Hace unos días publiqué un comentario sobre la situación en Ucrania, aun es pronto para hacer una valoración, puesto que dicho comentario estaba orientado a la resolución de este asunto, aunque prometo hacerla cuando corresponda. Hoy solo quería hacer una par de reflexiones al respecto.
La primera de esas reflexiones tiene que ver con el papel de China. Esta ha hecho lo que esperábamos: se ha abstenido en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Esto significa que ha decidido mantener la tónica habitual, un perfil bajo y la menor implicación posible, es decir, no dará por el momento el paso adelante que de una u otra forma creo que tendrá que dar en algún momento. Sin embargo resulta interesante la idea que he visto reflejada en varios análisis en prensa durante estos días referente a una especie de alianza entre Rusia y China. Creo que catalogar a estos dos países como aliados es un profundo error a pesar de las apariencias. Rusia y China son, como mínimo, rivales, rivales en la pugna por los recursos naturales de Asia central que China necesita cada vez más acuciantemente y que Rusia ansía controlar, por la hegemonía en Asia... Cuanto más crezcan ambos, más chocarán sus intereses y más posibilidades de conflicto entre ellos habrá, especialmente si Rusia mantiene su tradicional carácter hegemónico (algo a lo que por otra parte parece difícil que pueda renunciar dada su extensión, historia...). Sucede sin embargo que, por el momento, ambos tienen un rival mayor: Occidente (Estados Unidos) y de ahí su confluencia en determinados asuntos de política internacional, que podría aparentar una alianza que no es tal, sino una confluencia de intereses temporal. Lo más probable a largo plazo es que China y Rusia acaben chocando a cuenta de Asia central y/o sus alianzas con terceros (como India); también podrían desarrollarse a espaldas uno del otro, por decirlo de alguna manera, pero en un mundo cada vez más interconectado me parece extraño que los dos países más extensos de Asia puedan hacerlo (ello supondría además que Rusia renunciase a extender su influencia prácticamente en todo el extremo oriente y sudeste asiático, algo posible pero poco probable). Cómo lleguen a resolver esos conflictos —diplomáticamente o no y amistosamente o no— habrá que verlo en su momento. La segunda reflexión es un enfoque distinto sobre el asunto de Ucrania propiamente dicho. Este lío viene precedido por otro episodio del dilema típico ruso, a saber, si Rusia es o debe ser más europea o más asiática. En este caso la representación del dilema vino de la mano de las negociaciones entre Ucrania y la Unión Europea, con las maniobras de fondo de Moscú. Lo relevante del asunto es que a pesar de las fuertes presiones y maniobras poco limpias de Rusia para evitar el alejamiento de lo que no deja de ser el territorio en que se originó la propia Rusia (en torno a Kiev), y de la posición diletante de la Unión Europea (que bien por no ofender a Rusia, bien por su propia situación económica, o bien simplemente porque los procesos negociadores con ella son así, no mostró en realidad nunca mucho interés ni parece ser que ofreciera nada especialmente «jugoso» a Ucrania —al menos sus promesas estaban por debajo de las rusas—), Rusia perdió. Y no lo hizo en los despachos, sino en la calle, de la forma más dura y dolorosa, pues supone que el pueblo de Ucrania rechazaba a la madre Rusia. Por lo tanto, toda esta situación que ahora se ve como una gran victoria rusa (ayer se celebró el referéndum, por llamarlo de alguna manera, con el resultado previsto), nació en principio de una gran bofetada a la herencia eslava. Así pues el primero en verse superado por los acontecimientos no fue Occidente, sino Putin que, eso sí, reaccionó mucho más rápidamente tomando lo que era más importante para él, aquello a lo que no podía renunciar en ningún caso si Ucrania se orientaba hacia Occidente porque comprometía sus posibilidades geopolíticas futuras y parte de su capacidad militar: Crimea. En este sentido, la península podría considerarse un premio de consolación, aunque hay que admitir que tremendo y con un elevadísimo coste (no solo en imagen internacional, sino también económico aun cuando no haya finalmente sanciones). Pero alguien como Putin no podía hacer otra cosa, lleva años viendo como Occidente se acerca a ella sin ningún respeto (las repúblicas bálticas, el escudo antimisiles); tenía que trazar la línea y sabía que en Crimea tenía posibilidades de éxito debido a su composición étnica. Lo más interesante de este nuevo enfoque, sin embargo, para el futuro es que a la larga Rusia saldrá debilitada y perderá poco a poco y sin darse cuenta poder e influencia: sus propios aliados con población rusa ya deben empezar a mirar de reojo a su socio, y desde luego algo ocurre para que una tibia promesa europea seduzca más que toda la historia y todo lo ofrecido por Rusia (a pesar de que hay más factores en el asunto del Maidan). ¿Había advertido ya de que esto es un blog de literatura?
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La velocidad de la luz Javier Cercas Categorías
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