradeció los servicios prestados con unas buenas vacaciones: la guerra se había acabado y el electorado británico valoró otros elementos en las siguientes elecciones; Churchill fue bueno para la guerra, pero sin esta, ¿seguía siendo necesario o había otros que podían hacerlo mejor en las nuevas circunstancias? Esto viene a colación por la política de comunicación del PP, porque —sin entrar a valorar la verdadera realidad de la recuperación económica— se ha metido en un callejón sin salida: si cala el mensaje de la recuperación, les irá mal, puesto que se han vinculado mucho a él —no olvidemos que Rajoy ganó las elecciones prometiendo poco más o menos que solo con que él llegase a la Moncloa se acabarían los males del país—, y la gente empezará a pensar en recuperar lo perdido, como de hecho ya está sucediendo en parte, no pareciendo posible que consideren al Churchill español que se vio obligado a recetar los sacrificios necesarios para ganar esta guerra como la persona más apta para gestionar la paz; eso suponiendo que triunfen las tesis de Arriola, digo de de Rajoy. Pero si ese mensaje no cala, la cosa será peor, porque la sociedad se sentirá engañada y pensará que está siendo dirigida por un presidente tan fuera de la realidad que se empeña en negar la crisis que los mortales deben comerse cada día (qué vueltas da la vida). Así las cosas, no hay una solución buena para el PP salvo emitir el indefinido mensaje que últimamente transmiten de que estamos en el camino pero aun quedan cosas por hacer, es decir, tratar de aferrarse a que todavía son necesarios, lo cual es harto difícil —más aun cuando a ellos mismos se les escapa de vez en cuando otra cosa—, y resulta más complicado aun que cale, pues choca con la impaciencia de unos y la desesperación de otros. Y todo ello sin hablar de corrupción. Así las cosas, para el PP pintan bastos. ¿Renovación? ¿Antes de las elecciones? ¿Con qué candidatos? No digo que sea imposible, desde luego, pero es harto difícil y los cambios apresurados no van con Rajoy ni con sus electores, a los que las cosas nuevas no les suelen gustar, hasta que se acostumbran y pasan a defenderlas a muerte. En realidad al PP solo le resta la opción del miedo y la catástrofe, que es contraproducente a gran escala (por no decir moralmente deplorable) y más aun habiendo hoy en día otras opciones políticas nuevas, pero que al menos les permitiría fidelizar el voto de los suyos (aunque ya no creo que desmovilizar el contrario, que entre Ciudadanos, Podemos y PSOE tiene hoy muchas más alternativas) y amortiguar la caída. No obstante, de aquí a noviembre también se producirá el curioso hecho de que la pelota cambiará de tejado, y de depender las otras formaciones de los errores del Partido Popular para crecer, este comenzará a depender de los de ellos para mantenerse, siendo estos fallos y aciertos los que en última instancia puedan moderar o acrecentar el hundimiento del partido de la gaviota (ah, no, que era un charrán). En cualquier caso, si nos interesa, al final siempre podemos quedarnos con el hecho incuestionable de que han ganado las elecciones (desde cierto punto de vista). CIUDADANOS Este es quizá el caso más interesante desde mi punto de vista. No han logrado despegar tanto como se preveía, pero en mi opinión eso no supone exactamente un desacierto de las encuestas, lo que ocurre es que hemos pasado por unas elecciones municipales y autonómicas (premio para el primero que pueda decirme de memoria el nombre de los candidatos de este partido para su municipio y comunidad autónoma), y tampoco han sido ajenos a los problemas que supone constituir una formación a nivel nacional en unos meses y a los disgustos y las sorpresas que eso conlleva: infiltrados, gestoras, destituciones… escándalos en suma, ¿a que ahora no parece tan absurda la decisión de Podemos al respecto? Sin embargo, creo que el partido conservaría hoy ese empuje y ese nivel de éxito, poco más o menos, que le auguraban las encuestas en caso de elección nacional con Rivera como candidato a presidente; y digo hoy porque para noviembre me da la sensación de que las cosas habrán cambiado. Me explico: Ciudadanos se mueve en una indefinición ideológica mayor que ningún otro partido —más incluso que Podemos, que aunque no se define oficialmente tampoco tiene ninguna necesidad de hacerlo porque su posición es un secreto a voces, aunque eso daría para otro comentario sobre estrategias políticas—, pero tengo una noticia para Rivera, el centro de verdad, lo que se dice el centro centro (que diría la inefable Aguirre), es como el mundo de Oz, muy bonito y superchuli, pero solo un sueño; vamos, que no existe Rivera, a la hora de la verdad las simpatías caen un poco más hacia un lado o hacia otro, pretender ocupar ese centro centrísimo podría llevar a situaciones en las que se incluyesen medidas de corte liberal, especialmente fiscales, en el programa político mientras públicamente se defienden medidas sociales más o menos progresistas, pero claro, eso nunca ha sucedido aun, ¿verdad? En este sentido, el partido naranja me recuerda mucho a ese otro… como era… uno con un color muy raro (se ve que los más normales ya debían de estar cogidos), y todos sabemos lo que le ha ocurrido y sabemos también lo que le ocurría antes de Ciudadanos: que no pasaba de un punto más o menos residual. Los de Rivera recogen mucho voto de castigo, pero tarde o temprano tendrán que empezar a tomar decisiones y eso hará que decepcionen a un lado o a otro. No es que sea malo, es parte del proceso de creación y definición por el que pasa todo partido político y toda organización de cualquier tipo (incluso cualquier persona) y el mismo en el que se encuentra la otra gran formación nueva, al fin y al cabo ambas son infantes. ¿Leísteis la noticia de la candidata municipal de Ciudadanos que abandonó en plena campaña electoral porque le dio por leerse el programa del partido por el que se presentaba —algo que siempre es de agradecer— y se dio cuenta de que no era de izquierda moderada? (sic). Pues eso. ¿Y qué deberían hacer las gentes de esta formación? Dependerá, viene muy bien en todo caso eso que solían llamar congreso y que se hacía antes para definirse y sentar las bases claras de la formación, pero claro, eso es vieja política, así que aquí tendrá que hacerlo el comité de pactos. Bueno, es otra forma, un poco a salto de mata para mi gusto, pero no es cosa mía. Entretanto, la sociedad ya parece haber decidido que son de centro derecha, veremos si se quedan ahí o deciden contradecirla, una tarea ímproba y no sé si muy recomendable desde el punto de vista de la estrategia política. En cualquier caso, parece claro que no le convendría demasiado pactar con el PP, al menos electoralmente y a tenor de su discurso hasta ahora, y no creo que lo haga salvo en aquellos lugares con caras nuevas más o menos incólumes (¿Madrid?) que les permitan a ellos mismos salvar la suya, pero apoyar al PSOE… En fin que, como en el PP, también están un poco entre la papeleta y la urna (cómo domino los juegos de palabras, ¿eh?). No obstante los pactos serán solo una indicación, lo que marcará definitivamente el destino de este partido serán, como en el caso de Podemos, las decisiones de gobierno en las que se involucren, aunque en este sentido tienen la ventaja de que entre posar, retorcer un poco el brazo del candidato mayoritario de turno, formar gobierno, volver a posar y… no, ya no creo que lleguen a volver a retorcer porque vendrán las generales y no tendremos más que apenas unas declaraciones de intenciones para juzgar, eso puede salvarles. A corto plazo.
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La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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