Nos habíamos quedado a punto de hablar sobre la política exterior de Donald Trump en la Casa Blanca, ¿verdad? No os preocupéis, no os haré sufrir más, que sé que no habéis dormido pensando en ello, allá va, aunque he tenido que añadir y corregir partes a toda prisa porque este hombre parece haber esnifado una mezcla de Viagra con Red Bull, por lo tanto me reservo el derecho a futuras matizaciones o aclaraciones, al fin y al cabo no he tenido mucho tiempo, pero es que con este personaje eso es un lujo.
Política exterior Ya he esbozado algo sobre este aspecto de la política americana al hablar sobre la relación con Putin, y creo que la caracterización psicológica del personaje (la que yo hago, por supuesto, mi teoría) va quedando clara. Trump desprecia a Europa por su debilidad o, más bien, desprecia la debilidad de Europa, ha declarado que debería ser capaz de garantizar su propia seguridad y defensa y que ha vivido demasiado tiempo mamando de la teta americana en este aspecto —algo con lo que tengo que estar de acuerdo—, pero la complacencia que ha mantenido a Europa en esta situación de indefinición no ha sido solo europea, sino también americana y, además, interesada[1]. En cualquier caso, Trump ha decidido acabar con esta situación. Fiel a su cosmovisión, a los europeos hay que darles una patada en el culo, si no salen bien de ello, será su culpa, pero no la de Estados Unidos, más aun si tenemos en cuenta que Europa ya no es el terreno en el que los americanos se van a jugar su futura supremacía. Otra vez, no puedo evitar estar de acuerdo. Por otro lado, Trump parece considerar a Rusia como un jugador “simpático” y, más aun, como un posible aliado futuro frente a la gran amenaza que vislumbra: China. Por eso no le preocupa que Europa quede a merced rusa, al fin y al cabo con los europeos no se puede contar, son débiles, pensará. Únicamente se salvarían sus parientes británicos, tanto por su “relación especial” (esa de la que se dice que solo sienten los británicos) como porque han demostrado la inteligencia suficiente para saltar del barco antes de que se hunda, ese es el tipo de arrojo que a Trump le gusta, por eso estará dispuesto a abrirles los brazos con un tratado de libre comercio bilateral o más probablemente incluirlos en uno renegociado con Canadá y México en cuanto completen su divorcio europeo. Tiempo al tiempo, pues si la ruptura se lleva a cabo totalmente y de forma dura (como por otro lado le conviene a Europa, aunque ese es otro tema), esta es la mejor apuesta británica[2]; al fin y al cabo parece lógico: la integración del poder anglosajón (¿alguien dijo Huntington?); lo de México ya lo iremos viendo, según cómo se porten. Como he dicho, y Trump demuestra siempre que tiene ocasión, China es su obsesión, es la obsesión de la geopolítica americana desde hace años, y no les falta razón. Obama pretendía forjar una alianza multilateral, en un primer momento económica, compuesta por todos los que se ven perjudicados por el auge Chino en Extremo Oriente con la que ir creando los lazos de cooperación necesarios para enfrentarse a Pekín. No creo que Trump haya abandonado la idea, al contrario, pero quiere hacerse valer, si todos esos países amarillos quieren cobijarse bajo el paraguas del tío Sam, tendrán que pagar un precio. Como escribí en la primera parte de este comentario de modo más general, estoy seguro de que el presidente americano más amarillo de la historia pretenderá iniciar una serie de contactos bilaterales que le forjen una red de seguridad en la que él lleve la voz cantante y sea la pieza central; ello, junto con una cierta sintonía con Rusia, que a largo plazo, y más si sigue por su camino actual, verá como sus intereses también acaban chocando con los chinos, permitiría a Trump tener la situación controlada y enseñarles a los chinos quién manda de verdad, o al menos evitar que se desmanden demasiado. Los aspectos económicos no son menores en este juego, al contrario, la potencia económica del área y su futuro lo evidencian claramente, y Trump es consciente de ello, sabe que debe controlar el comercio en el área de Extremo Oriente y no quedar descabalgado de su empuje industrial y tecnológico para lograr contener el avance chino; seguro que este es un punto esencial en sus negociaciones con las grandes multinacionales americanas y en las nuevas relaciones que pretenda establecer con ellas. China ya ha desplazado a los Estados Unidos como líder en comercio internacional y podría parecer que sus anunciadas políticas de aranceles le harán aun más daño en este sentido, lo cual será cierto si sigue adelante con su intención y, a la vez —y esta es la clave en este asunto—, fracasa en esa hipotética intención de construir una red de acuerdos bilaterales, única forma que tendría de recuperar (si bien artificialmente y de forma temporal) dicho liderazgo. Todo esto se enmarca en el diseño de la nueva política americana para los próximos cien años, al menos. Y sí, tras fracasar Obama con su constante sí pero no en política exterior, es Trump quien va a rediseñar el panorama. Acojona, ¿eh? OTAN ¿Y dónde queda en todo esto la Organización del Tratado del Atlántico Norte? Pues no siendo el adversario Rusia, y no siendo por tanto el Atlántico Norte el campo de juego, en un segundo plano. Nada nuevo. Imagino que a Trump no le molestaría mantener una OTAN autosuficiente, con mayor compromiso europeo, de la que él pudiese desentenderse un poco, pero estoy seguro de a poco que la Alianza le cueste algún sacrificio no tendrá reparos en abandonarla a su suerte. Como ya sabemos el futuro geoestratégico del mundo se juega en Oriente y era más que evidente que en algún momento Estados Unidos debía virar hacia esa área, Obama lo intentó, pero quedó atrapado por las circunstancias y su propia indecisión; esa es la gran ventaja del nuevo presidente con respecto al anterior, él no es hombre de medias tintas, tiene decisión para dar y tomar, es el prototipo de emprendedor americano, cuando ha querido algo, cuando ha considerado que era bueno o era lo que tenía que hacer, simplemente lo ha hecho, y después ya se verá cómo lidiar con las consecuencias. No es un estadista, es un emprendedor. Política interior y comunicación Y qué decir de sus primeros días de puertas adentro. Pues nuevamente que no es tonto y que es un neoliberal de manual, pero antes, y para que se entienda, el comentario que no publiqué sobre las posverdad: Posverdad Por decirlo de manera elegante, ¿pero qué $/Ç·!@#[*? En serio, yo alucino pepinillos. Podéis leer la definición “oficial” en inglés. Y yo, como otros antes, me pregunto: ¿acaso eso no es una mentira de las de toda la vida? A veces el intento de algunos señores con gafas por darse importancia ralla en lo absurdo, entiendo que no queda tan bien decir que vivimos en la época de la mentira como decir que vivimos en la época de la posverdad: acuñar un término, y que se convierta en término de referencia, es uno de los mayores éxitos en Ciencias Sociales, pero en algunos casos es ridículo. Así que las opiniones y emociones personales tienen más importancia que los hechos, o sea, una definición de manual de aquel que se cree una mentira y la defiende, ¿o es que los que han hecho eso desde el principio de los tiempos se apoyaban en la longitud de sus uñas o en las flores del campo? No, siempre que alguien ha defendido una mentira lo ha hecho (casos interesados aparte) porque creía en algo falso, muy a menudo contra toda evidencia factual, y la manera más habitual y efectiva de lograr engañar a alguien es manipular sus sentimientos, no su razón; todos sabemos que una vez instalada la opinión, es muy difícil sacarla de ahí, los sesgos de los que ya hablé, especialmente el de confirmación, ejercen su poderosa influencia. Bien, ya me he desahogado, más o menos. Volvamos al asunto Hace no tanto os hablé de la táctica de comunicación de la derecha según la cual lo importante es crear ruido mediático, sin importar que lo que se diga sea mentira o no, y mantener la crispación social para enardecer a los propios y desmovilizar a los ajenos. Pues bien, Trump está utilizando esta técnica de manera ejemplar, es más, la ha llevado al siguiente nivel al introducirla en el gobierno, pues antes se empleaba únicamente para alcanzar el gobierno. En esta estrategia es en la que se inscriben sus ataques a la prensa, la única con capacidad para desmontar sus discursos y atacar su “posverdad”, así como sus apelaciones al fraude electoral, que ahora lleva más lejos con una investigación oficial, lo que haga falta para que no pare el circo[3]. Lo que persigue con esto es lo mismo que ya expliqué: enardecer y desmovilizar o, al menos, sembrar dudas en el enemigo. Y tiene su lógica, teniendo en cuenta la oposición pública que tiene que afrontar; seguir con el juego desde el poder era el siguiente paso, él —como en otras cosas— solo ha sido el que ha tenido agallas para darlo. Lo verdaderamente sorprendente son las reacciones de la prensa oficial, que parece haber descubierto un fenómeno nuevo. La hipocresía me mata. Esos mismos medios que ahora se escandalizan son los que difundieron, apoyaron y naturalizaron esa forma de proceder desde la época de Bush. Pero no es esta la única táctica que está usando para allanarse el camino, hay otra más sibilina y tanto o más miserable: la doctrina del shock, tal y como la enunció Klein[4]. Si tienes unas cuantas medidas polémicas, incluso muy contestadas, que quieres aprobar, apruébalas todas cuanto antes, lo más juntas posible sin que sea a la vez, así se consigue multiplicar el ruido mediático hasta hacerlo incomprensible (añádasele una pizca de sospecha de pucherazo electoral y algún espectáculo mediático, de esos absurdos que gustan a los medios más que una noticia, como una bronca con un periodista), así se logra que la gente, el ciudadano medio-común, el que hace masa, se canse y cambie cuanto antes al futbol —americano, por supuesto—, así se consiguen mayorías silenciosas, que son las que cuentan, ya se sabe, las resignadas, las del “es lo que hay”, y mayorías dóciles, de las del “a ver si vas a ser tú el próximo”. Esas, esas son las buenas. Con estas estrategias, Trump pretendería que la resistencia, dentro de poco, habrá quedado reducida a una minoría escandalosa, esa minoría pesada, plasta, que no para de dar la brasa y a la que nadie hace caso, más aun cuando los medios, que al fin y al cabo tienen que hacer su trabajo para ganarse la vida, los pobres, se acostumbren a la nueva situación y se generen unas nuevas formas informales por las que puedan guiarse en su relación con la Casa Blanca, nuevas formas que por supuesto no sean demasiado molestas para esa Casa Blanca, lo que lógicamente supondrá un nuevo clavo en la tapa del ataúd del periodismo tradicional, que tendrá que aceptar que ya no es necesario para la comunicación entre el poder y los ciudadanos. El fin de la Iglesia, la comunicación directa con Dios y una sola elección: obediencia ciega o rebeldía absoluta, solo que la obediencia es más cómoda. Amen. Y por cierto, atentos a los milagros, pues se producirán, y en abundancia y espectacularidad sin fin, a medida que Trump los necesite, pues mientras se olvida de la población tratando de hacer grande el país, se guardará un buen número de anuncios espectaculares y mediáticos para demostrar que se preocupa por su pueblo, que sigue siendo el mismo hombre incorruptible y seguro de sí mismo, y en definitiva que es un maestro del espectáculo que sabe entretener y distraer como nadie, aunque los efectos prácticos sean escasos. Acerca de los musulmanes Has aquí, el comentario tal y como estaba escrito, sin embargo a raíz del decreto migratorio de Trump, me veo obligado a hacer algunas precisiones, póngase en relación con lo anterior. Comencemos por lo más llamativo: las protestas. Que la sociedad civil americana es mucho más fuerte que la europea, y en especial que la española, no es ningún secreto, tampoco para Trump, pero conviene advertir de algo, pues se está produciendo a mi entender el mismo fenómeno que durante la campaña electoral. La contestación a Trump, tan multitudinaria, que tanta repercusión en los medios está teniendo y que tan orgullosos parece hacer sentir a los bien pensantes, se está concentrando única y exclusivamente en aquellos sectores que ya eran opositores a Trump. Temo que la euforia por las protestas esté enmascarando un apoyo mucho más extenso y determinado de lo que parece. Yo no he visto en dichas protestas más que a masas de las grandes ciudades, gente de la cultura, inmigrantes… Es decir, justo los mismos que ya se manifestaban contra el presidente antes y que perdieron; sospecho que hay otra mayoría, de la “América profunda” si se quiere, a la que no le parecen tan mal las medidas de su presidente, y esta mayoría seguirá ahí una vez que pase la euforia de las protestas, imposibles de mantener de manera indeterminada. Por otro lado, el decreto parece tan general, tan falto de concreción, que permite a Trump tener todas las puertas abiertas. Independientemente de la batalla judicial que parece avecinarse (puede que incluso aprovechándose de ella), sospecho que dentro de poco comenzará a modelarlo, a darle más contenido una vez logrado el golpe de efecto que pretendía y, sin renunciar a la esencia del mismo, comenzará a matizarlo, quizá permitiendo a las grandes empresas multinacionales que traigan a sus trabajadores extranjeros, haciendo grandes declaraciones sobre aquellos que hayan probado ser buenos americanos (personas con residencia, por ejemplo) y permitiéndolos entrar… Cualquier cosa que le permita ejemplificar que él solo va contra “los malos”, que las cosas se han sacado de quicio y los tiburones se le han echado encima y, a la vez, mantener en el fondo, e incluso ampliar, esta medida, si bien algo descafeinada. Sería el clásico juego de llevar a cabo una barbaridad para después retirarse a las posiciones que en realidad se pretendían alcanzar y que antes eran inconquistables pareciendo, además, que se es dialogante y compresivo y, por si fuera poco, apareciendo ante los suyos como alguien injustamente tratado. El objetivo sería mantener fieles y prietas sus filas, desgastar a sus adversarios, especialmente a los manifestantes, cansándolos, y colar algunas otras medidas de tapadillo mientras el debate está en otro sitio. Esto último es lo más preocupante y sobre lo que habría que estar más alerta. Para acabar, si algo demuestra esta medida es el carácter de Trump, su arrojo, su decisión, su valor, algo que es muy apreciado por sus seguidores y por otros que aspiran al puesto de líder carismático de sus países, como Putin o Erdogan, y que manda un mensaje al mundo muy claro. Una última cuestión A estas alturas de la divagación, me surge una última duda a tratar: la posible moderación o no de Trump. Aunque no me gusta, porque parece el recurso más manido de cuantos pueda haber, voy sin embargo a utilizar la analogía nazi como ejemplo, y no solo porque yo no sea el primero, sino porque creo que tiene valor analítico más allá de las implicaciones. Cuando Hitler llegó al poder hubo quien se escandalizó y pretendió oponérsele, también hubo quien pensó que se moderaría, que todo era una pose y que “el sistema” acabaría por digerirlo. Ya sabemos lo que ocurrió. Y ha ocurrido lo mismo a lo largo de la historia con otros. El problema con este tipo de personajes es calibrarlos correctamente. Es cierto que el sistema posee una gran capacidad para torcer voluntades y asimilarlas, pero también lo es que la complacencia y la fe absoluta en él pueden llevar al desastre si simplemente se confía en su capacidad para doblegar estas personalidades, y lo peor es que eso solo suele advertirse cuando ya es demasiado tarde. Es cierto que Trump parece un megalómano, un niño caprichoso al que ahora le ha dado por presidir su país y arreglarlo, pero también es verdad que no debe nada a nadie, posee dinero de sobra y tiene setenta años, lo que supone que puede estar en la fase de preocuparse por su legado, por su huella en el mundo y, lo que es peor, en la historia; esto le hace tremendamente peligroso. ¿Se moderará? Mi opinión es que no, salvo en aquello que le sea imprescindible. El poder político precisa del capital y viceversa, así que tendrán que llegar a algún tipo de entente. No creo que esto le cueste demasiado con el capital industrial tradicional ni con el financiero, pero sí que tendrá dificultades con las empresas tecnológicas, más jóvenes, más cosmopolitas y más internacionales si cabe; estas empresas son enormes y poderosas, pero también sumamente frágiles, sabemos que cualquiera de ellas puede desmoronarse de la noche a la mañana o ser superada por un rival más joven. A mi modo de ver, Trump podría intentar provocar la caída de alguna de ellas (o de alguno de sus carismáticos líderes) a modo de escarmiento y con la ayuda de Wall Street (no olvidemos que estas empresas, y en especial sus dueños, dependen mucho de las evolución de sus cotizaciones) si se pasan de la raya; o bien, y esto casi es peor, provocar un enfrentamiento que obligue a estas empresas, siempre pendientes de su reputación, a apoyarle, estoy pensando en una confrontación de tipo nacionalista con China mediante algún escándalo de espionaje o algo parecido. Para finalizar Ya solo falta, para acabar, una predicción, una videncia. Ahí va: se avecinan buenos tiempos para Estados Unidos, una nueva época dorada de poder, influencia y desarrollo —la novedad lo hará posible—, seguidos de una caída espectacular y del correspondiente remordimiento, algo que sucederá cuando las medidas económico-geopolíticas de Trump salgan del espacio de la novedad, cuando todos los agentes implicados se acostumbren y se establezcan nuevos códigos relacionales y, especialmente, cuando al pasar el tiempo esas medidas desplieguen todos su efectos. Ah, y cuando alguien se dé cuenta de que Asia es más que China y a los indios les dé por saltar al unísono. La cuestión es a cuántos y cuánto arrastrará en su caída. [1] Lo que es más significativo sobre su opinión acerca de la Unión Europea: ha declarado también que en su época de hombre de negocios tuvo muchos problemas con la burocracia europea, poco más o menos lo que diría cualquier neoliberal, pero que en el caso de una persona tan rencorosa como parece serlo el nuevo presidente de Estados Unidos… [2] Resulta que May ya ha adelantado esta intención antes de verse con Trump, nuevamente la realidad corre más que mis dedos. [3] Cuando ya no haya más que sacar, pasará a la siguiente barbaridad si los medios se lo permiten, lo más, una escueta línea de disculpa seguida de un gran enaltecimiento de la verdad —que él ha sacado a la luz para que no quepa ninguna duda— y del sistema bajo su mandato, que funciona y además es imparcial. [4] Nunca me cansaré de recomendar La doctrina del shock.
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...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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