Supongo que algunos de vosotros habréis echado en falta algún comentario sobre el asunto catalán, no creáis que lo he obviado, no penséis que la pereza me lo ha impedido, en realidad no lo he escrito por saturación: son tantas las ideas que se me vienen a la cabeza, los matices a tener en cuenta y los aspectos a tratar que me resulta muy complicado clarificar y poner en orden todo ello. Sin embargo no voy a esconderme. Os dejo aquí un comentario sobre el asunto que escribí hace un año. Forma parte de esos borradores que nunca llegué a publicar, sin embargo hoy me parece suficientemente significativo, y lo hago tal y como lo dejé en su momento, sin ninguna corrección añadida salvo las aclaraciones en forma de nota al pié; os pido que tengáis esto en cuenta cuando lo leáis, así como la fecha y el contexto en que fue escrito: el 23 de septiembre de 2014. ESPAÑA HOY (23/09/2014) He resistido todo lo que he podido, pero una vez más me puede esa inquietud interna y no puedo resistirme a tratar el tema de Cataluña, sé que a muchos de vosotros os parecerá algo infumable, obviad el post en ese caso, pero yo no puedo evitarlo. Recuerdo una anécdota que me ocurrió en los albores de mi adolescencia que en mi opinión es ilustrativa de la situación actual de España, eran las primeras fiestas de mi pueblo en las que yo quería salir, las esperamos mis amigos y yo con una tierna ilusión haciendo planes sobre lo que íbamos a hacer y a dónde íbamos a ir, en mi casa no creí que hubiese duda alguna de que iba a hacerlo porque ya me había iniciado en ese juego, pero cuando llegó el temido momento de tratar la hora a la que regresaría a casa de aquel paraíso de diversión y descubrimiento que me atraía tanto como me asustaba, apenas mencioné temeroso el tema mi padre tronó desde las alturas: «¡tú, como mucho, a la 1!» visible e inexplicablemente irritado. Hasta entonces siempre había sido templado y negociador, tranquilo y «pactista», si se me entiende, por eso creí entonces, y sigo creyendo, que no me merecía aquel exabrupto. Mi reacción me sorprendió hasta a mí mismo, pues grité, protesté, lloré de la pura rabia y me marché rojo de ira; por supuesto creo recordar que aquella noche no salí, me gané un castigo por mi actitud, y tampoco volví a sacar el tema en lo que duraron las fiestas, y regresé obedientemente a la 1 de la mañana el resto de días, siempre cuando la diversión estaba en pleno auge y completamente solo, pero tampoco volví a dirigirle la palabra a mi padre en ese tiempo y todavía hoy no se me ha olvidado el asunto. No me molestó tanto la hora (un poco corta, como siempre, para la vara de medir de todo chaval, que son sus amigos), sino ese autoritarismo exacerbado, esa chulería incluso, ese aquí mando yo que había detrás, no me fuese a desmandar. Creo que todas las personas, al menos las de mi generación, podrían contar una anécdota similar, y creo que todos coincidiríamos en que lo realmente ofensivo, lo irritante, lo que impide que nos olvidemos de ella es esa negación absoluta de nuestra individualidad, de nuestra inteligencia, de nuestro ser, ese sometimiento a la fuerza, ese desprecio absoluto a la persona. Habrá quien diga que encontronazos de este tipo son algo inevitable en los adolescentes, puede que sí, pero lo que es claramente evitable es dejar un poso de intransigencia. Hoy en día, ante la grave situación del país, algunos hablan de regeneración democrática, pero los conceptos suelen ser engañosos en sus significados y los que lo hacen visten esa idea con los ropajes de una serie de normas negociadas y aprobadas entre las mismas siglas, los mismos colores, los mismos padres que llevan treinta años dictando otras normas y que, sinceramente, carecen de toda autoridad moral para ello después de tanta manifiesta incapacidad, corrupción, intentos descarados de pucherazos…, aun cuando fueran verdaderas y reales jamás podrán quitarse la apariencia de simple capa de pintura sobre la pintura vieja, destinada a resquebrajarse y desprenderse más pronto que tarde. Sin embargo la población española ha crecido, la generación que estaba en su apogeo en el 78 es hoy anciana y otra nueva está en su cénit; esos partidos (podemos estar de acuerdo o no con el apelativo de «casta» pero no podemos negar su fuerza representativa) no han reconocido el crecimiento de la sociedad y no han sabido acompañarlo, creo que ya pasaron los tiempos de la regeneración democrática y fueron antes de la crisis, cuando realmente hubiese sido útil, e incluso los de un sistema federal sin más, y también los de la república a secas (aunque por su enorme carga simbólica esta es la reforma que quizá más capacidad posea). Pasaron incluso los tiempos de una reforma constitucional. En mi opinión, si queremos solucionar los problemas del país de forma satisfactoria, duradera y democrática, de forma «adulta» ya no queda más remedio que redactar una nueva constitución. La constitución del 78 fue probablemente la mejor que se podía aprobar en su momento, pero era, y estoy seguro de que lo sabían los actores más inquisitivos del momento, una constitución con fecha de caducidad (como por otro lado son todas a pesar de que los radicales del «consenso del 78» no lo quieran admitir), un arreglo temporal en cualquier caso, porque si salía mal no iba a durar mucho, y si salía bien era evidente que una generación crecida en Democracia querría arreglar los errores que a propósito se incluyeron en ella, profundizar en esa Democracia tarde o temprano y sobretodo afrontar de una vez por todas el problema regionalista/nacionalista que se soslayó en su momento con ese sistema tan nuestro de la patada hacia adelante. Hoy es, como era de esperar, este último problema el que demanda una solución definitiva, sea cual sea y por muy paradójica que pueda resultar. Me explico, y comienzo con otra anécdota, esta vez menos personal: hace unos meses, en el magnífico programa de Jordi Évole, se enfrentaron en un careo Artur Mas y Felipe González, el supuesto diálogo fue en realidad una sucesión de monólogos, pero de entre tantas consignas vacías me quedo con una afirmación de Artur Mas que me devolvió la fe en mis propias capacidades: afirmó que el independentismo en Cataluña se había exacerbado a raíz de la sentencia del constitucional contra el Estatuto, cosa repetida hasta la saciedad, pero también, y esto solo me lo había escuchado a mí mismo hasta entonces, a partir de la segunda legislatura de Aznar, cuando pasó «de hablar catalán en la intimidad» a ignorar, despreciar y hasta insultar a los nacionalistas, a los gobiernos catalanes y hasta a todos los catalanes y demás nacionalismos, y eso que comparado con lo que hay hoy en día por ahí el señor Aznar fue de los comedidos. ¿Alguien puede pretender que el desprecio a toda una sociedad no tenga consecuencias? Fue a partir de entonces cuando se exacerbaron las tensiones nacionalistas en España (de aquello también fue hijo el plan Ibarretxe), que Zapatero consiguió después apaciguar, aunque provocando el segundo problema, el de la sentencia del Estatuto, que por provenir del otro lado y llover sobre mojado fue aun peor, pues creó la sensación de que los catalanistas no conseguirían nada ni con unos ni, a pesar de las promesas, con otros, algo que a la larga y a día de hoy los incapacita para cualquier tipo de acuerdo a ojos de la contraparte nacionalista catalana, más aun después de que el señor Rajoy volviese a las andadas de Aznar (no entro a juzgar, al menos por ahora, la pertinencia o justicia de las reivindicaciones catalanas, solo pretendo explicar lo que a mi parecer sucede en Cataluña y en el resto de España). Ni que decir tiene que todo lo expuesto hasta ahora se exacerba con la crisis económica y los recortes, que hacen que la gente busque más que nunca una salida, un futuro, una (y este es el concepto clave) ilusión. ¿Y el señor Rajoy? ¿Acaso puede hacer otra cosa distinta a lo que está haciendo? No, desde luego, sin dejar de ser él mismo en el más amplio sentido político, ideológico y hasta metafísico. El mejor interlocutor para tratar con un nacionalismo no es precisamente otro nacionalismo, justo cuando además ambos son los enfrentados; el Presidente del Gobierno está determinado por lo que es, ofrecer una salida distinta a Cataluña supondría ofrecer una salida distinta a España: no sabe, no puede. El PSOE lo intenta, pero llega tarde, muy tarde, tuvo su oportunidad tras las generales de 2011 y la perdió y, al menos en mi opinión, sus intentos no han comenzado demasiado bien, por otro lado las nuevas fórmulas son una incógnita aun, aunque tienen la ventaja de ofrecer algo nuevo y ahí siempre hay resquicio para la ilusión, algo extraordinariamente tentador, pero que de momento se mueven en un tactismo excesivamente evidente como para no generar cierta desconfianza, aunque su mera existencia ya puede ser beneficiosa si contribuye a espolear a los actores políticos tradicionales y a movilizar a la ciudadanía; en cualquier caso todo esto no es una cuestión simplemente española, es europea, casi occidental, pero eso es tema para otro post. Por tanto España entera, incluidas (no se me ofendan, por favor) Cataluña y el País Vasco, se encuentran ante el mismo problema en realidad. Los nacionalistas pueden optar por la secesión, mientras que al resto solo le queda la resignación, salvo por esa fuerza política nueva con la capacidad de inventar un nuevo lenguaje que agrupa e identifica la realidad, la suya al menos, y permita aglutinar a la gente en torno a ella y una nueva esperanza, que es al fin y al cabo lo que también ofrece el independentismo (si además la estupidez engendra miedo, y este a su vez refuerza a la estupidez, y ello hace que la «casta» se lance en tromba y miserablemente a reforzarla, mejor que mejor). Llegados a este punto tomo una afirmación que leí en un artículo (nuevamente no recuerdo cuál, lo siento) al hilo de Cataluña en el que se decía que la gente quería votar, quería que se le consultase, quería «contar», y que yo hago extensible a toda España: la gente quiere «pintar» algo en su futuro y no tolerará que se le siga tratando como si fuesen niños. Me veo obligado a uno de mis extensos incisos, lo siento: esto último puede parecer paradójico teniendo en cuenta la tan cacareada desafección política de los últimos tiempos y más aun si lo comparamos con el activismo político de la Transición, pero ¿era realmente así? No dudo del alto nivel de activismo e implicación política durante finales de los 70 del siglo XX, pero a fin de cuentas este se producía con un altísimo nivel de militancia en el sentido psicológico o, para que se entienda mejor, de seguidismo de unas siglas, un líder… Era algo mucho más jerarquizado, sin embargo hoy en día las opiniones están mucho más abiertas, la población ha madurado y es harto complicado que unas solas siglas abarquen todo el espectro de ideas, inquietudes e intereses de una misma persona, la movilidad social es mucho mayor y las clases sociales, que siguen existiendo a pesar de lo que nos digan, son mucho más permeables y con unas zonas grises antes inexistentes aunque solo fuese por conciencia, de ahí esa desafección: las estructuras políticas monolíticas no pueden responder a la diversidad de la sociedad actual incluso a nivel individual y cuando lo intentan, como lo han hecho los partidos mayoritarios tratando de abarcarlo todo, se desnortan, perdiendo sus señas claras de identidad y acabando por identificarse entre sí, lo que produce aun más confusión (frente a ello están las estrategias políticas de crispación y reforzamiento que provocan desmovilización en el contrario y fidelización extrema en los propios pero ¿a qué precio? Porque cuando se asumen esas tácticas se demuestra el desprecio por la Democracia y los ciudadanos y, a la larga, nunca se sale indemne y el sistema se debilita peligrosamente, que se lo pregunten a los pioneros, los republicanos americanos, para ampliar este punto recomiendo por ejemplo el magnífico libro de José María Maravall, La confrontación política). Aquí es donde cobra toda su importancia la capacidad de establecer un nuevo relato social, político y económico adaptado a la realidad, aunque los mimbres sean los de siempre porque a fin de cuentas, y por mucho que nos digan lo contrario, las sociedades se siguen fracturando por los mismos sitios. Volviendo al tema catalán y pasando a un enfoque más constructivo, voy a mojarme y ofrecer lo que creo que debería ser la vía por la que avanzaría una solución posible y satisfactoria, pero antes puntualicemos algunos extremos. En el conflicto catalán los argumentos enfrentan dos elementos de la Democracia: el formal, que es el que maneja el gobierno central, con la idea de legalidad, y el espiritual, que es en el que se apoyan los independentistas con todo lo que la Democracia debería ser, sus aspiraciones[1]. Ambos son igualmente válidos y necesarios para que algo parecido a una Democracia ideal pueda subsistir, pero el elemento formal tiene una desventaja y es que no es y no puede llegar a ser sino un sustento y apoyo material de la parte espiritual, lo verdaderamente característico y definitorio del régimen democrático, lo que lo distingue de cualquier otro, como por otro lado no puede dejar de ser, son sus ideales, por eso tarde o temprano alguien que se llame a sí mismo demócrata (pero de verdad) no puede dejar de atender las reclamaciones de una parte de su cuerpo político, de articularlas y desde luego de permitir su expresión, lo que incluye votar pese a quien pese porque, de una manera u otra se va a hacer (llámese consulta, referéndum o elecciones plebiscitarias. Clase básica de ciencia política: si un sistema no se adapta a su entorno o pierde la capacidad de ello se vuelve inútil y las tensiones que no puede canalizar acaban por destruirlo, siguiéndose la creación de un nuevo sistema que sí pueda «dialogar» con el medio ambiente interno y externo en el que se inserta). Pero los nacionalistas también tienen sus problemas, porque desde el mismo momento en que necesitan hacer un referéndum, ya han perdido. Me explico: ¿alguien duda de que si hubiese una auténtica y verdaderamente comprometida mayoría de catalanes a favor de la independencia esta no se habría producido ya o, al menos, sería absolutamente imparable? Me refiero a un 80 % o 90 % de la población de Cataluña absolutamente concienciada y volcada con la independencia (por cierto, la política del gobierno cada vez acerca más esta realidad, siempre he dicho que no hay mayor nacionalista catalán que un nacionalista español, que siempre tiene La Razón y conoce el ABC de todo; así como no hay mayor nacionalista español que un nacionalista catalán, que siempre está a La Vanguardia y… lo siento no se me ocurre ningún juego de palabras con TV3), en ese caso el ethos del pueblo catalán sería imparable y la disyuntiva en el resto del país sería ceder o reprimir, y si descartamos la represión por aquellas tonterías de la Democracia y los Derechos Humanos solo queda una cosa que hacer. Pero aun hay más, descartada en principio una mayoría tan amplia a favor de la independencia (ojo, no digo de ese llamado derecho a decidir, sino de la independencia), hemos de suponer que un referéndum se movería en mayorías en torno al 60-40, ¿es esa una mayoría suficiente para algo tan importante? Dejaremos la respuesta a un lado por el momento para hacer un ejercicio de ficción: si el resultado fuese aproximadamente un 60 % a favor de la independencia y un 40 % en contra y esta se llevase a término, ¿se arreglaría algo? Simplemente se cambiaría el problema, la mayoría pasaría a ser minoría y viceversa, pero la tensión regionalista, (unionista en este caso) no desaparecería, sino que como toda energía solo se transformaría, manteniendo los mismos problemas con signo contrario. ¿Y si fuese al revés y ese 60 % estuviese en contra de la independencia? ¿Alguien cree sinceramente que los nacionalistas dirían «lo siento, nos hemos equivocado y no volverá a ocurrir»? ¿Alguien cree que recogerían sus bártulos de nacionalista y se irían a su casa a hacer punto de cruz? ¿Alguien tiene el teléfono de un quebequés? Por lo tanto, hemos de concluir que un referéndum no sirve en realidad para mucho, desde luego no para pacificar la sociedad que, entiendo, es al fin y al cabo un paso imprescindible para lograr el que considero que es el fin ultimísimo e ideal de toda Democracia: lograr la felicidad digna de sus habitantes en libertad y con respeto a sus derechos humanos e individuales. ¿Qué se puede hacer? Pues podemos seguir creyendo que los problemas se resuelven mágicamente con la independencia, la República o el estado federal, o abordar una solución total e integral, que en este caso pasa por una nueva constitución con participación previa de la población que es la que debe fijar todos esos criterios previos: ¿República?, ¿estado federal?, ¿sistema político económico?, ¿corridas de toros? (ya puestos a preguntar, por qué no matar, digo solucionar, dos pájaros de una)… Una vez conocido qué quiere la población, se debería elegir un congreso constituyente, para lo que los partidos deberían fijar sus posiciones respectivas con respecto a las cuestiones resueltas (que no opinadas) por el pueblo y, a partir de entonces, seguir el proceso constituyente normal. Todo ello no debería durar, para que el debate fuese lo más reposado posible, menos de por ejemplo cinco años[2]. Solo después, una vez aprobada la nueva constitución, se podría hablar de referéndum sobre independencia, sin esas tonterías sobre preguntar si se puede preguntar; pero antes de convocarlo y para que la gente votase con la mayor cantidad de información posible, se deberían resolver las cuestiones previas, como la mayoría necesaria para que se apruebe, si deberían votar solo los catalanes, todos los españoles o ambos con algún tipo de corrección (por ejemplo que el voto de tres españoles equivaliese al de un catalán), y también las cuestiones posteriores como qué parte de la deuda asumiría el nuevo estado catalán, qué servicios, que bienes, cuántos tanques, su posición en la U.E… Es decir, hacer la negociación de la independencia antes y no después a fin de que la gente sepa a qué atenerse en la medida de lo posible[3]. Creo sinceramente que esta sería la forma ideal de afrontar el problema, pero desde luego también la menos probable, y siempre teniendo en cuenta y como paso previo e indispensable para entablar negociaciones claras, sinceras y de buena voluntad que para llegar a una solución del conflicto nacionalista es imprescindible reconocer antes la paradoja de que no tiene solución: se puede discutir con cualquier nacionalista sobre sus argumentos identitarios, sobre la importancia de la lengua o la tergiversación de la historia, pero aunque se le desarmase intelectualmente hay un argumento que no puede ser contrarrestado de ninguna manera, el «yo me siento catalán», o español, o vasco… porque eso no se sitúa en el mundo de la razón, sino en el sentimental, que posee normas propias y distintas, por lo tanto mientras que no haya una mayoría que verdaderamente lo sea y esté absolutamente comprometida, en mi opinión la única solución es que todos los nacionalismos cedan un poco y encontrar una forma de convivencia; aunque claro, eso supone abandonar la obcecación, lo que casi implicaría dejar de ser nacionalista, así que a lo mejor sí que es necesario un referéndum, aunque solo sirva para añadir más elementos a la discusión. Como habéis visto he dejado a un lado cualquier análisis de los aspectos económicos, no es que crea que no tienen importancia, todo lo contrario, son esenciales, sino que corresponden a una fase anterior del problema, aquí me he centrado en un análisis de la situación actual y de una posible solución integral insinuando solo esa vertiente tan esencial del problema. [1] Esta idea no es más que una elaboración del principio esbozado por Hans Kelsen en el s.XIX, quien teorizó que en la jerarquía normativa, cuya cúspide ocupa la constitución, habría que añadir un escalón más o, si se prefiere, y en una figura mucho más simbólica y ajustada (esto es mío, no suyo), un ojo sobre la pirámide, otra norma no de carácter jurídico, sino más bien moral y que es la que verdaderamente da sentido y solidez a toda la pirámide normativa y por tanto al estado de derecho, algo que algunos identifican con algo llamado legitimidad, es decir, el convencimiento íntimo de que las leyes DEBEN ser obedecidas. Si este convencimiento no existe, puede obligarse a obedecer mediante la fuerza, pero entonces la legitimidad queda arrasada y desde luego ya no hablamos de un sistema democrático. Toda la argumentación del gobierno se basa en un positivismo jurídico tan ciego como absurdo, no parecen darse cuenta, por más evidente que es, de que lo que ocurre en Cataluña es una radical pérdida de legitimidad, hay una gran parte de la población que no se siente vinculada, que no cree que tenga que obedecer ya unas normas que no considera como propias, como justas, como legítimas y que por tanto no tiene por qué obedecer y que en realidad solo espera una señal, un primer paso. [2] Esto sería lo ideal, lo recalco porque soy consciente de lo que puede chocar un plazo solo en apariencia tan amplio para la velocidad a la que estamos acostumbrados hoy en día, quizá servirían dos años, pero no creo que se realizase correctamente con menos de uno. [3] “En la medida de lo posible es la clave, no me refería aquí a realizar toda la negociación, pero si al menos las líneas maestras principales para que los ciudadanos, que es a quien se debe al final la acción política, puedan tomar la decisión más responsable e informada posible. Para ello, habría que actuar como si se estuviese negociando el marco general de una verdadera independencia.
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Las piscinas cierran ahora por decreto aunque haga días que nadie las utiliza, el frío nos susurra ya en la nuca, la luz comienza a abandonarnos y hay que trabajar de nuevo. Sí, me temo que se acaba el verano. Me da igual lo que digan los calendarios, el verano se ha terminado y yo ando metido hasta las orejas en eso de la depresión de después, ¿por qué tiene que haber una depresión para después de todo lo bueno?, es que casi te dan ganas de no disfrutar de nada; en fin, no me hagáis caso, ya os he dicho que ando depresivo, al menos lo están mis miembros, incapaces de moverse con la velocidad no ya necesaria, sino ni siquiera habitual, y desde luego lo está mi mente, lenta y perezosa. Aunque no sé si esa incapacidad proviene de la molicie, la depresión o el cabreo furibundo, tan furibundo tan furibundo que mis dedos se bloquean frente al teclado y frente a las ideas que se agolpan en mi cabeza al ver las páginas de los diarios y escuchar las declaraciones de unos y de otros, la torpeza más absoluta, la miseria más miserable y, especialmente, el horror que provocan los torpes y los miserables. Y donde dije digo, digo Diego, y aquí paz y después gloria cristiana, que para eso están las estampitas y los confesionarios, y ya pasará el temporal y todo volverá a ser como antes, hasta la próxima sacudida, pero eso ya se verá. Y todo esto para deciros que aunque hace mucho que no escribo, por el momento no me veo con fuerzas de comentar nada de lo que pasa por ahí, y sin embargo no puedo evitarlo, así que en vez de hacerlo directamente os recomiendo con toda la intención que alberga desde el título un libro de 1971, que así escrito es como decir que es la leche de actual, pero en plan sutil: Nuestra pandilla, de Philip Roth. No es desde luego su libro más famoso, quizá porque no está dentro de su registro habitual, aunque a mí me está pareciendo tan bueno como cualquier otro, y digo que me está pareciendo porque todavía no lo he terminado. Habitualmente intento no comentar una obra hasta que no he tenido tiempo no solo de acabarla, sino de reflexionar al menos un poco sobre ella, pero este caso es diferente, es como uno de esos partidos de fútbol en los que tu equipo gana por cinco a cero a falta de diez minutos y con dos jugadores más, ya me entendéis. El libro sencillamente me parece genial, hilarante, incisivo… todo lo que pueda decir es poco, en realidad. Creo sinceramente que debería incluirse entre las lecturas obligatorias en las facultades de Ciencia Política, así podría descansar el pobre Maquiavelo. La novela entra directamente, sin presentación que valga ni zarandajas retóricas de ningún tipo al meollo de la cuestión, una conferencia de prensa del protagonista, un alter ego de Richard Nixon en el que este exhibe sus… llamémosle argumentos con el fin único de defender su postura personal y, a la vez, la contraria para evitar perder votos y simpatía aunque, no nos engañemos, sus juegos de palabras acaban desembocando en lo que él quiere, opina y apoya desde el principio, pero sin que lo parezca. Y todo, todo, pasado por el tamiz de la más estricta moral, que para eso es cuáquero y a moral no lo gana nadie, aunque también sea abogado. A partir de ahí la obra pasa por otros episodios más o menos similares en los que el absurdo va en aumento sin que en ningún momento tenga el lector la sensación de que lo narrado se separa esencialmente del espíritu de la realidad política no solo de los Estados Unidos. Cuanto más improbable y profundo es el absurdo, mayor es la crítica y el parecido con la realidad. Sencillamente genial. Os dejo la referencia de la wikipedia sobre la obra para los detalles más concretos, ya os he dicho que ando un poco falto de tono. Por el momento. Nuestra pandilla, de Philip Roth Acabamos aquí con el esbozo de las principales ideas sobre los partidos presentados a las últimas elecciones que me han nacido después del 24, no son todas, hay muchas más desde luego, estas son solo algunas, cada cual debe encontrar las suyas.
IU Izquierda Unida ha perdido las elecciones. ¿A que aquí no tenemos dudas? No tengo mucho más que añadir a todo lo que se ha dicho —y lo que no— en los medios de comunicación sobre ellos. La cuestión parece estar en si desaparecerán definitivamente. Mi respuesta es que… ¡depende! (léase con acento gallego, que queda mejor). Si Podemos logra su objetivo de desbancar al PSOE de la hegemonía de la socialdemocracia y el centro izquierda en nuestro país, necesitará desesperadamente de otra izquierda (más o menos unida) a su izquierda para que le ayude a centrarle y dejen de llamarle machaconamente izquierda radical en los medios de comunicación. Si Podemos fracasa, y el PSOE sobrevive, se instalará en la izquierda más izquierdosa y fagocitará a IU. Por lo tanto, en mi opinión, el futuro de este partido depende del éxito de su principal rival, quizá Garzón debería pensar más a largo plazo y en vez de enfrentarse a Podemos, tendría que ayudarle y atacar al PSOE, marcando las diferencias con Podemos, claro, pero sin que parezca que es su principal enemigo, así pasarían una temporada mala, es cierto, pero creo que desgastar al partido socialista es al final su mejor opción de supervivencia. UPyD ¿UP y qué? Bromas aparte, ya he comentado en el apartado de Ciudadanos el que creo que ha sido siempre el principal problema de este partido: la falta de proyecto completo. Nació de forma muy personalista, algo que es tan malo que en Podemos se apresuraron a matizar y que Rivera no parece haber comprendido o haber logrado solventar aun —aunque de momento no le afecta, pero tiempo al tiempo—, y muy vinculado a un único asunto: el terrorismo de ETA (por favor recuérdese lo mencionado más arriba sobre la vinculación excesiva a un solo problema), que luego trataron de sustituir por la corrupción. Hace tiempo escribí un comentario sobre este partido, el problema es que se quedó en borrador, pero en él detallaba como al poco de nacer predije su escasa influencia real y su desaparición, lo que fue seguido de las risas de buena parte de mis compañeros de mesa, entusiasmados entonces con la formación, ¿quién se ríe ahora, eh? ¿Quién? Como no soy rencoroso en absoluto, explicaré por qué dije entonces lo que dije: la falta de proyecto es mortal de necesidad en una formación política, Rosa Díez apreció bien el posible nicho de crecimiento para su partido, pero planificó muy mal el resto, pensó que con postularse como decente y de centro valía, pero a la gente le preocupan más cosas tangibles como la sanidad (¿pública o de gestión privada?), la educación (nuevamente, ¿pública o de gestión privada?), la economía… En resumen, saber qué piensa una formación sobre los asuntos que preocupan a la sociedad, sobre sus cleavages o fracturas (también llamadas en ocasiones escisiones), tal y como se denomina en Ciencia Política a los problemas que suelen presentar puntos de vista y/o soluciones más o menos antagónicas y, por tanto, pueden decidir el voto en uno u otro sentido. Inciso: la ideología como concepto, como instrumento, no una en concreto, trata de agrupar todos estos puntos de vista y sus correspondientes soluciones en un constructo, un todo, más o menos coherente, lo que facilita las decisiones tanto en estos como en los nuevos asuntos que puedan surgir al proporcionar una guía, una especie de mapa o manual de interpretación del mundo, esta es su gran ventaja y esta es la razón por la que es insustituible, por mucho que algunos, y no me refiero a Podemos, se empeñen en denostarla y darla por superada. Fin de la cita, digo del inciso. UPyD no tenía ideología, no tenía manual, por tanto no tenía proyecto ni programa. Vale, vale, no gritéis tan fuerte, me explico: tenía programa electoral, principios y todas esas cosas programáticas que los partidos suelen tener, pero en ningún momento logró que calaran en la sociedad, que se instalaran y fusionaran con ellos, que fueran un elemento de su personalidad que los definiese porque en realidad ellos tampoco se definían así; antes y hoy todos los partidos, salvo Ciudadanos, poseen eso claramente, UPyD estaba en un limbo ideológico que no resulta muy atractivo en política, la verdad. Nuevo inciso: hoy en día nos dicen que no cuentan tanto las ideas como las personas, que las ideologías están superadas…, pero todos los candidatos suelen estar bien identificados al respecto, solo es una cuestión de matices dentro del rango ideológico de cada uno lo que inclina la balanza por un candidato u otro, es decir, alguien de centro izquierda puede llegar a votar a un candidato de centro derecha siempre que lo perciba lo suficientemente próximo y si las circunstancias (decepción, corrupción…) le empujan a ello, pero difícilmente votará a uno de extrema derecha (salvo acontecimientos excepcionales); todos tenemos un cierto grado de tolerancia ideológica, pero no es infinito y está en relación con el entorno. Fin del inciso II. En resumen, UPyD se ha caracterizado solo por dos posicionamientos: el terrorismo y la corrupción. El primero ha dejado de estar en los primeros puestos de la agenda política, y el segundo ha llegado a tal nivel que ha desbordado a la formación, superándola en cuanto a indignación y capacidad de ofrecer soluciones y convirtiéndose en bandera de las nuevas formaciones, que han recogido mejor el enfado y carecen del apolillamiento, o la excesiva corrección o seriedad que aquejaba en cierta forma al partido de Rosa Díez. Todo ello ha llevado al partido a la irrelevancia frente a lo que en cierto modo parecía una versión más joven, más completa y con más empuje. Su gran error fue no haberse posicionado claramente con respecto al llamado cleavage universal, el único que está presente en todas las sociedades existentes: el económico, haber mantenido una excesiva ambigüedad en lo que tradicionalmente se llama el eje izquierda-derecha. Por cierto, por si no lo habéis notado, yo también doy por desaparecido a este partido. Siguiendo con las tonterías de ayer, aquí os dejo dos más, y quedan otros dos.
PSOE El Partido Socialista ha ganado las elecciones. El Partido Socialista ha perdido las elecciones. Ambas afirmaciones son… bah, ya sabéis. Aunque lo cierto es que salvo algún caso puntual, como Madrid, yo no estaría muy contento de puertas adentro si fuera Pedro Sánchez, aun 700 000 votos menos… Pero bueno, el que no se consuela es porque no quiere y la vida es para disfrutar, así que ¡hala, a gobernar como si no hubiese un mañana! Donde les dejen claro, porque ahora toca pensarse cuán de izquierdas están dispuestos a ser. Es como ver un gran déjà vu, ¿os acordáis de los tiempos de Julio Anguita? Al final a IU no le fue muy bien, veremos en qué acaba, aunque Iglesias no parece Anguita, desde luego. Pero volvamos al PSOE, que a pesar de todo da la sensación de que despega. Qué curiosa es la política, ¿verdad? Creo que ya comenté en otro post que lo más importante es la versión que acaba imponiéndose en la sociedad y no tanto lo que de verdad haya ocurrido (y ahora no estoy hablando de la génesis de la crisis); en aquella ocasión fue en referencia a las elecciones en Andalucía y yo no estaba muy de acuerdo con esa sensación de triunfo de los socialistas, en esta ocasión sí lo estoy. Más o menos. Sin triunfalismos, pero la sensación (falsa, recordemos lo de los 700 000 votos menos) creo que podría tornarse verdadera en las generales, basta con que la gente se lo crea, ya veremos, pero aun veo a Pedro Sánchez y al PSOE muy vacíos de contenido como para mostrar la solidez necesaria o al menos deseable, y tienen un tema por el sur que aun puede hacerles mucho daño, no tanto por el asunto en sí, sino por la forma anticuada en que lo tratan, no sé si me entienden. He de confesar que lo del PSOE no lo termino de ver claro, la verdad, lo pondremos en observación. PODEMOS PODEMOS está en el punto perfecto, el momento ideal, pero claro, ese lugar también es el filo de la navaja, el borde del precipicio… es decir, donde cualquier decisión puede conducir al éxito o al fracaso, es el punto de inflexión. Su decisión con las candidaturas municipales fue en mi opinión acertada desde el punto de vista táctico como puede verse ahora: por un lado les ha evitado los problemas que han tenido en Ciudadanos, por otro les ha permitido acceder al voto de otras formaciones, agrupaciones y movimientos sociales más minoritarios a priori, pero que también suman y sobretodo penetrar en sus bases —y a través de ellas en ámbitos de la sociedad ideológicamente afines que aun se les pudiesen haber resistido—, permitiendo crear una masa crítica de pensamiento común que arrastrar en un futuro hacia un posible voto útil en las generales (pobre Equo, me da en la nariz que tiene los sufragios contados). Además, siempre a nivel municipal, les aporta la distancia necesaria para parasitar los aciertos de estas candidaturas, especialmente en la ciudad de Madrid, y la ilusión generada y distanciarse de los errores (¿echarán a Manuela Carmena a los leones si la cosa se complica? No creo que dé tiempo a tanto antes de las generales, pero después, quién sabe), siendo a la vez y paradójicamente los únicos representados de forma virtual porque ¿quién de entre el común de los mortales (no implicado directamente) recuerda algún colectivo más a parte de Podemos que participe en Ganar Madrid? No, en serio. Pero esto también tiene sus problemas, claro, el principal de los cuales son las dificultades que puedan surgir, y surgirán, y que les achaquen en forma de obstruccionismo, ineficacia (aunque para esto último no creo que dé mucho tiempo antes de noviembre) o incluso incumplimiento o, más probable, decepción, su gran punto débil ahora, aunque también para esto las candidaturas de confluencia les protegen en cierta forma; de todas formas no creo que quieran aparecer tirándose los trastos a la cabeza con esos colectivos, claro que si no les quedara otro remedio… A nivel autonómico la situación es parecida, pero lo que quiera que hagan será en su propio nombre: están más expuestos. Deben hacer equilibrios entre expulsar al PP, algo imprescindible para llevar a cabo sus ideas, y mantener sus propias propuestas y su personalidad frente al partido socialdemócrata al que quieren sustituir (ojo, esto también vale al revés), lo que creo que nos dará debates muy interesantes. Tienen la ventaja de su posición moral, nueva frente a la vieja política, que puede devenir en justa firmeza o ser visto como intransigencia y obstruccionismo a la gobernabilidad, ¿les suena? Les remito a mi comentario sobre las elecciones andaluzas, veremos en qué queda. Al final, seremos los ciudadanos los que tendremos que valorarlo todo y administrar justicia electoral a diestro y siniestro hacia finales de este año, hasta entonces la política de comunicación será más esencial que nunca para explicar el porqué de las decisiones de sí o de no, y ahí tendremos que estar atentos a los destellos de los colmillos entre el resto de los dientes expuestos. Muchos son los análisis y comentarios que pueden y podrán leerse en el futuro sobre lo ocurrido en las elecciones del pasado día 24, por eso sería redundante y hasta innecesario que yo vomitase también mis impresiones sobre el particular, ¿no es cierto? Pues allá voy, qué se la va a hacer, aunque no sin antes realizar una pequeña mención al otro gran acontecimiento del fin de semana y dar la enhorabuena a los irlandeses, que han demostrado una vez más que el progreso y la evolución son imparables, por mucho que algunos se anclen al pasado y hasta por muchos pasos atrás a que puedan obligar a punta de «moral», pues la ventaja de la evolución es que sucede día a día, silenciosamente, casi sin que pueda apreciarse, es el calcio de los huesos de una sociedad y da un salto con cada generación, porque eso es en verdad la normalidad que esos enfermos de miedo dicen defender sin llegar a comprender jamás. Y la justicia siempre ha sido y será parte de la evolución humana, de lo contrario no habría futuro, solo involución. Dicho esto, y como hay prisa y confusión, iré directamente al grano, pero aviso, simplemente voy a esbozar retazos de apreciaciones sobre los distintos partidos, porque entre la falta de tiempo y la cercanía de los acontecimientos no me siento capaz ahora mismo para mucho más, ya veremos más adelante, eso sí, como me ha quedado un poco largo, lo iré haciendo por partes, a saber cuántas. PP El Partido Popular ha ganado las elecciones. El Partido Popular ha perdido las elecciones. Ambas afirmaciones son ciertas, todo depende… del punto de vista, claro. Parece ser que el único problema de este partido es que no ha sabido comunicar bien, que les ha faltado… «un poco de piel», en palabras de uno de sus más destacados líderes intelectuales, pero no ha sabido comunicar bien ¿qué? Porque hay que reconocer que cuando no se tiene nada que comunicar, la tarea de hacerlo se complica mucho, y ese ha sido el escenario últimamente, el partido del gobierno de la nación no ha comunicado absolutamente nada porque ha carecido de rumbo, proyecto e ideas, más allá de la política económica que todos conocemos. El problema es que a falta de fondo resaltan más las formas, y estas han sido (llevan siendo desde hace tiempo) lamentables, barnizadas de una prepotencia y un desprecio hacia toda opinión diferente inconcebibles en un régimen calificado de democrático y por personas que se califican de demócratas. Pero existe un problema más de sutil y más grave: en un régimen democrático, y casi en cualquier régimen, no es bueno plantear una vinculación excesiva a un solo objetivo, pues su consecución suele llevar aparejada la desaparición de la fuerza o grupo de poder que se vinculó a él, tanto más es así cuanto más decisivo sea ese objetivo y mayor la identificación entre él y la fuerza que pretenda lograrlo. Hay muchos ejemplos en la historia, el más famoso de los cuales quizá sea el de Winston Churchill, al que tras ganar la II Guerra Mundial el pueblo británico le agradeció los servicios prestados con unas buenas vacaciones: la guerra se había acabado y el electorado británico valoró otros elementos en las siguientes elecciones; Churchill fue bueno para la guerra, pero sin esta, ¿seguía siendo necesario o había otros que podían hacerlo mejor en las nuevas circunstancias? Esto viene a colación por la política de comunicación del PP, porque —sin entrar a valorar la verdadera realidad de la recuperación económica— se ha metido en un callejón sin salida: si cala el mensaje de la recuperación, les irá mal, puesto que se han vinculado mucho a él —no olvidemos que Rajoy ganó las elecciones prometiendo poco más o menos que solo con que él llegase a la Moncloa se acabarían los males del país—, y la gente empezará a pensar en recuperar lo perdido, como de hecho ya está sucediendo en parte, no pareciendo posible que consideren al Churchill español que se vio obligado a recetar los sacrificios necesarios para ganar esta guerra como la persona más apta para gestionar la paz; eso suponiendo que triunfen las tesis de Arriola, digo de de Rajoy. Pero si ese mensaje no cala, la cosa será peor, porque la sociedad se sentirá engañada y pensará que está siendo dirigida por un presidente tan fuera de la realidad que se empeña en negar la crisis que los mortales deben comerse cada día (qué vueltas da la vida). Así las cosas, no hay una solución buena para el PP salvo emitir el indefinido mensaje que últimamente transmiten de que estamos en el camino pero aun quedan cosas por hacer, es decir, tratar de aferrarse a que todavía son necesarios, lo cual es harto difícil —más aun cuando a ellos mismos se les escapa de vez en cuando otra cosa—, y resulta más complicado aun que cale, pues choca con la impaciencia de unos y la desesperación de otros. Y todo ello sin hablar de corrupción. Así las cosas, para el PP pintan bastos. ¿Renovación? ¿Antes de las elecciones? ¿Con qué candidatos? No digo que sea imposible, desde luego, pero es harto difícil y los cambios apresurados no van con Rajoy ni con sus electores, a los que las cosas nuevas no les suelen gustar, hasta que se acostumbran y pasan a defenderlas a muerte. En realidad al PP solo le resta la opción del miedo y la catástrofe, que es contraproducente a gran escala (por no decir moralmente deplorable) y más aun habiendo hoy en día otras opciones políticas nuevas, pero que al menos les permitiría fidelizar el voto de los suyos (aunque ya no creo que desmovilizar el contrario, que entre Ciudadanos, Podemos y PSOE tiene hoy muchas más alternativas) y amortiguar la caída. No obstante, de aquí a noviembre también se producirá el curioso hecho de que la pelota cambiará de tejado, y de depender las otras formaciones de los errores del Partido Popular para crecer, este comenzará a depender de los de ellos para mantenerse, siendo estos fallos y aciertos los que en última instancia puedan moderar o acrecentar el hundimiento del partido de la gaviota (ah, no, que era un charrán). En cualquier caso, si nos interesa, al final siempre podemos quedarnos con el hecho incuestionable de que han ganado las elecciones (desde cierto punto de vista). CIUDADANOS Este es quizá el caso más interesante desde mi punto de vista. No han logrado despegar tanto como se preveía, pero en mi opinión eso no supone exactamente un desacierto de las encuestas, lo que ocurre es que hemos pasado por unas elecciones municipales y autonómicas (premio para el primero que pueda decirme de memoria el nombre de los candidatos de este partido para su municipio y comunidad autónoma), y tampoco han sido ajenos a los problemas que supone constituir una formación a nivel nacional en unos meses y a los disgustos y las sorpresas que eso conlleva: infiltrados, gestoras, destituciones… escándalos en suma, ¿a que ahora no parece tan absurda la decisión de Podemos al respecto? Sin embargo, creo que el partido conservaría hoy ese empuje y ese nivel de éxito, poco más o menos, que le auguraban las encuestas en caso de elección nacional con Rivera como candidato a presidente; y digo hoy porque para noviembre me da la sensación de que las cosas habrán cambiado. Me explico: Ciudadanos se mueve en una indefinición ideológica mayor que ningún otro partido —más incluso que Podemos, que aunque no se define oficialmente tampoco tiene ninguna necesidad de hacerlo porque su posición es un secreto a voces, aunque eso daría para otro comentario sobre estrategias políticas—, pero tengo una noticia para Rivera, el centro de verdad, lo que se dice el centro centro (que diría la inefable Aguirre), es como el mundo de Oz, muy bonito y superchuli, pero solo un sueño; vamos, que no existe Rivera, a la hora de la verdad las simpatías caen un poco más hacia un lado o hacia otro, pretender ocupar ese centro centrísimo podría llevar a situaciones en las que se incluyesen medidas de corte liberal, especialmente fiscales, en el programa político mientras públicamente se defienden medidas sociales más o menos progresistas, pero claro, eso nunca ha sucedido aun, ¿verdad? En este sentido, el partido naranja me recuerda mucho a ese otro… como era… uno con un color muy raro (se ve que los más normales ya debían de estar cogidos), y todos sabemos lo que le ha ocurrido y sabemos también lo que le ocurría antes de Ciudadanos: que no pasaba de un punto más o menos residual. Los de Rivera recogen mucho voto de castigo, pero tarde o temprano tendrán que empezar a tomar decisiones y eso hará que decepcionen a un lado o a otro. No es que sea malo, es parte del proceso de creación y definición por el que pasa todo partido político y toda organización de cualquier tipo (incluso cualquier persona) y el mismo en el que se encuentra la otra gran formación nueva, al fin y al cabo ambas son infantes. ¿Leísteis la noticia de la candidata municipal de Ciudadanos que abandonó en plena campaña electoral porque le dio por leerse el programa del partido por el que se presentaba —algo que siempre es de agradecer— y se dio cuenta de que no era de izquierda moderada? (sic). Pues eso. ¿Y qué deberían hacer las gentes de esta formación? Dependerá, viene muy bien en todo caso eso que solían llamar congreso y que se hacía antes para definirse y sentar las bases claras de la formación, pero claro, eso es vieja política, así que aquí tendrá que hacerlo el comité de pactos. Bueno, es otra forma, un poco a salto de mata para mi gusto, pero no es cosa mía. Entretanto, la sociedad ya parece haber decidido que son de centro derecha, veremos si se quedan ahí o deciden contradecirla, una tarea ímproba y no sé si muy recomendable desde el punto de vista de la estrategia política. En cualquier caso, parece claro que no le convendría demasiado pactar con el PP, al menos electoralmente y a tenor de su discurso hasta ahora, y no creo que lo haga salvo en aquellos lugares con caras nuevas más o menos incólumes (¿Madrid?) que les permitan a ellos mismos salvar la suya, pero apoyar al PSOE… En fin que, como en el PP, también están un poco entre la papeleta y la urna (cómo domino los juegos de palabras, ¿eh?). No obstante los pactos serán solo una indicación, lo que marcará definitivamente el destino de este partido serán, como en el caso de Podemos, las decisiones de gobierno en las que se involucren, aunque en este sentido tienen la ventaja de que entre posar, retorcer un poco el brazo del candidato mayoritario de turno, formar gobierno, volver a posar y… no, ya no creo que lleguen a volver a retorcer porque vendrán las generales y no tendremos más que apenas unas declaraciones de intenciones para juzgar, eso puede salvarles. A corto plazo. Ya he terminado con Piketty, con su libro quiero decir —en realidad terminé con él la semana pasada—. Pensaba publicar un comentario al respecto, pero lamento deciros que no me siento capaz, tendréis que leerlo; únicamente haré un par de comentarios, empezando por una advertencia: Thomas Piketty defiende que su obra El capital en el siglo XXI puede ser leída sin necesidad de tener ningún conocimiento previo de economía y que es asequible prácticamente a cualquier persona. Bien, en mi opinión esto es mentira o, para ser mas diplomático, diré que no es verdad: las partes más técnicas, pero también las meramente conceptuales, pueden hacerse verdaderamente áridas si no se poseen unos ciertos conocimientos y/o bastante interés en el tema, aunque por otro lado es de agradecer el rigor, algo que en ocasiones se pierde para ampliar el público en según qué ensayos. Con respecto a la tesis del libro, no os la voy a anunciar, o más bien debería decir repetir, pues estoy seguro de que ya la habéis oído en los medios, al menos aquellos que tengan interés en estas cuestiones, y no lo voy a hacer simplemente porque sería casi tanto como mentir, y dicen que eso está muy feo. No me refiero a que la tesis sea falsa, eso que lo juzgue cada cual, sino a que el simple enunciado de la misma no dice nada si no está sustentado en algo, por ejemplo en las más de 600 páginas del trabajo de Pikkety. Sí, ya lo sé, podría hacer un resumen, pero igualmente quedaría algo vacío, no queda otro remedio para valorar realmente la profundidad y certeza o no del estudio que leerlo y conocer los datos estadísticos concretos en que se sustenta. En mi opinión, el trabajo no aporta nada nuevo, nada al menos que no supiese ya nadie con dos dedos de frente (me refiero aquí a las conclusiones y el espíritu general de la obra y no tanto a los ejemplos o datos concretos, algunos de los cuales han sido criticados), aunque tiene el mérito de aportar pruebas empíricas para sostener teóricamente lo que ya digo que resulta evidente desde el punto de vista práctico para cualquier observador avezado. Su valor reside en el hecho de que en ocasiones, especialmente en el mundo académico, es necesario que lo evidente se vista de erudición para que sea tomado en serio, es algo que ha pasado en muchas ocasiones a lo largo de la historia de las ideas y que resulta necesario para el imprescindible cambio de paradigmas. Poco más puedo decir, salvo exponeros una idea que me ronda la cabeza desde hace años y que, aunque no lo parezca, tiene mucho que ver con el fondo del libro: tuve la suerte de tener un gran profesor de macroeconomía en la facultad que utilizaba siempre la lógica, el sentido común y la sencillez para explicar los conceptos económicos que cabalísticamente otros se empeñaban en oscurecer y velar tras números y ecuaciones superfluos y nombres pavorosos. Pues bien, en uno de aquellos ejemplos sencillos que nos ponía, aquel profesor nos explicaba que podíamos concebir la economía como una línea en uno de cuyos extremos (pongamos a la derecha) se encontraba la máxima eficiencia económica —entendiendo por esta la creación del máximo nivel posible de riqueza con los recursos limitados de cualquier economía— y en el otro (pongamos a la izquierda) la máxima equidad, de forma que según nos desplazamos hacia cada uno de los extremos se gana en uno y se pierde en otro. Sí, también lo sé, parece una interpretación políticamente nada neutral pero, ¿qué lo es? En fin, que a mí siempre me ha parecido que la analogía estaba incompleta, pues faltaría otra línea en forma de arco que conectara ambos extremos como si de un túnel de servicio se tratase, porque si la máxima eficiencia supone que no existe equidad, ¿cuánto tiempo puede mantenerse esa eficiencia? Y, por otro lado, si la máxima equidad implica la peor asignación posible de recursos, ¿qué clase de equidad es esa que iguala a todos en la pobreza y cuánto duraría? Transformada la línea teórica en una circunferencia de facto, el punto de equilibrio parecería encontrarse en el centro, pero eso, en realidad, es una cuestión que debe resolver cada individuo personalmente desde su moral y ascender de ahí a la política, porque en realidad por mucho que pretendan convencernos de lo contrario, y tal y como defiende Piketty en su libro en varias ocasiones, la economía no es un medio, ni una ciencia exacta ni mucho menos imparcial y es responsabilidad de cada cual como ciudadano y ser viviente condenado a la libertad, el decidir. Hace tiempo que tengo listas unas notas para escribir una reflexión sobre dos asuntos actuales desde el punto de vista de la geopolítica, no lo había hecho porque incluso hasta aquí alcanza mi actual incapacidad para escribir, pero las noticias en prensa me han animado hoy un poco, así que voy a entregarme a la política ficción, ahí va la primera de ellas.
Según comentan algunos medios, determinadas capitales europeas están preocupadas por la aparente aproximación de Grecia a Rusia; realmente me parece increíble la torpeza de determinadas capitales europeas. Quizá yo estoy muy loco, o quizá soy un genio, o puede que determinadas capitales europeas vivan en una dimensión paralela a la realidad, algo que explicaría muchas cosas, la verdad. El caso es que dicho acercamiento era algo evidente desde el momento en que estalló la crisis en Grecia y sus «socios» tomaron la posición que tomaron, más aun desde la victoria de Syriza que ellos mismos provocaron, y teniendo en cuenta quien ronda por el Kremlin. ¿Qué opciones tenía realmente Tsipras? ¿Cuáles eran sus posibilidades de presión a la UE? ¿Cuál podría ser su plan B en caso de que esa historia de amor-odio que Grecia mantiene con la UE fracase? ¿En serio nadie se ha planteado estas preguntas en ninguna de esas capitales europeas? En fin, que esa súbita amistad entre los hermanos ortodoxos era algo evidente, la cuestión no era si se produciría o no, sino cuánto de retórica tendría. Y la respuesta es muy sencilla: será tanto menos retórica cuánto más exprima la UE a la población y el orgullo nacional griegos y más capacidad financiera tenga Moscú. Sí, ya sé que Rusia no está económicamente para tirar cohetes (misiles sí, los que hagan falta) gracias a las sanciones occidentales, pero eso no le ha impedido proseguir su campaña en Ucrania; quizá habría que preguntarse por qué, hasta dónde puede o quiere llegar Putin, cuánto de su país está dispuesto a sacrificar en el intento y qué grado de control ejerce realmente sobre su población para lograrlo. Son preguntas importantes, porque si salirse con la suya en Ucrania (permitidme que al respecto me remita a mis primeros comentarios sobre esta situación, pues en general creo que no erré y que los objetivos de Putin son los que ya expuse entonces) supondría una gran victoria, ¿qué supondría lograr desgajar de la UE a un miembro tan simbólico como Grecia? Ya sea en el caso más extremo de que Grecia salga de la unión vía expulsión o abandono (sí, parece harto difícil, pero ya advertí que esto era política ficción, ¿o quizá no?), o bien mediante una alianza que permita a Moscú tener una voz o incluso un souvenir troyano dentro de esa unión (perdón, ¿cuál era el caso más extremo?), la victoria geopolítica de Putin en su meta de asegurar el espacio vital eslavo (sí, ya lo sé, los ecos de la expresión son terribles) y su influencia sería verdaderamente admirable, eso hay que reconocerlo. Y existe otro elemento que deberían considerar las cabezas pensantes de esas capitales europeas, un elemento que me encanta aun sin ser americano, y no solo por su pato asado estilo cantonés: China. La eterna China, la obsesionante China, la silenciosa y discreta China y, sobretodo, la financieramente potente y actualmente colaboradora de Rusia, China. ¿No podría buscar Tsipras con este acercamiento a Rusia un apoyo moral de la nación más extensa del mundo y una intercesión de esta ante la segunda potencia económica del globo? Bueno, convendría pensarlo y tener preparado un plan B o C o D para el caso… vamos digo yo. Hay otro elemento que me hace dudar de la capacidad de esas capitales europeas, aunque esta vez me circunscribo más a los medios de comunicación: la aparente sorpresa con que han acogido las reivindicaciones griegas con respecto a la deuda alemana con su país por la ocupación nazi. ¿A quién puede sorprenderle que se plantee este tema? ¿Es que a nadie se le había ocurrido que era solo cuestión de tiempo que surgiese? No puedo creérmelo, si hasta en la más desganada tertulia política de cualquier bar de este país la aparición del asunto nazi es solo cuestión de tiempo —y adrenalina— e independiente del tema discutido, cómo no iba a aparecer con las circunstancias que se están dando en Europa. Y seamos claros, dejando a un lado las cuestiones prácticas o jurídicas del tema, ¿a nadie le parece que la posición griega tiene cierto fundamento moral? ¡Ahhh! La moral. Qué cosa tan curiosa. Tan ininteligible en ocasiones, tan esquiva, tan interpretable y, sin embargo, qué instrumento tan poderoso para quien sepa esgrimirla con, al menos, apariencia de justicia —otro palabro interesante de la misma familia—. Supongamos por un momento que la Unión Europea se hubiese edificado sobre las cenizas de un continente destruido y hubiese sido concebida como un instrumento para evitar que ningún pueblo europeo volviese a verse sometido a semejante crueldad mediante una inextricable vinculación de los mismos al fin, que a cambio de la promesa de paz (y del miedo a los rojos, también sea dicho) se hubiese perdonado lo que apenas unos años antes hubiese sido reclamado inmisericordemente porque quizá alguien (entre ellos puede que algún olvidado economista inglés) hubiese llegado a la conclusión de que la justicia, el perdón y la asertividad fuesen económica y socialmente —lo que quizá viene a ser lo mismo— más eficientes que la venganza, el rencor y la humillación. ¿No sería lógico que en las actuales circunstancias los griegos pensasen que alguien se estaba saltando el pacto, que lo estaba quebrando, que volvían a repetirse viejas actitudes? Sí, ya sé que esto es Historia, que hay que ser muy retorcido y muy rencoroso para plantearse algo así (hay que ver cómo son los griegos), pero como esto es política ficción… ¡Eh! yo solo estaba especulando, a mí que me registren. Sin embargo, esto me sugiere otra cuestión que quizá no han tenido en cuenta esas capitales, a saber: el argumento ideológico en torno al asunto ucraniano viene a ser, por el lado oriental, la defensa contra un supuesto nazismo resurgido, mientras que en Grecia se plantea el asunto de las indemnizaciones tras la ocupación… nazi ¡Qué maravilloso lugar de encuentro para quien sepa verlo e instrumentalizarlo! Menos mal que en el siglo XXI esas cosas están fuera de lugar, se nos dice desde determinadas capitales europeas, al fin y al cabo lo que cuenta hoy en día son los negocios, y mientras haya libre mercado estamos a salvo. Me pregunto qué opinará China sobre esta especie de constructo ideológico-estereotípico que pareciera estar formándose con fuerza en torno a Occidente identificándolo con una mezcolanza de fascismo, autoritarismo e imposición económica, militar y cultural. Y las mismas ansias de dominación de siempre, claro. Quizá buscase crear sus propias instituciones internacionales y económicas junto a otros no occidentales a fin de liberarse de las exigencias más o menos tiránicas de ese Occidente leviatánico (y contemplase entre complacida y divertida cómo se apresuran a cortejarla una vez más esos pequeños demonios tentados por papeles de colores), quizá fuesen surgiendo poco a poco matrimonios de conveniencia entre países y civilizaciones afines para protegerse de la agresión y quizá, solo quizá, hasta que surjan diferencias directas entre ellos prefieran enfrentarse al monstruo causante de todas sus desdichas —algo que siempre da un puntito de orgullo y cierto subidón moral, por qué no—, buscando el escudo, digo apoyo, de cualquier hermano mayor que encuentren y quiera ponerse delante. Ahora que lo pienso, creo que alguien ya escribió un libro de ciencia ficción con un planteamiento parecido hace un tiempo, y creo que algunos de sus desarrollos no me gustaron mucho (le faltaba profundidad a los personajes, la verdad), pero el planteamiento no era malo; qué cosas. En fin, que como todo esto es política ficción nadie se habrá dado cuenta de nada, así que estamos a salvo. Procurad no olvidarlo. No sé si os habréis enterado, pero el pasado domingo resulta que hubo elecciones en Andalucía (sí, a mí también me pilló por sorpresa), y como cada vez que algo de esto sucede, se habla, se habla y se habla, y parece que se impone poco a poco una lectura más o menos mayoritaria de lo ocurrido. Lectura con la que yo, como es habitual, discrepo, así que yo también voy a hablar, quedas advertid@, es tu oportunidad de dejarlo aquí.
Allá tú. La tesis que parece imponerse en los medios se podría resumir en: éxito del PSOE, batacazo del PP. Vayamos por partes. En cuanto al supuesto éxito del PSOE, primero habría que recordar la excusa, digo razón, por la que se convocaron las elecciones: conseguir estabilidad en el gobierno frente a los traidores de IU. ¿Se ha conseguido? Recordemos que el número de escaños del PSOE ha sido el mismo, así que si se ha avanzado en esto no ha sido desde luego por mérito de este partido, sino por la fragmentación del resto de fuerzas y la pérdida del PP. En cualquier caso, no se ha logrado la mayoría absoluta, que es lo único que hubiese permitido hablar con justicia de un éxito rotundo en este aspecto. Respecto al éxito meramente electoral, nadie parece advertir que el PSOE ha perdido más de 119.000 votos, aunque en el reparto haya mantenido los escaños; parece un poco exagerado como para hablar de éxito. Puede que esos votos no supongan un porcentaje muy alto con respecto al total, no lo sé, depende del punto de vista, pero en mi opinión habría que ponerlo en relación con otro dato: la participación ha aumentado. Es cierto que solo lo ha hecho un 4 %, pero en una comunidad a priori tan favorable a los socialistas, el hecho de que aumente la participación, de que acuda más gente a votar, y aun así el PSOE pierda votos con respecto a las anteriores elecciones —que recordemos que ya fueron calificadas de malas para ellos y que se produjeron en lo peor del castigo a este partido—, quizá debería dar que pensar. Es posible que si el esfínter de los dirigentes del partido había adquirido el tamaño de una molécula de grafeno por temor a lo que podía ocurrir por el paro y los ERE, esto les parezca maravilloso, pero sinceramente creo que están exagerando y vendiendo un mensaje de euforia con tintes electoralistas, que parece estar calando sin ninguna base real. Hablemos del PP ahora. El PP ha perdido más de 500.000 votos y 17 escaños. Mal, muy mal Mariano, muy mal. Pero claro, ¿de dónde partían? No me refiero a los resultados anteriores, que ha llovido mucho desde entonces, sino a las expectativas. Sinceramente, con todo lo que está cayendo, con un candidato puesto a dedo y prácticamente desconocido (y un poco soso, por qué no decirlo), no me hubiese sorprendido más batacazo. Pongámoslo en contexto: es cierto el mensaje que se ha transmitido desde Génova, tienen un millón y medio de votos e incluso han aumentado con respecto a las europeas. ¿Qué significa esto? Pues teniendo en cuenta el especial carácter de las elecciones europeas, fundamentalmente de castigo, significa que o bien a la hora de la verdad, cuando puede haber consecuencias prácticas, sigue contando el famoso «más vale malo conocido…», o que el PP efectivamente está remontando. Y hablamos de Andalucía, una comunidad históricamente de izquierdas. Visto así, quizá los resultados no sean tan malos para Mariano, especialmente si tenemos en cuenta que aun quedan dos meses para las municipales y autonómicas y bastante más para las generales. Todo el mundo habla de la singularidad electoral de Andalucía, pero yo dudo de que hoy en día pueda ser tanta, quizá simplemente se dan los mismos procesos que en el resto de España, pero con una resistencia mayor debido a la dinámica tradicional rural de voto, aunque en mi opinión es solo cuestión de tiempo. ¿Y el bipartidismo, qué tal? Muy bien, gracias. O eso dicen también. Teniendo en cuenta lo anterior, ¿es realmente cierto? Bueno, el proceso de desgaste es incuestionable, como también que aparentemente resiste. A pesar de todo, y teniendo en cuenta lo cerrada que aun es hoy en día Andalucía, los resultados de PODEMOS y CIUDADANOS (¿CIUTADANS?, no sé, que cada uno lea lo que quiera) creo que son bastante buenos. Nuevamente creo que hay que tener en cuenta el ligero aumento de participación, que no ha ido a ninguno de los partidos tradicionales: solo las nuevas formaciones atraen sangre nueva, como ya dije en otra ocasión esto augura el fin de la dominancia de PSOE y PP, aunque solo sea mortis causa, si nada cambia. En este sentido, solo un apunte a las reacciones de estas dos fuerzas. La euforia de CIUDADANOS es perfectamente lógica y comprensible, equiparable a la de PODEMOS en las europeas, cuando de no esperar casi nada, llegaron a bastante. Sin embargo, en el caso de PODEMOS la cosa es distinta; en principio el bajo tono es electoralmente nefasto y no parece corresponder con el éxito que supone haber entrado por primera vez en una asamblea nacional, no se deberían mostrar caras tan largas, sino hacer algo más parecido a lo del PSOE, parecería que se habían hecho demasiadas ilusiones, algo tampoco muy recomendable. Por otro lado, sus declaraciones justificando de alguna forma su reacción por la situación de sus, digamos, referentes sociales y electorales (los desahuciados, los golpeados por la crisis), parece honrarles. La cuestión, como siempre con este partido (aunque también con los demás, no lo olvidemos) hasta que empiece a desenvolverse en las instituciones, es si se trata de mera estrategia o es verdaderamente sincera. Lamentablemente no creo que podamos fiarnos en este sentido de lo que pase en Andalucía, pues habiendo elecciones en mayo y noviembre, si todo se limitase a mera estrategia electoralista (que no electoral), yo en su lugar aprovecharía el escaparate para profundizarla, pero eso yo que soy muy cínico. Últimamente he tenido este blog bastante abandonado, lo reconozco y pido disculpas, aunque yo no puedo asegurar que no vuelva a ocurrir como hizo aquel, la verdad; como no soy profesional y no tengo ni la necesidad ni la obligación de fijar tiempos de trabajo dependo de la inspiración y la motivación, y son dos criaturas extremadamente tímidas. Por si fuera poco, he sufrido el extravío de una parte esencial de los materiales de la historia en la que estoy trabajando y he tenido que empezar de nuevo a recopilarlos. En fin, un desastre por otro lado muy propio de mí, si bien quizá sea mejor así, hay quien sostiene que la vida te da lo que necesitas (si eso fuese así…), aunque no te guste, y quizá yo necesitaba un nuevo punto de vista. Pero lo que me ha movido a escribiros hoy es la cantidad de personajes de la vida cultural y académica que se están implicando en política, últimamente Ángeles Caso, Juanjo Puigcorbé, Luis García Montero, Ángel Gabilondo (seguramente el más famoso)… sin olvidar a nuestros amigos de Podemos, procedentes todos de la docencia universitaria.
Inciso: al hilo de estos, un amigo comentaba hace un tiempo que le hacía gracia la etiqueta de profesores universitarios con la que se presentaba a estos miembros fundadores de Podemos cuando, como cualquiera que haya pasado por la universidad española, sabía que los criterios para nombrar profesores tenían más que ver en muchas ocasiones con la cerveza despachada en las cafeterías de las facultades que con la excelencia académica; siendo esto cierto, sería un error subestimar a estas personas por esta razón o por su edad, pues su nivel de formación es extremadamente alto, se puede estar de acuerdo con ellos o no, pero por mi experiencia os puedo asegurar que independientemente de cómo consiguieran el puesto están muy preparados; en este sentido, quizá la única pega que se les pueda poner es que esa preparación adolece de un marcado sesgo ideológico, pero eso también ocurre en las fuerzas políticas que nos han gobernado hasta ahora y nadie se ha quejado por ello. Volviendo al tema del que hablábamos, parece que ya se han pasado los tiempos en los que el intelectual renegaba de la política por considerarla indigna, por estar él para cosas más elevadas. Siempre he pensado que esa postura típica era verdaderamente oportuna, pues evita el enfrentarse a la realidad y a la posibilidad de ver fracasar los propios postulados que desde una atalaya con pizarra, o desde las páginas de una publicación especializada y minoritaria, es muy fácil mantener. Siempre ha habido una distancia peligrosa entre teoría y práctica, especialmente para todos aquellos que eligen la reflexión por encima de la acción, el resto son excusas en la mayoría de los casos. Pero excusas que han venido muy bien a muchos (especialmente a los posibles adversarios) durante mucho tiempo. ¿A qué se debe este cambio de actitud? Quizá sea a la pura indignación, quizá el estado de las cosas ha llegado a tal punto que ha movido a algunos de ellos a dar un paso adelante, a intentarlo y arriesgarse a equivocarse, si este es el caso, bienvenidos sean. Aunque también es posible que todo se trate de una respuesta precisamente a Podemos, a ese aura de prestigio universitario que les acompaña o de la que se sirven, quizá sea una reacción de los partidos tradicionales, y de los no tradicionales también, que han presionado y movido a sus propios elementos culturales más o menos afines como estrategia puramente electoral. Todo es posible, a mí me parece más probable que haya sido una combinación de ambos factores: presión de los aparatos políticos e implicación propia por indignación o por afán de igualar el terreno y atraer algo del prestigio (tan caro en estos ámbitos) que pueda caer por ahí. No obstante creo que hay que distinguir muy bien la calidad de las personas: sin ningún ánimo de ofender, pero, ¿qué puede a priori ofrecer en la gestión un actor? No más que cualquier otra persona con una profesión de menor relumbrón. No nos dejemos deslumbrar, la preparación no debe suponerse por el hecho de ser famoso, que luego se hacen un perfil en twitter y pasa lo que pasa. La excelencia para la política tiene más que ver con una serie de características personales que no se enseñan, aunque pueden aprenderse, y con una formación técnica adecuada que con haber publicado unas cuantas novelas o haber protagonizado aquella película que tanto nos gustó, por no hablar de algo que llaman ética, un misterio oigan. En cualquier caso, y dejando a un lado a los famosillos de oropel, bienvenidos sean a la arena política todos aquellos con verdadera preparación o al menos disposición y capacidad para tenerla, quizá logren elevar el nivel del… no, ojalá logren instaurar un debate político mínimamente verdadero en nuestro país y acaben con la dictadura del Sálvame que se ha apoderado de la vida pública últimamente, ni que vinieran elecciones. Cuando yo explico estas cosas, la gente suele mirarme con cara de seta y no creerse abolutamente nada, porque al fin y al cabo hay periolistos/tertulianos que como saben de todo, también dominan estos temas, ¿y a quién vas a creer sino a los que salen por la tele gritando?, es que es de cajón vamos. Pero como soy así de tenaz, o de idiota, a ver si explicado por otras personas conseguimos que la gente deje de echarle la culpa de todos los males al pobre D'Hondt y a su sistema (que no ley).
Un saludo. Artículo: Podemos y el ‘sheriff’ de Nottingham Tras mucho esfuerzo y unos cuantos retrasos, por fin tenéis disponible El cuaderno negro. En principio solo está a la venta en Amazon, pero pronto espero tenerlo también listo en Smashwords para los que necesitáis otros formatos, aunque eso me va a llevar más tiempo al tener que pasarlo a formato e-pub, también estoy explorando otras plataformas de publicación, ya veremos. Por supuesto, si apreciáis cualquier error en la obra, especialmente a la hora de reproducirla en vuestros lectores, os ruego que me lo comuniquéis, trataré de corregirlo y os enviaré una copia de la obra con el defecto subsanado, aunque lo he revisado, la conversión de archivos es compleja y el resultado puede variar de un tipo de lector a otro. Recordaréis que publiqué hace un tiempo un comentario en el que os contaba mis dudas con respecto al precio a elegir por aquello de las regalías, finalmente he optado por regalías del 35 %, aunque incrementando un poco el precio, que ha quedado en 1,65 euros. Espero que El cuaderno negro os guste y espero también que me lo digáis, tengo la correspondiente página de la obra prácticamente acabada, a falta únicamente de algunos detalles, pero ya está disponible con el enlace correspondiente, me gustaría mucho que dejarais en ella vuestra opinión sobre la obra y, para hacerlo más interesante, os propongo algo: escribid en ella qué relato os gusta más y cuál menos y, por supuesto, por qué. A los dos mensajes más interesantes y originales les regalaré una copia de El ángel herido y otra de mi próxima obra. Un abrazo a todos. Ahora que está de moda pedir unas disculpas que no significan nada (¿seguiremos dando a aquellos que solo piden?) como si no las hubiesen tomado ya los que las piden igual que lo toman todo, me uno a la moda y pido disculpas por el retraso en El cuaderno negro, no obstante os comunico que hoy he tomado por fin la última decisión, dolorosa, pues ha supuesto la retirada de dos de los relatos que lo componían, pero creo que plenamente acertada, así que ya solo quedan los trabajos de maquetación. Si los problemas que nunca acaban de la molesta vida de verdad me lo permiten, espero poder ponerlo a vuestra disposición en breve.
Un cordial saludo a todos. Publico a continuación un comentario que estaba preparando sobre el tema de Cataluña, lo hago tal y como estaba, aunque en vista de los últimos acontecimientos añado alguna consideración más:
«Como no consigo ponerme de acuerdo conmigo mismo, al final me conformo con este comentario resumido sobre el tema de la consulta catalana, intentando como siempre aportar otro punto de vista que pueda resultar novedoso o, al menos, interesante. En el debate dialéctico al que asistimos sobre el particular se enfrentan al parecer dos concepciones de la Democracia. Una se correspondería con su aspecto formal, con las leyes que la conforman, es la que maneja el gobierno central. La otra se correspondería con el aspecto material de la Democracia, con qué es la Democracia, es la que esgrime la Generalidad catalana. Pero a pesar de las argumentaciones del gobierno y su círculo mediático, ambas concepciones no están a la misma altura, al fin y al cabo las leyes no son más que la forma en que la ciudadanía construye la Democracia, los ladrillos con los que edifica aquello que quiere y (esto es lo importante) tal y como lo quiere. El Estado de Derecho es necesario para que exista Democracia, pero la Democracia no es el Estado de Derecho, las normas deben cambiar, y de hecho cambian, según las pulsiones de la sociedad a la que sirven, pues las leyes sirven a la sociedad y no al revés, otra cosa es que podamos diferir en el concepto de Democracia, o en el de soberanía, pero oponer simplemente la ley a algo tan profundamente democrático como el deseo de votar, de que la sociedad se exprese, es no solo engañoso, sino estúpido. Por eso a la larga, a pesar de posibles derrotas puntuales, si el empuje por la consulta se mantiene esta será inevitable, y cualquier demócrata verdadero así lo entiende, oponerse a ella de la manera en que se está haciendo puede hacer que sus impulsores abandonen, pero considero más probable un enquistamiento del problema. Sin embargo, los independentistas deberían darse cuenta de que la sola necesidad de recurrir a un referendo ya supone una derrota para su causa. Me explico: en una sociedad democrática (excluyo pues la represión armada), si hubiese una mayoría de ciudadanos catalanes comprometidos con la independencia, digamos un 80 % o 90 %, ¿alguien duda de la inevitabilidad de la independencia? En esas condiciones, fuera de una forma o de otra, la secesión acabaría cayendo como una fruta madura. Puntualizo: me refiero a ciudadanos verdaderamente comprometidos, no solo a independentistas de última hora, de crisis y propaganda, sino a aquellos que sienten de verdad la necesidad de la independencia y están dispuestos a movilizarse y a secundar los movimientos y protestas necesarios de forma prolongada (se me dirá que esa mayoría existe y se me pondrán como ejemplo las diferentes diadas, pero estas reivindicaciones masivas son aun muy jóvenes como para probar un compromiso completo y sostenido y, además, no suponen una mayoría como la que indico aun suponiendo que las cifras facilitadas fuesen ciertas), afortunadamente para los independentistas, la forma de abordar el problema por parte del gobierno les está ayudando mucho para conseguir esa mayoría. En cualquier caso, celebrar el referéndum no solventaría nada. Excluida la mayoría indicada en el párrafo anterior, podemos suponer que en caso de celebrarse los resultados de una hipotética consulta de independencia (que es lo que se está promoviendo realmente, por mucho que se disfrace) estarían en torno a un 60 %-40 %. Ejercitemos la imaginación: si esa relación de fuerzas se expresase a favor de la independencia, ¿qué se solucionaría? Lo único que se conseguiría sería trasladar el problema, los no independentistas con toda probabilidad constituirían un movimiento político unionista, pero no se arreglaría la tensión territorial de la sociedad catalana, solo cambiaría de signo, ¿de verdad es esta una solución? ¿Qué aportaría a la sociedad catalana salvo una cierta satisfacción de unos? Si se desea arreglar los problemas identitarios de Cataluña, este no es desde luego el camino. Por otro lado, si dicho porcentaje de votos se expresase en contra de la independencia, ¿alguien cree que los nacionalistas/independentistas recogerían sus bártulos de independentistas, reconocerían su error y se irían a casa a hacer punto de cruz? Recordemos Quebec, pensemos en Escocia. ¿Qué hacer entonces? Eso, lo dejo para otro comentario.» Aquí terminaba el comentario que tenía escrito, pero los acontecimientos avanzan más deprisa que yo, así que habrá que completarlo, aunque aun me quedan más apreciaciones que hacer, especialmente para que no me malinterprete nadie. La nueva ¿consulta? que Mas anuncia supone un intento a la desesperada de seguir vivo y en la carrera (política) frente a quien lleva tiempo superándole, al fin y al cabo siempre es mejor el original ¿no es así? Pero de celebrarse finalmente puede tener efectos interesantes. Por un lado se pierden las garantías democráticas que aunque menguadas en la anterior farsa de convocatoria, esta aun podía conservar (interventores, observadores más o menos imparciales, recuento controlado, campaña reglada…), especialmente de haberse celebrado de forma pactada como en Escocia; esto la convierte en una farsa aun mayor y sin ninguna mínima apariencia de neutralidad. Bien, eso es bueno dirán algunos, y es cierto que aniquila su capacidad persuasiva especialmente a nivel internacional, pero posee una enorme capacidad aglutinadora en el entorno independentista porque: 1) los resultados casi con toda seguridad serán abrumadores a favor de la independencia, y 2) fortalece el victimismo nacionalista porque cualquier pega/fallo/problema que se le pueda achacar a la consulta ya está contestado de antemano: que la participación es baja, la culpa es del Estado por no dejarnos votar en condiciones, es normal que así la gente se retraiga; que es alta, un ejemplo de la voluntad democrática del pueblo; que el resultado no ofrece garantías, la culpa es del Estado por no dejarnos votar en condiciones, bastante hemos hecho con lo que nos han dejado, y así para cualquier otra cuestión, incluso si finalmente el gobierno logra impedirla, será otro ejemplo de la opresión del Estado. Por si fuera poco, esto se acerca a la desobediencia que algunos postulan como método/estrategia necesaria para lograr la independencia. Y nos seguimos aproximando a esa mayoría del 80 % o 90 % de ciudadanos catalanes convencidos y comprometidos. Es decir, a corto plazo lo ocurrido es bueno para los no nacionalistas (o mejor dicho, nacionalistas españoles), pero a largo plazo puede ser incluso peor. Debo reconocer que en la vorágine de este muy corto plazo en que el vivimos mi pronóstico no es muy diferente del que debe de hacer el gobierno, y es probable que ante la imposibilidad práctica de cualquier salida que impida la constatación manifiesta de la voluntad de independencia de Cataluña (que es lo que buscaban ahora los independentistas) el fenómeno se deshinche, pero no desaparecerá, toda esa pulsión quedará soterrada y reforzándose mutuamente. Y luego llegarán las elecciones, más pronto que tarde, y si ERC obtiene mayoría suficiente para formar gobierno, ¿la situación mejorará o empeorará? Y entretanto la crisis y su malestar continúa, y este seguirá buscando una salida, una forma de expresarse, lo que en Cataluña desemboca mayoritariamente en la esperanza nacionalista o, en el hipotético caso de que esta se desinflase completamente, en las mismas opciones que en el resto de España. En cualquier caso, el PP se convertirá en una fuerza insignificante en Cataluña, algo que creo que ya tienen amortizado en sus cuentas electorales y que asumen con gusto por el rédito que esperan en el resto de España, al menos en lo que respecta a este asunto. El principal problema es que hay mucho táctico, pero ningún estratega, nadie que piense en el futuro y que trabaje, si no por acabar con las tensiones de la sociedad catalana, al menos por encauzarlas y, en todo caso, por propiciar su bienestar. La única fuerza con capacidad para ejercer de puente, para vertebrar la situación actualmente, el PSC, debe primero decidir dónde está realmente y presentar propuestas bien definidas, verdaderamente ambiciosas e imaginativas, especialmente si quieren aprovechar el tirón de Pedro Sánchez y la nueva esperanza que podría suponer (disputando el terreno de la ilusión a la independencia con una ventana de oportunidad —o ventaja— importante al ser algo nuevo pero no totalmente desconocido, no un salto al vacío como la independencia tal y como se plantea). De lo contrario, la única fuerza vertebradora que habrá será, presiento, PODEMOS, que tendrá un pie en prácticamente toda España y una influencia y visibilidad seguramente superior a la representación que obtenga en las elecciones. A partir de ahí podremos empezar a juzgar a la formación sobre hechos concretos, porque es cierto que hasta ahora, salvo algunas declaraciones que en el fondo no dejan de ser eso, este partido es una incógnita, pero tampoco mucho más que el PSOE, el PP o cualquier otro porque ¿qué proponen realmente? ¿Qué soluciones concretas impulsan? P.S.: Por cierto, magnífico, como casi siempre, el programa de Jordi Évole de ayer, en el que quedaba claro, como se le dijo al sr. Junqueras, que vive poco menos que en el país del algodón de azúcar, negándose a contemplar cualquier clase de resultado negativo de la independencia y suponiendo que los catalanes son mejores que los españoles (sigo encontrando una base xenófoba/racista en todos estos movimientos nacionalistas sean del signo que sean, qué le voy a hacer) y que solo por la independencia «van a tomar mejores decisiones» (creo que la cita es exacta), y que esta traerá el fin de todos los problemas, quizá porque confunde —esto no lo dijo nadie pero se desprende claramente de sus palabras y del vídeo electoral que mostró Évole— Cataluña con socialdemocracia, y piensa que una Cataluña que sistemáticamente ha mantenido en el poder o como fuerza más votada a un partido significativamente conservador va a comenzar a aplicar políticas progresistas que impidan los desahucios, mantengan los servicios públicos…, en cuanto sea independiente, a estas alturas resulta que los niños tienen razón y sí que hay palabras mágicas después de todo. Como sabréis se acaba de fallar el Premio Planeta, resulta curioso que para esta acción haya escogido nuestra lengua semejante verbo con semejantes acepciones alternativas, ¿alguien ha hablado de la sabiduría del lenguaje? Perdón, me había parecido. Cabe preguntarse si la primera acepción que el DRAE otorga a este verbo se ha ganado a pulso ese primer puesto por méritos propios después de tantos concursos o ha llegado ahí gracias a otros y por oscuros intereses que, para el caso que nos ocupa, viene a ser lo mismo. Vale, no he leído ni la obra ganadora ni la finalista, ni mucho menos todas las presentadas, pero lo que sí sabía es que ganaría una novela negra, y no porque sea el género actualmente de moda y el que garantice más ventas, sino porque es un color que combina con todo; me pregunto si es verdad el rumor que corre por ahí sobre que una vez hubo concursos literarios que buscaban la calidad, la originalidad, el atrevimiento y la frescura, que enriquecían las letras y que, de vez en cuando, destapaban alguna gran obra de algún pobre juntaletras que sin ser famoso ni tener contactos, resulta que se lo merecía. Entre todos los miles de obras presentadas ha sido Milena o el fémur más bello del mundo la ganadora, y seguro que es una gran obra, seguro que es la mejor de absolutamente todas, y seguro también que todos esos que critican a la imparcialidad de los premios literarios de las editoriales y, en general, de cualquiera que ponga en juego una cantidad de dinero minimamente jugosa se equivocan; pero a mí, que me inicio en esto y que no me gustan las modas, se me junta el negro con el black, como si a pesar de jugar en ligas distintas ambos respondiesen al mismo plástico, y cuando veo esas veladas (como si de un combate de boxeo igual a los de las películas se tratase) me resulta todo tan ajeno y tan distinto a la idea romántica del pobre escribidor trabajando casi a oscuras por ahorrar luz, que no veo las letras por ningún lado, aunque sí los dientes; pero casi en el mismo momento recuerdo aquello de que la literatura miente para decir la verdad, y entonces me encanta que el ganador hable de corrupción como dicen que hace, y pienso que si la literatura es un espejo deformado de la realidad que vivimos, entonces la velada de anoche es pura literatura.
Me pregunto si fallarán también los que allí estaban, algunos de ellos grandísimos, o solo se limitarán a asistir al fallo, o a sobrevivir con los dientes apretados, que es como se hace, en el medio en que les ha tocado vivir. Pero al margen de procesiones interiores, o a su pesar, también me pregunto -para ser sincero- si alguna vez seré yo de los que aprietan allí los dientes y desmienten ante alguno de los poquísimos periodistas cotillas e inoportunos que queden lo que aquí escribí una vez. Os dejo una pequeña crónica del asunto por si queréis ver un punto de vista del fallo diferente a lo que contarán los muchos periodistas correctos pero con nómina estos días (leedlo hasta el final, a mí me encanta la parte de los juntaletras). Un saludo a todos. P.S.: yo no me presentaba El pensamiento es extraño y errático si no se le encierra e increíblemente sorprendente e interesante si se le permite volar; advierto: este comentario no es más que otra de mis digresiones que, cual capítulo de Los Simpsons, empieza de una manera y termina de otra totalmente diferente. Comienzo con las Leyes Fundamentales de la Estupidez de Carlo María Cipolla, que he conocido recientemente gracias al concurso de microrrelatos de El Cultural, cuyo tema de la semana pasada fue precisamente ese:
1. Siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación. 2. La probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona. 3. Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso. 4. Las personas no-estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la gente estúpida; constantemente olvidan que en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso. 5. Una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir. Supongo que nadie opondrá nada a estas 5 leyes, lo más probable es añadir otras, yo por ejemplo diría que una persona estúpida es aquella incapaz de dejar de cometer el mismo error una y otra vez, para algunos puede que simplemente sea testarudez, aunque si acaba saliendo mínimamente bien, aunque sea por otras causas, lo transformamos en perseverancia y arreglado, ¿os suena? ¿Qué añadiríais vosotros? Continúo ahora con la crónica de lo sucedido en la reciente cumbre europea por el empleo, en la que parece ser que Renzi tuvo por fin el valor de exponer en público que los alemanes no son dioses nórdicos y que ellos también incumplieron el déficit hace diez años. Creo que habría más cosas que exponer, como por ejemplo el papel de los bancos alemanes concediendo créditos alegremente a los españoles, ¿ellos tampoco se enteraron? ¿Por qué achacamos este error a los bancos españoles y no a los alemanes?, y que conste que no estoy culpando a los alemanes de todo, nosotros también tenemos lo nuestro, pero tampoco me parece correcto que ellos que se beneficiaron, y mucho, ahora no asuman su responsabilidad (menuda palabra esta, ¿verdad?). Todo lo anterior me ha llevado a recordar un trabajo que me encontré curioseando por internet el mes pasado en el que se hacía un análisis sobre el comportamiento de los principales actores inmersos en la crisis española: el Gobierno de España, el de Alemania, el de EE.UU., la Comisión Europea, el FMI y el BCE (creo que no me dejo ninguno). Se llenaban páginas y páginas con gráficas a cada cual más colorida y fórmulas matemáticas incomprensibles para acabar llegando a la conclusión de que a todos y cada uno de esos actores les interesa la salida de nuestro país de la crisis (es una pena que no se puedan usar aquí los emoticonos de What’s app, porque llenaría un buen párrafo de manos aplaudiendo y caritas sonrientes), pues todo arreglado, ¿no? Ahora viene lo peor: este análisis se hizo al parecer utilizando un sistema específico empleado en inteligencia, y los expertos que lo firmaban, así como la entidad para lo que lo hicieron, están vinculados a los servicios de inteligencia de nuestro gobierno, si este es el tipo de análisis de inteligencia que llega a nuestros responsables políticos, a los decisores… La metodología utilizada me recuerda irremediablemente a la usada desde los años 70 del siglo XX por todos los expertos economistas neoliberales para defender sus teorías y de las que el ínclito José Luis Sampedro ya se quejaba, son técnicas extraordinarias para defender pre-supuestos ideológicos aun contra la realidad, pues siempre puedes atizarle a cualquiera con una ristra de símbolos griegos y números en el rostro y ponerle cara de tonto, al fin y al cabo donde haya una teoría bien fundamentada y matematizada, que se quite la realidad. En el análisis al que hago referencia, proveniente con toda seguridad de los mundos de Yupi, se olvida algún hecho esencial; sí, es cierto que idealmente a todos esos actores les interesa que España salga de la crisis, pero para esa conclusión no hace falta tragarse todas esas páginas, yo llego a ella de cabeza en 20 milisegundos, lo verdaderamente importante es cuánto les interesa y qué parcela de poder o influencia al respecto tiene cada uno para actuar a favor de la recuperación y, sobre todo, si les compensa utilizar ese poder y de qué depende que lo hagan o no. Paso a centrarme en Alemania: ¿le interesa a Dña. Ángela Merkel que España salga cuanto antes de la crisis más que ser reelegida? ¿Más que conservar el poder? ¿Más que pasar a la posteridad como una gran canciller? Doy un momento a los responsables de inteligencia… ¡Tiempo! Obviamente la canciller alemana (que dirige el actor con mayor poder de todos los mencionados. Sí, incluso más que el gobierno de España mientras este no se atreva a amenazar con romper la baraja), no va a arriesgar sus propios intereses por la recuperación de España. Punto. Mimará las apariencias mimando los temores ancestrales de los germanos (a la inflación, a perder sus pensiones y sus fondos de inversión —sus ahorros en suma—, a los vagos del sur) para mimar sus votos. Sí, ya lo sé, ya sé que todo eso no supone sino pan para hoy y hambre para mañana (¿a que ahora cobran sentido las leyes de la estupidez? Repasadlas), y no creáis que a esta señora y a sus acólitos nadie les ha hablado nunca de la fuerza de la unión (en general, no tiene por qué ser europea) o de la solidaridad (aunque solo sea por un sentimiento puramente egoísta a largo plazo), o de lo que es un sistema o un ecosistema, del concepto de acción/reacción, de la retroalimentación…, es que son víctimas de la superestructura de su sistema económico (ya está Marx molestando), es decir, de ese individualismo exacerbado hasta donde solo el neoliberalismo puede exacerbarlo, de ese Yo, Yo, Yo infante, de ese egoísmo recalcitrante (del malo), de esa estupidez increíble e indefendible que supone la absurda teoría de que, en un mundo de recursos limitados, el bien común se genera espontáneamente si cada uno persigue únicamente su interés particular sin cortapisas ni regulaciones. Pero no todo es malo, de hecho yo confío en Angela Merkel para que nos saque de la crisis, en realidad es en la única en quien confío. Los que me habéis escuchado hablar de estos temas ya sabéis lo que dije en su momento y que sigo manteniendo: 1º que lo malo no era la deuda, sino esa manía de arreglarlo todo en 2 años que le dio a todo el mundo en 2010, ¿alguien se imagina firmar la hipoteca de su casa y comprometerse a pagarla en 2 años? Pues eso es lo que se hizo aquí. 2º Que Alemania iba camino de su propia crisis. Pues bien, este último punto, que es el importante a estas alturas, ya ha llegado, regocijémonos y esperemos gozando con el mal ajeno que esta pequeña recesión alemana se profundice, porque de lo contrario no servirá de nada, que el mal alcance a Alemania, que lo sienta en sus propias carnes, esa será la única forma de que se cambie de una vez la política económica y salgamos de la crisis sin necesidad de convertirnos en los mendigos-camareros de Europa. Lamentablemente, como ya os he comentado a algunos también, es necesario que la cosa empeore para que algunos se espabilen, y como en España no parece suficiente que empeore (menos aun si ahora resulta que mejoramos), a ver si haciéndolo en Alemania… Y no porque sean más listos, sino porque la señora Merkel ya ha demostrado, afortunadamente para nosotros, la altura de su compromiso ideológico, y por tanto sabemos que sería capaz de vender a su madre (y de regalo la abuela) por un voto, si no lo hubiese hecho ya; por eso mi esperanza es que en cuanto empiece a ver peligrar su sillón y su legado, abjure de lo dicho y comience a hacer lo que hay que hacer. Esta esperanza mía es algo parecido a lo que les debe ocurrir ahora a todos esos negritos moribundos con la extensión de su enfermedad de negros entre los blancos; de verdad que lo siento muchísimo por los contagiados en España, EE.UU. y los demás lugares en que surjan (no me vengan ya los moralistas), y más aun teniendo en cuenta su nula responsabilidad al respecto, pero desde el punto de vista de los africanos y los superhéroes que los ayudan allí (por cierto, que más de una vez los he oído llamar perroflautas, turistas estúpidos y cosas peores a todos esos guardianes políticomediáticos de la moral y la ortodoxia cristiana), esta es la oportunidad para que por fin reciban la ayuda que, si no es por humanidad al menos por puro interés egoísta, merecen. En su caso el mal ajeno es el bien propio, creo que eso no incumple ninguna de las leyes del principio, y por eso tengo la esperanza de que al final no se cumplan, aunque quizá yo mismo soy un estúpido y estoy cayendo en la trampa de la primera de todas. |
...un escritor es «un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve»...
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